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martes, 22 de enero de 2013

Israel vota: una aproximación al rompecabezas israelí


Mientras escribo estas líneas (las primeras de 2013, y tras más de un mes de "descanso" en el blog) los ciudadanos israelíes acuden a las urnas a renovar su parlamento, la Knéset, la 19º desde que se creó el Estado de Israel.

Pero, ¿cómo votan los israelíes? ¿A quién votan? ¿Bajo qué condiciones acuden a votar? La realidad de Israel, más allá del eterno conflicto israelo-palestino, nos suele ser bastante ajena. Los medios de comunicación y el proselitismo político no ayudan a la hora de formarnos un retrato lo más cercano posible a la realidad. 

Israel es, a día de hoy, el país de Oriente Próximo con el sistema democrático más estable. ¿Podríamos decir la única democracia? No, pues tanto Líbano como Turquía poseen unas democracias que, independientemente de que resulten o no satisfactorias, tienen bastantes años tras de sí. También podríamos incorporar al Egipto de la era posMubarak en el heterogéneo club de las democracias orientales, aunque deberíamos esperar varios años hasta comprobar que en el nuevo régimen egipcio finalmente se consolida un sistema democrático que, en cualquier caso, no será una copia de la democracia occidental. Es un error típico de aquellos que ven en la democracia occidental el paradigma de democracia política, cuando esta responde a un contexto determinado y, por tanto, las democracias orientales responden a otros contextos. 

Israel podría acercarse al modelo de democracia occidental, aunque con ciertas características: la falta de una Constitución escrita (suplida con una serie de Leyes Fundamentales), el excesivo papel de la religión en el Estado (su definición como Estado judío, la falta de regulación civil en ciertos aspectos como el matrimonio en beneficio de los tribunales religiosos, la existencia de la Ley de Retorno...) y su papel en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. Pese a que la Freedom House clasifica a Israel como el único país "libre" por su respeto a la libertad de expresión y a los derechos humanos, creo que eso no incluye los actos cometidos por el ejército israelí en los territorios palestinos, que serían tipificados como actos de guerra, ni la existencia del muro de Cisjordania, ni la expulsión de palestinos de sus casas y la creación de asentamientos de colonos. 

Otro aspecto que no se tiene en cuenta para calificar la democracia israelí como tal es la total heterogeneidad de su sociedad: no solo cuenta con un sector social homologable al occidental, más o menos laico, más o menos poco ideologizado, inmerso en el consumo y en la globalización, heredero de los pioneros askenazíes, sino también lo que algunos llaman las "nuevas tribus de Israel" [1]. Al sector askenazí se añaden los inmigrantes e hijos de aquellos que no participaron en la creación de Israel, como son los inmigrantes judeo-orientales (clasificados genéricamente como sefardíes) y los judíos procedentes de las repúblicas soviéticas tras el fin de la URSS, así como los haredim y otros grupos religiosos ultraortodoxos, procedentes tanto de la emigración oriental como de los grupos religiosos que ya habitaban en la región palestina antes de las aliyot


No hay que olvidar a un grupo importante de la sociedad israelí, y es la existencia de un importante grupo árabe-israelí, los palestinos que se quedaron en los territorios adjudicados inicialmente al Estado de Israel y en los que fueron anexionados hasta 1967. Los árabe-israelíes son un quinto del total de la población, e incluso estos se hallan internamente divididos, no solo por religión (a la mayoría musulmana hay que contar las minorías cristiana y drusa) sino por la aceptación o no del Estado de Israel y por la propia aceptación de los judíos hacia sus conciudadanos árabes: mientras que en la mayoría de árabes musulmanes prima la sensación de maltrato hacia los árabes en Israel, la minoría drusa, en cambio, está muy bien integrada en la sociedad israelí, hasta el punto de que cuentan con unidades propias en el Tsahal, el poderoso ejército de Israel. Los beduinos, una pequeña minoría, también participa en unidades propias del ejército y se considera integrada en Israel. En general, pese a su importancia numérica, los partidos árabes en la Knéset son muy débiles debido a la baja participación electoral de los árabes israelíes, como rechazo a un Estado que ven ajeno y que no les defiende y también, cada vez más, siguiendo las consignas de los islamistas radicales. Cabe añadir el doble drama de los árabes israelíes: considerados casi como extranjeros por sus conciudadanos judíos, también son considerados extraños por los árabes de Palestina.

Cada grupo vive casi como una sociedad a la espalda de la otra, con sus propios periódicos, sus canales de televisión, sus partidos... por lo que a la sociedad israelí, además del eje clásico de izquierda y derecha se añade el laico-religioso, y el conflicto con los palestinos introduce un nuevo eje que podríamos denominar de acuerdo-mano dura con Palestina, incluida también la oposición o apoyo a los asentamientos de colonos. Esta variedad hace de la sociedad israelí una de las más plurales pero también una de las peligrosamente fragmentadas.





La democracia israelí no ha vivido golpes militares ni grandes movimientos antidemocráticos. El ejército israelí es un elemento más de cohesión de una sociedad tan dividida: el servicio militar es obligatorio para ambos sexos y, tras un servicio de tres años para hombres y de 21 meses para mujeres, pasan a engrosar la reserva, manteniendo las mismas unidades y creando en ellas fuertes vínculos. Sin embargo, existen excepciones a este servicio obligatorio: los árabes israelíes están excluidos del mismo y los haredim. El último caso es un foco de tensión entre los haredim y el resto de los judíos: los haredim reciben fuertes subvenciones por no trabajar y estar fuera del servicio militar a cambio de dedicarse al estudio de los escritos religiosos; el resto de judíos ven esto como un privilegio cada vez más insoportable a medida que el grupo de los haredim es más fuerte demográficamente debido a su fuerte natalidad. 


La natalidad es un factor a tener muy en cuenta y que juega en contra del Estado judío: los grupos con más natalidad son los más desfavorecidos y también los más críticos o escépticos con el Estado de Israel tal como existe en la realidad, los árabe-israelíes y los haredim, con el agravante de que estos exigen cada vez más fondos para sus familias y, a la vez, algunos niegan legitimidad al Estado para realizar "lo que debería hacer el Mesías", esto es, crear el Gran Israel en la región palestina.

En general, hoy por hoy, la estabilidad de la democracia israelí pende de un hilo. La democracia en Israel funciona de una forma que se parece cada vez más al restringido sistema libanés de equilibrio entre comunidades: la fuerte presencia de los partidos religiosos y la dependencia de los grandes partidos laicos hacia estos ha obligado a la creación de sistemas paralelos en Israel: desde la creación de escuelas religiosas para cada grupo religioso judío a diferentes tipos de privilegios como los que disfrutan los haredim. La división de los partidos laicos redunda en beneficio de los religiosos para obtener más recursos y mantener sus clientelas políticas: los partidos religiosos suelen estar liderados por rabinos que miran por el bienestar y el apoyo de sus grupos. La incorporación a la vida política de Israel de los rusos añade un grupo más al que contentar y, a la vez, divide aún más a la derecha: Avigdor Lieberman, líder de Yisrael Beitenu, defendió en las elecciones de 2009 el fin de los privilegios para los grupos ultraortodoxos. El retraimiento árabe-israelí y el conflicto con los palestinos prolonga, imposible saber hasta cuándo, este frágil equilibrio, la calma que viene antes de la tempestad.

Israel se fundó sobre un idealismo sionista, democrático y socializante. A muchos les sorprendería que el principal valedor de Israel no era Estados Unidos, pese a que de su poderosa minoría judía obtuvo grandes fondos para sostener el proceso de independencia, Golda Meir mediante, sino que lo fue la URSS y el bloque socialista, de donde Israel (y concretamente de Checoslovaquia) consiguió las armas necesarias para defenderse en la primera guerra árabe-israelí [2]. ¿Dónde ha quedado ese espíritu? La izquierda laborista sionista, que dirigió a la comunidad judía antes y después de la independencia, se halla casi desaparecida. La comunidad asquenazí sufre, en esencia, el mismo proceso que afecta a las sociedades occidentales: desconfianza hacia los políticos, problemas económicos y una derechización agravada por la obsesión por la seguridad contra el terrorismo, que surgió mucho antes de que esa obsesión alcanzara a Occidente tras el 11S. Muestra, además, los límites del proyecto sionista de Israel de la comunidad askenazí y sus reservas ante los sefardíes, los haredim y el resto de ultraortodoxos. Parece ser el acto final, la retirada, casi silenciosa, ante la actual división de Israel, convirtiéndose en una comunidad más, contenta con poseer su idiosincrasia y su cultura liberal. Es esa, quizá, el éxito y fracaso de Israel: la libertad para cada comunidad religiosa, más que la libertad individual, supeditada a la primera y a la seguridad nacional. Tel Aviv y Jerusalén son los exponentes de dos mundos muy distintos. No obstante, la primavera árabe y la ola de indignación occidental también pasó con fuerza por Israel en 2011, con una serie de protestas y toma de calles al estilo del 15M español. En este caso, los jóvenes israelíes (trabajadores y universitarios, aunque también jubilados, la mayoría de clase media) protestaban por la carestía de la vida, sobre todo la subida de precios y la dificultad para adquirir una vivienda digna en las grandes ciudades de Israel. A esta indignación se han sumado protestas contra los privilegios de los haredim y exigencias de que cumplan el servicio militar. Aún es pronto saber si esto redunda en una participación que beneficie a los partidos laicos.



Tras esta aproximación a Israel, un repaso a su sistema político y un comentario de los partidos que se presentan en estas elecciones.

La Knéset está conformada por 120 diputados elegidos en sufragio universal, igual, directo y secreto, siendo todo el país una gran circunscripción electoral. El umbral mínimo exigido es el 2% de los votos totales y el reparto de escaños emplea el sistema D'Hondt. El motivo de este umbral mínimo tan bajo (uno de los más bajos del mundo, inicialmente del 1%) era posibilitar la integración de todos los partidos posibles en el sistema político (en 1949 fueron doce partidos, en 2009 se repitió la misma cifra). Consecuentemente, el sistema político israelí es uno de los más proporcionales y, por eso mismo, uno de los más inestables, agravado por la gran fragmentación cultural, religiosa y social de Israel. La media de vida de cada gobierno israelí es de unos 25 meses, y cada formación de gobierno está acompañada de intesas negociaciones entre los diferentes partidos. 

Desde la formación del Estado hasta 2006, el Mapai/Partido Laborista y el Likud han encabezado distintos gobiernos, recurriendo en casi la totalidad de ellos a partidos religiosos. En general, los bloques existentes son cinco: uno de izquierda sionista, conformado por el Partido Laborista y el Merezt; uno de derecha sionista, liderado por el Likud; el religioso, con el sefardí Shas y el ultraortodoxo haredim Unidad, Torá y Judaísmo; la extrema derecha, divididas entre los laicos Yisrael Beitenu, el sionista religioso Unidad Nacional y el nacionalista La Casa Judía; y, finalmente, los partidos árabes, el islamista Lista Árabe Unida, el comunista Hadash y el liberal Balad, todos muy minoritarios. Se podría mencionar un sexto bloque, liberal centrista, representado en el Kadima y ahora con nuevas fuerzas (Yesh Atid, del ex presentador de TV Yair Lapid; y Hatnuah de Tzipi Livni), aunque en general se tiende a ver a los centristas unidos a la izquierda en un nuevo bloque de centro izquierda. En el bloque de extrema derecha se ha fortalecido La Casa Judía con una alianza con Unión Nacional a expensas del bloque Likud-Yisrael Beitenu, pero también ha aparecido Otzma LeYisrael, una agrupación de Unión Nacional. Y en el bloque religioso se intenta hacer hueco Am Shalem, un grupo escindido del Shas que defiende el fin de los privilegios de los Haredim. En total, hasta 14 partidos podrían entrar en la nueva Knéset, teniendo en cuenta que varias de esas fuerzas son coaliciones de partidos más pequeños.

Los temas principales de campaña son, más que la búsqueda de la paz con los palestinos (solo algún partido centrista o izquierdista hace alguna mención a la paz), la necesidad de prepararse ante un eventual ataque iraní, el mantenimiento de los asentamientos ya construidos (y la construcción de otros tantos otros) y, muy minoritariamente, los problemas más domésticos como el nivel de vida y la vivienda, motivo de las más recientes protestas de israelíes y que la izquierda ha intentado introducir en campaña.

Las negociaciones para gobernar serán un gran rompecabezas de uno de los bloques principales (izquierda o derecha) para contentar al menos dos de los otros bloques, siempre teniendo en cuenta que el bloque árabe es muy pequeño y está, en principio, excluido de las negociaciones. Quedarían, por tanto, el bloque religioso y la extrema derecha, lo que en principio redunda en beneficio del derechista Likud aunque, como se dijo antes, hay fuertes discrepancias en la derecha acerca de mantener los privilegios a la comunidad ultraortodoxa.



Bibliografía:
[1] Ana CARBAJOSA: Las tribus de Israel, RBA, 2011.
[2] Joan B. CULLA: La tierra más disputada, Madrid, Alianza, 2005.

Enlaces de interés:
De derechas por mandato divino, Ana Carbajosa, El País, 15/01/2013.
Israel: agenda doméstica y desafíos regionales, Víctor Manuel Amado Castro, El País, 22/01/2013.
¿Israel, un Estado sin constitución?, Carlos Javier Soto Cazaña, 2007.
La izquierda israelí queda en la sombra, David Alandete, El País, 21/01/2013.
Los árabes de Israel ignoran las urnas, Ana Carbajosa, El País, 1/01/2013.
Los indignados de Israel, Ana Garralda, El País, 21/07/2011.
Los rostros de los votantes en Israel, Ana Carbajosa y David Alandete, El País, 22/01/2013.
Los rusos israelíes se vuelcan a la derecha, Ana Carbajosa, El País, 18/01/2013.
Netanyahu parte como favorito en las elecciones de hoy, Ana Carbajosa, El País, 22/01/2013.
Otro indignado israelí se prende fuego, Ana Carbajosa, El País, 22/07/2012.
¿Quién vive en los asentamientos?, fotorreportaje, El País, 28/12/2012.

jueves, 10 de junio de 2010

La exclusión de la carroza de Tel Aviv: anti-israelismo, discriminación y mala gestión de la noticia


Primero un breve resumen de lo que ha pasado: a raíz del ataque bárbaro, desmedido y pirata del ejército israelí a la flotilla turca, la FELGTB y COGAM han pedido a la delegación del ayuntamiento de Tel Aviv que no participe en la marcha del Orgullo, el 3 de julio, ya que el ayuntamiento no ha condenado el ataque a la flotilla y no pueden garantizar su seguridad. A raíz de esto, Colegas, colectivo LGTB cercano al Partido Popular, acusa a la organización de dejarse llevar por la ola antisemita, los medios de la derecha ultraliberal, como Libertad Digital, aprovechan para hacer apología de las actitudes piratas del ejército de Israel.

Ante la ola de reacciones, donde también está la opinión pública progresista ha visto mal la gestión de la noticia por los organizadores del Orgullo, éstos han tenido que defenderse, primero diciendo que venían a promocionar el turismo a Tel Aviv (buena capital para el turismo LGTB, por cierto, la más liberal de Oriente Próximo), y posteriormente anunciando que buscan la colaboración con organizaciones LGTB israelíes, que signifique participen y resuelvan este desaguisado es otra cuestión que aún está por verse. Una actuación muy pobre y lamentable.

Tenemos la mala gestión de los organizadores de la marcha del Orgullo LGTB, a los que se les ha venido encima la patata caliente de lidiar con lo que iba a suceder: que les acusen de discriminación y antisemitismo, idea en la que coincido bastante, y de buscarse apresuradamente una salida claramente rápida e improvisada.

Está claro que, ante una noticia de este calibre, la derecha mediática, sin liberarse aún de una notoria pulsión homófoba, iba a aprovecharla para atacar el Orgullo y lo que representa, volviendo a la apología y al victimismo del sionismo más radical. Lo que tampoco me sorprende es que una buena parte de progresistas justifiquen la decisión y la mezclen con el asalto a la flotilla.

El ayuntamiento de Tel Aviv no es sólo una corporación municipal electa que puede condenar o no las acciones del ejército israelí, sino que también representa a todos los ciudadanos de Tel Aviv. No se debe eximir al ayuntamiento israelí de criticar su decisión, pero es un acto de agravio para sus ciudadanos, un desplante y una descortesía, más aún para aquellos ciudadanos que defiendan la lucha por la igualdad de derechos para el colectivo LGTB. La decisión no perjudica a Israel o a sus instituciones, sino a sus ciudadanos. El Orgullo no es para discutir todo lo que se hace bien o mal en el mundo, sino para manifestarse y continuar la reivindicación por la igualdad de derechos.

Con ello, me puse a reflexionar, como ya hice una vez en este blog, del persistente antisemitismo (o anti-israelismo, para el que lo prefiera) que existe en la izquierda española, antisemitismo que nace del dualismo entre Israel/malo contra Palestina/buena. ¡Ah! ¿Es que acaso son tan simples las cosas? Quizás para los necios. ¿Acaso Israel no es un Estado de derecho, democrático, además de tener un ejecutivo militarista y un ejército que practica un verdadero apartheid sobre Gaza y Cisjordania? Pero, ¿acaso Palestina, o cualquier país vecino, tienen un Estado (o embrión de Estado) de derecho, o respeto por los derechos humanos? Además de poseer una administración verdaderamente corrupta, neopatrimonial, cuya élite es parásita de los recursos del Estado. ¿Es que no somos capaces de ver más allá de nuestros dogmas? No vemos que la legislación es totalmente indecente cuando establece penas de prisión o muerte para los homosexuales, no vemos que la mujer está totalmente tutelada por el padre o el marido, pero sí vemos que Marruecos es muy malo cuando se trata de la cuestión del Sáhara Occidental. ¿Acaso la estructura del Estado marroquí no se diferencia sensiblemente de la argelina, la egipcia, siria o lo que hacen y quieren hacer la élite palestina?

Recomiendo urgentemente que busquéis El cumpleaños de Laila, una película palestina, y veáis el diálogo entre el juez y el ministro. Os recomiendo Poder y regímenes en el mundo árabe contemporáneo, de Ferrán Izquierdo Brichs para que veáis la naturaleza del poder en estos países, lo mismo que Elecciones sin elección de Luciano Zaccara e Ignacio Álvarez-Ossorio.

En definitiva, qué decepción que los organizadores del Orgullo LGTB, líderes de un colectivo que tanto ha sufrido, tantas persecuciones ha tenido, tantas muertes ha tenido, tantos odios ha recibido, se convierta en un nuevo verdugo contra otros que también fueron, en su día, los parias de la Humanidad. Israel insulta al pasado de los judíos comportándose igual que Hitler, pero los líderes LGTB han obrado igual.

Qué decepción, no sé si con estas circunstancias merece acudir un año más al Orgullo, si no es un Orgullo por la libertad y el respeto a la diversidad.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Hatmatzan



¿Israel está derivando hacia un régimen de Apartheid? Basta coger un mapa de la región geográfica de Palestina, fijarnos en la situación actual de Cisjordania y comprobar que los territorios administrados directamente por la ANP se asemejan a los bantustanes de la Sudáfrica de los nats. El ejército israelí controla todas los checkpoints, no solo hacia afuera de Cisjordania, sino dentro del propio territorio. Las familias están incomunicadas. Aquel árabe que se vaya de Jerusalén a ver a un familiar no le dejarán volver.


El muro, (llamado por la sociedad israelí, junto a todo el conflicto, eufemísticamente hatmatzan, “la situación”), no es un único muro. Son varios, en la frontera o dentro de Cisjordania. Se ha llegado al extremo de hacer muros “electrónicos”, donde cualquier persona que toque un punto del muro inmediatamente está controlado por una cámara de vigilancia que, además, viene acompañada de una ametralladora. Ni Orwell se lo imaginó así.

Los árabes palestinos sufren la crueldad de verse encerrados en su tierra. Sin futuro, sin esperanza. Su desgracia es mayor por los líderes que tienen. Todos corruptos, todos dando vagas promesas sobre todo, incluso de los refugiados en los países vecinos. Para comprobar esto, y con un toque de humor, recomiendo ver “El cumpleaños de Laila”, una película palestina.


La sociedad israelí se ve también en una cárcel de sus propias palabras. Por un lado reivindican la naturaleza democrática de Israel. Esa naturaleza democrática impide al Tsahal perpetrar un número mayor de “asesinatos selectivos”, ejecuciones sumarias, y lo que sería la verdadera deportación de todo un pueblo. Por otro lado, Israel mantiene lagunas democráticas que tarde o temprano la llevarán a una contradicción irreversible. Sus ciudadanos árabes israelíes poco a poco van perdiendo sus derechos de ciudadanía (que siempre fueron de segunda) al ir incorporando el régimen militar de Gaza y Cisjordania al interior del propio Israel. Los judíos israelíes que atacan esta tropelía sufren también: los que critican la acción del ejército o la política para Palestina corren el riesgo de verse tildados de “antisionistas” o lo que es lo mismo: traidores. Y verse sometidos a un proceso judicial.


El viernes, en una conferencia en la UAM con Sergio Yahni, de la AIC, oí que el ejército mantiene a una mujer israelí en prisión a la espera de juicio, sin información transparente sobre el proceso. Realmente, no hay información transparente en ninguno de estos procesos.


Intelectuales, escritores y periodistas israelíes sufren la indiferencia social, como el escritor David Grossman o Michel Warschawski, defensor de una solución binacional. El Estado judío camina a una militarización irreversible en búsqueda de la seguridad, jugando con los miedos de los ciudadanos y manipulándolos. Ello conllevará, a medio plazo, el fin de la democracia, a la disgregación de una sociedad ya muy dividida y al recurso autoritario como salvación de la nación.


Si la comunidad internacional y el rigor legal del Tribunal Supremo israelí impiden que la situación se convierta en un infierno aún más grave, en cambio, no pueden hacer nada, o no quieren, frente a la tortura. Es una “expulsión interior”. Los palestinos no pueden irse, pero los humillan, acaban con su futuro, con sus familiares, les llevan a una tortura psicológica colectiva y les anulan su condición humana. Que muchos palestinos opten por el martirio no debería de extrañar. Más que esa promesa del cielo de los mártires, los suicidas se están también liberando de esa cárcel gigantesca. Donde los jóvenes sueñan con el martirio, al otro lado del muro sueñan con cumplir el servicio militar. Todo conduce a la violencia.


¿Qué pasará? La tragedia. Si no se llega a una convivencia, aunque sea la más mínima, uno de los dos pueblos acabará bajo el peso de los bulldozers o bajo el mar. Hay que llegar al compromiso, aunque acabe con la separación estricta, uno al lado del otro y sin poderse ver. Pero el odio y el miedo han llegado a límites muy extremos como para permitir una convivencia pacífica general.


¿Qué puede hacer la sociedad internacional? ¿Qué pueden hacen los Estados y los ciudadanos? Los Estados occidentales callan ante los abusos israelíes. Sólo quedará por ver qué resulta del pulso que Obama ha lanzado a Netanyahu. Dudo que Estados Unidos corte con su aliado de Oriente Próximo, pero sin el agónico imperio americano Israel quedaría en una situación muy comprometida en la región en su afán de colonizar Jerusalén y Cisjordania. En el otro lado, los Estados orientales siguen con sus juegos de equilibrio, no enfadar al gigante americano pero tampoco verse como pusilánimes frente al empuje iraní.


El antisemitismo que exudan los discursos de Ahmadineyad, soñando con echar a los judíos al mar, en la más “moderada” de las situaciones, ponen a la sociedad internacional en un dilema difícil de salir. Los que somos defensores de los derechos humanos, de la paz y de la vida no podemos permitir la deportación palestina, pero tampoco otro genocidio. La desgracia es que ese dilema no se lo plantean muchas voces en Occidente, favorables a la causa palestina. Israel es culpable, piensan, y si debe desaparecer físicamente, mejor.


ShImon Peres se pregunta “por qué resulta tan difícil hacer las paces con los palestinos”, algo que saliendo de él no deja de tener un sesgo hipócrita. Pero yo me pregunto, si nos resulta tan difícil tener unos sinceros sentimientos democráticos y humanos en el continente de la Ilustración, ¿cómo no será difícil en una región tan desgarrada por la violencia?


Finalizo con una frase de David Grossman: “sólo pido un poco de aburrimiento, sinónimo de normalidad".



Enlaces de interés:

Entrevista a Shimon Peres

Entrevista a David Grossman

Israel y EEUU atraviesan su peor crisis

El cumpleaños de Laila (sinopsis)

El cumpleaños de Laila (tráiler)

Checkpoint Rock (tráiler)

Grupo palestino DAM

jueves, 26 de marzo de 2009

El suicidio del laborismo israelí

Netanyahu ha conseguido un acuerdo que le garantiza la mayoría parlamentaria en Israel. Sumando a su coalición del Likud e Israel Beitenu a los sefardíes del Shas y los laboristas, obtiene 66 diputados. En teoría.

El Shas, pequeña formación religiosa, tiene una visión totalmente clientelar de la política, dirigido a la comunidad sefardí. Ya estuvieron en el Gobierno de Olmert. Se esperan hacer con Vivienda, Interior y Religión, para favorecer a las familiar ultraortodoxas y su sistema educativo. Los laicos los llaman extorsionadores. Y con razón. Como el otro partido religioso, Unión de la Torá y el Judaísmo, pretenden crear una sociedad aparte, de los ultraortodoxos, y no sólo eso, sino condicionar al resto de la sociedad, haciendo que el Estado les de privilegios fiscales, exención del servicio militar y subvenciones a las escuelas talmúdicas. Esto, en un país aconfesional o laico, sería inconcebible… ¿o no? ¿Acaso los terrenos regalados a fundaciones religiosas y la destrucción sistemática en la Comunidad de Madrid no está haciendo el mismo flaco favor a la sociedad? Ahondar en la división de la sociedad, que no es otra cosa que impedir la igualdad de oportunidades, deparará grandes problemas en el futuro.



El Partido Laborista, o por lo menos su líder, Ehud Barak, demuestra una irresistible tentación de permanecer en el poder a toda costa. Aunque el futuro ejecutivo esté dominado por la ultraderecha, ¡habrá presencia laborista! ¿Alguien se imaginaría a Llamazares de ministro con Aznar? Sin embargo, la mitad del grupo mayoritario, siete diputados frente a seis, está en contra de esta decisión.

Definitivamente, el Partido Laborista ha perdido toda esperanza de supervivencia. Elección a elección, pierde apoyos; de primer fuerza hegemónica en Israel, ha pasado a segunda, tercera, ¡y cuarta! Es el mejor ejemplo de suicidio total, crear un Estado que coquetea con unas prácticas fascistas que hace sesenta años intentaron aniquilar a todo un pueblo. De momento, ha aniquilado al propio partido que construyó la nación moderna de Israel. El siguiente es el pueblo palestino, algo que sueña sin descaro Lieberman.

No será un Gobierno progresista, será un Gobierno reaccionario, belicoso, gracias a que los laboristas han renunciado a todo ideario. Y Ehud Barak puede pasar a la historia como el que destruyó el laborismo israelí. Tampoco será un Gobierno duradero, pues en la ultraderecha existe la división entre el control religioso de los sefardíes o la legislación civil de los nacionalistas de Lieberman, más la inexorable decadencia del laborismo. ¡Si Lieberman consiguiese esa legislación civil habría que felicitarle, máxime sabiendo sus racistas ideas, porque el laborismo no lo consiguió!

¿Dónde cabe la paz entre Israel y Palestina con este Gobierno? Ahora, al Partido Laborista, si mantiene esa conducta de ahondar en el belicismo, merece toda pérdida y desaparición. Y no estaría mal su expulsión de la Internacional Socialista, porque ya no representa a la izquierda real, sino a una pandilla de lidercillos capaces de todo por permanecer en el poder. NOTA: es interesante la reflexión de Elena Martí en elplural.com.

lunes, 23 de marzo de 2009

Apartheid y violación de los Derechos Humanos en Israel

El acto “La “democracia” israelí: Apartheid y violación de los Derechos”, celebrado el pasado 5 de marzo en la Universidad Autónoma de Madrid, aprovechó la semana contra el apartheid, para llamar a la igualdad de los árabes israelíes, apoyar a los ciudadanos palestinos y pedir el derribo del muro de Cisjordania. Contó con la intervención de Rafael Escudero Alcay, profesor de filosofía del derecho en la Universidad Carlos III de Madrid.

Rafael Escudero ve que desde Occidente se quiere defender a Israel porque es la única democracia del Próximo Oriente, y él cree que no es tal cosa. Primero se pregunta qué se entiende por democracia. Hay que partir del último ataque a Gaza: el embajador israelí buscó argumentos para justificar el ataque, que es que Israel es un país democrático, con derecho a defender sus fronteras y ciudadanos frente a la organización terrorista Hamás.

Utilizar esto como punto de partido, a juicio de Escudero, impide ver otros puntos de vista que quedan al margen. Se pretende obviar todo lo pasado con la franja, con Cisjordania y con Jerusalén Este. Se están acelerando los asentamientos judíos en Cisjordania mientras en la franja se están abandonando. Desde la perspectiva del derecho internacional, hay una ocupación ilegal, asedio y control total de las fronteras, dejando al 80% de los palestinos en la miseria. Al no reconocerse la victoria de Hamás se condiciona la ayuda humanitaria. Es lógico que Israel o Estados Unidos lo hagan, pero no la UE, porque vulnera sus principios básicos.

Esto se agrava en 2006 con la victoria de Hamás, que no fue reconocida por la comunidad internacional, y fue aprovechado por Israel. No se reconoce la elección por irregularidades, sino por el resultado. La afirmación de que Hamás es terrorista es falsa para Escudero, porque no hay un concepto en el derecho internacional de qué es terrorismo. Eso es porque las listas de organizaciones terroristas las controlan los Estados Unidos y la Unión Europea. Esto no significa que no se puedan condenar los actos de Hamás, pero distinguiendo lo que es una acción terrorista de otra de resistencia. El apresamiento de un soldado israelí no es terrorismo, es derecho a la resistencia porque se trata bajo el código de guerra.

La política israelí sigue practicando la doctrina de anexión y expulsión en Cisjordania, y el muro que construye es ilegal internacionalmente, porque es construido sobre territorio que no pertenece a Israel, y además está dividiendo poblaciones enteras en guetos.

El concepto israelí de seguridad es hobbesiano, cercenando derechos y libertades para garantizar la seguridad, y también esto está ocurriendo en otros países. Así se esconde la realidad de segregación y ocupación. En el mundo se está entendiendo como legítimo limitar los derechos de las personas que pueden ser amenazas a los que no cabe aplicar el mismo derecho penal (“derecho penal del enemigo”), que niega el mismo beneficio del resto de ciudadanos.

Israel arguye la seguridad de sus ciudadanos. ¿De qué ciudadanos?, se pregunta Escudero. Sólo de los judíos. Los árabes son discriminados en un régimen de apartheid, aunque tienen ciudadanía israelí, pero no la nacionalidad israelí. La ciudadanía es un concepto jurídico, pero la no nacionalidad no debe admitirse en un Estado democrático. Pueden ejercer el voto, pero no hay democracia. La legislación israelí es discriminatoria, no está plasmado literalmente en la ley, pero hay leyes manifiestamente discriminatorias.

Una de ellas es la Ley de Ciudadanía y Entrada en Israel, que impide la formación de familias árabes en Israel. Si un árabe israelí se casa con alguien de Palestina no puede hacer la reagrupación familiar, al contrario que cualquier judío, que tiene derecho a instalarse en Israel. La ley se argumenta en razones de seguridad.

Otras leyes son más difusas. Los árabes no pueden trabajar en empresas estratégicas de Israel por motivos de seguridad. Son considerados como un enemigo interior, una quinta columna, y se les deja en labores bajas y vivir en los suburbios en peores condiciones. Son una mano de obra barata, y tampoco pueden hacer el servicio militar. Todo choca cuando se une una discriminación positiva: los judíos ultraortodoxos están exentos del servicio militar y gozan de ventajas fiscales. Esto carece de justificación para Escudero. Tampoco existe el matrimonio civil, sino el religioso.

Según el Parlamento Europeo, en Israel hay 11.000 presos palestinos, 300 de ellos menores de 18 años. Mil de ellos están bajo el modelo que copió Guantánamo, encarcelados sine die, sin derecho de defensa, sin derecho a abogados, sin poder ver a sus familias y sin conocer los cargos por los que se les encarcelan, que son simples órdenes de detención. El sistema jurídico israelí incumple su normativa, ya que Israel ratificó los tratados de justicia internacional, excepto la Corte Penal Internacional.

El derecho a defenderse legítimamente, que tanto esgrime Israel, exige, sin embargo, proporcionalidad entre el daño causado y el ataque militar: la Corte suprema israelí ha valorado los ataques a Gaza y se pronunció a favor de la proporcionalidad, y así puede legitimar los ataques contra supuestos terroristas de forma extrajudicial, pero con límite en la proporcionalidad. La realidad es que de los 3.500 muertos en Gaza, sólo 50 eran miembros de Hamás.

Entonces, si el Gobierno israelí no investiga los crímenes, queda legitimada cualquier otra persona para interponer una querella aunque no haya víctimas de la propia nacionalidad, caso de la pretensión de Garzón de investigar los crímenes militares.

Escudero señala, para marcar la hipocresía del Gobierno israelí, que si Hamás ha utilizado escudos humanos, es un hecho ilegal que puede ser denunciado según el derecho internacional. Israel puede denunciar esos actos, pero no le justifica atacar.

Israel sigue una política similar al tardofranquismo. La propaganda de la dictadura decía que España era un Estado de derecho porque actuaba por normas jurídicas. Por ejemplo, según Escudero, Elías Díaz decía que el Estado de derecho debe actuar por normas, pero con separación de poderes, democracia y respeto a los derechos humanos. Cosa que no hacía España en el franquismo o Israel en la actualidad. La democracia no es sólo votar cada X años, sino unas condiciones: respeto de unas mínimas condiciones de igualdad entre sujetos, niveles aceptables de igualdad material, forma en la que se ejerce la acción de gobierno, respeto a los derechos humanos en el interior de Israel y en los territorios sobre los que se ejerce jurisdicción. Con esto, Israel incumple el habeas corpus, el derecho internacional, la igualdad entre ciudadanos e impide el control judicial sobre el ejecutivo.

Escudero concluye en que podrían aplicarse para Israel las campañas de sanciones, boicot y presión de los Gobierno que se ejecutaron contra la Sudáfrica del apartheid. El partido de Lieberman ha hecho acciones racistas que sí se pueden condenar, porque no reconoce a los otros, los árabes. La UE debería tomar medidas para que no entre en el Gobierno, como con Haider en Austria en su momento.

martes, 24 de febrero de 2009

Reflexiones sobre el Israel postelectoral (y II)

Entonces, lo que habrá es un Gobierno encabezado por Netanyahu y, previsiblemente a miras de tener estabilidad, con Kadima y los rusos. Otras noticias son que no estará Kadima, o que será con Kadima y los laboristas. Kadima demuestra entonces que sólo puede sobrevivir a costa del poder, aunque sea con los rusos, y aunque gente de izquierda les haya votado para parar a Israel es Nuestra Casa. Y los rusos tendrán entonces mucha influencia, que habrá que ver qué prevalece, si sus soluciones racistas o el compromiso con la autoridad palestina. Pero seguirá habiendo bombardeos, muertos y demasiada hipocresía de Hamás y de Israel. Y del Estados Unidos de Obama.

Netanyahu y Obama, los nuevos "centristas".

En sus manos está la paz en Oriente Próximo

...o el sufrimiento de millones de personas


El entonces candidato demócrata le dijo que ambos tienen mucho en común puesto que son de "centro". Obama le confesó que antes era de izquierdas y ahora es de centro, mientras que Netanyahu había sido de derechas y ahora es de centro”, se dice en Público. Apañados estamos con Netanyahu y con el “progresista” Obama. Si Obama quiere cambiar de verdad, que no sólo sea “progresista” para el interior de Estados Unidos, sino también para el resto del mundo, y pueda haber paz en Oriente Próximo. No es sólo por la existencia o coexistencia de Estados israelí y palestino. Es para que deje de haber muertos, y apoyos a los extremistas. Aunque eso no sería sólo progresista, sería revolucionario, y es lo que inclinaría la balanza para pensar que Obama es un mentiroso más o alguien en quien confiar.


Ehud Barak, el que ha dejado al laborismo militarista en sus cotas más bajas


¿Y sobre la izquierda israelí? Quizás al laborismo le vendría bien una época en la oposición porque, como demuestra Kadima, parece que sólo sobrevive a base del poder y de bombardear. Y además, mal. Y en esa oposición, replantearse su existencia, sus ideas y su estrategia. La izquierda no debe ser militarista, la izquierda debe ser laica, pacifista y transformadora. ¡Curiosa ironía que la extrema derecha pueda conseguir una legislación civil, tras 50 años de hegemonía laborista en Israel sin grandes resultados! La izquierda, del laborismo, de Merezt y de los árabes, no debe permanecer dividida más tiempo. Si los acontecimientos en esta nueva legislatura israelí les son propicios, y si trabaja para convencer a la sociedad, quizás no haya que ir al funeral de la izquierda en Israel.


Merezt, cada vez va quedando menos esperanzas para la izquierda pacifista
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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