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martes, 22 de enero de 2013

Israel vota: una aproximación al rompecabezas israelí


Mientras escribo estas líneas (las primeras de 2013, y tras más de un mes de "descanso" en el blog) los ciudadanos israelíes acuden a las urnas a renovar su parlamento, la Knéset, la 19º desde que se creó el Estado de Israel.

Pero, ¿cómo votan los israelíes? ¿A quién votan? ¿Bajo qué condiciones acuden a votar? La realidad de Israel, más allá del eterno conflicto israelo-palestino, nos suele ser bastante ajena. Los medios de comunicación y el proselitismo político no ayudan a la hora de formarnos un retrato lo más cercano posible a la realidad. 

Israel es, a día de hoy, el país de Oriente Próximo con el sistema democrático más estable. ¿Podríamos decir la única democracia? No, pues tanto Líbano como Turquía poseen unas democracias que, independientemente de que resulten o no satisfactorias, tienen bastantes años tras de sí. También podríamos incorporar al Egipto de la era posMubarak en el heterogéneo club de las democracias orientales, aunque deberíamos esperar varios años hasta comprobar que en el nuevo régimen egipcio finalmente se consolida un sistema democrático que, en cualquier caso, no será una copia de la democracia occidental. Es un error típico de aquellos que ven en la democracia occidental el paradigma de democracia política, cuando esta responde a un contexto determinado y, por tanto, las democracias orientales responden a otros contextos. 

Israel podría acercarse al modelo de democracia occidental, aunque con ciertas características: la falta de una Constitución escrita (suplida con una serie de Leyes Fundamentales), el excesivo papel de la religión en el Estado (su definición como Estado judío, la falta de regulación civil en ciertos aspectos como el matrimonio en beneficio de los tribunales religiosos, la existencia de la Ley de Retorno...) y su papel en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. Pese a que la Freedom House clasifica a Israel como el único país "libre" por su respeto a la libertad de expresión y a los derechos humanos, creo que eso no incluye los actos cometidos por el ejército israelí en los territorios palestinos, que serían tipificados como actos de guerra, ni la existencia del muro de Cisjordania, ni la expulsión de palestinos de sus casas y la creación de asentamientos de colonos. 

Otro aspecto que no se tiene en cuenta para calificar la democracia israelí como tal es la total heterogeneidad de su sociedad: no solo cuenta con un sector social homologable al occidental, más o menos laico, más o menos poco ideologizado, inmerso en el consumo y en la globalización, heredero de los pioneros askenazíes, sino también lo que algunos llaman las "nuevas tribus de Israel" [1]. Al sector askenazí se añaden los inmigrantes e hijos de aquellos que no participaron en la creación de Israel, como son los inmigrantes judeo-orientales (clasificados genéricamente como sefardíes) y los judíos procedentes de las repúblicas soviéticas tras el fin de la URSS, así como los haredim y otros grupos religiosos ultraortodoxos, procedentes tanto de la emigración oriental como de los grupos religiosos que ya habitaban en la región palestina antes de las aliyot


No hay que olvidar a un grupo importante de la sociedad israelí, y es la existencia de un importante grupo árabe-israelí, los palestinos que se quedaron en los territorios adjudicados inicialmente al Estado de Israel y en los que fueron anexionados hasta 1967. Los árabe-israelíes son un quinto del total de la población, e incluso estos se hallan internamente divididos, no solo por religión (a la mayoría musulmana hay que contar las minorías cristiana y drusa) sino por la aceptación o no del Estado de Israel y por la propia aceptación de los judíos hacia sus conciudadanos árabes: mientras que en la mayoría de árabes musulmanes prima la sensación de maltrato hacia los árabes en Israel, la minoría drusa, en cambio, está muy bien integrada en la sociedad israelí, hasta el punto de que cuentan con unidades propias en el Tsahal, el poderoso ejército de Israel. Los beduinos, una pequeña minoría, también participa en unidades propias del ejército y se considera integrada en Israel. En general, pese a su importancia numérica, los partidos árabes en la Knéset son muy débiles debido a la baja participación electoral de los árabes israelíes, como rechazo a un Estado que ven ajeno y que no les defiende y también, cada vez más, siguiendo las consignas de los islamistas radicales. Cabe añadir el doble drama de los árabes israelíes: considerados casi como extranjeros por sus conciudadanos judíos, también son considerados extraños por los árabes de Palestina.

Cada grupo vive casi como una sociedad a la espalda de la otra, con sus propios periódicos, sus canales de televisión, sus partidos... por lo que a la sociedad israelí, además del eje clásico de izquierda y derecha se añade el laico-religioso, y el conflicto con los palestinos introduce un nuevo eje que podríamos denominar de acuerdo-mano dura con Palestina, incluida también la oposición o apoyo a los asentamientos de colonos. Esta variedad hace de la sociedad israelí una de las más plurales pero también una de las peligrosamente fragmentadas.





La democracia israelí no ha vivido golpes militares ni grandes movimientos antidemocráticos. El ejército israelí es un elemento más de cohesión de una sociedad tan dividida: el servicio militar es obligatorio para ambos sexos y, tras un servicio de tres años para hombres y de 21 meses para mujeres, pasan a engrosar la reserva, manteniendo las mismas unidades y creando en ellas fuertes vínculos. Sin embargo, existen excepciones a este servicio obligatorio: los árabes israelíes están excluidos del mismo y los haredim. El último caso es un foco de tensión entre los haredim y el resto de los judíos: los haredim reciben fuertes subvenciones por no trabajar y estar fuera del servicio militar a cambio de dedicarse al estudio de los escritos religiosos; el resto de judíos ven esto como un privilegio cada vez más insoportable a medida que el grupo de los haredim es más fuerte demográficamente debido a su fuerte natalidad. 


La natalidad es un factor a tener muy en cuenta y que juega en contra del Estado judío: los grupos con más natalidad son los más desfavorecidos y también los más críticos o escépticos con el Estado de Israel tal como existe en la realidad, los árabe-israelíes y los haredim, con el agravante de que estos exigen cada vez más fondos para sus familias y, a la vez, algunos niegan legitimidad al Estado para realizar "lo que debería hacer el Mesías", esto es, crear el Gran Israel en la región palestina.

En general, hoy por hoy, la estabilidad de la democracia israelí pende de un hilo. La democracia en Israel funciona de una forma que se parece cada vez más al restringido sistema libanés de equilibrio entre comunidades: la fuerte presencia de los partidos religiosos y la dependencia de los grandes partidos laicos hacia estos ha obligado a la creación de sistemas paralelos en Israel: desde la creación de escuelas religiosas para cada grupo religioso judío a diferentes tipos de privilegios como los que disfrutan los haredim. La división de los partidos laicos redunda en beneficio de los religiosos para obtener más recursos y mantener sus clientelas políticas: los partidos religiosos suelen estar liderados por rabinos que miran por el bienestar y el apoyo de sus grupos. La incorporación a la vida política de Israel de los rusos añade un grupo más al que contentar y, a la vez, divide aún más a la derecha: Avigdor Lieberman, líder de Yisrael Beitenu, defendió en las elecciones de 2009 el fin de los privilegios para los grupos ultraortodoxos. El retraimiento árabe-israelí y el conflicto con los palestinos prolonga, imposible saber hasta cuándo, este frágil equilibrio, la calma que viene antes de la tempestad.

Israel se fundó sobre un idealismo sionista, democrático y socializante. A muchos les sorprendería que el principal valedor de Israel no era Estados Unidos, pese a que de su poderosa minoría judía obtuvo grandes fondos para sostener el proceso de independencia, Golda Meir mediante, sino que lo fue la URSS y el bloque socialista, de donde Israel (y concretamente de Checoslovaquia) consiguió las armas necesarias para defenderse en la primera guerra árabe-israelí [2]. ¿Dónde ha quedado ese espíritu? La izquierda laborista sionista, que dirigió a la comunidad judía antes y después de la independencia, se halla casi desaparecida. La comunidad asquenazí sufre, en esencia, el mismo proceso que afecta a las sociedades occidentales: desconfianza hacia los políticos, problemas económicos y una derechización agravada por la obsesión por la seguridad contra el terrorismo, que surgió mucho antes de que esa obsesión alcanzara a Occidente tras el 11S. Muestra, además, los límites del proyecto sionista de Israel de la comunidad askenazí y sus reservas ante los sefardíes, los haredim y el resto de ultraortodoxos. Parece ser el acto final, la retirada, casi silenciosa, ante la actual división de Israel, convirtiéndose en una comunidad más, contenta con poseer su idiosincrasia y su cultura liberal. Es esa, quizá, el éxito y fracaso de Israel: la libertad para cada comunidad religiosa, más que la libertad individual, supeditada a la primera y a la seguridad nacional. Tel Aviv y Jerusalén son los exponentes de dos mundos muy distintos. No obstante, la primavera árabe y la ola de indignación occidental también pasó con fuerza por Israel en 2011, con una serie de protestas y toma de calles al estilo del 15M español. En este caso, los jóvenes israelíes (trabajadores y universitarios, aunque también jubilados, la mayoría de clase media) protestaban por la carestía de la vida, sobre todo la subida de precios y la dificultad para adquirir una vivienda digna en las grandes ciudades de Israel. A esta indignación se han sumado protestas contra los privilegios de los haredim y exigencias de que cumplan el servicio militar. Aún es pronto saber si esto redunda en una participación que beneficie a los partidos laicos.



Tras esta aproximación a Israel, un repaso a su sistema político y un comentario de los partidos que se presentan en estas elecciones.

La Knéset está conformada por 120 diputados elegidos en sufragio universal, igual, directo y secreto, siendo todo el país una gran circunscripción electoral. El umbral mínimo exigido es el 2% de los votos totales y el reparto de escaños emplea el sistema D'Hondt. El motivo de este umbral mínimo tan bajo (uno de los más bajos del mundo, inicialmente del 1%) era posibilitar la integración de todos los partidos posibles en el sistema político (en 1949 fueron doce partidos, en 2009 se repitió la misma cifra). Consecuentemente, el sistema político israelí es uno de los más proporcionales y, por eso mismo, uno de los más inestables, agravado por la gran fragmentación cultural, religiosa y social de Israel. La media de vida de cada gobierno israelí es de unos 25 meses, y cada formación de gobierno está acompañada de intesas negociaciones entre los diferentes partidos. 

Desde la formación del Estado hasta 2006, el Mapai/Partido Laborista y el Likud han encabezado distintos gobiernos, recurriendo en casi la totalidad de ellos a partidos religiosos. En general, los bloques existentes son cinco: uno de izquierda sionista, conformado por el Partido Laborista y el Merezt; uno de derecha sionista, liderado por el Likud; el religioso, con el sefardí Shas y el ultraortodoxo haredim Unidad, Torá y Judaísmo; la extrema derecha, divididas entre los laicos Yisrael Beitenu, el sionista religioso Unidad Nacional y el nacionalista La Casa Judía; y, finalmente, los partidos árabes, el islamista Lista Árabe Unida, el comunista Hadash y el liberal Balad, todos muy minoritarios. Se podría mencionar un sexto bloque, liberal centrista, representado en el Kadima y ahora con nuevas fuerzas (Yesh Atid, del ex presentador de TV Yair Lapid; y Hatnuah de Tzipi Livni), aunque en general se tiende a ver a los centristas unidos a la izquierda en un nuevo bloque de centro izquierda. En el bloque de extrema derecha se ha fortalecido La Casa Judía con una alianza con Unión Nacional a expensas del bloque Likud-Yisrael Beitenu, pero también ha aparecido Otzma LeYisrael, una agrupación de Unión Nacional. Y en el bloque religioso se intenta hacer hueco Am Shalem, un grupo escindido del Shas que defiende el fin de los privilegios de los Haredim. En total, hasta 14 partidos podrían entrar en la nueva Knéset, teniendo en cuenta que varias de esas fuerzas son coaliciones de partidos más pequeños.

Los temas principales de campaña son, más que la búsqueda de la paz con los palestinos (solo algún partido centrista o izquierdista hace alguna mención a la paz), la necesidad de prepararse ante un eventual ataque iraní, el mantenimiento de los asentamientos ya construidos (y la construcción de otros tantos otros) y, muy minoritariamente, los problemas más domésticos como el nivel de vida y la vivienda, motivo de las más recientes protestas de israelíes y que la izquierda ha intentado introducir en campaña.

Las negociaciones para gobernar serán un gran rompecabezas de uno de los bloques principales (izquierda o derecha) para contentar al menos dos de los otros bloques, siempre teniendo en cuenta que el bloque árabe es muy pequeño y está, en principio, excluido de las negociaciones. Quedarían, por tanto, el bloque religioso y la extrema derecha, lo que en principio redunda en beneficio del derechista Likud aunque, como se dijo antes, hay fuertes discrepancias en la derecha acerca de mantener los privilegios a la comunidad ultraortodoxa.



Bibliografía:
[1] Ana CARBAJOSA: Las tribus de Israel, RBA, 2011.
[2] Joan B. CULLA: La tierra más disputada, Madrid, Alianza, 2005.

Enlaces de interés:
De derechas por mandato divino, Ana Carbajosa, El País, 15/01/2013.
Israel: agenda doméstica y desafíos regionales, Víctor Manuel Amado Castro, El País, 22/01/2013.
¿Israel, un Estado sin constitución?, Carlos Javier Soto Cazaña, 2007.
La izquierda israelí queda en la sombra, David Alandete, El País, 21/01/2013.
Los árabes de Israel ignoran las urnas, Ana Carbajosa, El País, 1/01/2013.
Los indignados de Israel, Ana Garralda, El País, 21/07/2011.
Los rostros de los votantes en Israel, Ana Carbajosa y David Alandete, El País, 22/01/2013.
Los rusos israelíes se vuelcan a la derecha, Ana Carbajosa, El País, 18/01/2013.
Netanyahu parte como favorito en las elecciones de hoy, Ana Carbajosa, El País, 22/01/2013.
Otro indignado israelí se prende fuego, Ana Carbajosa, El País, 22/07/2012.
¿Quién vive en los asentamientos?, fotorreportaje, El País, 28/12/2012.

martes, 27 de noviembre de 2012

Elecciones catalanas: la realidad contra el mesianismo




Artur Mas soñaba con hace de Cataluña "la Holanda del sur", y al menos en parte lo ha conseguido: el mapa político catalán, acostumbrado en la década de los 80 y los 90 a un sistema de cinco partidos definidos y estables (CiU, PSC, UCD/PP, PSUC/ICV y ERC) ha ido derivando en cada nueva consulta electoral desde 2006 a un arco político fragmentado y donde la gobernabilidad necesita de grandes dosis de acuerdos y pactos. Con el nuevo Parlament que surgirá de las elecciones del 25 de noviembre serán siete los partidos políticos representados, uniéndose las Candidaturas d'Unitat Popular (CUP); ocupando, quién sabe por cuanto tiempo, el espacio indepententista y de voto de protesta más extremista, donde compitieron, entre otros, Reagrupament (que en esta ocasión ha seguido el camino de otros desde ERC hasta CiU) y Solidaritat, que sin el protagonismo de Joan Laporta no han conseguido mantener su representación. El mapa político catalán se amplía por los extremos independentista y por el reforzamiento del indefinido espacio antinacionalista de Ciutadans, que adquiere grupo parlamentario propio.
(1) CiU, PSC, ERC, ICV-EUiA, SI, CUP, Reagrupament
(2) CiU, ERC, SI, CUP, Reagrupament
(3) ERC, SI, CUP, Reagrupament
(4) PSC, PPC, C’s, UPyD
(5) Es difícil encuadrar a ICV en el eje nacionalista/no nacionalista por su indefinición
(6) PSC, ERC, ICV-EUiA, CUP
(7) C’s, UPyD, SI
(8) CiU, PPC, Reagrupament, PxC


Artur Mas, apoyado por su federación CiU, convocó anticipadamente elecciones en el ecuador de su legislatura amparándose en: el fortalecimiento del movimiento independentista, según parecía demostrar la manifestación de la Diada, para exigir al gobierno central la imposición de un pacto fiscal como alternativa a desencadenar el proceso soberanista (pero también como primer paso para el mismo) y, como negativa a dicho pacto fiscal, a la apelación a los ciudadanos de Cataluña para iniciar el proceso soberanista al "Estado propio" mediante la aceptación de un "derecho a decidir" diferente al del resto de España. Derecho a decidir como eufemismo al derecho de autodeterminación. Estado propio como eufemismo a independencia. Cuestión identitaria por encima de la cuestión social y la crisis económica. Artur Mas se presentaba a las elecciones como el abanderado de la "voluntat d'un poble", un mesias que pedía no rendir cuentas por sus recortes y que remitía todos los problemas de Cataluña (recortes, rescate, pensiones, paro...) a un futuro hipotético donde una Cataluña independiente podría afrontar con éxito todos sus problemas, pero sin concretar el cómo.

Personalmente, me temía que la ciudadanía de Cataluña, inmersa, como el resto de la española, en un gran malestar e indignación por la crisis, su gestión y sus consecuencias, y atrapada como está entre una peligrosa polarización entre dos nacionalismos excluyentes, acabase por sucumbir a los mensajes de Mas y entregase su derecho a decidir, que es el voto, a la capacidad de decisión de una persona, una caricatura grotesca de "un líder, un pueblo, una patria". No oculto mi opinión de que la sociedad catalana, por más que yo admire y ame su cultura, su historia, su tierra y guarde gratos recuerdos de mis visitas a su tierra, tiene graves problemas como son las relaciones con el resto de España, las pasiones que crea la identidad o el idioma y el trato de algunos sectores minoritarios pero estridentes contra los que no se ajustan al ideal nacionalista. Son problemas que igualmente y de grado variable también afectan al resto de España y de Europa, y que no para mí es un asunto urgente que debemos afrontar si valoramos las virtudes de las sociedades plurales y democráticas.

Artur Mas y CiU se han llevado un notable chasco, un "batacazo" como titula El Periódico de Cataluña. Esperaban aumentar de sus 62 escaños a un mínimo de 68 (mayoría absoluta) y así tener las manos libres para llevar adelante la política neoliberal de la segunda generación de líderes convergentes (Oriol Pujol es su representante), como para tener la llave que abriera en el momento que ellos quisieran la caja de Pandora del soberanismo, con la ayuda de un parlamento más independentista donde los no nacionalistas estuvieran arrinconados. Bien. Si el objetivo de Artur Mas y Ciu era la "mayoría amplia" y un peso de los independentistas superior a los 2/3 del Parlament, podemos decir con total tranquilidad que han fracasado notablemente. No solo no han aumentado en votos y en escaños, sino que han perdido ambos y se encuentra en una situación de relativa fragilidad (veremos por qué). Además, los partidos nacionalistas parlamentarios (CiU, ERC, CUP y el ahora extraparlamentario SI) suman el 49% de los votos y 74 escaños, una mayoría clara, sí, e incluso podríamos sumar a Iniciativa (aunque sin saber a ciencia cierta qué quieren exactamente para Cataluña) y daría una mayoría más amplia, pero sin llegar a ser dos tercios de los escaños y, comparando con los resultados de 2010, no dominados por la agenda independentista, resulta que alcanzaron un número de votos del 49,9% del total y 76 escaños. Es decir, menos. Conviene recordar que ese bloque no es homogéneo, menos si sumamos a ICV, y que dichos partidos no comparten los modos de lograr la independencia. Cabe añadir que muchos votantes de CiU no son independentistas, sino adscritos a la derecha catalanista (moderados, por tanto), y parte de los cuadros de la federación tampoco lo son, caso de Unió Democrática.

Es notorio que la mayoría parlamentaria catalana es netamente nacionalista, como lo ha sido en otras ocasiones. Se esperaba que al plantear la cuestión identitaria y soberanista los electores más nacionalistas serían los que acudirían a las urnas con más ganas que los que no lo son, produciendo un parlamento con una mayoría nacionalista reforzada. No ha sido así. Seguramente la polarización identitaria es la principal responsable del aumento de participación: casi un 70%, rompiendo récords en un electorado bastante desmotivado para acudir a las urnas (véase la escasa participación para ratificar el nuevo Estatuto). Con todo, una alta participación siempre es motivo de satisfacción para una sociedad democrática, pues muestra fielmente la opinión de una gran mayoría social. Lo que se puede decir del resultado de esta gran afluencia electoral es que los catalanes han sabido combinar de manera loable tanto el castigo a las políticas de CiU (12 escaños menos y casi cien mil votos perdidos lo atestiguan) como mantener la correlación de fuerzas entre partidos nacionalistas y no nacionalistas, con ajustes en el interior de estos mal llamados "bloques". Ese mantenimiento del statu quo, no obstante, no aleja la apuesta soberanista de Mas, aunque pone algunas piedras en sus pretensiones: si Mas quiere seguir adelante con el proceso, debe compartir el liderazgo con ERC, que ha movilizado para sí más electores de los que CiU ha perdido. Como nota, es preciso señalar que Francisco Llera, director del Euskobarómetro, ha dicho que PNV y Urkullu tomarán nota de las consecuencias adversas que tienen para las fuerzas moderadas radicalizar el debate.

La indefinición de PSC, con demasiadas abstenciones en momentos cruciales (en la investidura de Mas en 2010, en el debate tramposo sobre el "derecho a decidir"), sin saber escapar del esquema trazado por el nacionalismo (donde Cataluña no puede ser algo propio en España y donde "decidir" se ha asociado a autodeterminación e independencia, saltándose las leyes si es preciso, como admitió Mas) ha resultado notablemente castigada por los electores. Cualquier reflexión interna que determine que el resultado es bueno porque "ha mejorado las expectativas de las encuestas" es una necedad. El PSC ha perdido 50.000 votos con mayor participación y, aunque mantiene el puesto de segunda fuerza popular, pierde el de segunda fuerza parlamentaria por un escaño en beneficio de ERC. Su electorado fiel sigue estado concentrado en el cinturón metropolitano de Barcelona (perdiendo de nuevo apoyos, y con un resultado terrible en la Ciudad Condal: cuarto puesto) y compuesto por las clases trabajadoras y medias, castellanohablantes y de orígenes extremeños o andaluces. Mi impresión es que aquellos electores que hicieron del PSC primera fuerza de Cataluña en las autonómicas en 1999 y 2003, y siempre primera fuerza en elecciones nacionales, que son, aparte de los mencionados, las clases medias más catalanistas, que ahora apoyan a CiU y seguramente a ERC. Ni siquiera el PSC mantiene a las clases trabajadoras y a los electores no nacionalistas, que están yendo al PPC y, ahora especialmente, a Ciutadans, sin olvidarnos de ICV. El PSC, si no quiere evitar esta dirección a la irrelevancia, debería intentar establecer un perfil propio enfrentado tanto a CiU como al resto de la izquierda y del campo no nacionalista, deseoso de seguir medrando en el espacio socialista aunque su consecuencia más notable sea la división. Habrá que ver si Pere Navarro y su equipo mantienen el liderazgo del partido. Es probable que sea así, veremos si con cuestionamientos internos, aunque la marcha de parte de los líderes del ala antaño más catalanista, ahora más inclinada al soberanismo, podría contribuir a poner un poco de paz en el PSC y ayudar a crear un discurso más definido que consiguiera combinar catalanismo con izquierda, clases medias y clases trabajadoras y la concepción de Cataluña en España. En buena parte, dependen del contexto, pero sólo si lo saben aprovechar bien.

El salto de ERC lo devuelve a los niveles de la etapa de Carod Rovira y Puigcercós en el tripartito de izquierdas aunque, en esta ocasión, su fuerza vaya a trabajar en una dirección bien distinta. Entonces, el ascenso y la caída de ERC fueron a la par que la fortuna y la ruina del tripartito, vinculados a la colaboración de las izquierdas catalanas (no solo regionalmente, sino en la política nacional con la Entesa Catalana de Progrés en el Senado y con la colaboración parlamentaria con el gobierno de Zapatero). Ahora, la fuerza de ERC está puesta al servicio del proceso soberanista iniciado por Mas. El ascenso de los republicanos viene por una alta movilización de su electorado (más del que haya podido ir de CiU a ERC) para condicionar la política de Mas, tanto si es para continuar con el plan soberanista como si es para la acción de gobierno, combinando el sentimiento independentista (con la boca grande) con la izquierda (con la boca chica), en una bien calculada estrategia para poder considerar tanto la colaboración gubernamental como la postura íntegra de independencia e izquierda.

El PPC puede hacer gala de haber mantenido sus resultados y no verse afectados directamente por la política de Rajoy, consiguiendo movilizar a su electorado a la par que lo ha hecho la totalidad de los votantes, aumentando discretamente. No consiguen, asimismo, ni superar al PSC ni avanzar en su electorado, que ha preferido irse a Ciutadans. No obstante, creo que han podido obtener una parte importante del voto perdido de CiU, moderado en la cuestión nacional y más identificado con valores conservadores. Como en el campo contrario, esto es, del nacionalismo independentista, el campo del "españolismo" o del nacionalismo español también se refuerza con las subidas de C's y PPC.

ICV es otra de las fuerzas, junto con ERC, que han "triunfado" en estas elecciones. Electoralmente, consiguen representación en las cuatro provincias catalanas. Partían con una combinación de la oposición total a la política de CiU pero con el apoyo total en el pacto fiscal, primero, y en el proceso soberanista, después, pese a ciertas indefiniciones de peso (su propuesta de federalismo de libre adhesión no es sino un confederalismo adornado de palabras bonitas, así como la inexistencia de una postura clara -Sí o No- ante una hipotética independencia, que incluso tiene el PSC bien definido pese a tener sus propias incoherencias) que, al parecer, no han sido impedimento para recuperar niveles perdidos durante la época del tripartito (por otro lado, quizás esas indefiniciones también han podido frenar avances en el electorado progresista que ha podido optar por votar al PSC o a C's, pese a las altas simpatías que les provoque el ideario social de ICV. Como me recordaba una amiga, ICV enarbolaba su cartel electoral como "Dret a decidir sí. Drets socials, també" (Derecho a decidir, sí. Derechos sociales también). Como le ocurría al PSC, ICV también se ha encontrado presa del esquema dibujado por CiU, donde el eufemísticamente conocido como "derecho a decidir" es el eje de todo. Con todo, ICV mantendrá su línea de acción política de oposición frontal al gobierno convergente y de apoyo total a la cuestión soberanista. Joan Herrera, su candidato, reivindicaba la herencia del tripartito de izquierdas, pero lo cierto es que, pese a que ICV con diez o trece diputados haga una oposición muy buena a la derecha nacionalista, apenas hay una contribución a una alternativa de gobierno. Quizás esperen que los ecos de Syriza lleguen a España, pero yerran al no ver que la realidad diversa de Cataluña y de España no necesita maximalismos y reivincidaciones acaladoradas de ver quién es la "auténtica izquierda" o quién es "más de izquierdas que otro". Si quieren una alternativa de izquierda democrática y catalanista a CiU, sea de quien sea el liderazgo (PSC, ICV, ERC), será por la vía del acuerdo y la aceptación que ninguno puede imponer ninguna "verdad revelada" o pureza ideológica a los demás.

Ciutadans ha superado expectativas y, doblando su número de votos, consigue no solo grupo parlamentario propio sino hasta nueve escaños y uno fuera de la provincia de Barcelona. C's, pese a lo que pensé en el momento de su entrada en el Parlament en 2006, se ha consolidado en la política catalana (y sobre todo gracias a la crisis del PSC entre su electorado tradicional y, como otros partidos, tiene grandes incoherencias que de momento no le han pasado factura. ¿Cómo definir a C's? ¿Es un partido nacionalista español? ¿Es un partido progresista? ¿Es una derecha disfrazada? Yo creo que C's es la expresión política de ciudadanos que se sienten españoles siendo catalanes y no tienen ningún problema por ello, y no arriesgo mucho al creer que un partido progresista, pese a alianzas que me repugnan como la coalición con la euroescéptica y conservadora Libertas en las elecciones europeas.

La propia existencia de C's es, como vi en un comentario en Twitter, "la prueba del hecho diferencial" de Cataluña, donde UPyD no tiene espacio (0,4% de votos) pero sus postulados son, más o menos, compartidos. Dando un poco la vuelta a la afirmación del "hecho diferencial", lo que prueba es que los catalanes quieren partidos políticos más próximos, incluso llevando a adaptarse a los grandes partidos como el socialista (el PSC es un partido federado al PSOE pero cuya existencia no puede entenderse sin dicho vínculo, cualquier intento de romper lazos sería un disparate; no hay que romper lazos sino clarificar posturas) para, así, incluso, demostrar que ser catalanes es su forma de entender ser españoles. Una reflexión que debería hacerse por algunos en Cataluña y por otros fuera de ella. La incomprensión mutua debe ser no solucionada con la ruptura sino con el entendimiento.

En el campo independentista y extremista hay una constante evolución. Perdido (y quizá para bien) para ERC, no ha habido un partido que haya conseguido consolidarse. En 2010, Reagrupament y Solidaritat pelearon por ese espacio, con la victoria de este último (gracias al empuje de Laporta) y con la deriva de los exERC hacia el mismo camino que siguieron Pilar Rahola y Colom y su Partir per la Indepència a CiU. Ahora, la irrupción de las CUP en las elecciones parlamentarias y la marcha de Laporta de la política ha acabado con la breve presencia parlamentaria de SI. CUP lleva al Parlament la voz de la izquierda independentista, rupturista e indignada por la crisis. A ERC le interesaría que el proceso soberanista discurriera según sus intereses, con el miedo a que una posible (y probable) frustración lleve a la radicalización de su electorado en beneficio de las CUP.

¿Qué puede pasar? Lo principal para la gobernabilidad de Cataluña es saber con qué otros partidos puede contar Artur Mas. Está claro que, dados los resultados, cualquier combinación de gobierno o mayoría pasa por CiU como eje central y con Mas en la presidencia. Eso descarta directamente a ICV, que se niega a apoyar a Mas, a C's, que reclama su dimisión, como a las CUP, en las antípodas de las concepciones políticas del presidente de la Generalitat. Aritméticamente, CiU puede pactar tanto con el PSC (70 escaños), con ERC (71) o con el PPC (69), pero cada uno con condiciones muy distintas: un pacto con el PSC es incierto, si los socialistas quieren desmarcarse de cualquier apoyo a Mas, y llevaría inevitablemente a relajar el ansia soberanista de Mas; un pacto con el PPC es aún más improbable, porque exigiría acabar de raíz con el proceso soberanista, aunque coincidiesen CiU y PP en su política neoliberal. 

Es más posible un pacto final con ERC, aunque los republicanos no quieren entrar en el gobierno. Piensan que pueden combinar estar en la oposición con el apoyo al gobierno. Esto, de primeras, es incoherente: Artur Mas necesita el apoyo explícito de al menos una de las tres fuerzas políticas mencionadas para poder gobernar. Si ERC se convierte en el socio preferente de CiU no puede pretender encabezar la oposición parlamentaria. El apoyo de los republicanos se condiciona a mantener la agenda soberanista, incluso revertir parte de los recortes de Mas. Pero Artur Mas necesita, más que eso, apoyo a las leyes más importantes, como la de presupuestos que, inevitablemente por la ideología de CiU y las circunstancias, tendrán que contener nuevos recortes, así como los malabarismos en el día a día de la administración con el pago de nóminas y pensiones (que se pagan gracias a la deuda y el dinero puesto por el gobierno central en cantidades muy superiores al pretendido "expolio" que no existe). ERC tendrá que tragarse su lado izquierdista (poco le costará, más preocupados por la vía a la independencia) a menos que consiga que Artur Mas de un giro de 180º a su política económica. 

Al final, se impondrá el sentido de estado, o "acuerdos de país", en terminología catalana. No sería recomendable realizar nuevas elecciones por la falta de una mayoría clara de gobierno para nadie (un hartazgo del electorado por el fracaso de sus representantes podría aumentar la abstención de nuevo, cuestionar el proceso soberanista, y ni siquiera CiU sabe si una repetición electoral podría darle más maniobra o perjudicarles), aunque es probable que la legislatura no llegue a completarse, y con ese escenario deben trabajar los partidos. Aún es pronto para saber si el mal resultado de CiU puede llevarles a replantearse su deriva soberanista o a que emergan grietas entre CDC y UDC. No olvidemos que la apuesta soberanista de Mas era para ser liderada por él en exclusiva y quizás por otros como meras comparsas, pero esto ya no puede ser así: Oriol Junqueras, de ERC, reclama su parte. CiU no es una formación que camine con pasos muy inciertos y si esta aventura no tiene visos de reportarle beneficios políticos, tendrá que hayar alguna manera de ponerle freno, bien directa o indirectamente. Indirectamente ya sabemos que un proceso de ese tipo es imposible sin acuerdos para reformar la legislación española y sin acuerdos con el resto de España, a menos que quiera saltarse la legalidad vigente. La pérdida de votos debería ser un aviso para Mas de que llevar a una fuerza moderada a planteamientos extralegales puede ser muy peligroso: los partidos nacionalistas tienen mayoría, sí, pero no olvidemos que los netamente independentistas son aún menos votados que CiU, y creo que en CiU nadie quiere emular los resultados de ERC.

Como breve repaso a la prensa nacional e internacional, de fuera de España se destaca la victoria de los nacionalistas; Der Spiegel destaca que "Abspaltung Kataloniens von Spanien wird unwahrscheinlicher" ("la separación de Cataluña de España es poco probable"). En España, las reacciones han sido más o menos las mismas: fracaso de CiU aunque no (de momento) de la aventura soberanista, pese a que muchos la ven como difícil, caso del Deia. El Punt Avui, periódico catalán claramente independentista, hace algo de malabarismos pues destaca que: son mayoría los partidos nacionalistas, la bajada de CiU se debe a su excesiva personalización de la campaña en Artur Mas y se han movilizado electores no nacionalistas por la polarización. Destaca que "tanto el soberanismo como el españolismo se han neutralizado", creciendo prácticamente en la misma proporción con mayor participación, para reconocer al final que "la voluntad del pueblo es compleja" y, aunque no lo quiera decir, en esa voluntad participan los que no quieren la independencia, que son muchos. El País habla de "órdago fracasado" y, por último, resulta muy interesante el artículo de Enric Juliana en La Vanguardia, una declaración de la opinión del órgano de la burguesía catalana: "Ha ganado España". Resume así en tres palabras (con la palabra maldita para el independentismo catalán) lo que puede resultar de la convocatoria electoral: "El catalanismo es hoy una mayoría sentimental con graves dificultades de operatividad política", "Cuando dentro de unas semanas se negocie la formación del nuevo gobierno, los entusiasmos para formar parte de un ejecutivo obligado a seguir la senda de los duros sacrificios serán perfectamente descriptibles", "la sociedad catalana ha desistido de concentrar en una misma narrativa los deseos de un orden distinto". Bastante revelador.

En definitiva, los catalanes han demostrado en las urnas que no hay una manera única de ser catalán, ni de ser español, y que no hay un único mensaje con la suficiente fortaleza para imponerse a otro sin provocar fuertes rupturas. Se debe imponer el entendimiento. Lo quieren los ciudadanos.

Enlaces de interés:
"Campanya a examen", El Punt Avui, 27/11/2012.
"En CDC todo está muy mal y emperorará", Alfons Quintà, ElDebat.org, 26/11/2012.
"ERC descarta entrar en el Govern", ElDebat.org, 26/11/2012.
"ERC exige a CiU, para pactar, el fin de los recortes en los servicios básicos", ElDebat.org, 26/11/2012.
"Ha ganado España", editorial de Enric Juliana en La Vanguardia, 26/11/2012.
"La separación de Cataluña de España es poco probable", Der Spiegel, 26/11/2012.
"La voluntat del poble és complexa", El Punt Avui, 26/11/2012.
"L'espanyolisme i el soberanisme es neutralitzen", El Punt Avui, 27/11/2012.
"Órdago fracasado", editorial de El País, 26/11/2012.

domingo, 25 de noviembre de 2012

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Cuál es el problema del PSOE?


Hace unos días recibí, como tantos otros militantes del Partido Socialista, un correo en nombre de Rubalcaba. En él, se decía que "son momentos difíciles para el PSOE", un PSOE que es la "alternativa" a las políticas del PP, un PSOE al que la ciudadanía pide unidad, fortaleza y propuestas. También, Rubalcaba se muestra abierto a las iniciativas y comentarios de los militantes y a sus entornos. Pues bien, en calidad de militante de base, esta es la reflexión que quiero transmitirle al secretario general del PSOE:

¿Qué le ocurre al PSOE? En términos electorales, el bienio 2011-2012 va camino de ser la peor época en la historia reciente del partido, y no hay visos de mejora (las encuestas señalan una caída en Cataluña del PSC, y en otras regiones de España parecen no dejar de perder terreno, caso de Valencia, con las únicas excepciones de Extremadura y Andalucía). El PSOE no solo no consigue volver a superar la barrera del 30% del voto sino que sigue cayendo. Las encuestas de mayor calidad son dispares: el CIS mantiene a los socialistas en el 28,6% de intención de voto y Metroscopia en el 22,9%, una diferencia relevante. 

No conviene alcanzar la histeria por resultados tan decepcionantes para un partido de vocación mayoritaria pero tampoco hay que sentirse aliviados por no compartir la suerte del partido socialista griego PASOK. El mantenimiento del PSOE como primer partido de izquierda se debe a su buena sintonía en la escala ideológica del electorado, así como la inexistencia de competición de un partido de centro izquierda de nuevo cuño: ni IU ni UPyD pueden aspirar a hacerse con una buena masa de electores, no sin replantearse su línea ideológica y su vocación de partidos minoritarios. No existe una Syriza española. Esta potencial ventaja para el Partido Socialista solo se encuentra dificultada por la desconfianza que crea entre el electorado afín: el PSOE, con sus errores económicos en la legislatura 2008-2011 y su cambio de política, entre otras razones que se escapan de su control directo (crisis económica mundial, presiones del sector financiero internacional, (des)equilibrio de poder en la UE...) es el culpable de buena parte de la actual situación. 

Las únicas posibilidades que le quedan al PSOE para gobernar en buena parte de las distintas administraciones están en la capacidad o no de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas: menos en Extremadura, donde se ha impuesta una lógica de "todos contra el PSOE"; en Andalucía han incluido a IU en el gobierno; en Asturias gobiernan gracias al apoyo de IU y UPyD; en Galicia, el escenario más favorable sin mayoría del PP era repetir el bipartito con el BNG. En Valencia, una encuesta reciente advertía de un desgaste considerable del PP regional y una mayoría de izquierda formada por un PSPV aún más escuálido y unas Esquerra Unida y Compromís fortalecidas. La respuesta de muchos era algo así como "bueno, perderemos votos, pero gobernaremos con ellos". Reactivar el mensaje de "todos contra el PP" para gobernar. Pero, ¿gobernar cómo? La pobre cultura política de España nos presenta a las coaliciones políticas como negativas, y es cierto que los partidos políticos no ayudan a superar esa opinión: con frecuencia hemos visto cómo las coaliciones han funcionado como gobiernos paralelos, rencillas mutuas, paralización de políticas por desacuerdos. En definitiva, la intransigencia de los partidos para alcanzar grandes acuerdos ha hecho naufragar las coaliciones: el bipartito gallego cayó, el tripartito catalán se hundió en el desacuerdo y hoy cada uno de los tres partidos de la izquierda catalana están lejos de cualquier acción común. A las coaliciones frágiles de la izquierda les sucedió la derecha reforzada. Con estos precedentes, ¿cómo podemos recibir con alegría una perspectiva de tripartito izquierdista en Valencia? ¿Qué políticas se seguirán? ¿Cada partido intentará llevarse todo el mérito de la acción de gobierno y excusarse de los deméritos en los otros, en perjuicio de la labor general? Si existieran garantías de flexibilidad y capacidad de diálogo en la izquierda española, podría no verlo con suspicacia.

Esa intransigencia e incapacidad de diálogo en la izquierda española opera también contra el PSOE. A la desconfianza del electorado se añade la beligerancia con la que la izquierda no PSOE dedica al partido socialista, en la que no solo hay críticas -justas- por la labor del Gobierno socialista, sino el rencor generado tras años de desencuentros y frustraciones por no haber conseguido ganar a los socialistas la disputa por el liderazgo de la izquierda. En los discursos lanzados por la izquierda siempre hay una de cal y otra de arena: reclamar al PSOE que reconsidere su discurso y pida perdón por los errores cometidos y, a la vez, un rechazo continuo de toda propuesta que eleve el PSOE en la oposición ("haberlo propuesto antes cuando gobernábais") y una negación casi total a entendimientos con el socialismo. Es decir, parecen pedir al PSOE una condena perpetua, una penitencia eterna y el silencio por los "pecados" cometidos. De nada parece servir la constatación de que el PSOE perdió las elecciones, se dejó cuatro millones de votos en el camino y ha iniciado un proceso de reconsideración del discurso. Hay una guerra total y el objetivo de la izquierda no PSOE es la desaparición del partido socialista. Cuando el diputado Odón Elorza publicó en su blog sus propuestas de regeneración se le dijo de todo, incluso de entre quienes, en otros partidos, coinciden en algunos postulados. Parece haber voces en la izquierda más preocupadas por la crítica destructiva que por la constructiva, en la que se oyen todos los errores pero no se escucha ninguna propuesta de mejora. Quizás yo pueda pecar de ingenuidad por preocuparme en exponer problemas y soluciones, no lo sé.

Por supuesto, es legítima la aspiración de los partidos al liderazgo político y a la competencia entre ellos. Hay que preguntarse cuál es el precio que se quiere hacer pagar: uno es dejar que la derecha tenga las manos libres para gobernar por la división de la izquierda, caso de Extremadura; otro es plantear un escenario de futuro nacional muy preciado para el PP, con un PSOE debilitado y una izquierda incapaz de enfrentar una visión diferente. Las encuestas, aunque pertenecen al terreno de las posibilidades y de los cambiantes estados de opinión, muestran que la subida de los otros dos partidos nacionales, UPyD e IU, no es tan paralela a la caída de PP y PSOE, y eso se debe a que, o bien se recurren a otros partidos minoritarios con escasas posibilidades de alzar su voz, o se refugian en la abstención, que parece ser el caso. En una época donde la fidelidad de los ciudadanos a una opción política se encuentra en sus cotas más bajas, la participación y el voto se deben a la capacidad de los partidos por ofrecer propuestas creíbles al electorado. El PP consiguió convencer -sin entusiasmo- a los electores hace un año y en Galicia, el PSOE no lo consigue, como tampoco otros partidos, ni muchos menos son vistos como un conjunto coherente frente a la derecha.

Estas podrían ser las condiciones externas que aquejan al PSOE. Las condiciones internas en el partido son: la desconfianza hacia las primarias, la falta de renovación o los "métodos" de elección de cargos internos y candidaturas, la incapacidad para recomponer los lazos con la sociedad y la opinión intelectual. La voluntad de establecer elecciones primarias para la designación de candidatos a las elecciones quedó malograda por la incapacidad para adelantarse a los acontecimientos: en Galicia y en Cataluña no se esperaban el adelanto electoral y no pudieron celebrarse, con la excusa de "falta de tiempo" y de "evitar divisiones". Esa respuesta no puede ir en beneficio del PSOE cuando otras formaciones consiguieron celebrarlas -aunque por su carácter minoritario eran de más fácil celebración y escasa notoriedad- y, muy importante, si se presentan las primarias como "momentos de división" es que no se cree sinceramente en su virtud como herramienta para proporcionar candidatos a las listas electorales. El primer PSOE, el de la Restauración y la República, establecía primarias para la confección de sus listas y cargos internos. En Francia, el PS llega a momentos de verdadera tensión interna en sus elecciones y ahora es el partido más potente de la República. En Estados Unidos, los partidos -de estructura radicalmente distinta a la europea- se enzarzan en múltiples debates y elecciones. En Italia, el centro izquierda celebra elecciones primarias abiertas. Las primarias deben ser un momento de debate y oportunidad de los aspirantes para presentar y confrontar sus ideas.

La amarga historia del PSOE actual con las primarias revela un lastre del partido: la falta de renovación y los cargos internos. Las primarias solo se consideran buenas si el "aparato" consigue controlarlas. No las consiguió en 1998 al perder frente a Borrell. En la actualidad, se alzan voces pidiendo ya las primarias y otras que reclaman paciencia: unos piensan en la repercusión mediática que alcanzaron las primarias del PSM en 2010, otros piensan que hacerlas ahora es precipitado, otros que las elecciones podrían adelantarse y volver a pillar al PSOE con el paso cambiado, finalmente, otros quieren que las primarias se celebren cuando el aparato tenga la certeza de ganar el proceso, sea Rubalcaba u otra persona el candidato. Pero, ¿son ahora tan importantes las primarias? La situación política de España no es, a grandes rasgos, mala para el actual gobierno de Rajoy: no se tiene en la calle la crispación que sí hay en Grecia, su mayoría absoluta garantiza apoyo en el Congreso hasta 2015 y quedan años para nuevas elecciones. Los únicos momentos de crisis pueden ser el agravamiento de la situación económica de la ciudadanía o una deriva irreversible de la cuestión soberanista en Cataluña y en Euskadi. Es de esperar que las primarias prometidas en el PSOE se celebren antes de que puedan ocurrir estas hipótesis.

¿Se trata de personas? Para algunos sí. Se culpa en Rubalcaba y en su equipo la situación actual del PSOE, pero, ¿sería distinto con otros? ¿Patxi López en la dirección? ¿Acaso Carme Chacón o García Page? Para Griñán el problema no es de ideas sino de "personalidades". Es justo lo contrario. Si bien creo que el futuro del PSOE no pasa por la actual dirección y que muchos de los que han controlado el partido tantos años deben dejar paso a otras personas preparadas, así como abrir el partido a la sociedad, la importancia está en las ideas. Como he dicho antes, la gente no ve confianza y convicción en el PSOE para que vuelva a gobernar. Hay que superar algunos esquemas preconcebidos. Uno es que la solución a la crisis es nacional, sea para España o más reducida, como sueña Artur Mas. Cada vez estoy más convencido que los viejos esquemas del Estado nación y los partidos nacionales están anticuados, la respuesta está en la Europa unida, con una ciudadanía europea y partidos europeos como voces fortalecidas de los europeos. Otra idea que hay que romper es que, de momento, se está rompiendo en España la dinámica electoral del bipartidismo imperfecto y habría que considerar un esquema de cuatro fuerzas nacionales (esto merece una opinión más extensa en la que ahora no entraré). 

El PSOE no debe cambiar para que siga siendo el PSOE, al contrario de la lampedusiana frase de Rubalcaba. No al menos si no tenemos claro qué PSOE queremos que sea el PSOE. ¿El PSOE de los barones? ¿El PSOE de las clientelas? ¿El PSOE que pierde militancia porque no se sabe abrir a la sociedad e integrar cuadros capacitados? El PSOE que yo tengo en mente es el PSOE que aúne su experiencia histórica con una estructura dinámica, inserta en las redes sociales y en la calle, abierta a la sociedad y lo suficientemente flexible como para saber captar lo mejor de la sociedad. Un PSOE, en resumen, progresista y moderado, que no conservador, sino consecuente y coordinado para saber qué propuestas puede lanzar a la sociedad, ágil en las respuestas y con una idea bien asentada de una España progresista en Europa como nuevo horizonte que proponer a la sociedad. Estoy dudando mucho de la estructura militante de los partidos. "Recurrir a las bases", "escuchar a la voz de las bases", sí, está muy bien pero, ¿qué bases? ¿Las que cambian de "ideas" según deciden sus jefes de filas? ¿Las que callan ante los errores y despropósitos de "los suyos"? ¿Las que no se cansan de decir "ahora no toca" cuando se quiere debatir? ¿Las que están solo preocupadas de ser gratificadas con cargos? Aborrezco de esas bases. Aborrezco el reparto de los despojos de la oposición, como ocurre en el PSM. Aborrezco la estrechez ideológica. Aborrezco la militancia que significa pérdida del raciocinio. Cuando las bases están más preocupadas por los que controlan el partido que por la ciudadanía, cuando se aíslan, esas bases pierden toda razón de ser.

Uno de los problemas del PSOE es, por desgracia, intrínseco a todos los partidos de la cultura política española, que es la falta de respeto por el debate que circule de abajo arriba y no de abajo arriba con las limitaciones marcadas por los que controlan el partido. Antoni Gutiérrez señala muy certeramente esto al recordarnos una cita de Nietzsche:
"Cuando un partido se da cuenta de que un afiliado se ha convertido de un adepto incondicional en un adepto con reservas, tolera esto tan poco que, mediante toda clase de provocaciones y agracios, trata de llevarlo a la defección irrevocable y de convertirlo en adversario (...)".
Gutiérrez lo define como centralismo democrático. Y tiene razón, como la tiene al señalar que la rigidez es contraria a la porosidad que se precisa. En mi análisis de las elecciones gallegas reproduje una cita de Roberto L. Blanco Valdés que recordaba que, al contrario de los postulados de Gramsci para la formación del partido de vanguardia, en el PSOE se condena y aparta a los que no siguen la línea oficial y se cierra el paso a militantes cualificados.

No contemplo una recuperación milagrosa del partido. Es imperativo recuperar los lazos con la sociedad, recuperar capital social y humano: reconstruir un bloque progresista, captando ciudadanos conscientes políticamente y comprometidos con el servicio público a la comunidad a través de la política, y recuperando las relaciones con la intelectualidad progresista. Cuando se supo que el texto que se debatirá en la prometida conferencia política han participado personalidades no militantes en el PSOE, hubo una ligera indignación en algunos sectores de la militancia. ¿Por qué? ¡Si de lo que se trata precisamente es de buscar gente fuera! El PSOE tiene un gran problema de capital humano. En términos gramscianos, el PSOE necesita que todos sus cuadros sean dirigentes, los eduque, coopte a la juventud intelectual y se lance de nuevo a la conquista de la hegemonía cultural

Si el PSOE tiene que reformarse, es para dejar de ser el PSOE del siglo XX para ser el PSOE del siglo XXI, con mil ojos, el partido de vocación mayoritaria. En eso, hay que recuperar el discurso nacional, así como someterlo al discurso europeo: no estamos en la época de los Estados-nación en Europa, los Estados europeos han perdido buena parte de su soberanía, es estéril pretender crear nuevos Estados mutilados y menos abanderar la bandera de la insolidaridad, que no es solamente por pretendidos "expolios" sino por la convicción de que "ante los problemas, que cada uno reme por su lado". El PSOE, y el PSC, han perdido en este aspecto, la de ser el partido "que más se parece a España", es decir, el que consigue aúnar una mayoría homogénea en todo el país: la propuesta de reforma federal, que desde hace muchos años ha estado en el alma reformista del partido, no convence, lo que en sí es la constatación de una desgracia: una propuesta conciliadora no logra convencer entre la propuesta de ruptura soberanista y la de recentralización y del rancio y estrecho españolismo. El discurso nacional progresista no es el discurso identitario, de esencias ni de Volkgeist, sino el discurso de voluntad de construir una sociedad plural, respetuosa con las identidades múltiples de los ciudadanos, convencido de que son estos, y no las naciones, los portadores de derechos y que unidos, no solo españoles, sino junto a portugueses, franceses, italianos, griegos, etc, se pueden defender mejor los derechos y una Europa construída sobre las bases del bienestar y la democracia.
 
Siguiendo con las tesis de Antoni Gutiérrez, a lo mejor hay que hacer un "reset total" y una reconversión organizativa. No solo en el PSOE, sino en todos los partidos, elevar nuestra cultura política, abandonar irresponsabilidades, abrirlos a la participación y a la reforma de las instituciones políticas con el fin de reconcirliar a la ciudadanía con sus representantes e instituciones.

Enlaces de interés:
Barómetro de octubre de 2012, avance de resultados, CIS.
"¿Dónde está el PSOE?", Concha Caballero, El País,10/11/2012.
"El hundimiento", Guillem Martínez, El País, 3/11/2012.
"El partido sin mil ojos", Alfredo Abián, La Vanguardia, 30/10/2012.
"El Partido y los intelectuales", Javier Bouzas Herrera, en Cafeteoría, 19/09/2012.
"El PSC, en tierra de nadie", Francesc de Carreras, La Vanguardia, 31/10/2012.
"El PSOE, de la Tierra a la Luna", Roberto L. Blanco Valdés, La Voz de Galicia, 23/10/2012.
"El valor político de la discrepancia", Antoni Gutiérrez, Fundación Ideas, 2/11/2012.
"La debilidad del PSOE", editorial de La Vanguardia, 29/10/2012.
"La partitocracia nunca gozará de una huelga, el PSOE como ejemplo", Semillas de esperanza opositando al pensamiento, blog de Bitdrain, 13/10/2012.
"Los pasos perdidos del PSPV-PSOE", El País, 3/11/2012.
"PSC-PSOE: separación amistosa", M. Dolores García, La Vanguardia, 30/10/2012.
"Un año de desplome de PP y PSOE", Fernando Garea, El País, 10/11/2012.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Elecciones vascas y gallegas (y II): Euskadi, paz, nacionalismo y alternancia

El mapa del tiempo de "Euskal Herria" de ETB podría volver a las pequeñas pantallas.


Siguiendo con la estela de la entrada anterior, ahora pasaré a exponer mi visión del resultado electoral en Euskadi. En esta región, las encuestas han predicho la realidad sin grandes diferencias: el leve decline del PNV, la emergencia de la izquierda abertzale, la caída de PSE y PP y, entre los pequeños partidos, UPyD mantiene su escaño gracias al reparto de escaños por los territorios históricos y Ezker Anitza y Ezker Batúa pagan su división quedándose sin representación parlamentaria.





Está claro que estas elecciones vascas son las primeras sin una grave "anomalía", es decir, sin la amenaza de ETA y sin la existencia de una izquierda abertzale que, con su silencio o apoyo expreso, fuera la voz política del terrorismo. En lugar de eso, y siguiengo el ciclo comenzado en las municipales del año pasado. La anomalía de 2009 no era la exclusión de la izquierda abertzale, pues esta estaba representada en Aralar y EA, formaciones claramente contrarias a la violencia en ese momento. Tampoco la anomalía era la Ley de Partidos, pues esta sigue vigente. Lo que ha cambiado es la izquierda abertzale y, aunque viejas actitudes siempre son difíciles de cambiar y su estrategia actual pacífica no oculte que siguen existiendo grupos de talante poco pacífico y democrático, es loable este paso y hay que aceptarlos como un grupo político más, así como a animarle que siga por ese camino y contribuya a reducir esos ánimos violentos. No hay que olvidar que cien mil votantes avalaron la consigna del voto nulo en 2009, cuando ETA mantenía su amenaza y la izquierda abertzale mayoritaria seguía a su siniestra sombra.

El crecimiento de la izquierda abertzale es notable. Comparando datos, sus resultados globales marcan una tendencia al alza. Comparado con 2005, con los datos de EHAK y Aralar, suma 100.000 votos. Respecto a 2009, sumando los resultados de Aralar, Eusko Alkartasuna y el voto nulo, suma 75.000 electores. Estos nuevos electores pueden venir del PNV, en menor medida, porque pierde pocos votos. En una opinión arriesgada y personal, esos votos también pueden venir mayoritariamente del PSE, a menos que se haya dado un cambio de electores que en 2009 optaron por la abstención, abertzales en ese momento -o sensiblemente próximos ideológicamente pero no fieles, que siguieron la consigna del voto nulo-, y en 2012 socialistas desencantados por el desprestigio del PSOE y por el pacto con el PP. El voto indignado, de protesta que en otras regiones iría a IU, ha sido capitalizado por EH Bildu. No obstante, su gestión en Guipúzcoa parece acusar cierto desgaste, a merced de una pérdida de votos en esa provincia y al verse superada por el PNV y el PSE en algunos ayuntamientos gobernados por la coalición soberanista, lo que es en sí una buena noticia: la ciudadanía les ha votado por algo, y por algo también puede dejar de votarlos. También, la coalición no ha conseguido una de sus aspiraciones, que era empatar o superar al PNV y, en lugar de eso, se ha quedado muy por atrás: de un posible empate a 24 escaños y superarles en votos se han quedado 27 a 21 y con cien mil votos de ventaja para los jetzales.

La presencia de la izquierda abertzale hace que el resto de partidos pierdan espacio. De Ezker Anitza, la federación vasca de IU, y Ezker Batúa, se puede decir que no consiguen el voto de protesta y, sumados a Equo, en conjunto las tres formaciones superan los votos de Ezker Batúa en 2009, cuando aún estaba ligada a Izquierda Unida. La división ha perjudicado a la izquierda alternativa, pero también los tradicionales problemas de esta izquierda en una sociedad que opera con dos ejes distintos -izquierda/derecha y nacionalismo/no nacionalismo- donde EB e IU se mueven con mucha dificultad, teniendo la izquierda nacionalista el referente abertzale de turno y la no nacionalista al PSE-EE. De haber concurrido juntos Ezker Anizta y Ezker Batúa, habrían conseguido tres escaños. Programáticamente, las diferencias entre ambas formaciones son relativas, la confusión entre ambas bastante grande y, en competencia con Equo -que con un 1% de los votos en un espacio tan reducido es un resultado notable-, el electorado ha dividido su voto. En un gesto que le honra, Mikel Arana, líder de Ezker Anitza, carga con la responsabilidad por el fracaso y ha dimitido.

La bajada del PP es relativa, pierde una cantidad de votos bastante parecida al PNV y, al igual que el partido nacionalista, 3 escaños. Con todo, su reducida presencia convierte a su grupo parlamentario en prácticamente irrelevante: un hipotético apoyo en solitario del PP al PNV en Ajuria Enea frente al resto de partidos no sería suficiente. La presencia en La Moncloa, que parece favorecer a los partidos no nacionalistas en su particular lucha por la primacía en ese campo, no lo ha beneficiado; es seguro que los recortes de Rajoy, aunque no hayan provocado una bajada considerable de los conservadores, sí que han impedido un resultado distinto. El reto para los populares vascos, y para Rajoy también, es impedir la radicalización de la derecha españolista en un momento donde es seguro que la tensión nacionalista siga subiendo: cualquier radicalidad de esta derecha, alimentada por los refunfuños de Mayor Oreja y de los periodistas más derechistas como Isabel San Sebastían, solo puede ir en beneficio del discurso victimista y separador de la izquierda abertzale. Los radicalismos se retroalimentan, como ya sabemos.

Un dato que tiene una comparación con las elecciones gallegas es el resultado de UPyD. A escala nacional, todas las encuestas predicen una subida de la formación de Rosa Díez en caso de celebrarse elecciones generales. Pero es indudable que su discurso, federalista de forma pero centralista y uniforme de fondo, no prende en las regiones históricas de España. No suben en votos ni en Galicia ni en Euskadi -aunque la conservación de su escaño en Vitoria es una alegría para aquellos que vemos con agrado la pluralidad política- y, seguramente, en Cataluña tampoco cosecharán resultados relevantes. El partido magenta debería analizar seriamente ese rechazo que genera en esos territorios y que dificultan mucho su condición de partido nacional.

Sin duda, el gran derrotado en Euskadi como en Galicia es el PSOE. El PSE de Patxi López ha dirigido un gobierno que sin grandes estridencias ha supuesto cambios importantes para Euskadi, más allá de aquel mapa del tiempo de ETB. Ha sido una legislatura donde se ha puesto la primera piedra para el fin de ETA y para el principio de la convivencia pacífica, donde los socialistas han intentado marcarse como alternativa de gobierno al PNV, donde la crisis también ha hecho mella pero donde se ha actuado bastante bien. Los resultados del domingo ponen punto y final a esa etapa y abren una nueva. El PSE vuelve a niveles de apoyo de antaño, la caída es importante aunque la presencia de EH Bildu tiene bastante que ver, la expectativa de perder el poder quizás también ha tenido mucho que ver en su pérdida de votos, por la dificultad de representar una alternativa en un momento de polarización entre PNV y EH Bildu, así como por la indignación que también existe en Euskadi y de la pérdida de credibilidad del PSOE. Al PSE también le toca reflexionar mucho el camino a seguir ahora, si buscar pactos con el PNV para buscar estabilidad y huir de la radicalidad soberanista, pero también para renovarse y evitar que la sangría siga, en un momento en que la izquierda alternativa no nacionalista está dividida y que la opción alternativa a la izquierda socialista es la izquierda soberanista.

El PNV, pese a su leve bajada, ha ganado claramente y la aritmética electoral le coloca en la posición de que sea su líder, Íñigo Urkullu, quien lidere el nuevo gobierno vasco. Las encuestas preveían, a la vez que una mayoría nacionalista, que se ha cumplido sin sorpresas, una mayoría de izquierdas EHBildu+PSE que no se ha cumplido. No hay mayoría de derecha PNV+PP, que como esa hipotética mayoría de izquierda se queda a un escaño de la mayoría absoluta. Pero Euskadi no es Asturias y el voto de UPyD difícilmente será decisivo en algún momento. Una mayoría PNV+PP garantizaría a Urkullu emprender una política de recortes si llegara el caso, como la mayoría de la que gozó Artur Mas para ejecutar los recortes más dolorosos de la historia de Cataluña, pero ya sabemos que eso no evitaría una deriva soberanista. Una mayoría nacionalista PNV+EHBildu puede funcionar para los temas identitarios, y sin duda funcionará si la política vasca se radicaliza en ese aspecto. PNV y EH Bildu, pese a compartir su idea de una Euskal Herria independiente, difieren bastante del camino a seguir; la izquierda abertzale, además, mantiene la aspiración de sustituir al PNV como partido hegemónico del nacionalismo vasco e intentará contraponer su modelo de país a la política que desarrolle Urkullu, de momento más centrada en la economía y en la crisis. Los abertzales, a diferencia de los jetzales, están más preocupados por el tema identitario porque su alternativa económica es más difusa y no exenta de las mismas críticas que se dirigen a otras administraciones. Por eso, es dudoso que llegara a darse un gobierno de coalición nacionalista, pese a ser la principal preferencia de los vascos. Los abertzales no quieren diluirse en la gestión del PNV. 

Una mayoría PNV+PSE sería más sólida, mantendría la influencia de los socialistas, pero es también difícil por las malas relaciones entre socialistas y peneuvistas; al menos, la coalición está seguramente descartada. El PNV seguirá el ejemplo de Patxi López de gobierno en minoría y buscará apoyos puntuales para según qué casos y con el beneficio de que es casi imposible de componer una mayoría alternativa, al menos en el contexto actual. Al nuevo gobierno, sea como sea, le espera seguir gestionando el final de ETA, la normalización política y la cuestión de los presos, cosas en las que es necesario integrar a la izquierda abertzale a la vez que pedirle cierta voluntad de crítica de su pasado y ánimo integrador. También debe gestionar el sentimiento nacionalista y ver si cae o no en las tentaciones en las que ha sucumbido Mas, y ganarse la enemistad de los no nacionalistas. Por último, y no menos importante, le queda enfrentarse a la crisis económica y comprobar cuáles son sus diferencias respecto a los socialistas, y qué grado de éxito o fracaso les espera en ese campo.

Enlaces de interés:
"A por Basagoiti", Juan Mari Gastaca, (Blog Sirimiri en El País, 22/10/2012).
"Cómoda posición para Urkullu", Luis R. Aizpeolea (El País, 22/10/2012).
"Elecciones nacionales", editorial de El País, 22/10/2012.
"El independentismo roza el récord", Fernando Garea (El País, 23/10/2012).
"¿Por qué todo el futuro es para Feijóo y poco para Patxi?", Javier Casqueiro (El País, 22/10/2012).
"Tarea a compartir", editorial de El Correo, 23/10/2012.

martes, 23 de octubre de 2012

Elecciones vascas y gallegas 2012 (I): Galicia, cheques, sorpresas y desapego





A grandes rasgos, las dos elecciones autonómicas del domingo pueden darnos varias claves: el PP mantiene Galicia pese -y no gracias- a la nefasta política económica y antisocial del Gobierno de Rajoy, el PNV volverá al Gobierno vasco aún sin saber de la mano de quién o quiénes o qué hará en materia económica, el PSOE es incapaz de liberarse de la desconfianza que provoca en el electorado y, como última clave y a consecuancia de la anterior, a su izquierda se forman grandes movimientos políticos de protesta, concretados en EH Bildu -este también por otras razones- en Euskadi y por Alternativa Galega en Galicia, además de un gran incremento de los votos en blanco y nulos.






En el caso gallego, todo parecía indicar que Feijóo iba a tener complicado mantener la mayoría absoluta y, en la izquierda, la incógnita era si Alternativa Galega de Esquerdas, la coalición de Esquerda Unida y el partido de Beirás iba a conseguir ningún o uno o dos escaños. Las encuestas erraron y a Feijóo le salió bien la jugada de adelantar las elecciones, antes de que Rajoy profundice en sus políticas impopulares: aunque ha perdido una cantidad nada despreciable de votos -más de 135.000- la izquierda ha perdido muchos más, ya que la suma de PSdeG, BNG y AGE pierde más de 170.000, pese al gran ascenso de estos últimos. 

Es notorio que los votos de Alternativa Galega vienen, sobre todo, del BNG, en la batalla particular sostenida entre un Bloque controlado por el comunismo nacionalista de la Unión do Povo Galego, difuminada su condición de "frente popular" del nacionalismo gallego, y la AGE que, encabezada por Beirás, ha ganado la partida quedando por delante del viejo BNG. Los otros escindidos del BNG, la derecha de Compromiso por Galicia, quedan muy por detrás con un 1,1% de los votos. Pero en la nueva AGE también han recibido votos de antiguos votantes socialistas que, posiblemente de no haber existido esta opción, habrían ido a la abstención como ha hecho otro gran número de votantes socialistas, o habrían mantenido su voto sin mucha convicción. Como apunte, es necesario destacar el gran aumento de la opción del voto en blanco y del voto nulo, que suman alrededor de 75.000 votos, confirmando el desapego por las limitaciones de la política.

Convicción. Confianza. Son las palabras malditas para el PSOE. Es obvio que no hay que dudar del compromiso del socialismo con el Estado del Bienestar y de la comprensión de las responsabilidades que se deben tener al gobernar en cualquier administración. Pero no es suficiente para muchos electores. Al PSOE aún le pesa la mala gestión de los primeros años de crisis, y eso ha sido suficiente para que el PP, libre de competidores potenciales cercanos ideológicamente -UPyD no despega como en otras regiones y el partido de Mario Conde no ha convencido a casi nadie-, vuelva a ganar pese a su desgaste. El PSOE pierde y no consigue votos, incapaz de transmitir ilusión al electorado, anatemizado por buena parte de la izquierda y con los lazos con la intelectualidad progresista deshechos.

El PP quiere -y ya lo hace- presentar la victoria de Feijóo como una validación a sus políticas nacionales. Es dudoso que así sea. Rajoy podrá respirar un poco, pero no mucho: los resultados de Euskadi no son nada buenos para él y seguramente los de Cataluña sean aún peores; además, sobre España aún pesa la sombra del rescate. Los problemas siguen sin solucionarse y está por verse que en 2013 haya "brotes verdes" para este Gobierno. Al PP le sigue beneficiando la inexistencia de opciones que compitan nacionalmente en el campo de la derecha, así como la división de la oposición: desgraciadamente, está claro que el proyecto neoliberal que puede ofrecer el PP es el único de la derecha; desgraciadamente, también, la izquierda presenta demasiadas divisiones y enfrentamientos internos, divididos entre la consciencia de la responsabilidad que supone gobernar y el populismo ansioso de pontificar que es la "única y verdadera izquierda". Es esa misma izquierda, por cierto, que permite pasar los presupuestos del gobierno derechista de Extremadura.

Seguramente, de haber existido en Galicia un proyecto ilusionante e integrador de izquierda, las cosas serían distintas. Es indudable que buena parte de esta incapacidad se deba al recuerdo de los últimos años del Gobierno de Zapatero, así como al recuerdo decepcionante del bipartito gallego, que no consiguió ofrecer un modelo de Galicia alternativa al del PP regional, que aprovechó ese tiempo para renovarse. Es también indudable que otra buena parte de los malos resultados del centro izquierda se deban a direcciones políticas bastante desnortadas. En La Voz de Galicia, Roberto L. Blanco Valdés escribe:

"[Los partidos de hoy] son organizaciones controladas por los profesionales de la política que, una vez encaramados en el grupo dirigente, consideran toda ida que se aparte de la línea oficial una herejía cuando no una traición inadmisible. Y así, aquellos intelectuales colectivos que hace un siglo soñó Gramsci se han convertido en partidos cerrados y profundamente jerarquizados, cuyos dirigentes practican una selección inversa de las élites con la finalidad de evitar la entrada de militantes cualificados con posibilidad de disputar la silla a los que mandan".

Gramsci. El recurso al certero pensamiento de uno de los grandes intelectuales italianos no puede ser más acertado. Aplicado al caso del PSOE, el partido está perdiendo sus lazos con la sociedad, no es capaz de integrar a más gente con ideas no ceñidas al control de una organización declinante -como puede ser el caso del PSM- y la jerarquía y el dominio desdibujan a una militancia decaída y retrasan los debates a momentos acaso más propicios. Para los que lo dominan, se entiende. Siempre que ocurren derrotas así se oye decir "tenemos que tomar nota". Esa es la reacción admitida para el grupo dirigiente, porque es neutra, difusa. Pero cuando se existen voces que piden algo más, como revisar la dirección dada y pedir responsabilidades, lo que se oye, desde altas instancias y agradecidos es "ahora no toca". Suele ocurrir que nunca se toma nota y nunca es la hora de que toque. Y así podría entenderse la situación actual del PSOE. Es más necesario que nunca que el PSOE, que es un partido sensato, consciente de la historia reciente de España -porque también ha sido su propia historia-, sea de nuevo un partido centrado en la sociedad, que sea entregado a la sociedad y no sea controlado por un grupo dirigente. Urgen más que nunca debates abiertos, integrar a gente nueva y rehacer los lazos con la sociedad para volver a crear un nuevo bloque que dispute la hegemonía.

¿Y será verdad que Alternativa Galega es la "Syriza gallega", como no se cansan de mencionar las voces más izquierdistas, algunas tan relevantes como Pablo Iglesias Turrión? Yo, personalmente, lo dudo. Es notorio que la existencia de una amplia indignación en la ciudadanía ha calado sobre todo en los más progresistas y en los más perjudicados por la crisis económica, que se traduce en un voto a las opciones más radicales. AGE, por fortuna o infortunio, es conocida por "lo de Beirás". Su crecimiento impresionante -y loable, dada las grandes energías que compensaron la falta de recursos- se debe, sobre todo, al carisma del viejo líder del BNG unido al sentimiento de indignación. Ha pescado allí donde había peces. No obstante, AGE no es una formación ideológicamente coherente; ha tenido, eso sí, grandes resultados hablando más de la crisis y de lo social que de nacionalismo y de modelo de Estado. Mientras hablen contra la gestión de la crisis de Feijóo, les irá bien, y la presencia de Beirás en el parlamento gallego asegura que los portavoces socialista y del Bloque, sean los que sean, habrán de ponerse las pilas para destacar entre los discursos de Feijóo y Beirás. Si, por el contrario, llegan a hablar de modelo de Estado, será un punto de división: sabemos que Beirás es un nacionalista convencido y que la gente de EU habla alegremente del mal concepto que tiene IU del federalismo. También sabemos que la mayoría de gallegos sabe muy bien lo que significa Galicia y lo que significa España: a diferencia de Euskadi, en Galicia no ha entrado en la campaña el modelo de país que se quiere.


Enlaces de interés:
"Desapego", de Alfredo Vara, (La Voz de Galicia, 23/10/2012).
"El PSOE, de la Tierra a la Luna", de Roberto L. Blanco Valdés (La Voz de Galicia, 23/10/2012).
"Feijóo y Beirás: tanto monta, monta tanto", de Xosé Luis Barreiro Rivas (La Voz de Galicia, 23/10/2012).
"Galicia y el efecto Syriza", de Pablo Iglesias Turrión (Blog Otra vuelta de tuerka, Público, 22/10/2012).
"La factura del bipartito", de I. Bermúdez de Castro (La Voz de Galicia, 23/10/2012).
"La irrupción de AGE en Galicia crea un referente para toda la izquierda", (El País, 22/10/2012).

Nota: más tarde subiré mi opinión de los resultados de Euskadi.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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