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miércoles, 18 de abril de 2012

La nación como proyecto político: Argentina y España


Nunca me he sentido cómodo hablando de mí mismo y, por eso, me va a resultar tan incómodo hacerme una reseña de mí mismo, aunque accedí por petición externa. Vamos a intentarlo.

La nación fue creada por el nacionalismo. No al revés. Las naciones no son entes abstractos inmemoriales como algunos contemporáneos quieren creer. La nación se creó al calor de las revoluciones burguesas y los fundamentos ideológicos de la Ilustración. Declaraciones como la de independencia de Estados Unidos o la de derechos del hombre y del ciudadano de la Francia revolucionaria fueron el punto de partida del concepto de nación. La burguesía declaraba su independencia y se arrogaba para sí la representación de la nación, una comunidad política que enterraba al súbdito y daba nacimiento al ciudadano. La nación era, y es, el proyecto político del nuevo grupo dirigente de la sociedad.

En el solar del Imperio español, la invasión napoleónica de la metrópoli provocó un vacío de poder. El orden tradicional del Antiguo Régimen dio paso, sin muchos sobresaltos, a procesos políticos en la península y las colonias que alumbraron, lentamente y con ciertas dificultades, en nuevos regímenes liberales y democráticos.

En mi trabajo, me preocupo por realizar una vista a los procesos políticos que arrancan con las declaraciones de autonomía e independencia de una de las colonias españolas, el Río de la Plata, actual República Argentina, y la promulgación de la Constitución de Cádiz, que este año vive su Bicentenario. Con el repaso de los estudios de ciertos autores, declaraciones y constituciones de la época, me propongo demostrar el carácter de la nación como proyecto político de las élites dirigentes de los dos países.

Obviamente, los procesos de Argentina y España son de muy distinta naturaleza. El proceso, no obstante, es convergente, en el sentido de que los dos países han tenido una larga trayectoria, llena de altibajos, donde han basculado el liberalismo clásico a la democracia, pasando por largos períodos autoritarios. En ese sentido, el proceso ha sido dinámico: la interacción de las élites dirigentes con nuevos grupos sociales, cómo se fueron resolviendo y cómo se reelaboró el discurso acerca de la nación y sus integrantes. Del la "civilización y barbarie" de Argentina, a la "criollización" de los nuevos grupos sociales inmigrantes; en España, la discusión fundamental ha sido acerca del "fracaso" de la construcción del Estado nacional y las causas del surgimiento del nacionalismo periférico (debilidad o excesiva centralización estatal). Las lecturas son muchas. Que el lector escoja cuidadosamente.

Documentos de trabajo, nº 37, abril de 2012, Instituto de Estudios Latinoamericanos (IELAT)
Bouzas Herrera, Javier: "Una aproximación a la creación de la nación como proyecto político en Argentina y España en los siglos XIX y XX. Un estudio comparativo"

viernes, 19 de agosto de 2011

El origen histórico del papado


No escapa a la atención de nadie la visita de Joseph Ratzinger, papa Benedicto XVI, a Madrid con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud católica. Más allá de iniciar un debate teológico, una crítica al servilismo de la administración para facilitar un evento -que tiene todo el derecho de celebrarse- mientras obstaculizó otro hace apenas pocos meses, lo que pretendo es reflexionar acerca de los orígenes históricos del papado. Sumerjámonos en la historia, "sin ánimo de ser exhaustivos", como diría cierto locutor de radio.

Antes de la aceptación del culto cristiano en el Edicto de Milán de 313, en el Imperio romano las comunidades cristianas se encontraban relativamente aisladas unas de otras, a excepción de irregulares concilios entre los obispos, cabezas de las comunidades más importantes. Por ello, no eran infrecuentes las "herejías", que eran básicamente las interpretaciones que hacía cada obispo de las escrituras. Al pasar el cristianismo de religión perseguida a tolerada e incluso la más importante del Imperio -que no la única, aún-, se convirtió en un instrumento de la élite dirigente romana: una reformulación del sistema del "dominado" implantado por Diocleciano. El emperador, hasta Graciano (367-383), siguió manteniendo el título tradicional de "Pontifex Maximus", que no fue usado por ningún obispo -aunque los obispos eran mencionados como "pontífices" en los textos de la época- en el tiempo inmediatamente posterior. Las fuentes contienen diversas variantes: para la Enciclopædia Británica señala que el título fue recogido por el papa León I (440-461); el Diccionario Oxford de la Iglesia Cristiana, por el contrario, indica que el término se incluyó al resto de títulos papales en el siglo XV en el Renacimiento.

Pero, ¡ya he dicho que León I era papa! ¿Quién fue el primer papa? ¿Es el obispo de Roma el único papa? La tradición católica señala a Pedro, discípulo de Jesús, como primer papa, al ser declarar este "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra será también desatado en los cielos" (Mateo 16, 18-20). Obviamente, en su tiempo Pedro nunca fue llamado papa. "Papa" ("tutor", "padre") era el término usado para referirse, en los tiempos primitivos del cristianismo, a los obispos de las diócesis más importantes y en Asia Menor a todos los obispos. Recordemos que, en la Iglesia Ortodoxa, los obispos siguen denominándose "popes" y a los curas y obispos cristianos sus fieles siguen refiriéndose a ellos como "padres". Así pues, no hubo un primer papa, sino que existieron varios, al mismo tiempo, y el obispo de Roma era uno de ellos. Según el Online Etymology Dictionary, el término fue exclusivo para el obispo de Roma en 1073.

La Iglesia sólo pudo fortalecerse a raíz de la paulatina decadencia del poder del emperador romano. El cambio, como la misma caída de la pars occidentalis del Imperio, fue imperceptible para sus contemporáneos. Una de las primeras manifestaciones del aumento del poder de la Iglesia fue, no lo olvidemos, la penitencia impuesta por Ambrosio, obispo de Milán, al emperador Teodosio I por la matanza de Tesalónica. El emperador fue excomulgado temporalmente hasta que hiciera penitencia pública y arrepentimiento. Fue bajo Teodosio cuando el cristianismo fue elevado a la categoría de religión oficial del Imperio y todos los demás cultos prohibidos. Sus sucesores, sin apenas poder real, perdieron influencia en beneficio de los líderes de la Iglesia. Merece la pena recordar la leyenda del papel jugado por León I para convencer a Atila de no invadir Roma en el año 452; verdad o no, señalaba que eran los obispos y no los emperadores occidentales los hombres fuertes del mundo romano-cristiano.

No olvidemos a la Iglesia en la pars orientalis del Imperio. Junto con el obispo de Roma, los obispos de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén eran considerados los cinco patriarcas de la Iglesia. Es decir, se reconocían cinco grandes sedes de la cristiandad, en igualdad de condiciones y cada uno con su propia jurisdicción. Obviar a la Iglesia oriental y a sus patriarcas tiene mucho que ver con las intenciones de los nuevos poderes occidentales (el obispado de Roma y los nuevos reinos germanos) para legitimar la situación de cada uno y distanciarse del emperador oriental, que mantenía la legitimidad histórica del Imperio Romano. Aunque repito, el cambio fue imperceptible y durante la tardoantigüedad los reinos germanos siguieron reconociendo al emperador de Constantinopla como el único soberano de la cristiandad, una cuestión más simbólica que real.

Los momentos más simbólicos de esta ruptura entre Occidente y Oriente fueron la época de Carlomagno y el Cisma de Oriente y Occidente de 1054. En la navidad del año 800 el rey de los francos, Carlos I, llamado Carlomagno, fue proclamado emperador por el papa de Roma, León III. ¿Por qué? ¿Qué justificación tenía el obispo de Roma para coronar a Carlomagno emperador? ¿Qué justificación tenía Carlomagno para aceptar el título imperial? ¿No seguía existiendo acaso un emperador en oriente?

La historia es muy interesante. Para los expertos, las relaciones entre el Imperio Romano oriental (llamado con mucha intencionalidad "bizantino") y el obispo de Roma, patriarca de la iglesia occidental, se deterioraron con el acceso al poder de la facción iconoclasta y la destrucción de las imágenes de culto. Además, el poder imperial estaba de nuevo en retroceso: tras la recuperación de territorios bajo el control directo del emperador en la época de Justiniano el acoso de los lombardos, persas, búlgaros, eslavos y árabes hizo que el imperio viera reducido su territorio a Grecia, los Balcanes y Asia Menor. Por si esto no fuera poco, tanto Carlomagno como León III poseían otro argumento: el Imperio oriental no tenía ningún emperador. Y esto era cierto, porque... gobernaba una emperatriz, Irene (797-802). En la mentalidad de la Europa de aquellos tiempos, el gobierno de una mujer era visto como nefasto.

Más allá de los argumentos teóricos, el papa era práctico: necesitaba a Carlomagno para proteger los territorios de Italia central tanto de los lombardos como del Imperio oriental, territorio que había sido concedido por el padre de Carlomagno, Pipino el Breve, y que la Iglesia posteriormente legitimó con la fraudulenta "donación de Constantino". Además, coronarle emperador hacía que el obispo de Roma se arrogase el derecho de dar el título imperial como una concesión de la Iglesia, con el evidente influjo que tendrían así desde entonces todos los papas sobre los emperadores, situándose por encima de ellos en la dirección del mundo cristiano. Para Carlomagno, el título imperial significaba la legitimidad de sus conquistas por Europa occidental sobre el resto de pueblos germanos y romanos. Sin embargo, parece que Carlomagno no estaba del todo de acuerdo con las maquinaciones de León III y que ese título imperial no tenía la suficiente legitimidad. Eso parece demostrarlo el envío de embajadas a la emperatriz Irene proponiéndola matrimonio, como único modo de legitimarse como emperador romano. Irene, por su parte, aceptó la propuesta, puesto que si bien era la gobernante efectiva del imperio -cegando a su propio hijo para serlo- el reino franco podría aportar el poder militar que ella no tenía. Sin embargo, la oposición interna y los complots para derrocarla impidieron esta salida "pactada". Irene perdió su trono en el año 802 y Carlomagno fue emperador y rey de los francos hasta su muerte en 814.

Como vemos, el papa de Roma era en la tardoantigüedad y en la Alta Edad Media un personaje de mucha influencia y poder. Tenía poder para nombrar obispos -aunque en muchas ocasiones eran los poderes locales quienes nombraban obispos y el papa lo ratificaba- y tenía como ámbito de actuación la antigua parte occidental del Imperio y los nuevos territorios que se iban cristianizando. No lo tenía, como recordamos, sobre la Iglesia oriental, con sus propios patriarcas. Visto desde una perspectiva más amplia y menos eurocéntrica, el papa de Roma seguía siendo uno de los cinco patriarcas de la Iglesia. Todo eso pareció cambiar con el cisma de 1054. La explicación sencilla fue una serie de excomulgaciones recíprocas entre Humberto de Silva, legado del papa de Roma, y el patriarca de Constantinopla Miguel I Cerulario, quien había expulsado al legado romano por poner en duda su legitimidad al patriarcado oriental. Lo cierto es que lo que estaba detrás de este "incidente diplomático" era una lucha entre ambos patriarcados por la supremacía. El obispo de Roma reclamaba la autoridad sobre los patriarcados orientales, mientras que el patriarca de Constantinopla, por su situación en la capital imperial y la debilidad del resto de patriarcados orientales (mermada su influencia por el dominio islámico), reclamaba su propia autoridad o, si acaso, reconocía que el obispado de Roma tenía un carácter de primus inter pares por la interpretación de las escrituras.

Con el cisma de 1054 y la acusación (mutua) de alejamiento de la "Iglesia verdadera" el papa de Roma pudo así declararse cabeza ecuménica de la Iglesia, por encima del emperador y sin ningún igual, en base a su legitimidad como sucesor de Pedro. La consideración del Imperio oriental como bizantino (y por tanto griego y no romano) y de su Iglesia como ajenos a Europa (o lo que era lo mismo, la cristiandad) fueron conceptos que poco a poco fueron asentándose en el imaginario colectivo. En una época donde la historia era escrita por cronistas a servicio de la élite gobernante y pocos los que tenían acceso a leer y escribir, no fue muy difícil. Así, desde la Alta Edad Media el papado ha ido poco a poco adquiriendo, perdiendo y evolucionando sus atribuciones hasta hoy día.

viernes, 22 de julio de 2011

Una vuelta a la pregunta ¿qué es la Historia?


Hace casi dos años hice en este blog una reflexión personal acerca de lo que es la Historia. Casi dos años después, quiero volver a plantearme esa cuestión.

En la entrada de septiembre de 2009, recogí su origen griego, ἱστορία, "conocer, informarse de". Los historiadores siempre han pretendido llegar a la verdad de los hechos pasados. Como dije, la "verdad" es algo tan subjetivo que ha querido significar cosas muy distintas. En la gran, si no toda, mayoría de ocasiones, como recogía mi amigo Rou en los comentarios, la Historia "sigue sometida a los designios del importante, del que vence y por lo tanto la objetividad es imposible". Ciertamente, los cronistas trabajaban para las distintas cortes, elaborando una historia que legitimara la posición de los que detentaban el poder.

Algo que parece tan indiscutible, como es la idea de decadencia del Imperio Romano - aunque estuviera presente en los escritos de los romanos de incluso antes del Principado-, es un constructo de los pensadores de la Alta Edad Media para justificar las nuevas monarquías germanas. Los contemporáneos de los últimos emperadores occidentales no tuvieron esa impresión, ni siquiera en 476, año de la caída de Rómulo Augústulo. ¿No siguió existiendo un Imperio Romano en Oriente hasta 1453? Los orientales se consideraban tanto griegos como romanos, sinónimos para ellos, y denominaban a su imperio Romania. Sus conquistadores turcos lo tenían muy claro y lo denominaban Rûm: cuando los turcos selyúcidas conquistaron Anatolia llamaron a su nuevo dominio "Sultanato de Rûm", porque estaba establecido en un territorio que había sido durante mucho tiempo posesión del Imperio Romano. Como la idea de decadencia, la consideración del Imperio oriental como griego y no romano fue establecido en la Alta Edad Media, esta vez por los carolingios y luego por los emperadores del Sacro Imperio Germánico y por el Papado, para justificar la "independencia" de Occidente del Imperio y de la Iglesia oriental y legitimar tanto la preeminencia en Europa occidental del obispo de Roma como la proclamación de Carlomagno y sus vástagos como emperadores. Esa idea fue aceptada por la Ilustración, donde historiadores como Gibbon intentaron descubrir las razones de esa decadencia. Como vemos, la Historia ha ido construyéndose al calor de los intereses de los grupos dominantes e ideas construidas se han convertido en "eternas" y universalmente aceptadas.

En el templo de Delfos estaba inscrita una frase que era de suma importancia para los griegos, "conócete a ti mismo". La Historia forma parte de ese proceso de conocimiento de uno mismo y de los demás. No es sólo mostrar "lo que realmente aconteció", en palabras de Ranke. Bitdrain comentó también en este blog que la Historia "es el arte de proyectar hacia adelante las consecuencias que hacen el presente". Su opinión me parece bastante complementaria a la de E. H. Carr, es "un continuo proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado".

La Historia, por añadir una opinión más, es comprender el pasado para entender el presente. Tiene sus riesgos, obviamente; muchas veces intentamos comprender el pasado o lo que nos rodea desde perspectivas muy contemporáneas o, en nuestro caso, eurocéntricas. La Historia fue moralizante; quizás nunca pierda un poco de eso, si antes servía para dar ejemplos de moral y comportamiento de las grandes figuras de la humanidad, ahora permite comprender cómo vivían, qué pensaban y cómo se comportaban nuestros antepasados y por qué, abriéndonos las puertas al conocimiento de los demás, y por tanto a entendernos a nosotros como parte una sociedad.

martes, 19 de julio de 2011

A vueltas con España y el Estado Español


La construcción de la nación en España ha traído de cabeza a los historiadores. Entre ellos, por citar dos ejemplos, Borja de Riquer cree que la monarquía de los Austrias no logró integrar los diversos estados de la corona y que el proyecto de nación española del siglo XIX fue un intento fallido y posibilitó el surgimiento del nacionalismo periférico. Juan Pablo Fusi entiende que la construcción nacional española fracasó por la debilidad del Estado al no tener ni recursos ni un proyecto político nacionalizador, pero también por verse desafiado por el nacionalismo periférico. El fuerte localismo controlado por el caciquismo y la inexistencia de un proyecto educativo para alfabetizar y nacionalizar a los españoles, entre otras cosas, provocó esa distinción entre la "España real" y la "España oficial" que mencionaba Ortega y Gasset.

Este largo debate nunca se ha resuelto. La construcción nacional de España, como vemos, fracasó en el siglo XIX e inicios del XX. La II República, de no ser por su brutal y prematuro final, quizás hubiera tenido éxito a largo plazo con sus proyectos de autonomía regional, su ambiciosa reforma educativa inspirada en los valores de la Institución Libre de Enseñanza y la abortada colaboración política entre partidos con vías a la moderación: la Izquierda Republicana de Azaña con los socialistas y la Esquerra Republicana catalana, entonces federalista, por un lado; y la colaboración entre las derechas vasconavarras (PNV, carlistas, católicos) por la autonomía del País Vasco-Navarro y la formación del bloque de derechas con la CEDA y la Lliga Catalana. En un ambiente distinto, de moderación, quizás se hubiera resuelto el problema regional y hubiera triunfado un concepto de España más progresista y liberal. Como sabemos, no sólo la Guerra Civil sino todos los problemas arrastrados sin resolver desde el siglo anterior imposibilitaron esta vía.

El franquismo fue el culpable de la negativización y negación de España: la imposición de un nacionalismo homogeneizador, negando las diferencias culturales regionales, y aplicando una política unitarista y asimilacionista creó una imagen tan negativa de España -católica, uniforme y autoritaria- que el efecto fue la polarización y la reafirmación del nacionalismo periférico, ahora con nuevos argumentos frente al nacionalismo españolista, larvando hasta el fin de la dictadura. Entre esos dos mensajes, la realidad del país -la pluralidad cultural de la sociedad, heterogéneamente diversa incluso en las regiones con mayores particularidades culturales- quedó manipulada. La dictadura consiguió convertir ese proyecto de España como el único existente, como el demonio a combatir por el nacionalismo y la izquierda federalista o autonomista.

El nacionalismo periférico y la extrema izquierda, en su negación de España, la han venido a denominar como "Estado español". "España" es, a pesar de ser la denominación oficial del país, una palabra tabú, un reconocimiento como nación que, a su juicio, no puede tener. Quizás tenga su modo de ser para el argumentario y los textos nacionalistas y antiespañolistas. Por supuesto, confundirlo en términos académicos es un gravísimo error.

¿Qué es un Estado? ¿Qué es una nación? En definitiva, ¿cuándo es acertado decir España o decir Estado español? Por ir a una definición sencilla de lo que es Estado, el Diccionario de la RAE lo define como "conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano". Por añadir la definición de Max Weber, el Estado posee el monopolio legítimo para la coacción o la violencia. Para nación, la RAE señala dos acepciones: "conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno" o "conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común". Y, finalmente, país es la "nación, región, provincia o territorio".

Con estos conceptos, deberemos concluir que no podemos establecer "Estado español" como sustituto de "España" de la manera tan insistente que quieren creer algunos. Para los habitantes de España, es lógico decir "vivo en España" y no "vivo en el Estado español" ya que, según la definición de Estado que hemos recogido, es imposible. Mencionaremos Estado para referirnos a todos o uno de los órganos de gobierno que lo conforman. Al citar, por ejemplo, a las decisiones que han realizado varios países sobre un tema, sabemos que los han ejecutado sus gobiernos, que son representantes de sus países y reconocidos como tales por su población y por la comunidad internacional; por ello, es indistinto decir que "(tal país) ha decidido esto o lo otro" que "(tal gobierno) ha decidido esto o lo otro", puesto que sabemos a qué nos estamos refiriendo. Hace no poco escuché la frase "... Portugal, Francia, Estado español (...) han hecho tal cosa". Aquí se ve una connotación política clara, forzando el lenguaje de una manera ridícula.

Por supuesto que la voz "Estado español" es válida para otras situaciones: comparaciones entre diversos Estados entendidos como superestructuras jurídico-políticas, por emplear un término marxista, donde pudiéramos diferenciar, por ejemplo, la organización federal del "Estado alemán" de la organización autonómica del "Estado español". Este ejemplo nos lleva a una paradoja: gran parte de las fuerzas políticas que critican al "Estado español" forman parte de este al tener representación en diversos órganos como municipios, autonomías, etcétera. Diferenciar estos de los órganos centrales del Estado posee otra connotación política, negando de hecho que esas instituciones son integrantes del Estado legitimado por la Constitución de 1978. Muchas veces oiremos, no solo en los discursos nacionalistas, sino en la prensa menos nacionalista o de boca de muchos entender el Estado como el gobierno y el parlamento central. Sin llegar a ser mussolinianos, nada (de las instituciones españolas) quedan fuera del Estado.

Concluyendo, en este texto no se ha entrado en el tema identitario, aunque nos hemos acercado a él, pues está íntimamente ligado con lo que hemos discutido. No obstante, hay que saber qué conceptos manejamos u oímos y quién o por qué se distorsionan en nombre de qué intenciones.

miércoles, 29 de junio de 2011

Cultura de la Transición: ¿qué es? y ¿se muere?


De estos días que uno pasa el tiempo mirando por la ventana del tren, abstraído en diversos pensamientos, o leyendo artículos académicos de diversa índole, la mente suele divagar y formular preguntas. Unido al contexto -la indignación ciudadana por/y la crisis económica- surge plantearse la llamada "cultura de la Transición" o CT.

Pero,
¿qué es la cultura de la Transición? Para una aproximación es bastante recomendable la definición que da Guillem Martínez en dos artículos en El País y en Público. Martínez define a la cultura de la Transición, originada a partir del proceso político homónimo, como una cultura que elimina "cualquier posibilidad desestabilizadora y problemática". En pocas palabras, resume, "todo lo que sea problemático no es cultura de la Transición". La cultura de la Transición, "una cultura tutelada y que tutela", necesita "no construir objetos problemáticos", "no meterse en política", o "en el trance de hacerlo, darle la razón al Estado".

En base a esta definición, podemos entrar en la discusión.
¿Por qué surge la cultura de la Transición? ¿Cuáles son los elementos "problemáticos"? A la primera pregunta, la CT parece ser una construcción de la izquierda, según Guillem Martínez, una cultura "que deja ser el territorio en el que se crea lo problemático (...) la CT es la única cultura europea que tiene como principal función denunciar e impedir lo problemático, y crear cohesión full-time". Lejos de compartir totalmente esa apreciación, si la cultura de la Transición fue una creación de la izquierda, la derecha y el centro han aceptado de forma entusiasta una formulación que legitima la actual forma de Estado y la vía seguida para el establecimiento de la democracia en España: en definitiva -se lee entre líneas- no había, no hay, otra alternativa. Actuando de modo vertical, la cultura -como conjunto de todos los modelos a través de los cuales se manifiesta la sociedad en sus costumbres, prácticas, códigos, rituales, comportamientos, etcétera- es un elemento de propaganda del sistema y la cultura de la Transición no escapa a esta definición.

Ahora bien, ¿cuáles son los elementos "problemáticos? No es difícil elaborar una lista concisa de estos: las discusiones sobre la estructura actual del Estado -desde su articulación federal a su disolución por la secesión de Euskadi o Cataluña-, la monarquía, la democracia representativa, el sistema económico, el planteamiento de la memoria histórica... hasta llegar a algo que existe desde los primeros tiempos de la democracia -el revisionismo histórico de la derecha- a un elemento novedoso. Sí, el movimiento de los indignados, el 15-M.

¿Cuál es la argumentación "oficial" o "mayoritaria"?
Las izquierda y derecha oficiales parecen estar de acuerdo que el actual sistema democrático y todo lo que ello conlleva -desde la monarquía hasta las autonomías- fueron dados por los españoles a sí mismos. Es esa "ruptura pactada", la reforma "de la ley a la ley a través de la ley" en palabras de Fernández-Miranda, la que construye un nuevo edificio político desde la herencia del franquismo aunque parezca emitir la impresión de ex novo. El régimen surgido de la Transición, surgido de la legalidad franquista destruyó la dictadura y estableció la democracia en la Constitución de 1978 en 169 artículos y once disposiciones. La república, la guerra civil y la represión posterior quedaban para siempre en los libros de historia, junto a los otros regímenes fracasados y los sangrientos enfrentamientos de los españoles. En este sentido, el de dar a España un sistema democrático estable y reconocido por la amplísima mayoría de sus ciudadanos, la Transición culminó en éxito rotundo pero no exento de riesgos.

El conservadurismo que produce la cultura de la Transición
se basa en proclamar el actual sistema como el definitivo y único estadio posible de convivencia entre españoles, lo que no deja de revelar uno de los peores cimientos sobre los que se basa esta cultura: el miedo a los españoles. La idea de minoría de edad permanente de los españoles pesa sobre las conciencias de los padres fundadores del régimen y de sus sucesores. Es verdad que desde Cádiz, allá por 1812, los españoles -o mejor dicho, sus élites, ya sea por la tradición o la representación- no han estado de acuerdo en muchos aspectos fundamentales: liberalismo o tradición, república o monarquía, federalismo o centralismo, libertad u orden... pesan mucho y convencen de que, a la mínima que se de a los españoles un espacio de debate trascendental, estos volverán a las históricas andadas.

Cuando se dice "
este es el marco de convivencia que nos dimos los españoles" o "hemos luchado durante 40 años para conseguir la democracia" tropezamos con los sagrados límites de derecha e izquierda. Sí, los españoles aprobaron una Constitución donde monarquía y democracia venían en el mismo paquete; y sí, hubo mucha gente que luchó de diversas maneras para exigir el fin del franquismo. Pero este mensaje pierde convicción cuando se repite demasiado. Han pasado casi 33 años desde aquel 6 de diciembre de 1978, durante los cuales han nacido y crecido generaciones que, ya no es que no vivieran la guerra, es que ni siquiera han vivido la dictadura. Los hijos de la Transición, o de la democracia, ciertamente, pueden matar al padre. La memoria transmitida de la guerra, de los dos bandos, y ahora también de la Transición, siguen perviviendo en las conciencias de las nuevas generaciones. Pero ya no son tan relevantes.

Se parte de una nueva experiencia,
la toma de conciencia en una España democrática y desarrollada, muy lejana a la de 1975 o la de 1931. Las nuevas generaciones poseen una dialéctica que la cultura de la Transición no puede responder. En cierta medida, ¿estamos ante las primeras señales de cambio de una élite por otra? Se dirá que esa nueva élite no se manifiesta, que los indignados no poseen líderes reconocidos por el movimiento, que los cachorros crecen a la sombra de los partidos tradicionales. Sí. Lo que se puede decir es que el movimiento puede aportar nuevos mensajes y nuevos cuadros a los cachorros de la política, mensajes de regeneración de la democracia y regeneración de las ideologías.

Tomando esto en cuenta,
¿se muere la cultura de la Transición? ¿Asistimos al "final de la democracia postfranquista", en palabras de Ramoneda? Parece agotarse al no dar las respuestas necesarias para vencer, neutralizar o integrar a los elementos "problemáticos", esto es, el recurrente nacionalismo que no sabemos si solo tira o quiere soltar amarras, la ofensiva revisionista en lo histórico y neoliberal en lo económico de la derecha y el surgimiento de un amplio sentimiento de indignación contra los defectos del sistema. En otras palabras, el Estado y sus portavoces culturales, creadores de opinión, no han conseguido convencer por qué una España unida conviene a sus ciudadanos o no han podido llegar a una "fórmula de compromiso", es decir, la tan anunciada "España federal". Tampoco han podido reaccionar, en este caso los historiadores y académicos, al abordaje revisionista de la historia: digan lo que digan las fuentes o su ausencia, han metido en el subconsciente colectivo que Carrillo impulsó los asesinatos de Paracuellos o que la República era la culpable de la guerra civil, ¡que es como culpar a un hijo del enfrentamiento entre sus padres!. Y, por supuesto, no están respondiendo adecuadamente a la indignación y, lo que es peor para la cultura dominante, se le están escapando los apoyos: el movimiento ha encontrado simpatizantes en la inmensa mayoría de la ciudadanía y en buena parte de los viejos intelectuales y creadores de opinión, amén de los nuevos.

En definitiva, lejos de una visión apocalíptica, si esta crisis de la cultura dominante encumbra un nuevo marco más pluralista, libre y democrático de la realidad española, una reformulación del perfectible sistema democrático y un revivir de las ideologías que dan respuestas a nuestra sociedad,
bienvenida sea la muerte de la cultura de la Transición. En una visión pesimista, esto puede ser solo el cambio de marco, la sustitución de una cultura dominante por otra, el desplazamiento de una élite por otra. Sea cual sea, los cambios no serán instantáneos, pero serán cambios. También puede ocurrir, por contra, que nada cambie, o que todo llegue a ser una ilusión gatopardista; en ese caso, como dijo Unamuno a los rebeldes, "venceréis, pero no convenceréis".

Enlaces de interés:

Blog de Guillem Martínez

martes, 21 de junio de 2011

Las otras guerras y conflictos existentes (y II)


-Insurgencia en el noreste de India: iniciada en 1964 y con un balance de 25.000 muertos, este conflicto es, en realidad, varios conflictos entre la Unión India y diversos grupos armados que reclaman desde mayor autonomía a la independencia total de sus regiones. También se aduce la marginación política que sufren desde el gobierno central a las diferencias étnicas existentes, así como conflictos territoriales entre las diversas regiones. Actualmente, las tensiones se han reducido por las políticas del gobierno indio por el desarrollo de la zona, pero aún permanecen activas algunos de los grupos armados en Assam, Manipur, Nagaland y Tripura.

-Insurgencia en las Filipinas: a finales de los años 60, un grupo del Partido Comunista filipino organizó un ejército guerrillero, el Nuevo Ejército del Pueblo, que prosigue su actividad desde la isla de Luzón, aunque con menor impulso tras la revisión de la estrategia contrainsurgente bajo la presidencia de Corazón Aquino. Igualmente, desde la década de los 60 operan en otras islas guerrillas islamistas separatistas. La Operación Libertad Duradera actuó en Filipinas contra esta guerrilla islamista, aunque actualmente se ha cambiado la estrategia por el diálogo entre el gobierno y las guerrillas comunista e islamista. En total, desde sus inicios las guerrillas se han cobrado la vida de más de cien mil personas.

-Conflicto kurdo en Turquía: desde finales de los años 70, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), comunista, y junto a otras organizaciones revolucionarias y separatistas kurdas mantiene un largo conflicto, con 45.000 víctimas, contra el Estado turco por la independencia de los kurdos de Turquía por la histórica marginación social y política que han venido sufriendo hasta hace bien poco. El PKK, considerado una organización terrorista, se vale del Kurdistán iraquí como base de operaciones contra Turquía. Igualmente, aparte de típicas acciones guerrilleras en el sudeste de Turquía, se han empleado atentados en el oeste del país. Actualmente la marginación de los kurdos en Turquía está reduciéndose, se permite la enseñanza del kurdo y la emisión de canales de televisión en ese idioma y el parlamento cuenta con diputados pro kurdos, si bien el anterior partido pro kurdo, el Partido de Sociedad Democrática fue ilegalizado, acusado de complicidad con el PKK y sustituido por el Partido de la Paz y la Democracia.

-Insurgencia del Ejército de Resistencia del Señor: esta guerrilla de inspiración cristiana inició su lucha en 1987 en el norte de Uganda, aunque actualmente ha ampliado su zona de ataques a Sudán del Sur, a la República Democrática del Congo y a la República Centroafricana. El ERS busca crear una república teocrática cristiana en Uganda y castigar a la etnia acholi, empleando a miles de niños como soldados y esclavos sexuales y, en lo que va de conflicto, ha causado 12.000 muertes directas y más de dos millones de desplazados.

-Conflicto de Cachemira: el conflicto estalló en 1947 tras la independencia y partición de la colonia británica de la India entre Pakistán y la Unión India. La región estaba gobernada por hindúes pero poblada mayoritariamente por musulmanes, y tanto un país como el otro reclaman que el territorio les pertenece, apoyando a diversos grupos terroristas y guerrilleros que se han cobrado la vida de entre 60.000 y 100.000 personas.

-Conflicto de Casamance en Senegal: considerado como una guerra civil de bajo nivel desde 1990 entre el Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance y Senegal por la independencia de la región de Casamance, de mayoría jola. Los alto el fuego no dieron resultados a finales de los 90 el movimiento independentista se dividió en dos y comenzó a luchar entre sí, manteniendo los enfrentamientos con el ejército senegalés. El conflicto ya ha provocado la muerte de unas mil personas.

-Insurgencia en el Magreb: tras el final de la guerra civil argelina, del régimen autoritario contra el islamismo, desde 2002 varios grupos guerrilleros y terroristas, como los salafistas o Al Qaeda del Magreb Islámico han llevado a cabo ataques, secuestros y otras acciones en Argelia, Mauritania, Marruecos y Mali, no solo contra sus respectivos Estados o civiles, sino también contra extranjeros -turistas y activistas-, cuyos secuestros provocaron la atención de los medios de comunicación.

-Conflicto en el delta del Níger: el delta del río Níger, en Nigeria, es objeto de frecuentes luchas desde 2004 entre el Estado y los grupos separatistas del Movimiento para la Emancipación y las Fuerzas Voluntarias Populares, de las etnias ogoni e ijaw, por el control de los pozos petrolíferos y justificándolo por la pobreza y la corrupción de la región y el país. Hasta ahora, el conflicto arroja un balance de unos 4.000-5.000 muertos.

-Conflicto de Baluchistán: los insurgentes baluchis luchan contra Irán y Pakistán por la independencia de esta región controlada por los dos Estados. El conflicto ha conocido diversas fases de tranquilidad y lucha desde 1948; el actual período de enfrentamientos surge en 2004, con 7.000 muertos desde entonces. En la zona también han colaborado diversos actores, como los talibanes, o incluso Estados Unidos e Irak para desgastar a Irán.

-Conflicto Irán-kurdos: el Partido por la Vida Libre de Kurdistán (PJAK), al que algunos ven relación con el PKK, pero también con Estados Unidos, sostiene un débil enfrentamiento contra el régimen teocrático iraní por la libertad del Kurdistán de Irán, no necesariamente la independencia, sino bajo un régimen federal y democrático donde se reconozcan los derechos de las otras minorías nacionales que viven en Irán. Las acciones del PJAK se han limitado a la teoría de la acción-represión-acción, al asesinato de miembros de fuerzas de seguridad iraníes en venganza por muertes de kurdos iraníes o en el derribo de helicópteros y pequeños ataques a soldados iraníes. En total, el conflicto lleva unas trescientas muertes desde 2004.

-Insurgencia del sur de Tailandia: desde 2004 la violencia en las provincias más al sur de Tailandia ha aumentado. Los grupos insurgentes, acusados de terrorismo y de vínculos con Al Qaeda y con las guerrillas islamistas de Filipinas, justifican sus actos como respuesta a la falta de representación de los musulmanes en la política tailandesa, así como la pobreza de la zona. Las acciones de los insurgentes, que tienen entre 500 y 15.000 efectivos según las fuentes, se basan en ataques de bombas contra ciudades y edificios oficiales y llevan ya 7.000 muertos.

-Cuarta guerra civil de Chad: mantiene la estela de conflictos anteriores entre árabes musulmanes del norte y africanos cristianos del sur, la lucha por el poder y la tierra, ocultos tras la lucha contra Sudán como excusa para el enfrentamiento entre los diversos grupos sociales rivales. Las nuevas negociaciones, lideradas por las Naciones Unidas y la ayuda humanitaria de Canadá, permitieron el "fin" del conflicto en 2010, a la espera de nuevas elecciones para normalizar la situación. Desde 2005 hasta 2010, ha habido más de mil muertos.

-Insurgencia en el norte del Cáucaso: pese al fin oficial del conflicto de Chechenia y tras las acciones bélicas contra Georgia, la región sigue siendo inestable, con la actividad guerrillera de grupos islamistas en las repúblicas de Chechenia, Daguestán, Ingusetia y Kabardino-Balkaria, concentradas en acciones terroristas de ataques a edificios oficiales, medios de transporte, etcétera, con un balance de 900 muertos. Reclaman la independencia de esas regiones bajo regímenes islamistas, o luchando entre sí, sosteniendo diversas interpretaciones islámicas como el salafismo o el sufismo, mientras el régimen de Putin mantiene el control de la región por el ejército y las violaciones de los derechos humanos en los diversos bandos.

martes, 29 de marzo de 2011

Las otras guerras y conflictos existentes (I)


Una de las muchas críticas a la intervención internacional en la guerra civil libia es la constatación de que este conflicto no es ni el único ni el más sangriento que sufre la humanidad. ¿Por qué no se interviene en el resto de conflictos?, se preguntan con ironía muchos de los contrarios a la intervención en Libia. La comunidad internacional en general, y las potencias occidentales en particular, quedan en evidencia ante el mutismo por otros conflictos que dejan millones de muertos. Los casos, por supuesto, difícilmente pueden ser comparables con el caso libio. En muchos casos, los conflictos existentes suelen ser el reflejo de graves problemas internos que sus países no han sabido, no han querido o no les han dejado resolver. Sus características son variadas: pueden durar desde décadas a pocos meses o años, o su intensidad, de mayor a menor intermitencia.

Voy a hacer una breve síntesis de los actuales conflictos. No debemos caer en el simplismo al que nos acostumbran los medios informativos, ni siquiera la de los partidos que reclaman con orgullo el patrimonio del pacifismo o la defensa de "los pueblos", puesto que tanto manipulan uno como otro desvirtuando la realidad de esos conflictos como manteniendo un silencio absoluto, en ocasiones incómodo para ellos y los intereses que tienen detrás.

- Insurgencia naxalita-maoísta (India): surgida alrededor de 1967 por la guerrilla del Partido Comunista de la India (marxista-leninista)-guerra popular. La situación se ha quedado estancada: la guerrilla se refugia en zonas boscosas, atacando a la policía y reclamando cambios sociopolíticos para acabar con el sistema de castas, reparto de la tierra y emancipación femenina. Han muerto alrededor de 10.000 personas en el conflicto, y según la BBC, el año pasado la guerrilla pidió un alto el fuego para iniciar negociaciones.

- Guerra civil afgana: empezó en 1978 con la toma del poder por parte de su partido comunista, comenzando un largo proceso bélico donde han participado los soviéticos en su famosa invasión de 1979, creando su Vietnam, las insurgencias muyahidin y talibán y finalmente la intervención de la OTAN en 2001. A día de hoy, el Estado afgano es muy débil, apenas controla poco más de la región de la capital, Kabul, estando el resto controlado por señores de la guerra y las distintas divisiones militares de la OTAN, con un balance de muertos muy variados según las fuentes, que van desde 600.000 a los 2 millones de muertos.

-Guerra civil somalí: la situación de Somalia se deterioró a mediados de los 80, con insurrecciones contra la dictadura de entonces y la posterior reacción para reinstalar en el poder al tirano derrocado. Desde entonces, el poder político somalí se resquebrajó, configurando a Somalia como Estado fallido según las listas de Fund for Peace y Foreign Policy. De la desintegración del poder central han quedado varios poderes locales: el gobierno reconocido por la comunidad internacional, que controla poco más de la capital y algunas regiones dispersas, la guerrilla islamista y las regiones independientes de facto de Somalilandia y Puntlandia. El balance de muertos también es variable, de 300.000 a 400.000.

-Guerra en Waziristán (noroeste de Pakistán): las derivaciones de la guerra civil afgana se trasladaron a esta región pakistaní, con una importante presencia de la etnia pastún, base de los talibanes. Parte de los combatientes talibán de Afganistán cruzaron la frontera, los Tehrik-i-Taliban Pakistan, y junto a células de Al-Qaeda, a otros movimientos islamistas como Thereek-e-Nafaz-e-Shariat-e-Mohammadi y los talibanes pakistaníes de Lashkar-e-Islam han llevado a cabo diversos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y el ejército de Pakistán. También han realizado diversos atentados contra la minoría cristiana, mezquitas sufíes y a cualquiera que realice críticas en contra de la Ley contra la blasfemia, como el asesinato acaecido hace un mes del ministro de minorías pakistaní, el cristiano Shahbaz Bhatti. Los enfrentamientos, iniciados desde 2004, han supuesto unos 30.000 muertos, la pérdida del control estatal de la zona tribal y el peligro de desestabilización del régimen pakistaní, con la caída de Musharraf en 2008, el asesinato de Benazir Butto el año anterior y las luchas políticas entre el Partido Popular de los Butto y la Liga Musulmana de Nawaz Sharif.

-Insurgencias chíi y del sur de Yemen: estas son dos insurgencias muy distintas. Primero, tenemos que tener en cuenta el contexto de Yemen, un país suní reunificado en 1990 con Saleh como presidente, con ambición de hacer vitalicio su mandato presidencial (las actuales revueltas parecen haber truncado su plan), provocando la desafección de parte de las tribus yemeníes y de las antiguas élites del sur, marginadas del país unificado, además de la minoría chií zaidí del norte. El conflicto con los chiíes comenzó en 2004, con varias campañas de guerrilla y tierra quemada por parte de los rebeldes a lo largo de estos años, incluidas incursiones dentro de Arabia Saudí, a la que acusan de connivencia con el régimen de Saleh; a su vez, el presidente yemení acusó a Irán de estar detrás de los rebeldes chiíes. La insurgencia del sur comenzó en 2009, con intención de volver a separar el sur del resto del país, pero esta vez la rebelión está capitaneada por islamistas, acusados de colaborar con Al-Qaeda. En ambos casos, el gobierno de Saleh recibió ayuda de Estados Unidos para bombardear las zonas rebeldes, según los cables filtrados por Wikileaks. La cifra de muertos se eleva a entre 12.000 y 16.000 muertos, según las fuentes, aunque la cifra de desplazados es de unas 175.000 personas.

-Guerra contra el narcotráfico en México: tras ser elegido presidente de México en 2006, Felipe Calderón inició una serie de operaciones federales contra los cárteles de la droga. En amplias zonas del país los cárteles se habían convertido en la única autoridad y monopolizaban el tráfico de drogas a los Estados Unidos. Para luchar contra ellos, Calderón ha militarizado parte del territorio federal y ha usado al ejército y a la policía, levantando bastantes críticas: falta de preparación de los cuerpos de seguridad para estas operaciones, no atacar las redes de financiación de la droga y no llevar a cabo campañas de concienciación sobre el consumo de drogas. En ello sin duda se revela la corrupción que afecta al Estado mexicano, y al miedo generalizado por los cárteles: las mafias han realizado diversos ataques para amedrentar a la población civil, así como el asesinato de periodistas, políticos y policías. Las cifras de muertos, también variables, van desde 28.000 a 300.000 muertos.

-Conflicto nómada de Sudán: este conflicto, iniciado en 2009, tiene su origen en la guerra de Darfur. Se enfrentan los clanes nómadas de los Messiria y los Rizeigat por el control de los recursos -escasos- de zonas de pastoreo, ganado y agua, en la región de Kordofan del Sur. El número de muertos -de 2.500 a 3.500- no es nada comparado con el de desplazados, 350.000.

-Segunda guerra civil de Costa de Marfil: el conflicto estalló al no reconocer el presidente saliente, Laurent Gbagbo, su derrota en las elecciones presidenciales de octubre/noviembre de 2010. Gbagbo se negó a traspasar el poder al presidente electo, Alassane Ouattara, pese a las presiones internacionales. A los pocos días de finalizar la segunda vuelta electoral, comenzaron enfrentamientos entre partidarios de Ouattara y fuerzas militares y paramilitares de Gbagbo. Hay que entender la situación de la que partía Costa de Marfil: entre 2002 y 2004 se libró la primera guerra civil entre los musulmanes del norte y los cristianos del sur, con intervención de la ONU con tropas de la antigua metrópoli colonial, Francia. Los resultados electorales de 2010 reflejan la división de la guerra civil: Ouattara recibe el apoyo de los musulmanes y Gbagbo de los cristianos. Las milicias musulmanas volvieron a tomar las armas para poner en el poder al presidente electo y comenzaron a tomar ciudades desde febrero de 2011, denunciando la existencia de matanzas y fosas comunes en las ciudades tomadas, culpando a las fuerzas de Gbagbo, aunque la ONU acusa a las fuerzas de Ouattara de estar detrás de muchas de las muertes. Francia decidió intervenir de nuevo en el país, exigiendo al presidente derrotado la entrega del poder y la celebración de negociaciones entre los dos bandos, que a día de hoy resultan infructuosas. 100.000 se han visto obligadas a desplazarse para huir de los conflictos y alrededor de 1.500 personas han muerto, aunque las cifras podrían ser mayores.

-Conflicto interno de Birmania: los problemas internos de Birmania comienzan desde su independencia en 1948. Los comunistas se rebelaron contra el nuevo gobierno, buscando el apoyo de la amplia capa campesina del país. Los cristianos de Karen (hoy Kayin), se alzaron en armas por la autonomía de la región. La situación empeoró para las de minorías (religiosas, como cristianos o musulmanes; o nacionales, como chinos, , kayin, tailandeses...) al imponerse el budismo como religión oficial. El levantamiento de 1988 y las elecciones libres de 1990 fueron acalladas por la Junta militar birmana, convirtiendo al Estado socialista en una simple dictadura militar, negándose los militares a ceder el poder a la oposición civil de Aung San Suu Kyi. En 2007 ocurrió otro levantamiento, que en muchos aspecto reproducía el de 1988: monjes y estudiantes comenzaron a manifestarse en Rangún, protestando por el aumento de los precios, trasladándose las protestas a más de veinte ciudades del país. Los militares arrestaron a los monjes manifestantes y dispersarón a los civiles con gases lacrimógenos, pese a que algunos soldados se negaron a disparar contra la población. La comunidad internacional no pudo dar una respuesta conjunta: los requerimientos de la ONU de proteger a la población no surtieron efecto por el apoyo público de Rusia y China a la junta birmana.

-Conflito israelo-palestino: desde los años 20 y 30 del siglo XX existían pequeños conflictos entre la comunidad judía y la árabe de Palestina, cada vez más violentos a medida de que surgía la posibilidad de la creación de Israel. Con su creación en 1948, entró en guerra con sus países árabes vecinos en 1948, en 1956 (guerra de Suez), 1967 (guerra de los seís días), 1973 (guerra de Yom Kippur), 1982 (I guerra del Líbano) y 2006 (II guerra del Líbano), además de las dos intifadas con los palestinos. Aparte de los conflictos bélicos clásicos, Israel mantiene a la franja de Gaza bajo bloqueo económico y militar, con bombardeos y acciones bélicas con las milicias de Hamás de Gaza, y ocupa Cisjordania y la zona este de Jerusalén, expulsando a palestinos de sus casas y estableciendo colonias israelíes, además de mantener el muro de Cisjordania, aislando a las ciudades palestina y controlando todos los movimientos de la población. Las diversas negociaciones han fracaso, incapaces de llegar a un acuerdo sobre el reconocimiento de Israel, la existencia de dos Estados o qué fronteras considerar. Las cifras de muertos, diversas, pueden llegar a más de 120.000.

-Conflicto armado de Colombia: el conflicto surgió a mediados de la década de 1960 como plasmación de la política del Frente Nacional y de la imposibilidad de participación política de otros sectores sociales. Las guerrillas de las FARC, ELN, M-19 y EPL y otros pequeños grupos iniciaron acciones contra el Estado, llegando a controlar regiones enteras, sobre todo del interior del país. El Estado colombiano reaccionó, primero, en los años 70, como otros países de su entorno respecto a la guerrilla y el terrorismo, con la guerra sucia, detenciones y torturas, y posteriormente, desde los años 80, con de negociaciones para reinsertar a los grupos en la vida política del país, que tuvo éxito con el M-19. Al conflicto político se le unió el problema de la droga, con enfrentamientos con las mafias de la droga primero, (y la formación de la organización paramilitar AUC) y con el uso del narcotráfico para la financiación de la guerrilla, después. La violencia ha convertido a Colombia en uno de los países más inseguros, aunque se han hecho verdaderos progresos en ese aspecto; sin embargo, alrededor de 200.000 personas han perdido la vida y siguen cometiéndose secuestros y asesinatos tanto de ciudadanos anónimos como de personalidades del país, además de evidenciarse lazos entre el gobierno, el narcotráfico y las bandas paramilitares.

viernes, 18 de marzo de 2011

Libia: ¿demasiado tarde?


Por fin, ayer por la noche (hora española) el Consejo de Seguridad de la ONU votó por establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia, con las significativas abstenciones de China y Rusia, con derecho a veto, y de los miembros no permanentes Alemania, India y Brasil. De momento, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Qatar son los países dispuestos a intervenir decididamente para evitar los ataques de Gadafi al poder rebelde de Bengasi. Egipto podría contribuir igualmente con tropas.

La decidida intervención militar, en principio, rompe la doctrina Bush de la guerra de Irak: el ataque contra el sanguinario régimen de Gadafi viene avalado por las peticiones de la resistencia de Bengasi, el apoyo de la Liga Árabe y la autoridad de las Naciones Unidas. La otra cara de la moneda es la desesperante tardanza de la comunidad internacional por tomar una decisión al respecto y la persistente división de la Unión Europea sobre las revoluciones y revueltas en el mundo árabe. Ahora, cuando la resistencia agoniza en unas pocas ciudades, esperando el sangriento golpe de Gadafi, quizás sea todo demasiado tarde. A lo mejor se podrá hacer retroceder o destruir el tiránico régimen de la Yamahiriya de Gadafi, pero el daño se ha hecho: la sinrazón humana ha ocasionado ya demasiados muertos. Las dudas del mundo y el contraataque de Gadafi hacen peligrar la "primavera árabe": Los regímenes de Bahrein y Yemen han empezado a reprimir sin piedad a los manifestantes.

¿Qué significa esta posible o inminente intervención? ¿Es un acto más por preservar los intereses occidentales o por evitar la prometida masacre de Gadafi? En una visión perversa, no es la resolución de la crisis libia lo que hará bajar el precio del petroleo, sino la degradación de la crisis nuclear de Japón. Sin duda alguna, está en el acervo de todo país soberano determinados intereses: es intrínseco a toda institución humana. La humanidad, aparte del afán de competencia por la supervivencia, propio de todo organismo vivo, también posee el altruismo, la cooperación y la solidaridad, en simbiosis con lo anterior. Sin duda, ambas facetas están presentes en este caso: habrá quienes consideren o quieran ver con mayor fuerza la existencia de intereses económicos y geopolíticos en la intervención en la guerra civil libia. También habrá los que consideren que la intervención es necesaria para poner freno a las violaciones de los derechos humanos, evitar las amenazas de más muertes o de olas de refugiados, etcétera, reconociendo que ambos bandos pueden cometer esas barbaridades.

La única postura defendible es reconocer que los libios poseen, como todos, derechos inherentes, entre los que se cuentan el derecho a la vida, a la libertad y a gobernarse a sí mismos como decidan. El mundo ha guardado un incómodo silencio a este respecto: Gadafi era, paradójicamente, el "fiel aliado" de las potencias occidentales contra el islamismo, a la vez que uno de los modelos de la extrema izquierda por su "revolución verde". Los mejores ejemplos a estas dos paradojas son las peligrosas amistades de Gadafi con Berlusconi y con Hugo Chávez, así como la financiación de la campaña electoral de Sarkozy, si damos crédito a las palabras de Saif al Islam, el hijo del tirano libio. Igualmente, la apreciación sobre los rebeldes es variopinta: se les llama libertadores, se les reconoce como los legítimos portavoces de Libia por algunos países y también se les acusa de cercenar los derechos de las mujeres.

Es decir, se agita el miedo al islamismo. Pero, una vez más, ¿ese miedo al islamismo radical es justificación suficiente para mantener el represivo poder de Gadafi sobre sus compatriotas? Las medidas palabras de diversos personajes públicos, desde los más "gubernamentales" a los más "anticapitalistas", les unen por primera vez en vagas defensas de la permanencia de Gadafi.

Pese a que estamos viviendo meses movidos por las revoluciones árabes, no nos despegamos de considerar la "minoría de edad" de la nación árabe, a la que muchos aún ven incapaz, propensa a entregar el poder a los que hablan en nombre de Dios y reprimir a sus minorías nacionales, religiosas, a los homosexuales o a las mujeres. Esa visión, la más pura herencia colonialista, es la que justifica la permanencia de tiranos considerados occidentalizados, laicos o revolucionarios. Pero, ¿hemos olvidados la lucha de Europa por la Ilustración, por sacudirnos el yugo de los estamentos y de la Iglesia? ¿Hemos olvidado que hasta hace pocos años aún se justificaba la violencia doméstica, la marginación de los homosexuales, o se prohibía el aborto, el divorcio y no se observaban las mínimas garantías de los derechos civiles? ¿Es que los europeos somos una raza superior, dotada de mayor conciencia propia que el resto de humanos del orbe? No hace mucho que Europa ha vivido los peores crímenes de la Historia, que existieron unos campos de exterminio donde murieron millones de judíos y otras minorías, o que en Yugoslavia también se intentó una limpieza étnica.

martes, 21 de diciembre de 2010

Melquíades Álvarez, un republicano olvidado


La memoria histórica de los españoles trata muy mal a sus grandes hombres. Las deficiencias en el sistema educativo, la pésima consideración que se tiene hacia las humanidades y las ciencias sociales y el relevo generacional pueden ser varios de los factores que expliquen el escaso conocimiento de los hechos que acaecieron más allá de 1975 o de 1939. En muchas ocasiones, la historiografía, y pseudohistoriadores conocidos -por desgracia- por todos, han distorsionado el pasado hasta simplificarlo, bien por facilitar su conocimiento, bien por causas ajenas al verdadero conocimiento histórico.

Es el caso de la historia del republicanismo español. En líneas generales, la palabra "república" nos remite a los hechos más destacados de 1931 y 1939 y a las connotaciones más negativas: comunismo, violencia, sectarismo, separatismo, inestabilidad... en medio de palabras tan nefastas se ha hundido deliberadamente al republicanismo español.

La figura de Melquíades Álvarez (1864-1936) bien puede ser el símbolo de la tragedia del republicanismo español. Nacido en Gijón, se licenció en derecho por la Universidad de Oviedo, donde sería catedrático de derecho romano desde 1898. Además, se inició en el mundo del periodismo con la fundación del periódico La Libertad y colaborando en El Eco de Gijón. Conjugó la abogacía y el periodismo con la política: en 1898 fue elegido diputado por Asturias por la candidatura democráta-liberal, sumergiéndose en el mundo político de la Restauración española, ademas en un año tan destacado para la historia española, el del Desastre.

Melquíades Álvarez no escapa a la cuestión en voga de la época, derivada del Desastre, el regeneracionismo. Se define como republicano y pasa a colaborar con los republicanos posibilistas Nicolás Salmerón, Blasco Ibáñez, Joaquín Costa y Gumersindo de Azcárate. Desde 1901 hasta 1923, renueva su escaño dentro de las candidaturas republicanas. Durante un primer período que va de 1901 a 1912, colabora en la unión de los partidos republicanos (Unión Republicana de 1903 a 1908) y en la colaboración con el Partido Socialista (Conjunción Republicano-Socialista de 1910). En la primera década del novecientos, desde el republicanismo, ofrece apoyo político al Partido Liberal dinástico para reformar el régimen de la Restauración y la Constitución de 1876, con la intención de democratizar el sistema y consolidar la supremacía del poder civil sobre el militar, muy dañado tras la aprobación de la Ley de Jurisdicciones por el gabinete liberal de Moret y Romanones de 1906, tras los sucesos contra la revista Cu-Cut!.

En 1912, Melquíades Álvarez crea el Partido Reformista, siendo la cabeza visible del amplio republicanismo reformista, democrático y laico que había surgido en la década de 1880 de las filas del krauso-institucionismo y del Instituto de Reformas Sociales. Como partido reformista, la formación de Melquíades Álvarez defendía la reforma gradual del sistema político en varios aspectos. Reforma política para crear un Estado democrático y social de derecho que abriese el sistema a la participación de la sociedad, acabando con el caciquismo y fomentando la autonomía de las regiones como respuesta al creciente regionalismo y como freno al nacionalismo independentista. Reforma de las relaciones laborales para conjugar capital y trabajo y alcanzar la "armonía social", mediante el asociacionismo obrero y una legislación de cobertura social de los trabajadores.

Como partido republicano, el Reformista se definía accidentalista, dejando para un momento posterior el debate en torno al tipo de régimen: lo importante era primero democratizar el Estado. Bajo los ideales del nuevo liberalismo se integraban buen número de los intelectuales republicanos y krausistas: Adolfo González Posada, Manuel Azaña, Gumersindo de Azcárate, José Ortega y Gasset, Fernando de los Ríos, Américo Castro y otros tantos otros.

De 1912 a 1923, el Partido Reformista y su líder Melquíades Álvarez variaron en sus alianzas, ora los republicanos, ora los liberales dinásticos, en el intento de conseguir la influencia necesaria para presionar en favor de la democratización del sistema político. Hay que destacar una paradoja que afectaba a todos los partidos de la Restauración: todos, desde los dinásticos a los republicanos, defendían la democratización, en mayor o menor medida; pero todos se beneficiaban del "encasillado" y del fraude electoral que decidía la composición de las Cortes. El Partido Reformista no escapó a esas prácticas y de ahí provienen sus grandes triunfos electorales en Asturias en la década de 1910-1920. En 1922, merced a la coalición entre liberales dinásticos y reformistas, Melquíades Álvarez es nombrado presidente del Congreso de los Diputados, cargo que ocupa hasta la clausura de las Cortes y la suspensión de la Constitución de 1876 por el golpe de Estado del general Primo de Rivera.

La dictadura de Primo de Rivera, pese a defender las reformas regeneracionistas y la crítica al caciquismo e ineficacia del sistema político de la Restauración, no era lo que defendían los republicanos y los reformistas. El político asturiano espera, no ocioso, sino colaborando o mostrando simpatías por conspiraciones para quitar al dictador. En 1930, con Primo de Rivera dimitido y el régimen monárquico haciendo aguas, el rey Alfonso XIII le pide que forme gobierno, proposición rechazada por Álvarez si no se convocan unas Cortes constituyentes que se definan la naturaleza del régimen político. En las municipales de abril de 1931, sin esperarse que iban a convertirse en una consulta contra la monarquía, inicialmente integró el bloque monárquico y luego pasó a defender la abstención.

Con la proclamación de la república, acepta el nuevo régimen y refunde el Partido Reformista en Partido Republicano Liberal Demócrata, en un campo mucho más moderado y conservador que el Reformista, fruto de la evolución del pensamiento de su líder: estaba muy desencantado con el rumbo de los acontecimientos y, como Ortega y Gasset, era de la opinión que la república no debía ser lo que el gobierno del primer bienio estaba realizando. Por ello, colaboró en el bienio negro con los gobiernos radical-cedistas y hasta en apoyar la represión de los obreros de Asturias, reclamando que orden y libertad no tenían sentido el uno sin el otro. La colaboración de su partido en el bienio radical-cedista, el apoyo a las represiones obreras, la defensa que hizo de José Antonio Primo de Rivera tras su detención y, posteriormente el apoyo de muchos de sus miembros a la rebelión militar de julio de 1936 desacreditó al viejo partido reformista y a su veterano líder. Melquíades Álvarez fue encarcelado en agosto en la Cárcel Modelo de Madrid, donde el 22 de ese mismo mes fue fusilado sin juicio y sin conocimiento por el gobierno y la presidencia de la república, con gran dolor de quien fue en su día compañero de partido, Manuel Azaña.

Melquíades Álvarez fue una víctima de ese caos político, social y bélico que acabó con las esperanzas del republicanismo español. Es, sin duda, un buen representante de lo que se ha dado en llamar la "tercera España", esa España reformista que tenía un proyecto de democracia y regeneración en medio de los odios, larvados tiempo atrás, de las otras dos Españas. El desencanto de Melquíades Álvarez por la república no era un caso aislado, sino que embargaba a personajes ilustres a izquierda y derecha, preocupados y desesperados por una España que, ni con monarquía o república, conseguía unirse al tren de las naciones democráticas y desarrolladas.

Enlaces de interés en Internet:
Melquíades Álvarez y los nudos de la memoria
Biografía de Melquíades Álvarez

jueves, 9 de diciembre de 2010

Julian Assange, ¿héroe o villano?


La mayor filtración de Wikileaks en su historia, la de los documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos o Cablegate, sin duda va camino de convertirse en el acontecimiento del año. No ha sido, claro está, la primera de las filtraciones de Wikileaks, con poco más de tres años de vida, pero sí es la más impactante: a medida que se van conociendo los cables entre el Departamento de Estado y las embajadas estadounidenses, el miedo y la ira de la administración norteamericana y del establishment no dejan de aumentar.

No es únicamente Estados Unidos quien ve al descubierto su diplomacia secreta. Al mismo tiempo, ve la luz el doble rasero de muchos otros gobiernos en el mundo: China, Reino Unido, Rusia, Italia, España, Francia... ninguno escapa de las revelaciones de estos cables diplomáticos. Desde el 28 de noviembre, día que comenzó la publicación de las filtraciones en El País, Le Monde, Der Spiegel, The Guardian y The New York Times, parece habérseles caído una fina máscara a los gobiernos de muchos países.

Hay quienes pensaban que estas filtraciones eran un simple cotilleo. En muchos casos, venían a confirmar muchos de los rumores que circulan sobre los líderes y los gobiernos del mundo. Desde los líos de Sarkozy a los de Berlusconi, la espina de las Malvinas para Argentina a los temores de los países árabes a un Irán nuclear... Luego vinieron otros datos: presiones de Estados Unidos hacia sus aliados para defender sus intereses (ya sea desde el caso Couso a las ventas de armas a Venezuela por parte de España y Rusia), los planes secretos de China sobre la península de Corea, la corrupción en Rusia... en fin, muchos temas y para su recolección ya están los diarios antes citados y, sobre todo, la página de El País a tal efecto.

A los distintos gobiernos se les ha creado un nuevo abismo, mucho más infinito que cualquier otro hasta ahora, entre ellos y sus ciudadanos. En sus reacciones, poco pueden decir excepto intentar negarlo todo, en vano. En esta cuestión (y en otras) nadie les cree ya, tan grande es la desconfianza que poseen entre los ciudadanos, bien cultivada a lo largo de muchos años. Otros gobiernos optan por dar la callada por respuesta, sabiendo que aún no se sabe todo y puede quedar mucho todavía por saber. Tampoco ha hablado la clase política de cada país de forma clara, todos sabiendo lo que se juegan, unidos por un pacto de silencio.

Los distintos gobiernos han perdido legitimidad. Ya no pueden presentarse como reflejo de la voluntad popular y garantes de la independencia nacional. ¿Será el gobierno yemení independiente cuando no puede hacer frente a insurgentes y necesita el apoyo en la sombra del poderío militar norteamericano? ¿Será independiente el gobierno español que entre bambalinas intercedió en favor de los intereses norteamericanos en el Caso Couso? ¿Será el gobierno ruso reflejo de la voluntad popular o de la oligarquía del régimen de Putin?

En muchos casos, la bandera del nacionalismo es una fina cáscara que esconde la sumisión al aún imperio de nuestro tiempo o la hipócrita excusa para mantener, una vez más, la dominación de las minorías dirigentes sobre la mayoría de los dominados.

En estas circunstancias, ¿cómo se puede hablar de democracias, Estados de derecho e independencia en la aldea global? La globalización, inicialmente económica, va dando pasos hacia la globalización de las relaciones humanas paralelas a la del Estado-nación, proceso lento y difícil; en cambio, la globalización de la información es ambivalente. La Red no es inmune a la manipulación o a la opacidad, caso de China. Todos a una, gobierno y oposición, clase política, en definitiva, el establishment de cada país hace piña contra las revelaciones de Wikileaks. En España, los rumores sobre los movimientos dentro de la derecha española se confirman, incluso corroborando que Rajoy no es favorito ni para Estados Unidos, ni para el resto de sus correligionarios.

Al gobierno estadounidense no le ha quedado otra opción que huir hacia adelante y querer matar al mensajero, a Julian Assange. En este caso, el presidente Barack Obama no ha hablado hasta hace bien poco sobre Assange y Wikileaks y ha dejado en manos de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, la responsabilidad de enfrentarse a la opinión pública nacional e internacional. Mientras, los miembros del Congreso norteamericano y otras figuras relevantes del panorama político estadounidense, como Sarah Palin o Joe Lieberman, piden desde el asesinato a la detención del terrorista Assange, así como prohibir consultar la página de Wikileaks, amén de querer privarla de cualquier servidor para poder seguir operando. Nos han querido mostrar los límites de la libertad de expresión y así lo han hecho: con el imperio no se juega.

¿Nos ha hecho un favor Julian Assange? Sí, sin duda. El lema de Wikileaks, "we open governments", se cumple o se desborda con creces. Cierto es que todo es siempre una amplia gama de colores grises: las acusaciones de abusos sexuales son graves, igual que las de opacidad de las cuentas de Wikileaks. Una cosa no deslegitima ni quita validez a la otra. No debemos ser ciegos apoyos a una persona y una empresa con sus propios (y legítimos) intereses, como tampoco furibundos opositores y situarnos en el lado peligroso del debate de cuáles son los límites de la libertad de información.

Hemos de mantener una independencia de criterio a la vez que conocer los argumentos y motivaciones de ambas partes. Por ejemplo, leo en ABC que Alonso de los Ríos acusa a Wikileaks de "delictiva" y la prensa que revela su información como la terminal del negocio "criminal" del portal de filtraciones, así como comete el error de englobar en el mismo saco las acciones de Wikileaks, El País y Anonymous, como si fueran parte de una nueva teoría de la conspiración, a imagen de la que la derecha española quiso ver para el atentado del 11-M. Lejos de reconocer al antiguo marxista un profundo amor por una profesión periodística que obtiene de forma limpia la información de sus fuentes, hay una línea clara del periódico monárquico de lamentarse no ser uno de los cinco periódicos que disfrutan de una exclusiva tan jugosa.

¿Qué supondrá Wikileaks y el proceso contra Assange? La posible extradición de Assange de Reino Unido a Suecia, y puede que de Suecia a Estados Unidos para juzgarlo por la filtración de los documentos no será un juicio a una persona concreta, sino un juicio a la libertad de información y a los límites de ésta. Es pronto para determinar si Julian Assange es un héroe de estos tiempos posmodernos o el violador autoritario y sombrío que nos pintan desde otros lares. De momento, es personaje del año para Time. Mientras, sabremos, sabemos ya, que los gobiernos defienden la libertad y la democracia con pasión, pero una pasión muy pequeñita.

¿Por qué calla la clase política? Wikileaks no descubre el Mediterráneo mostrando la verdadera faz de una minoría persiguiendo sus intereses personales y encadenada a los intereses de la clase económica o a los de Estados Unidos. No hay un ataque a la política; en todo caso, podría haber una crítica a aquellos que consideran la política, en toda su extensión, como la esfera de actuación de una minoría con unos intereses concretos en juego.

Sintiendo pecar de utópico, idealista u optimista, no es/no debe ser así, y los ciudadanos tienen el derecho a saber la verdad. No secretos de estado, eso es un consenso universal: Wikileaks no ha dado información que vulnere la seguridad nacional, ni códigos nucleares. Nos ha dado algo más potente: el simple conocimiento, para que cada cual pueda informarse y hacerse una mejor opinión. Así, podrán formarse mejores elecciones de cara al futuro. La minoría y élite que es la clase política es "elegida", en un sistema democrático, para llevar a cabo políticas que vayan en beneficio del interés general. Es una bonita teoría, y por lo tanto irreal.

El profesor Javier Redondo lamenta en La aventura de la Historia la banalización de la política, con la decepción de la democracia 2.0 como un fracaso en la participación de la ciudadanía en un sentido republicano liberal (también llamado republicanismo cívico, que tan en moda estuvo una vez en boca de Zapatero), viendo cómo el ideal democrático y liberal es sustituido por una política del entretenimiento y del pensamiento rápido y simple.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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