Acuerdo no vinculante, sin control internacional y sin cifras. No se podía esperar otra cosa. Cuando lo leí en el artículo de Bueno de Mesquita en el Foreign Policy me reafirmó en la creencia del fracaso hoy patente, y por eso no tuve ningún problema en recogerlo aquí. La decepción recorre la sociedad civil, mientras los negacionistas y sus intereses económicos pueden respirar tranquilamente, aunque sea un aire viciado. Mientras, el preventivo Nobel Obama no se entera y lo considera un “gran avance sin precedentes”. No hay mejor precedente en la historia de la irracionalidad de las grandes potencias que la política de apaciguamiento de Hitler.
En estos días Oier Garmendia y Andrés Boto recogieron sus opiniones en mi entrada “Fracaso en Copenhague y Nobel preventivo”. Hoy recogen el fracaso de Copenhague Joan Herrera, diputado por ICV, y Borja Terrés, compañero socialista de Villa de Vallecas. Espero que muchos otros blogs se sumen a la crítica a la Cumbre.
Un planeta más inhabitable es la base de la guerra definitiva. La guerra por el agua, por los cultivos, por las materias primas y por las fuentes de energía. Ya existe, ya existió, por estos motivos. Pero cuando se le añade amplias masas desesperadas los resultados son catastróficos. El odio infinitivo, la venganza y, por último, el genocidio.
Nos enfrascamos en mantener una estructura de ideas enjaulada en una visión cerrada: la nación, rodeada por sus fronteras. Más allá no hay nada que merezca la pena. La idea de solidaridad se circunscribe entre esas fronteras, la libertad se aprisiona entre esos muros ficticios. Sólo la codicia, el odio, la envidia, la rapiña y la muerte circulan libremente. Esas fronteras nos ciegan la vista, esas fronteras nos llevan a querer echar o matar al que las traspasa, esas fronteras nos bloquean nuestra humanidad.
Ayer, hoy y mañana el asunto más importante es nuestra casa, nuestro planeta. Porque ayer no existíamos y mañana tampoco existiremos, pero el planeta debe seguir su curso natural.