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sábado, 13 de abril de 2013

Necesitamos un republicanismo transversal




Nos acercamos a un 14 de abril que es especial por varios motivos. Es el día tradicional de recuerdo y reclamación de la República como sistema de gobierno para España, ya que es el día en el cual se proclamó la última república que los españoles han tenido. Antes de esa fecha era el 11 de febrero, proclamación de la I República. Hay quienes desean que el 14 de abril sea, en un día no muy lejano, fiesta nacional de España, y yo admito que sonrío ante esa posibilidad. Fechas como el 12 de octubre, 6 de diciembre son días señalados en la actualidad como fiestas nacionales, si bien es cierto que el 6 de diciembre tiene una importancia más reducida y no ha sido por falta de iniciativas políticas, que las hubo, pero que no gozó, por desgracia, del debido consenso. Son, ante todo, fechas, símbolos, pero que pueden cambiarse, o no. No creo que en el futuro, si hubiera una nueva república en España, el 14 de abril sea su día más importante, sino que lo será el día que se proclamó dicha república, o cuando se promulgó su constitución, es decir, cuando sea un símbolo que sirva de encuentro para la amplia mayoría de españoles. Incluso podría seguir siéndolo el 12 de octubre, ¿por qué no?, una vez se acepte que es una fecha que recuerda un hecho histórico y que señala los lazos comunes que tiene España con los países hispanoamericanos.

Otro motivo especial es el contexto en el que nos movemos actualmente. Este 14 de abril se acerca en un momento en el que la monarquía se halla ampliamente cuestionada, al rey le cuesta cumplir con sus funciones y en otros países vienen ejemplos de tranquilas abdicaciones, caso de los Países Bajos. También se multiplican los escándalos con algunos miembros de la familia real y, más importante, el propio sistema político alumbrado en el consenso de la Transición está siendo criticado duramente y se pide una amplia reforma, que algunos piden que se extienda también a la más alta jefatura del Estado.

Hay que ser conscientes de que, actualmente, una manifestación, o varias, no traerán la República. No habrá un vacío de poder, no habrá —ni debe haber— una revolución, al menos del modo que tradicionalmente se entiende como tal (la revolución debe ser de las ideas, de la sociedad en general y de cada individuo personalmente). Tampoco la traerán los actuales partidos o movimientos que reclaman para sí el monopolio del republicanismo español. Sobre todo, porque esos partidos tienen unos ideales que en ocasiones se alejan de los ideales del republicanismo y, aunque lo nieguen, tienen dentro los mismos vicios que se critican en otras formaciones, con algunos añadidos.

Tenemos que entender que, si queremos que la República se proclame en España, el republicanismo español tiene que cambiar radicalmente. Especialmente, debe ser un republicanismo transversal y suprapartidista. Es decir, el republicanismo no debe estar ligado al monopolio de una ideología, sino que sea una opción común a las distintas alternativas democráticas. El republicanismo supone también otra ética política, o debería serlo si, además, se pretende presentar como la solución lógica a una reforma del sistema político español y a las formas de hacer política. La República debe ser un lugar de encuentro y de forja de nuevos consensos entre españoles. No habrá República venida por accidente, como la Primera, ni venida por sorpresa en unas elecciones "rutinarias", como la Segunda. La Tercera República debe venir porque así lo decida una amplia mayoría de españoles, y los actuales partidos no deberían poner obstáculos al debate y sumarse al republicanismo. 

Hay que entender que el monarquismo español no existe como tal o, al menos, no como una supraideología que entiende que la monarquía es la forma de gobierno natural de España. La mayor parte de los partidarios de la monarquía lo son porque creen que la actual monarquía ha contribuido a la democratización de España y su titular ha sabido comportarse como un símbolo suprapartidista del Estado. No se puede negar. Tampoco se puede negar que, quizá, esa monarquía ya no pueda cumplir con ese papel, o que ya haya realizado su trabajo. Los españoles no son niños, inmaduros políticamente, e incapaces de convivir sin matarse. Se puede debatir y pensar en una reforma profunda del sistema político en España. Se está haciendo, de hecho, pero la república no está en la agenda. Están, sin embargo, los que siguen sembrando ese miedo a la república, esa vinculación excesiva con experiencias pasadas y con traumas pasados, y la verdad es que existe una retroalimentación en el otro lado. No podemos escapar de nuestro pasado, pero no para una condena perpetua, sino para aprender de los errores y superar los traumas, y eso se debe conseguir acabando con la mistificación de la II República y de la Guerra Civil.

En definitiva, tenemos que admitir que un sistema político debe posibilitar la inclusión de la abrumadora mayoría de la ciudadanía, como paraguas donde deben existir unos consensos nacionales y opciones alternativas y afines de hacer política según unas ideas e intereses legítimos. Es decir, el sistema debe ser capaz de dar respuesta y satisfacción a las demandas planteadas por la ciudadanía y funcionar según el principio democrático. El actual sistema se está viendo demasiado estrecho e incapaz de satisfacer ciertas demandas. El republicanismo español no debería ser una alternativa para hacer lo mismo que actualmente se hace, aunque cambie los discursos. La República se proclamará en España cuando los españoles comprendan qué significa realmente.

Viva la República.

martes, 20 de noviembre de 2012

Un año de gobierno del Partido Popular, un año de mentiras y fracasos

Al cumplir un año de la victoria electoral de Mariano Rajoy y el PP, no está de más recordar los datos, los fracasos y las mentiras que han protagonizado el primer año Mariano. Un protagonista trágico: los desahucios y los suicidios ante la impotencia frente a los bancos y la dejadez de las administraciones. Los perdedores: los españoles.

Tres minutos de mentiras populares (vídeo de Al Rojo Vivo, LaSexta)


Enlaces de interés:
"El primer año de Rajoy contra su programa electoral", El País, 20/11/2012.
"Rajoy no logra en su primer año controlar el paro, la inflación ni la prima, El País, 20/11/2012.
"Un año de incumplimientos en Moncloa", Eldiario.es, 19/11/2012.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Cuál es el problema del PSOE?


Hace unos días recibí, como tantos otros militantes del Partido Socialista, un correo en nombre de Rubalcaba. En él, se decía que "son momentos difíciles para el PSOE", un PSOE que es la "alternativa" a las políticas del PP, un PSOE al que la ciudadanía pide unidad, fortaleza y propuestas. También, Rubalcaba se muestra abierto a las iniciativas y comentarios de los militantes y a sus entornos. Pues bien, en calidad de militante de base, esta es la reflexión que quiero transmitirle al secretario general del PSOE:

¿Qué le ocurre al PSOE? En términos electorales, el bienio 2011-2012 va camino de ser la peor época en la historia reciente del partido, y no hay visos de mejora (las encuestas señalan una caída en Cataluña del PSC, y en otras regiones de España parecen no dejar de perder terreno, caso de Valencia, con las únicas excepciones de Extremadura y Andalucía). El PSOE no solo no consigue volver a superar la barrera del 30% del voto sino que sigue cayendo. Las encuestas de mayor calidad son dispares: el CIS mantiene a los socialistas en el 28,6% de intención de voto y Metroscopia en el 22,9%, una diferencia relevante. 

No conviene alcanzar la histeria por resultados tan decepcionantes para un partido de vocación mayoritaria pero tampoco hay que sentirse aliviados por no compartir la suerte del partido socialista griego PASOK. El mantenimiento del PSOE como primer partido de izquierda se debe a su buena sintonía en la escala ideológica del electorado, así como la inexistencia de competición de un partido de centro izquierda de nuevo cuño: ni IU ni UPyD pueden aspirar a hacerse con una buena masa de electores, no sin replantearse su línea ideológica y su vocación de partidos minoritarios. No existe una Syriza española. Esta potencial ventaja para el Partido Socialista solo se encuentra dificultada por la desconfianza que crea entre el electorado afín: el PSOE, con sus errores económicos en la legislatura 2008-2011 y su cambio de política, entre otras razones que se escapan de su control directo (crisis económica mundial, presiones del sector financiero internacional, (des)equilibrio de poder en la UE...) es el culpable de buena parte de la actual situación. 

Las únicas posibilidades que le quedan al PSOE para gobernar en buena parte de las distintas administraciones están en la capacidad o no de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas: menos en Extremadura, donde se ha impuesta una lógica de "todos contra el PSOE"; en Andalucía han incluido a IU en el gobierno; en Asturias gobiernan gracias al apoyo de IU y UPyD; en Galicia, el escenario más favorable sin mayoría del PP era repetir el bipartito con el BNG. En Valencia, una encuesta reciente advertía de un desgaste considerable del PP regional y una mayoría de izquierda formada por un PSPV aún más escuálido y unas Esquerra Unida y Compromís fortalecidas. La respuesta de muchos era algo así como "bueno, perderemos votos, pero gobernaremos con ellos". Reactivar el mensaje de "todos contra el PP" para gobernar. Pero, ¿gobernar cómo? La pobre cultura política de España nos presenta a las coaliciones políticas como negativas, y es cierto que los partidos políticos no ayudan a superar esa opinión: con frecuencia hemos visto cómo las coaliciones han funcionado como gobiernos paralelos, rencillas mutuas, paralización de políticas por desacuerdos. En definitiva, la intransigencia de los partidos para alcanzar grandes acuerdos ha hecho naufragar las coaliciones: el bipartito gallego cayó, el tripartito catalán se hundió en el desacuerdo y hoy cada uno de los tres partidos de la izquierda catalana están lejos de cualquier acción común. A las coaliciones frágiles de la izquierda les sucedió la derecha reforzada. Con estos precedentes, ¿cómo podemos recibir con alegría una perspectiva de tripartito izquierdista en Valencia? ¿Qué políticas se seguirán? ¿Cada partido intentará llevarse todo el mérito de la acción de gobierno y excusarse de los deméritos en los otros, en perjuicio de la labor general? Si existieran garantías de flexibilidad y capacidad de diálogo en la izquierda española, podría no verlo con suspicacia.

Esa intransigencia e incapacidad de diálogo en la izquierda española opera también contra el PSOE. A la desconfianza del electorado se añade la beligerancia con la que la izquierda no PSOE dedica al partido socialista, en la que no solo hay críticas -justas- por la labor del Gobierno socialista, sino el rencor generado tras años de desencuentros y frustraciones por no haber conseguido ganar a los socialistas la disputa por el liderazgo de la izquierda. En los discursos lanzados por la izquierda siempre hay una de cal y otra de arena: reclamar al PSOE que reconsidere su discurso y pida perdón por los errores cometidos y, a la vez, un rechazo continuo de toda propuesta que eleve el PSOE en la oposición ("haberlo propuesto antes cuando gobernábais") y una negación casi total a entendimientos con el socialismo. Es decir, parecen pedir al PSOE una condena perpetua, una penitencia eterna y el silencio por los "pecados" cometidos. De nada parece servir la constatación de que el PSOE perdió las elecciones, se dejó cuatro millones de votos en el camino y ha iniciado un proceso de reconsideración del discurso. Hay una guerra total y el objetivo de la izquierda no PSOE es la desaparición del partido socialista. Cuando el diputado Odón Elorza publicó en su blog sus propuestas de regeneración se le dijo de todo, incluso de entre quienes, en otros partidos, coinciden en algunos postulados. Parece haber voces en la izquierda más preocupadas por la crítica destructiva que por la constructiva, en la que se oyen todos los errores pero no se escucha ninguna propuesta de mejora. Quizás yo pueda pecar de ingenuidad por preocuparme en exponer problemas y soluciones, no lo sé.

Por supuesto, es legítima la aspiración de los partidos al liderazgo político y a la competencia entre ellos. Hay que preguntarse cuál es el precio que se quiere hacer pagar: uno es dejar que la derecha tenga las manos libres para gobernar por la división de la izquierda, caso de Extremadura; otro es plantear un escenario de futuro nacional muy preciado para el PP, con un PSOE debilitado y una izquierda incapaz de enfrentar una visión diferente. Las encuestas, aunque pertenecen al terreno de las posibilidades y de los cambiantes estados de opinión, muestran que la subida de los otros dos partidos nacionales, UPyD e IU, no es tan paralela a la caída de PP y PSOE, y eso se debe a que, o bien se recurren a otros partidos minoritarios con escasas posibilidades de alzar su voz, o se refugian en la abstención, que parece ser el caso. En una época donde la fidelidad de los ciudadanos a una opción política se encuentra en sus cotas más bajas, la participación y el voto se deben a la capacidad de los partidos por ofrecer propuestas creíbles al electorado. El PP consiguió convencer -sin entusiasmo- a los electores hace un año y en Galicia, el PSOE no lo consigue, como tampoco otros partidos, ni muchos menos son vistos como un conjunto coherente frente a la derecha.

Estas podrían ser las condiciones externas que aquejan al PSOE. Las condiciones internas en el partido son: la desconfianza hacia las primarias, la falta de renovación o los "métodos" de elección de cargos internos y candidaturas, la incapacidad para recomponer los lazos con la sociedad y la opinión intelectual. La voluntad de establecer elecciones primarias para la designación de candidatos a las elecciones quedó malograda por la incapacidad para adelantarse a los acontecimientos: en Galicia y en Cataluña no se esperaban el adelanto electoral y no pudieron celebrarse, con la excusa de "falta de tiempo" y de "evitar divisiones". Esa respuesta no puede ir en beneficio del PSOE cuando otras formaciones consiguieron celebrarlas -aunque por su carácter minoritario eran de más fácil celebración y escasa notoriedad- y, muy importante, si se presentan las primarias como "momentos de división" es que no se cree sinceramente en su virtud como herramienta para proporcionar candidatos a las listas electorales. El primer PSOE, el de la Restauración y la República, establecía primarias para la confección de sus listas y cargos internos. En Francia, el PS llega a momentos de verdadera tensión interna en sus elecciones y ahora es el partido más potente de la República. En Estados Unidos, los partidos -de estructura radicalmente distinta a la europea- se enzarzan en múltiples debates y elecciones. En Italia, el centro izquierda celebra elecciones primarias abiertas. Las primarias deben ser un momento de debate y oportunidad de los aspirantes para presentar y confrontar sus ideas.

La amarga historia del PSOE actual con las primarias revela un lastre del partido: la falta de renovación y los cargos internos. Las primarias solo se consideran buenas si el "aparato" consigue controlarlas. No las consiguió en 1998 al perder frente a Borrell. En la actualidad, se alzan voces pidiendo ya las primarias y otras que reclaman paciencia: unos piensan en la repercusión mediática que alcanzaron las primarias del PSM en 2010, otros piensan que hacerlas ahora es precipitado, otros que las elecciones podrían adelantarse y volver a pillar al PSOE con el paso cambiado, finalmente, otros quieren que las primarias se celebren cuando el aparato tenga la certeza de ganar el proceso, sea Rubalcaba u otra persona el candidato. Pero, ¿son ahora tan importantes las primarias? La situación política de España no es, a grandes rasgos, mala para el actual gobierno de Rajoy: no se tiene en la calle la crispación que sí hay en Grecia, su mayoría absoluta garantiza apoyo en el Congreso hasta 2015 y quedan años para nuevas elecciones. Los únicos momentos de crisis pueden ser el agravamiento de la situación económica de la ciudadanía o una deriva irreversible de la cuestión soberanista en Cataluña y en Euskadi. Es de esperar que las primarias prometidas en el PSOE se celebren antes de que puedan ocurrir estas hipótesis.

¿Se trata de personas? Para algunos sí. Se culpa en Rubalcaba y en su equipo la situación actual del PSOE, pero, ¿sería distinto con otros? ¿Patxi López en la dirección? ¿Acaso Carme Chacón o García Page? Para Griñán el problema no es de ideas sino de "personalidades". Es justo lo contrario. Si bien creo que el futuro del PSOE no pasa por la actual dirección y que muchos de los que han controlado el partido tantos años deben dejar paso a otras personas preparadas, así como abrir el partido a la sociedad, la importancia está en las ideas. Como he dicho antes, la gente no ve confianza y convicción en el PSOE para que vuelva a gobernar. Hay que superar algunos esquemas preconcebidos. Uno es que la solución a la crisis es nacional, sea para España o más reducida, como sueña Artur Mas. Cada vez estoy más convencido que los viejos esquemas del Estado nación y los partidos nacionales están anticuados, la respuesta está en la Europa unida, con una ciudadanía europea y partidos europeos como voces fortalecidas de los europeos. Otra idea que hay que romper es que, de momento, se está rompiendo en España la dinámica electoral del bipartidismo imperfecto y habría que considerar un esquema de cuatro fuerzas nacionales (esto merece una opinión más extensa en la que ahora no entraré). 

El PSOE no debe cambiar para que siga siendo el PSOE, al contrario de la lampedusiana frase de Rubalcaba. No al menos si no tenemos claro qué PSOE queremos que sea el PSOE. ¿El PSOE de los barones? ¿El PSOE de las clientelas? ¿El PSOE que pierde militancia porque no se sabe abrir a la sociedad e integrar cuadros capacitados? El PSOE que yo tengo en mente es el PSOE que aúne su experiencia histórica con una estructura dinámica, inserta en las redes sociales y en la calle, abierta a la sociedad y lo suficientemente flexible como para saber captar lo mejor de la sociedad. Un PSOE, en resumen, progresista y moderado, que no conservador, sino consecuente y coordinado para saber qué propuestas puede lanzar a la sociedad, ágil en las respuestas y con una idea bien asentada de una España progresista en Europa como nuevo horizonte que proponer a la sociedad. Estoy dudando mucho de la estructura militante de los partidos. "Recurrir a las bases", "escuchar a la voz de las bases", sí, está muy bien pero, ¿qué bases? ¿Las que cambian de "ideas" según deciden sus jefes de filas? ¿Las que callan ante los errores y despropósitos de "los suyos"? ¿Las que no se cansan de decir "ahora no toca" cuando se quiere debatir? ¿Las que están solo preocupadas de ser gratificadas con cargos? Aborrezco de esas bases. Aborrezco el reparto de los despojos de la oposición, como ocurre en el PSM. Aborrezco la estrechez ideológica. Aborrezco la militancia que significa pérdida del raciocinio. Cuando las bases están más preocupadas por los que controlan el partido que por la ciudadanía, cuando se aíslan, esas bases pierden toda razón de ser.

Uno de los problemas del PSOE es, por desgracia, intrínseco a todos los partidos de la cultura política española, que es la falta de respeto por el debate que circule de abajo arriba y no de abajo arriba con las limitaciones marcadas por los que controlan el partido. Antoni Gutiérrez señala muy certeramente esto al recordarnos una cita de Nietzsche:
"Cuando un partido se da cuenta de que un afiliado se ha convertido de un adepto incondicional en un adepto con reservas, tolera esto tan poco que, mediante toda clase de provocaciones y agracios, trata de llevarlo a la defección irrevocable y de convertirlo en adversario (...)".
Gutiérrez lo define como centralismo democrático. Y tiene razón, como la tiene al señalar que la rigidez es contraria a la porosidad que se precisa. En mi análisis de las elecciones gallegas reproduje una cita de Roberto L. Blanco Valdés que recordaba que, al contrario de los postulados de Gramsci para la formación del partido de vanguardia, en el PSOE se condena y aparta a los que no siguen la línea oficial y se cierra el paso a militantes cualificados.

No contemplo una recuperación milagrosa del partido. Es imperativo recuperar los lazos con la sociedad, recuperar capital social y humano: reconstruir un bloque progresista, captando ciudadanos conscientes políticamente y comprometidos con el servicio público a la comunidad a través de la política, y recuperando las relaciones con la intelectualidad progresista. Cuando se supo que el texto que se debatirá en la prometida conferencia política han participado personalidades no militantes en el PSOE, hubo una ligera indignación en algunos sectores de la militancia. ¿Por qué? ¡Si de lo que se trata precisamente es de buscar gente fuera! El PSOE tiene un gran problema de capital humano. En términos gramscianos, el PSOE necesita que todos sus cuadros sean dirigentes, los eduque, coopte a la juventud intelectual y se lance de nuevo a la conquista de la hegemonía cultural

Si el PSOE tiene que reformarse, es para dejar de ser el PSOE del siglo XX para ser el PSOE del siglo XXI, con mil ojos, el partido de vocación mayoritaria. En eso, hay que recuperar el discurso nacional, así como someterlo al discurso europeo: no estamos en la época de los Estados-nación en Europa, los Estados europeos han perdido buena parte de su soberanía, es estéril pretender crear nuevos Estados mutilados y menos abanderar la bandera de la insolidaridad, que no es solamente por pretendidos "expolios" sino por la convicción de que "ante los problemas, que cada uno reme por su lado". El PSOE, y el PSC, han perdido en este aspecto, la de ser el partido "que más se parece a España", es decir, el que consigue aúnar una mayoría homogénea en todo el país: la propuesta de reforma federal, que desde hace muchos años ha estado en el alma reformista del partido, no convence, lo que en sí es la constatación de una desgracia: una propuesta conciliadora no logra convencer entre la propuesta de ruptura soberanista y la de recentralización y del rancio y estrecho españolismo. El discurso nacional progresista no es el discurso identitario, de esencias ni de Volkgeist, sino el discurso de voluntad de construir una sociedad plural, respetuosa con las identidades múltiples de los ciudadanos, convencido de que son estos, y no las naciones, los portadores de derechos y que unidos, no solo españoles, sino junto a portugueses, franceses, italianos, griegos, etc, se pueden defender mejor los derechos y una Europa construída sobre las bases del bienestar y la democracia.
 
Siguiendo con las tesis de Antoni Gutiérrez, a lo mejor hay que hacer un "reset total" y una reconversión organizativa. No solo en el PSOE, sino en todos los partidos, elevar nuestra cultura política, abandonar irresponsabilidades, abrirlos a la participación y a la reforma de las instituciones políticas con el fin de reconcirliar a la ciudadanía con sus representantes e instituciones.

Enlaces de interés:
Barómetro de octubre de 2012, avance de resultados, CIS.
"¿Dónde está el PSOE?", Concha Caballero, El País,10/11/2012.
"El hundimiento", Guillem Martínez, El País, 3/11/2012.
"El partido sin mil ojos", Alfredo Abián, La Vanguardia, 30/10/2012.
"El Partido y los intelectuales", Javier Bouzas Herrera, en Cafeteoría, 19/09/2012.
"El PSC, en tierra de nadie", Francesc de Carreras, La Vanguardia, 31/10/2012.
"El PSOE, de la Tierra a la Luna", Roberto L. Blanco Valdés, La Voz de Galicia, 23/10/2012.
"El valor político de la discrepancia", Antoni Gutiérrez, Fundación Ideas, 2/11/2012.
"La debilidad del PSOE", editorial de La Vanguardia, 29/10/2012.
"La partitocracia nunca gozará de una huelga, el PSOE como ejemplo", Semillas de esperanza opositando al pensamiento, blog de Bitdrain, 13/10/2012.
"Los pasos perdidos del PSPV-PSOE", El País, 3/11/2012.
"PSC-PSOE: separación amistosa", M. Dolores García, La Vanguardia, 30/10/2012.
"Un año de desplome de PP y PSOE", Fernando Garea, El País, 10/11/2012.

miércoles, 18 de abril de 2012

La nación como proyecto político: Argentina y España


Nunca me he sentido cómodo hablando de mí mismo y, por eso, me va a resultar tan incómodo hacerme una reseña de mí mismo, aunque accedí por petición externa. Vamos a intentarlo.

La nación fue creada por el nacionalismo. No al revés. Las naciones no son entes abstractos inmemoriales como algunos contemporáneos quieren creer. La nación se creó al calor de las revoluciones burguesas y los fundamentos ideológicos de la Ilustración. Declaraciones como la de independencia de Estados Unidos o la de derechos del hombre y del ciudadano de la Francia revolucionaria fueron el punto de partida del concepto de nación. La burguesía declaraba su independencia y se arrogaba para sí la representación de la nación, una comunidad política que enterraba al súbdito y daba nacimiento al ciudadano. La nación era, y es, el proyecto político del nuevo grupo dirigente de la sociedad.

En el solar del Imperio español, la invasión napoleónica de la metrópoli provocó un vacío de poder. El orden tradicional del Antiguo Régimen dio paso, sin muchos sobresaltos, a procesos políticos en la península y las colonias que alumbraron, lentamente y con ciertas dificultades, en nuevos regímenes liberales y democráticos.

En mi trabajo, me preocupo por realizar una vista a los procesos políticos que arrancan con las declaraciones de autonomía e independencia de una de las colonias españolas, el Río de la Plata, actual República Argentina, y la promulgación de la Constitución de Cádiz, que este año vive su Bicentenario. Con el repaso de los estudios de ciertos autores, declaraciones y constituciones de la época, me propongo demostrar el carácter de la nación como proyecto político de las élites dirigentes de los dos países.

Obviamente, los procesos de Argentina y España son de muy distinta naturaleza. El proceso, no obstante, es convergente, en el sentido de que los dos países han tenido una larga trayectoria, llena de altibajos, donde han basculado el liberalismo clásico a la democracia, pasando por largos períodos autoritarios. En ese sentido, el proceso ha sido dinámico: la interacción de las élites dirigentes con nuevos grupos sociales, cómo se fueron resolviendo y cómo se reelaboró el discurso acerca de la nación y sus integrantes. Del la "civilización y barbarie" de Argentina, a la "criollización" de los nuevos grupos sociales inmigrantes; en España, la discusión fundamental ha sido acerca del "fracaso" de la construcción del Estado nacional y las causas del surgimiento del nacionalismo periférico (debilidad o excesiva centralización estatal). Las lecturas son muchas. Que el lector escoja cuidadosamente.

Documentos de trabajo, nº 37, abril de 2012, Instituto de Estudios Latinoamericanos (IELAT)
Bouzas Herrera, Javier: "Una aproximación a la creación de la nación como proyecto político en Argentina y España en los siglos XIX y XX. Un estudio comparativo"

lunes, 26 de marzo de 2012

Análisis de las elecciones andaluzas y asturianas


Este domingo los ciudadanos asturianos y andaluces, en el libre ejercicio democrático de su voto, han renovado sus parlamentos autonómicos. Se puede volver a repetir que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. No obstante, los ciudadanos de estas dos regiones españolas han repartido premios y castigos para todos, y por supuesto que hay derrotados, aunque no lo reconozcan. Por mi parte, estoy muy sorprendido con los resultados, no esperaba una salida así.

El Partido Socialista celebra su consolidación como primer partido asturiano en un parlamento más fragmentado, y Javier Fernández tiene serias opciones de encabezar el gobierno si el voto del extranjero da un escaño más a los socialistas en detrimento de Foro, y si UPyD se retrata, optanto por un bloque de izquierdas o de derechas con su voto positivo o neutral. En Andalucía, Griñán ha conseguido hacer frente a unas encuestas que todos creímos que auguraban el cierre de un extenso capítulo de gobierno socialista. En lugar de la brutal derrota con la que soñaba la prensa de derechas -que apostó bien fuerte para movilizar al electorado conservador y desmovilizar al progresista sacando a relucir por encima de todo la corrupción de los ERE; ABC ha perdido las elecciones andaluzas-, el PP ha ganado en votos las elecciones andaluzas, sí, pero con una distancia de poco más de 40.000 votos y un escaso punto porcentual, una distancia muy raquítica comparada con elecciones cercanas como las municipales o las generales. Comparadas con las de 2008, es cierto que la caída socialista es impresionante: los años de gobierno, la corrupción y el agotamiento de un modelo clientelar pasan factura, y se espera que, de llegar a un acuerdo con IU -que debería entrar en el gobierno andaluz-, debe hacer una profunda limpieza interna e institucional si no quiere verse dentro de cuatro años con una derrota total. Los ciudadanos no deben aceptar bromas.


Es cierto que Griñán ha protagonizado una resurrección milagrosa que no solo rompe los planes de Javier Arenas de asaltar, por fin, el gobierno de la junta de Andalucía. De renovar el gobierno con IU, Griñán se convierte en el presidente autonómico socialista con más poder institucional, una gran plataforma para hacer oposición a las contrarreformas neoliberales de Mariano Rajoy con un modelo alternativo socialdemócrata. Es de esperar que la derecha nacional haga todo lo posible por seguir marginando a Andalucía y castigando la libre elección de sus votantes: la derecha mediática ya ha arrancado la típica retahíla de insultos; la máscara demócrata quema mucho ante fachadas tan autoritarias. Pero Griñán también rompe los planes del equipo de Rubalcaba, en concreto los de Manuel Chaves y Gaspar Zarrías, de eliminar un sucesor incómodo y que apostó por Carme Chacón en el 38º Congreso socialista. Aunque a Rubalcaba le perturba bastante un líder socialista poco afín con poder institucional, no hay mal que por bien no venga: lo importante es que el PSOE andaluz, y si se une también el PSOE asturiano, han conseguido conjurar un terrible peligro para la democracia, que sería la concentración excesiva de poder institucional en manos de un solo partido. Sobre todo, más terrible cuando ese mismo partido encarna un proyecto de desmantelamiento del Estado del bienestar.

El Partido Popular, aunque tiene como alegrías del domingo ganar en votos las elecciones andaluzas por primera vez en su historia y ser determinantes en Asturias si el voto del exterior no arrebata la mayoría de derecha, su situación es complicada. Pese a todos los esfuerzos propios y de su aparato mediático por desgastar al socialismo andaluz y conseguir la ansiada mayoría absoluta, Javier Arenas pierde su cuarto intento de llegar al poder. Personalmente, es una gran satisfacción ver a alguien tan autoritario fuera del poder. Al PP y su aparato mediático les ha pasado lo que a la del cuento de la lechera: soñaban demasiado y han tropezado con las urnas. Al PP le ha perdido las contrarreformas que Rajoy ha hecho y anunciado, y también las contrarreformas que aún no ha anunciado. Las formas jugaron un papel muy importante: un nuevo programa electoral poco concreto y la soberbia de rechazar el debate televisivo le han hecho perder votantes potenciales, porque realmente los andaluces sentían necesario un cambio de gobierno, pero no al gobierno que les ofrecía el PP de Arenas. En Asturias ha ocurrido algo parecido, y ni el cambio de candidata ha conseguido que el PP salga de su condición de tercera fuerza, estrenada el año pasado, con la posible humillación de tener que votar a Álvarez Cascos.

Izquierda Unida tiene más cosas que celebrar. Ha aumentado en votos y escaños en las dos comunidades, pese al aumento de la abstención. En Andalucía, la sorpresa ha sido mayúscula, y no solo se evita una mayoría de derecha sino que se aleja el peligro de un extremadurazo con el posible voto díscolo de Sánchez Gordillo, empeñado en no pactar con los socialistas: la mayoría PSOE-IU es cómoda. Estoy de acuerdo que IU de Andalucía debe influir y mucho en el nuevo gobierno de Griñán y en lo que vaya a hacer el PSOE andaluz: la corrupción existente en los ámbitos de poder de los tres partidos debe atajarse de una vez. Pero la IU andaluza debe entrar en el ejecutivo de Griñán: es necesario que se conviertan en una fuerza seria de gobierno, implicándose en el día a día del ejercicio del poder, desmontando de una vez por todas ese discurso purista que solo genera má frustración en la izquierda más utópica. En Asturias debe ocurrir lo mismo: si el voto del exterior da mayoría al centroizquierda y UPyD da su voto o abstención para que Javier Fernández sea el nuevo presidente del Principado, la IU asturiana también debe participar de la responsabilidad de gobierno.

*Gráfico cortesía de Iván Llera

El Foro de Álvarez-Cascos, en Asturias, hizo una apuesta arriesgada al disolver anticipadamente la asamblea del Principado. Quería ganar una cómoda mayoría a costa de culpar a socialistas y populares de no votar unos presupuestos que Cascos no quería negociar, sino imponer. Cascos no ha aprendido cómo funciona el sistema parlamentario y la apuesta está a poco de resolverse. Si la mayoría de centroderecha se consolida, el PP debe tragarse todo lo que le molesta la deserción de Cascos y apoyarle. Si PSOE e IU suman mas, el experimento de Cascos habrá acabado, de momento. Lo paradójico de estas elecciones sería que su causa, esto es, la división y falta de acuerdo entre los dos partidos de derecha, se tradujera en un acuerdo entre esas dos fuerzas políticas. Porque, para ello, lo lógico hubiera sido que ocurriera en la legislatura disuelta y ahorrar a los asturianos ser llamados a elecciones como un arbitraje para desbloquear la situación política.

UPyD, por su parte, fracasa en su intento de abrirse un espacio en el Parlamento andaluz, un alivio por cuanto era cada vez más evidente su posición de sumisión al PP andaluz para darles el gobierno si se hubiera clavado el resultado de las encuestas. En Asturias, su entrada les obligará a retratarse entre optar por dejar que gobierne la izquierda o la derecha, esperando, claro, a saber qué ocurre con el escaño que baila entre Foro y socialistas por el voto del exterior. Esa posibilidad sería un alivio para el PP asturiano, evitando la humillación de votar a Álvarez Cascos y pasarle el muerto al partido magenta.

Cuestión muy importante es el aumento de la abstención en ambas regiones. Lejos del mensaje antisistema de que los actuales partidos no representan a la sociedad, lo cierto es que hay un cansancio y desafección muy grande al comportamiento de la clase política: la abstención ha aumentado porque los ciudadanos no creen que la crisis económica se resolverá por la vía electoral, ni con el PSOE ni con el PP ni con ningún otro. También han castigado la falta de acuerdos estables en Asturias y la corrupción en Andalucía. Los partidos, realmente, son un reflejo de la sociedad que les vota. Pero es cierto que existen grandes distancias entre los intereses de sus élites dirigentes y los intereses reales de los ciudadanos, cuestión que el 15-M quería que se resolviese, y yo suscribo esa necesidad de acercar de nuevo los partidos a la ciudadanía.

viernes, 3 de febrero de 2012

Carme Chacón: un impulso necesario por la renovación


"La respuesta socialista" es el lema con el que abre el 38º Congreso del Partido Socialista Obrero Español. En Sevilla, el principal partido de la oposición tiene como tarea para este fin de semana

- Realizar una dura autocrítica por las severas derrotas de 2011 y la línea política seguida durante el inicio de la crisis económica.

- Elegir entre Carme Chacón o Alfredo Pérez Rubalcaba para dirigir al partido en los próximos cuatro años e iniciar la renovación tanto en ideología y discurso como en cuadros.

- Hacer una verdadera "respuesta socialista", un impulso necesario por recuperar el proyecto socialdemócrata y europeísta que devuelva la confíanza en el proyecto europeo y el crédito al Partido Socialista como partido progresista de gobierno.

Más de 950 delegados, elegidos por congresos provinciales, y estos a su vez por los militantes de cada agrupación del partido, son los elegidos para dar esta respuesta. Se discutirán más de 16.000 enmiendas, una cifra bastante relevante, si la comparamos con las apenas 1.500 enmiendas que discutirá el congreso del Partido Popular dentro de poco, en la misma capital andaluza. Es, quizás, un dato muy importante si queremos medir la calidad democrática y participativa entre los dos grandes partidos de España, máxime cuando el centenario PSOE vive momentos muy duros, fuera de muchos gobiernos autonómicos, reducido su poder local y mermada su militancia, frente a un partido conservador que, hoy por hoy, aglutina el máximo poder local, autonómico y nacional en toda su corta historia. El PSOE es un partido con tanta historia que no es posible entender buena parte de la historia contemporánea de nuestro país sin él; por eso, el trabajo de los delegados tiene un valor adquirido, y es que el PSOE no puede degenerar a la irrelevancia política; tiene, por obligación histórica, reconectar con su base social, que a día de hoy está totalmente indignada con las decisiones recientes de la pasada legislatura. El PSOE necesita urgentemente reconstruir los puentes destruidos, tras haber bajado de la barrera psicológica del 30% de votos a nivel nacional, perder cuatro millones de votos y mantener la posibilidad de perder, por primera vez, Andalucía, y -aunque ganó las elecciones en número de votos- seguir fuera del gobierno del Principado de Asturias en la nueva convocatoria electoral tras el fiasco de la experiencia de Álvarez Cascos.

La socialdemocracia jugó un gran papel histórico para construir el Estado de bienestar y consolidar la democracia en Europa. El neoliberalismo ha roto el consenso sociadelmócrata y se propone destruir todo lo que la socialdemocracia significa; el poder se ha desplazado de los ciudadanos a un reducido núcleo plutócrata, que no es ni siquiera nacional, es transnacional, porque el poder del capitalismo no conoce fronteras. La socialdemocracia no se puede quedar reducida en las estrechas fronteras de la nación, la ciudadanía no puede languidecer y encogerse de brazos por miedo o pérdida de la confianza. El socialismo democrático no solamente tiene que ofrecer una nueva fuerza para recuperar lo perdido y seguir progresando; es la ciudadanía la que tiene que devolver su confianza a un movimiento pragmático, realista pero combativo. Eso tiene que ser la socialdemocracia, y no el apéndice de un sistema económico que les conduce a la irrelevancia. A izquierda y derecha de la socialdemocracia queda el populismo y la reacción, las respuestas vacías y retóricas o las acomodaticias y serviles.

No es solo el PSOE quien tiene que recuperar ese espíritu, sino toda la socialdemocracia europea. Hay que romper y superar esas fronteras estrechas de la nación, sustituirlas por el federalismo europeísta, la unión y la respuesta conjunta de la ciudadanía europea. No es por la identidad ni un "destino histórico" que se quiere ver a las naciones, es porque es la mejor vía para defender nuestros valores y nuestra sociedad.

En un fin de semana no se pone punto y aparte a un partido con varios errores en su política, sin olvidar sus muchos aciertos. Hay que renovar los cuadros dirigentes y cambiar sus prácticas. Hay que abandonar la pobreza ideológica, el caudillismo y servilismo de algunos. El partido tiene que estar abierto a la sociedad y a sus estratos activos, y su actual estructura supone una rémora para el nuevo siglo. Tampoco un fin de semana gesta y da a luz la renovación: la renovación comienza en este Congreso, que alumbra un período donde el partido habrá de dotarse de nuevas prácticas, ideas y propuestas que ofrecer como alternativa a las políticas de contrarreforma y estrangulamiento de la economía que ejecutan los conservadores.

Poniendo directamente sobre la mesa mis preferencias, mi apuesta es por el proyecto que lidera Carme Chacón. No es cuestión de apostar por personas, no por ser de tal sexo o tal región, no porque lo apoye fulano o mengano. Ese es el juego de la prensa y su estrechez de visión, la misma estrechez que provoca la ironía de leer y escuchar críticas, antaño, por la falta de debate y contestación a los liderazgos caudillistas; y ahora, esa estrechez provoca hablar de "guerras civiles" por la discusión y puesta en debate de dos candidaturas. Esas candidaturas, lógicamente, comparten lo esencial, pero son las diferencias de criterio, respuestas y perspectivas las que las separan y nos permiten, o deberían permitirnos, dejarnos llevar libremente por nuestro criterio para decantarnos hacia una u otra dirección.

Por ello, creo que el proyecto de Carme Chacón es el mejor para comenzar la renovación del partido, trazar un nuevo discurso para España y colaborar en una socialdemocracia europea que, en el futuro, debe estar cada vez más unida y ser un referente como movimiento progresista europeo. Hay que hayar la combinación necesaria entre ruptura y continuidar; ruptura con los errores que han desconectado al partido de la sociedad; continuidad con lo que supone el proyecto socialdemócrata y libertador de un partido histórico. Si triunfa el proyecto de Chacón, las ideas cobrarán un nuevo protagonismo para dotar al partido de las respuestas necesarias que la sociedad necesita de su referente socialdemócrata. El enquistamiento y la irrelevancia no son la respuesta, sólo caminar hacia adelante, innovando y arriesgando.


Enlaces de interés:
El momento decisivo
Cinco claves sobre el congreso del PSOE
Una alternativa por hacer

jueves, 2 de febrero de 2012

La contrarreforma educativa de los conservadores

Ayer, el nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert, anunciaba en sede parlamentaria los cambios que el nuevo ejecutivo de Rajoy iba a realizar en la educación nacional. Resumidamente, las medidas son las siguientes:

- Sustitución de Educación para la ciudadanía por una asignatura de Educación Cívica y Constitucional.

- Reducción de la ESO a tres años y ampliación del Bachillerato y la FP de grado medio a tres años.

- Reforma en el acceso a la carrera docente y creación del Estatuto del docente.

- Fomento del bilingüísmo castellano-inglés.

Las dos primeras son las más polémicas, básicamente el núcleo de los cambios en la educación, por lo que la medida, más que reforma, es contrarreforma. Es comprensible el alto grado de indignación que tienen docentes, estudiantes de profesorado y expertos en la materia. Aunque no se va a realizar una nueva ley educativa que sustituya a la actual LOE de 2006, esta reforma en sí desvirtúa completamente el espíritu de la ley. La reforma, en definitiva, supone una nueva ley de partido que en nada va a mejorar la situación de la educación pública; no es, tampoco, la intención del gobierno conservador que, en sintonía con lo que vienen predicando desde la era Aznar, apuesta por la educación concertada. La comunidad de Madrid es un triste ejemplo de la degradación de la escuela pública a favor de un sistema completamente descontextualizado del momento de su creación.

La sustitución de Educación para la Ciudadanía, que no eliminación, supone un reconocimiento implícito de que era necesaria una asignatura que fomentase los valores democráticos y occidentales de nuestra sociedad, aunque esta cuestión ya venía siendo suplida, en buena parte, por la asignatura de Ciencias Sociales e Historia, así como de Filosofía. La queja sustancial de la derecha era el "adoctrinamiento" de la asignatura. Según el decreto de enseñanzas mínimas de la ESO, EpC tiene

"la preocupación por promover una ciudadanía democrática (...), el aprendizaje de los valores democráticos y de la participación democrática con el fin de preparar a las personas para la ciudadanía activa, en sintonía con la Recomendación (2002) 12 del Consejo de Ministros del Consejo de Europa".

¿Dónde está el problema? La EpC tiene como objetivos, siguiendo con el decreto,

"favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable. Esta nueva materia se propone que la juventud aprenda a convivir en una sociedad plural y globalizada en la que la ciudadanía, además de los aspectos civiles, políticos y sociales que ha ido incorporando en etapas históricas anteriores, incluya como referente la universalidad de los derechos humanos que, reconociendo las diferencias, procuran la cohesión social (...) se incluyen, entre otros contenidos, los relativos a las relaciones humanas y a la educación afectivo-emocional, los derechos, deberes y libertades que garantizan los regímenes democráticos, las teorías éticas y los derechos humanos como referencia universal para la conducta humana, los relativos a la superación de conflictos, la igualdad entre hombres y mujeres, las características de las sociedades actuales, la tolerancia y la aceptación de las minorías y de las culturas diversas".

Lo único claro es que no se tiene nada claro. ¿Qué significa para el gobierno "adoctrinamiento"? La asignatura es necesariamente "dogmática", entendida como transmisora de los valores que tiene nuestra sociedad, y en tales valores se educan a los estudiantes como ciudadanos de una sociedad. Todos los regímenes han tenido una asignatura así, los no democráticos y los democráticos, con la diferencia de que en los regímenes democráticos estos valores son necesariamente los propios de una ciudadanía crítica, participativa, democrática, tal y como se enseña en el resto de Europa. Las palabras son muy importantes: "Educación PARA la ciudadanía" tiene más valor, a mi entender, que "Educación cívica y constitucional", en el sentido que el título expresa una voluntad no solo de transmisión de valores, sino de comprenderlos, cuestionarlos y debatirlos; no es "esto es lo que hay", sino "por qué lo hay".

¿Cuál es realmente el problema? No de la asignatura en sí, sino de otros poderes fácticos, en estrecha conexión con la derecha política y social de nuestro país: la Iglesia católica y adláteres. Es el viejo problema de nuestro país, la misma piedra contra la que chocamos una y otra vez: una educación que no esté separada e independiente de la sombra de la Iglesia no podrá formar verdaderos ciudadanos. No se trata de fabricar ateos o anticristianos, eso es muy difícil (y lo rechazo frontalmente), porque nuestra sociedad tiene unos valores que deben mucho a la cultura clásica y la cristiana. Como digo, y repito, se trata de libertad, libertad de verdad, libertad de criterio y lealtad constitucional, una esfera totalmente separada de la fe.

La reducción de la secundaria obligatoria plantea un nuevo problema, que creo que la derecha no ha meditado seriamente al elaborar su propuesta electoral en educación. Es incongruente acortar en un año la educación obligatoria, y a la vez obligar a un año de Bachillerato o FP, que es lo que muchos estudiantes se enfrentarían si no repiten curso. ¿Y si no quieren cursarlos? ¿Por qué cursarlos, si no se les va a dar un título? Será un año perdido. La idea de ampliar el Bachillerato y la FP no me parece mal, pero creo que se comete un error ampliándolo por el principio, y no por el final: habría que plantearse seriamente cuándo un estudiante adolescente está preparado para decidir qué itinerario desea tomar. La LOE acertaba al plantear 4º de ESO como un curso preparatorio para esos itinerarios. Una buena idea hubiera sido mantener los cuatro cursos de ESO y ampliar el Bachillerato y la FP tres años, hasta los 19 años del estudiante. Añadir un año más de estudio permitiría ayudar al alumno a adquirir la madurez suficiente como para decidir qué camino desea tomar: hay muchos alumnnos de primer curso de universidad, entre 18-19 años, que abandonan la carrera y se cambian a otra.

Si, como cacarea la derecha mediática, lo que se quiere es buscar "el esfuerzo y la calidad" en la educación, la solución no es poner patas arriba el sistema educativo de nuevo, o privilegiar, una vez más, a la enseñanza concertada. Tampoco lo es hablar de la "competencia" entre diversas escuelas, porque la realidad no sería la competencia: lo que los conservadores esconden tras esas palabras es la creación de centros para "buenos" y "malos" alumnos, segregados por nota y por condición social, algo que va radicalmente en contra del espíritu de cualquier ley educativa que se precie.

Calidad es tener una clase docente bien preparada y apoyada por la administración, calidad es tener un sistema educativo consensuado para ser longevo en el tiempo, lo suficiente como para no someter al profesorado a infinitos cambios que afectan a la educación de los jóvenes. Estas cuestiones, como se ve, son incapaces de ser planteadas seriamente por la derecha. Compete a la izquierda seguir apostando por un modelo educativo que busque la calidad, y también el esfuerzo, sí, pero porque hay detrás de los estudiantes un sistema educativo público que les motiva, forma y educa.

Habrá que esperar a que el ministro de Educación concrete las contrarreformas, y si se buscará el consenso político o el encuentro con la comunidad educativa, cosa que dudo, porque lo propuesto va radicalmente en contra del camino iniciado anteriormente. Tampoco se plantean serias respuestas a los problemas de los docentes, que es la carga de trabajo y la falta de plazas para atender las aulas masificadas. El "rigor" presupuestario, además de estrangular totalmente la economía, volverá a crear más "generaciones perdidas", que quizás tengan trabajo en el futuro, sí, pero de peor calidad, y además con peor formación, tanto técnica como intelectualmente, el fin de la ciudadanía y de todo lo que ese concepto supone.

La izquierda tiene que tener muy claro lo que supone el desafío de la derecha y responder claramente con una propuesta bien formada.






sábado, 5 de noviembre de 2011

Una vez más... recuerden, recuerden...


Escribir cada año una referencia más de V de Vendetta, cómic y película, empieza a consolidarse como una costumbre en este blog. Últimamente los quehaceres de los estudios me absorben tanto, y escribo tan poco... qué ironía, un socialdemócrata que apenas tiene tiempo para escribir algo acerca del socialismo democrático, del Partido Socialista o de su candidato a las elecciones encuentra un resquicio para homenajear a un personaje de ficción que, además, es anarquista.

El año pasado hice una semblanza un poco más psicológica y personal de V, víctima y a la vez villano -pero, si alguien tuviera en sus manos su poder, ¿quién no lucharía contra un poder tiránico aun derramando sangre, sangre culpable?-, las anteriores fueron reflexiones personales y cuestiones más de actualidad. ¿Qué podríamos decir este año? Siguen existiendo motivos para luchar por nuestra libertad, pues vivimos en un mundo que se convierte en nuestra pesadilla: que, en nombre de nuestra libertad, se nos ha coartado, instalándonos de nuevo el miedo en la sociedad occidental al "enemigo", comunista en su momento y, una vez caído el muro de Berlín, en este nuevo siglo el enemigo es el musulmán, el inmigrante, el extraño, en definitiva; en nombre del progreso, del empleo y de la felicidad, se nos arrebatan las tres, echan la culpa de la crisis económica al común y nos quieren seguir engañando ofreciéndonos el consumo irresponsable mientras nos arrebatan las bases de la verdadera felicidad.

Justicia, igualdad y libertad, como dijo V, son algo más que palabras, son metas alcanzables. Se nos está arrancando la condición de ciudadano, poco a poco, hasta que la palabra pierda todo su significado, porque justicia, igualdad y libertad son también responsabilidad, pensamiento y solidaridad, sin las cuales no puede existir sociedad humana, que es el reino de la ley, que procede de nuestra participación y consentimiento, sin opresión. Que nadie nos engañe, la libertad no está en los mercados ni en naciones, está en la gente, como ciudadanos y no como consumistas.

En dos semanas elegimos un nuevo parlamento en nuestro país. Somos tan conscientes de qué poco pueden cambiar las cosas... porque sabemos que elegir un reducto tan pequeño de soberanía no arregla las cosas, no sin unión -europea, mínimo-, y plantarle cara a esa clase tan difusa que domina los mercados financieros. Sí, existe la lucha de clases, es estúpido negarla, y seguirá existiendo mientras unos pocos sigan queriendo dominar a la mayoría. Este país necesita algo más que un parlamento, necesita esperanza.

jueves, 20 de octubre de 2011

Con la mirada más allá del 20 de noviembre


El 20 de noviembre, salvo sorpresas, parece ser el último acto de un cambio político que se inició el pasado mes de mayo. En términos democráticos y generales esto es sano en la medida que el poder desgasta y se hace necesario en nuestra sociedad un cierto nivel de alternancia política, o turnismo para los críticos, que en poco tiene que identificarse con el canovista. Sin embargo, el nuevo ciclo político puede ser el contrapunto del predominio del signo contrario de 1982. Pudiera haber sorpresas, pero 2011 parece ser muy distinto a 1993 o 1996. Parece; ojalá haya cambios en este mes que falta.

Las elecciones generales de 2011 será la convocatoria electoral menos entusiasta de la democracia. La ilusión por el cambio político o la continuidad, simplemente, no existe, a diferencia de 1982, 1996 o 2004. Coincide con el mayor momento de desconfianza hacia la clase política, ya sea a través del movimiento de los indignados o por la apatía general. La prolongación y el deterioro de la crisis económica en España no sólo ha privado de un fin tranquilo a la presidencia de Zapatero y de una posibilidad a Rubalcaba de presentarse como otra vía alternativa a la seguida por entonces, sino que incluso empieza a calar la idea de que un gobierno conservador tampoco será capaz de sacar a España del agujero donde ha caído. Y es que ni Rajoy tiene la varita mágica de la que brotará el maná, por eso su campaña es la que es, la vía tranquila, esperar a que alguien llame a su puerta y le entregue la cartera de presidente del gobierno. Sin embargo, aunque es el anhelo que le ha tenido esperando ocho años, pese a perder una mayoría absoluta y las siguientes elecciones, este regalo será envenenado. Sea para él o para Rubalcaba. Rajoy puede tenerlo muy fácil: el electorado socialista está indignado, el conservador está activado, motivado por la obsesión por el desquite hacia Zapatero. Nunca le han perdonado que ganara dos elecciones.

No hay ilusión por las elecciones porque estas no resolverán los problemas de España. España por sí sola no puede salir de la crisis, porque la crisis es más profunda, no es solo circunstancial, es estructural, y la crisis financiera y económica reciente solo nos ha roto el espejismo en el que nos quiso meter Aznar a ladrillazos, del mismo espejismo que hemos vivido siete años y en el que, teniendo la oportunidad, no se supo cambiar a tiempo nuestro modelo productivo. Sea por electoralismo o por otra cuestión, la forma del Estado siempre vuelve al debate, la crisis también se está llevando por delante la credibilidad de las autonomías y de los municipios y su vía de financiación, los servicios públicos son los primeros en ser sacrificados y vilipendiados como un lastre para los presupuestos de las administraciones.

¿Y que es acaso la única vía? ¿Quién nos está dando esta vía? ¿No son acaso los intereses de la patronal y de las finanzas internacionales, revestidos de la ideología neoliberal, los que están detrás de esto? Y no quieren acabar con la crisis, no, no. Lo que quieren es acabar con los logros de la socialdemocracia. Los sindicatos no tienen un poder excesivo; tienen su propia crisis, sí, pero son un instrumento esencial para los trabajadores, y una rémora para los que quieren minimizar todo lo posible los derechos laborales. Los servicios públicos no están obsoletos, el Estado no ha abusado de los recursos que disponía. Simplemente, ha perdido esos recursos: a menos recaudación, menos recursos puede gastar. ¿Por qué los ha perdido? Porque las instituciones financieras no invierten, y de ahí se crea un proceso en cadena que va desde los bancos, a las administraciones y acaba en el ciudadano, endeudado por hipotecas, agobiado por los pagos atrasados si tiene una pequeña empresa o temeroso de perder su empleo si trabaja a cuenta ajena. Esto tiene que ver mucho con las impresiones, y la crisis no es solo una realidad, es una percepción, porque detrás del dinero no están máquinas, están personas, sean las que tengan el poder económico como las que no lo tengan.

España sufre mucho esta crisis porque nuestro modelo productivo está obsoleto. No se educa al emprendedor, sea en la investigación o en la empresa. Se potencia la gran superficie, la gran empresa, se ahoga al pequeño empresario, se crean licenciados sin futuro, se recurre en gran medida a las administraciones para repartir contratos: las empresas vinculadas a la administración están sufriendo los apuros económicos de municipios y autonomías. Y sí, en España, como en Europa, como en el mundo, los flujos financieros están descontrolados. Por eso la crisis no la ha podido resolver Zapatero, ni lo podrá hacer Rubalcaba o Rajoy. Ellos solos no. Europa necesita resolverla unida. Más unida: no se pueden tener 27 sistemas fiscales distintos. También los distintos gobiernos mundiales, pero eso ya es más difícil. Mientras halla competencia desleal entre las autonomías en España, entre los países en Europa, no se podrá resolver uno de los puntos principales de la crisis: el descontrol de los flujos financieros. El mercado. España necesita no unas nuevas elecciones sino una reformulación tanto política como nacional.

El nuevo parlamento puede ser uno de los más variados de la democracia: el desgaste socialista puede potenciar a IU, UPyD, CiU, además de abrir la puerta a nuevas formaciones como la abertzale Amaiur y a los ecologistas de Equo. Pero el nuevo parlamento no será el más fraccionado, porque se anuncia una gran mayoría para el partido conservador. Con estos aspectos, una oposición fraccionada, gracias a un partido socialista débil, será un regalo para un gobierno conservador. También la perspectiva de mayoría absoluta puede ser un peligro para el mismo partido conservador: que la ciudadanía obtenga una impresión de miedo ante tanto poder concentrado en un solo partido, sin ningún contrapeso importante.

En términos generales, la concentración de poder en tan pocas manos sólo puede recordarnos a una máxima: el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Un nuevo predominio no será sano para nuestra sociedad y nuestra democracia. Una caída de la socialdemocracia española, más allá de los intereses del Partido Socialista, será una desgracia no solo para la izquierda española, de la que es su mayor representante, sino también para España. Precisamente cuando en Europa central Francia y Alemania empiezan a advertir que la receta neoliberal no ha solucionado nada, y que incluso caminan a nuevas recesiones.

viernes, 29 de julio de 2011

El "mal holandés"

En la década de 1960, los Países Bajos encontraron yacimientos de gas natural en el pueblo de Slochteren, cerca del mar del Norte. El descubrimiento incrementó las exportaciones de este hidrocarburo y a finales de la década de los 60 produjo un efecto nefasto para la economía neerlandesa: como consecuencia del aumento de la entrada de divisas el florín neerlandés experimentó una gran apreciación y dañó al resto de exportaciones del país, perjudicando a la industria clásica por la desindustrialización provocada por el aumento de mano de obra e inversiones al nuevo sector económico.

El llamado "mal holandés" ha quedado como un ejemplo para la teoría económica de cómo el aumento espectacular de la riqueza repercute negativamente si se destina a la compra de bienes nacionales no importados y no a la importación. Los Países Bajos consiguieron reponerse a este acontecimiento y aprendieron: cada diez años realizan profundas reformas económicas para adaptarse a los ciclos cambiantes. En consecuencia, los Países Bajos siguen siendo una de las grandes economías de la Unión Europea y del mundo, con un muy bajo desempleo e inflación.

Ejemplos como el neerlandés se han dado antes en la historia, como en la entrada de oro americano en la España del siglo XVI, la fiebre del oro de Australia de la década de 1850, y otros tantos en el siglo XX y XXI en diversos países, casi todos relacionados con el descubrimiento de hidrocarburos. Muchos países supieron emplear con acierto los beneficios de su sector petrolífero, y gobiernos como el noruego crearon un fondo de inversiones (Oljefondet) donde destinar los ingresos del petróleo para hacer frente a las variaciones del precio del crudo y para una futura disminución de ingresos y otro fondo para garantizar las pensiones del país.

Sería interesante que el debate público en España, una vez liberados del debate sobre la fecha electoral, abriera un frente sobre la reforma de la economía. No ya de la prima de riesgo o de la colocación de la deuda española, sino de la estructura económica de nuestro país. Aun con todas las reformas, la bajada del empleo anunciada hoy se debe al sector público y la construcción. Seguimos confiando en la construcción. Quizás habría que plantearse por qué la Unión Europea pierde en competitividad y por qué España es tan conservadora para emprender. Al final, volvemos al quiero y no puedo: la necesidad de invertir más en educación y en I+D+i, que como vemos en algunas comunidades, no parece estar en las preocupaciones del cortoplacismo político.

Enlaces de interés:
Christine Ebrahim-zadeh - El síndrome holandés: demasiada riqueza malgastada
Rafel Pampillón - ¿Qué es la enfermedad holandesa (mal holandés)?

martes, 19 de julio de 2011

A vueltas con España y el Estado Español


La construcción de la nación en España ha traído de cabeza a los historiadores. Entre ellos, por citar dos ejemplos, Borja de Riquer cree que la monarquía de los Austrias no logró integrar los diversos estados de la corona y que el proyecto de nación española del siglo XIX fue un intento fallido y posibilitó el surgimiento del nacionalismo periférico. Juan Pablo Fusi entiende que la construcción nacional española fracasó por la debilidad del Estado al no tener ni recursos ni un proyecto político nacionalizador, pero también por verse desafiado por el nacionalismo periférico. El fuerte localismo controlado por el caciquismo y la inexistencia de un proyecto educativo para alfabetizar y nacionalizar a los españoles, entre otras cosas, provocó esa distinción entre la "España real" y la "España oficial" que mencionaba Ortega y Gasset.

Este largo debate nunca se ha resuelto. La construcción nacional de España, como vemos, fracasó en el siglo XIX e inicios del XX. La II República, de no ser por su brutal y prematuro final, quizás hubiera tenido éxito a largo plazo con sus proyectos de autonomía regional, su ambiciosa reforma educativa inspirada en los valores de la Institución Libre de Enseñanza y la abortada colaboración política entre partidos con vías a la moderación: la Izquierda Republicana de Azaña con los socialistas y la Esquerra Republicana catalana, entonces federalista, por un lado; y la colaboración entre las derechas vasconavarras (PNV, carlistas, católicos) por la autonomía del País Vasco-Navarro y la formación del bloque de derechas con la CEDA y la Lliga Catalana. En un ambiente distinto, de moderación, quizás se hubiera resuelto el problema regional y hubiera triunfado un concepto de España más progresista y liberal. Como sabemos, no sólo la Guerra Civil sino todos los problemas arrastrados sin resolver desde el siglo anterior imposibilitaron esta vía.

El franquismo fue el culpable de la negativización y negación de España: la imposición de un nacionalismo homogeneizador, negando las diferencias culturales regionales, y aplicando una política unitarista y asimilacionista creó una imagen tan negativa de España -católica, uniforme y autoritaria- que el efecto fue la polarización y la reafirmación del nacionalismo periférico, ahora con nuevos argumentos frente al nacionalismo españolista, larvando hasta el fin de la dictadura. Entre esos dos mensajes, la realidad del país -la pluralidad cultural de la sociedad, heterogéneamente diversa incluso en las regiones con mayores particularidades culturales- quedó manipulada. La dictadura consiguió convertir ese proyecto de España como el único existente, como el demonio a combatir por el nacionalismo y la izquierda federalista o autonomista.

El nacionalismo periférico y la extrema izquierda, en su negación de España, la han venido a denominar como "Estado español". "España" es, a pesar de ser la denominación oficial del país, una palabra tabú, un reconocimiento como nación que, a su juicio, no puede tener. Quizás tenga su modo de ser para el argumentario y los textos nacionalistas y antiespañolistas. Por supuesto, confundirlo en términos académicos es un gravísimo error.

¿Qué es un Estado? ¿Qué es una nación? En definitiva, ¿cuándo es acertado decir España o decir Estado español? Por ir a una definición sencilla de lo que es Estado, el Diccionario de la RAE lo define como "conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano". Por añadir la definición de Max Weber, el Estado posee el monopolio legítimo para la coacción o la violencia. Para nación, la RAE señala dos acepciones: "conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno" o "conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común". Y, finalmente, país es la "nación, región, provincia o territorio".

Con estos conceptos, deberemos concluir que no podemos establecer "Estado español" como sustituto de "España" de la manera tan insistente que quieren creer algunos. Para los habitantes de España, es lógico decir "vivo en España" y no "vivo en el Estado español" ya que, según la definición de Estado que hemos recogido, es imposible. Mencionaremos Estado para referirnos a todos o uno de los órganos de gobierno que lo conforman. Al citar, por ejemplo, a las decisiones que han realizado varios países sobre un tema, sabemos que los han ejecutado sus gobiernos, que son representantes de sus países y reconocidos como tales por su población y por la comunidad internacional; por ello, es indistinto decir que "(tal país) ha decidido esto o lo otro" que "(tal gobierno) ha decidido esto o lo otro", puesto que sabemos a qué nos estamos refiriendo. Hace no poco escuché la frase "... Portugal, Francia, Estado español (...) han hecho tal cosa". Aquí se ve una connotación política clara, forzando el lenguaje de una manera ridícula.

Por supuesto que la voz "Estado español" es válida para otras situaciones: comparaciones entre diversos Estados entendidos como superestructuras jurídico-políticas, por emplear un término marxista, donde pudiéramos diferenciar, por ejemplo, la organización federal del "Estado alemán" de la organización autonómica del "Estado español". Este ejemplo nos lleva a una paradoja: gran parte de las fuerzas políticas que critican al "Estado español" forman parte de este al tener representación en diversos órganos como municipios, autonomías, etcétera. Diferenciar estos de los órganos centrales del Estado posee otra connotación política, negando de hecho que esas instituciones son integrantes del Estado legitimado por la Constitución de 1978. Muchas veces oiremos, no solo en los discursos nacionalistas, sino en la prensa menos nacionalista o de boca de muchos entender el Estado como el gobierno y el parlamento central. Sin llegar a ser mussolinianos, nada (de las instituciones españolas) quedan fuera del Estado.

Concluyendo, en este texto no se ha entrado en el tema identitario, aunque nos hemos acercado a él, pues está íntimamente ligado con lo que hemos discutido. No obstante, hay que saber qué conceptos manejamos u oímos y quién o por qué se distorsionan en nombre de qué intenciones.

miércoles, 29 de junio de 2011

Cultura de la Transición: ¿qué es? y ¿se muere?


De estos días que uno pasa el tiempo mirando por la ventana del tren, abstraído en diversos pensamientos, o leyendo artículos académicos de diversa índole, la mente suele divagar y formular preguntas. Unido al contexto -la indignación ciudadana por/y la crisis económica- surge plantearse la llamada "cultura de la Transición" o CT.

Pero,
¿qué es la cultura de la Transición? Para una aproximación es bastante recomendable la definición que da Guillem Martínez en dos artículos en El País y en Público. Martínez define a la cultura de la Transición, originada a partir del proceso político homónimo, como una cultura que elimina "cualquier posibilidad desestabilizadora y problemática". En pocas palabras, resume, "todo lo que sea problemático no es cultura de la Transición". La cultura de la Transición, "una cultura tutelada y que tutela", necesita "no construir objetos problemáticos", "no meterse en política", o "en el trance de hacerlo, darle la razón al Estado".

En base a esta definición, podemos entrar en la discusión.
¿Por qué surge la cultura de la Transición? ¿Cuáles son los elementos "problemáticos"? A la primera pregunta, la CT parece ser una construcción de la izquierda, según Guillem Martínez, una cultura "que deja ser el territorio en el que se crea lo problemático (...) la CT es la única cultura europea que tiene como principal función denunciar e impedir lo problemático, y crear cohesión full-time". Lejos de compartir totalmente esa apreciación, si la cultura de la Transición fue una creación de la izquierda, la derecha y el centro han aceptado de forma entusiasta una formulación que legitima la actual forma de Estado y la vía seguida para el establecimiento de la democracia en España: en definitiva -se lee entre líneas- no había, no hay, otra alternativa. Actuando de modo vertical, la cultura -como conjunto de todos los modelos a través de los cuales se manifiesta la sociedad en sus costumbres, prácticas, códigos, rituales, comportamientos, etcétera- es un elemento de propaganda del sistema y la cultura de la Transición no escapa a esta definición.

Ahora bien, ¿cuáles son los elementos "problemáticos? No es difícil elaborar una lista concisa de estos: las discusiones sobre la estructura actual del Estado -desde su articulación federal a su disolución por la secesión de Euskadi o Cataluña-, la monarquía, la democracia representativa, el sistema económico, el planteamiento de la memoria histórica... hasta llegar a algo que existe desde los primeros tiempos de la democracia -el revisionismo histórico de la derecha- a un elemento novedoso. Sí, el movimiento de los indignados, el 15-M.

¿Cuál es la argumentación "oficial" o "mayoritaria"?
Las izquierda y derecha oficiales parecen estar de acuerdo que el actual sistema democrático y todo lo que ello conlleva -desde la monarquía hasta las autonomías- fueron dados por los españoles a sí mismos. Es esa "ruptura pactada", la reforma "de la ley a la ley a través de la ley" en palabras de Fernández-Miranda, la que construye un nuevo edificio político desde la herencia del franquismo aunque parezca emitir la impresión de ex novo. El régimen surgido de la Transición, surgido de la legalidad franquista destruyó la dictadura y estableció la democracia en la Constitución de 1978 en 169 artículos y once disposiciones. La república, la guerra civil y la represión posterior quedaban para siempre en los libros de historia, junto a los otros regímenes fracasados y los sangrientos enfrentamientos de los españoles. En este sentido, el de dar a España un sistema democrático estable y reconocido por la amplísima mayoría de sus ciudadanos, la Transición culminó en éxito rotundo pero no exento de riesgos.

El conservadurismo que produce la cultura de la Transición
se basa en proclamar el actual sistema como el definitivo y único estadio posible de convivencia entre españoles, lo que no deja de revelar uno de los peores cimientos sobre los que se basa esta cultura: el miedo a los españoles. La idea de minoría de edad permanente de los españoles pesa sobre las conciencias de los padres fundadores del régimen y de sus sucesores. Es verdad que desde Cádiz, allá por 1812, los españoles -o mejor dicho, sus élites, ya sea por la tradición o la representación- no han estado de acuerdo en muchos aspectos fundamentales: liberalismo o tradición, república o monarquía, federalismo o centralismo, libertad u orden... pesan mucho y convencen de que, a la mínima que se de a los españoles un espacio de debate trascendental, estos volverán a las históricas andadas.

Cuando se dice "
este es el marco de convivencia que nos dimos los españoles" o "hemos luchado durante 40 años para conseguir la democracia" tropezamos con los sagrados límites de derecha e izquierda. Sí, los españoles aprobaron una Constitución donde monarquía y democracia venían en el mismo paquete; y sí, hubo mucha gente que luchó de diversas maneras para exigir el fin del franquismo. Pero este mensaje pierde convicción cuando se repite demasiado. Han pasado casi 33 años desde aquel 6 de diciembre de 1978, durante los cuales han nacido y crecido generaciones que, ya no es que no vivieran la guerra, es que ni siquiera han vivido la dictadura. Los hijos de la Transición, o de la democracia, ciertamente, pueden matar al padre. La memoria transmitida de la guerra, de los dos bandos, y ahora también de la Transición, siguen perviviendo en las conciencias de las nuevas generaciones. Pero ya no son tan relevantes.

Se parte de una nueva experiencia,
la toma de conciencia en una España democrática y desarrollada, muy lejana a la de 1975 o la de 1931. Las nuevas generaciones poseen una dialéctica que la cultura de la Transición no puede responder. En cierta medida, ¿estamos ante las primeras señales de cambio de una élite por otra? Se dirá que esa nueva élite no se manifiesta, que los indignados no poseen líderes reconocidos por el movimiento, que los cachorros crecen a la sombra de los partidos tradicionales. Sí. Lo que se puede decir es que el movimiento puede aportar nuevos mensajes y nuevos cuadros a los cachorros de la política, mensajes de regeneración de la democracia y regeneración de las ideologías.

Tomando esto en cuenta,
¿se muere la cultura de la Transición? ¿Asistimos al "final de la democracia postfranquista", en palabras de Ramoneda? Parece agotarse al no dar las respuestas necesarias para vencer, neutralizar o integrar a los elementos "problemáticos", esto es, el recurrente nacionalismo que no sabemos si solo tira o quiere soltar amarras, la ofensiva revisionista en lo histórico y neoliberal en lo económico de la derecha y el surgimiento de un amplio sentimiento de indignación contra los defectos del sistema. En otras palabras, el Estado y sus portavoces culturales, creadores de opinión, no han conseguido convencer por qué una España unida conviene a sus ciudadanos o no han podido llegar a una "fórmula de compromiso", es decir, la tan anunciada "España federal". Tampoco han podido reaccionar, en este caso los historiadores y académicos, al abordaje revisionista de la historia: digan lo que digan las fuentes o su ausencia, han metido en el subconsciente colectivo que Carrillo impulsó los asesinatos de Paracuellos o que la República era la culpable de la guerra civil, ¡que es como culpar a un hijo del enfrentamiento entre sus padres!. Y, por supuesto, no están respondiendo adecuadamente a la indignación y, lo que es peor para la cultura dominante, se le están escapando los apoyos: el movimiento ha encontrado simpatizantes en la inmensa mayoría de la ciudadanía y en buena parte de los viejos intelectuales y creadores de opinión, amén de los nuevos.

En definitiva, lejos de una visión apocalíptica, si esta crisis de la cultura dominante encumbra un nuevo marco más pluralista, libre y democrático de la realidad española, una reformulación del perfectible sistema democrático y un revivir de las ideologías que dan respuestas a nuestra sociedad,
bienvenida sea la muerte de la cultura de la Transición. En una visión pesimista, esto puede ser solo el cambio de marco, la sustitución de una cultura dominante por otra, el desplazamiento de una élite por otra. Sea cual sea, los cambios no serán instantáneos, pero serán cambios. También puede ocurrir, por contra, que nada cambie, o que todo llegue a ser una ilusión gatopardista; en ese caso, como dijo Unamuno a los rebeldes, "venceréis, pero no convenceréis".

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