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miércoles, 25 de febrero de 2009

Liberalismo democrático (III): la revisión democrática del liberalismo (Escuela de Oxford)

Thomas Hill Green (1836-1882)
Leonard Trelawny Hobhouse (1864-1929)
John Atkinson Hobson (1858-1940)

Tocqueville y Stuart Mill vieron un miedo en la democracia, y tuvieron una línea negativa de pensamiento de miedo a las masas, una crítica elitista de la democracia de masas, que deriva en el fascismo.

La crítica positiva de libertad, educación cívica e integración de las masas y la democracia es la Escuela idealista de Oxford. No son grandes pensadores, pero a ellos se debe la revisión democrática: libertad positiva e igualdad de oportunidades.

Dan cobertura política a finales del siglo XIX a los cambios en el sufragio: sufragio universal masculino, intervención estatal cualitativa y cuantitativamente, del paso del laissez-faire a la intervención con el Estado social en los temas de la cuestión obrera, social, educativa y seguridad social. Cuestionan la iniciativa individual y a la armonía del libre mercado por su insuficiencia.

T.H. Green se distancia del concepto de libertad negativa, de no obstáculos a favor de uno más real y positivo: del dejar hacer al poder hacer para desarrollar las capacidades individuales. La libertad de acción se realiza a partir de ciertas circunstancias económicas, en ciertas capas es imposible. Para que se puedan desarrollar los individuos debe haber unas condiciones de vida digna mínimas.

Para ampliar la libertad, el Estado es el instrumento indicado para que puedan ordenarse de acuerdo con sus capacidades para crear una sociedad más libre. Se da contenido a la libertad de Kant de autogobernarse.

La igualdad de oportunidades de Hobson y Hobhouse agrega un principio de mismas oportunidades para el autodesarrollo para poder desarrollarse de acuerdo con sus capacidades. No implica igualdad materal o ingresos, sino igualdad de punto de partida y haya individuos en condiciones de ser más libres.

Defienden un capitalismo corregido y un liberalismo corregido para ampliar el ideal liberal de extender la libertad. La subsistencia del sistema es permitido por la atenuación del conflicto de clases con la subsistencia material de las clases populares para que no se recurra a la revolución, integrando a la clase obrera en el sistema. Ésta es la vía de confluencia del socialismo de los que creen en la reforma liberal de la democracia con la vía parlamentaria de conseguir las aspiraciones sociales y democráticas que defienden el liberalismo democrático y el socialismo: la socialdemocracia.

jueves, 19 de febrero de 2009

Liberalismo democrático (II): El pensamiento político de John Stuart Mill


A John Stuart Mill (1806-1873) hay que situarle en la opción reformista del Partido Liberal británico. Él observa la democracia representativa como la evolución consecuente del liberalismo, que corresponde a la evolución británica de progresivos avances en el liberalismo. Por eso teme menos que Alexis de Tocqueville, aunque tenga sus cautelas.

Es un defensor de la libertad liberal, considera que las instituciones y Estados están al servicio de la libertad de los individuos, como Benjamin Constant. En 1851 habla sobre el gobierno representativo en sus obras para plasmar esa realidad de gobierno democrático, defendiendo lo mismo que Tocqueville. Lo que le distancia de él es que Tocqueville fue historiador y político. Stuart Mill fue más: su labor parlamentaria es ínfima con su trabajo de economista y filósofo.

Su padre, James Mill, fue colaborador del pensador Jeremy Bemtham, padre del utilitarismo. Stuart Mill asume sus presupuestos o introduce correcciones. Hay una serie de acciones que llevan a la felicidad, entendida como placer, y unas malas que llevan a lo contrario, al dolor y a la ausencia de placer. El único sentido de la vida es el bien por excelencia, la felicidad.

Los ilustrados veían la felicidad en la propiedad, en el bienestar material. Stuart Mill se distancia de ellos, no es sólo con eso como se consigue. Junto a los aspectos materiales introduce la cualidad, más que cantidad, la espiritualidad, los bienes espirituales, que hace que el hombre sea diferente a los animales y tienen una jerarquía superior a las demás. “Prefiero ser un tonto insatisfecho a un cerdo satisfecho”, dijo, en esas ideas que hacen que la Razón haga progresar al hombre por encima de los bienes materiales.

Los utilitaristas consideraban la felicidad general como sumatorio de las felicidades individuales. Stuart Mill considera que la felicidad es una interrelación de felicidades individuales y que un individuo es feliz con la ayuda de la felicidad de los demás. Le hace ser más feliz ser altruista que egoísta. El altruismo, aunque parezca contrario al liberalismo, sirve para llegar a la felicidad.

Desarrolla el concepto de la individualidad, que los individuos se desarrollan y relacionan formando su propia individualidad, sus caracteres y cualidades específicas frente a la armonización e igualdad social. Los hombres no son máquinas que se construyen con un modelo establecido. Como un árbol, pertenecen a una especie, pero todo árbol es distinto. Cada individuo es un ser singular y único, no se repiten los individuos y no se adaptan a un patrón modelo.

Es mejor que cada uno desarrolle su propia existencia y así alcanza la plenitud, con su camino propio y sirve de ejemplo para quienes no lo siguen, abran los ojos y permita que sean ellos mismos, y así la civilización prospera. El progreso lo ve en lo plural, no en lo homogéneo. Para Stuart Mill no existe la envidia, cada uno es uno propio a su fuerza. Es como una relectura de Kant, de que cada uno desarrolla su libertad si se desarrolla de acuerdo a sus facultades.

El altruismo también da felicidad. Por poner un ejemplo moderno, unos serán felices invirtiendo en la Bolsa y otros colaborando con una ONG en Vietnam. Cada uno tiene que buscar su propia vía a la felicidad, aunque para Stuart Mill lo material no es lo que da la felicidad, al contrario que Constant, que cree que lo que da más cotas de libertad y felicidad es la propiedad.

Stuart Mill veía en su tiempo el afloramiento del dominio de la multitud que empezaba a dominar el mundo y el voto. Lo veía como la muchedumbre de la mediocridad colectiva, que es mucho peor que el dominio total del Estado, arrebatando la individualidad. Todo le hace pensar que va a venir un dominio de la multitud y, que si no hay mecanismos de corrección, sería preciso promover a los sectores instruidos al primer orden para hacer frente a los Muchos, frente al despotismo de la costumbre.

Ésta es una llamada a las élites para situaciones extremas. Quiere llegar a la plenitud cívica, a una evolución, que lleva al pluralismo. Esa llamada es distinta a la de los fascismos posteriores. Es para llamar a la resistencia frente a las costumbres, para defender la individualidad, la espontaneidad, la diferencia, el pluralismo y el no conformismo.

Se pone en frente de la inteligencia la costumbre y la cultura de las masas. Por eso llama a las élites, que conservan la individualidad, para que puedan convencer y guiar a los muchos de forma extrema, algo distinto del fascismo. El fascismo tiene una visión aristocratizante, con unos pocos para gobernar y unos muchos no capacitados. Stuart Mill no quiere que los Pocos gobiernen.

Así, Stuart Mill se sigue centrando en un concepto de libertad negativa. Para él la libertad es no verse impedido por una fuerza externa que obligue a lo que no se desea. Siguiendo a Constant, busca la mayor esfera individual, y la mínima para el poder público. Recupera una concepción de libertad de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano francesa de 1789: poder hacer todo aquello que no perjudique a los demás.

Sobre ello construye su libertad. Los demás están legitimados a protegerse del que perjudique, porque da un mal uso de la libertad, y se guardan unas sanciones correspondientes. Todo lo que no perjudica a los demás se puede hacer. En esa esfera el Estado no puede intervenir si nuestra libertad no daña al resto.

El elemento que permite dirimir la intervención del Estado es el prejuicio, intervenir en la libertad del otro para protegerse de daños. Stuart Mill busca como espacio libera la opinión, la conciencia, decidir el futuro propio, asociación, etc. Quiere un Estado no paternalista.

Isaiah Berlin realiza una crítica a Stuart Mill. No entiende como él, una vez que aboga por la individualidad y el desarrollo de cada individuo, con un concepto de libertad de Kant, pero que acaba siendo un concepto negativo. Tanto más cuando abogaba en 1848 cosas alejadas del liberalismo en “Principios de economía política”, como restringir la propiedad, la intervención económica, ampliar la educación… cosas muy cercanas al socialismo.

La idea de que hubiese derivado a posiciones más conservadoras en 1859 es que la revolución de 1848, cuando se integró a las clases medias en el sufragio por una reforma electoral, le cambió parte de sus postulados.

En “El gobierno representativo” considera que el gobierno ideal es donde la soberanía reside en todo el agregado o conjunto comunitario, donde todo ciudadano tiene voz en el ejercicio de la soberanía y de cuando en cuando es llamado a colaborar en el gobierno, bien de carácter local o general, con el sufragio pasivo. Para construir la democracia hay que alcanzar un alto grado de civilización.

La democracia es la mejor forma de gobierno y en donde los intereses y derechos de los individuos se protegen mejor si los mismos individuos se encargan de su dirección y defensa. La prosperidad general alcanza su grado más elevado en razón de volumen y variedad de facultades aplicadas a su formación.

Defiende la mayor participación posible exigiendo madurez cívica y desarrollo. Sólo puede ser posible en comunidades locales el ejercicio directo de la soberanía. En las grandes naciones la democracia es representativa.

Considera que el sufragio universal aún está lejos en la Gran Bretaña de su tiempo. Su padre fue defensor de la primera reforma electoral de 1832 (Reform Act 1832). Stuart Mill defiende la segunda reforma, la Reform Act 1867, pero que aún queda lejos de la última, de 1918, que incorpora el sufragio femenino.

Stuart Mill apuesta por incrementar la participación para intentar evitar la tiranía de las mayorías e integrar a las clases populares que paguen una contribución mínima. Las clases populares tienen trabajos rutinarios y sus expectativas económicas y de vida son reducidas. La participación es para Stuart Mill una escuela de ciudadanía, permite que las clases populares sepan de las dificultades de conseguir el interés general y a diferenciar interés personal del general.

Es un mecanismo de integración porque tratan con individuos distintos de su clase y tienen otra forma de ver las cosas. Quiere que haya una representación heterogénea y una interrelación con individuos distintos a la vida cotidiana.

Esas clases tienen el voto si pagan, porque Stuart Mill dice que nadie puede discutir sobre los presupuestos si no se participa en la contribución. Otra exigencia es el alfabetismo, es decir, primero la educación universal al sufragio universal. Stuart Mill es partidario del sufragio femenino: todo individuo merece su derecho al voto como parte contribuyente. Las mujeres necesitan del voto para protegerse y defenderse del Estado y de los hombres.

En esos momentos, en Gran Bretaña se concedía a los más instruidos el doble voto frente a los menos instruidos cívicamente. Stuart Mill defiende los distritos plurinominales (en Gran Bretaña siempre han existido los distritos uninominales en las elecciones generales), la elección indirecta y la representación proporcional para que en el parlamento estén las élites más formadas del país, no por partidos sino por su preparación intelectual, votados por los ciudadanos. Esto es una defensa para las élites. Frente a una mayoría debe existir siempre una minoría, indispensable para que la mayoría no abuse del poder y no se degrade: la oposición es imprescindible para que permanezca la libertad de pensamiento, pluralismo y variedad de carácter de opiniones.

La verdad no pertenece a la mayoría, está construida por todos. Si no, decae el Estado, la sociedad y la civilización. Si no hubiera disidentes habría que crear argumentos contra nosotros mismos para tener salud intelectual, dice Stuart Mill. Tiene que existir la crítica y la argumentación.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Liberalismo democrático (I): El pensamiento político de Alexis de Tocqueville


Alexis de Tocqueville (1805-1859) plantea como axioma el proceso a la democracia como igualdad de condiciones, la fuerza más antigua en la historia, dominada por una ley a favor de la igualdad en detrimento del privilegio, algo a lo que es inútil oponerse.

El proceso adquiere distintos ritmos y direcciones, es distinto cómo se organiza esa democracia sin saber su concreción aunque sea universal. Tocqueville tiene miedo en el despliegue de esa democracia porque se juega el futuro de la libertad individual: hay que compatibilizar en la democracia la libertad y la igualdad.

Esa realidad la observa en Estados Unidos y Francia en su libro “La democracia en América” en su primer tomo de 1835, en “El Estado social y político de Francia antes y después de 1789” de 1836, en “Recuerdos de la revolución de 1848” de 1848 y en “El antiguo régimen y la revolución” de 1856.

El segundo tomo de “La democracia en América” lo dedica al modelo democrático ejemplar que debe hacer Europa. En 1848 confirma sus aseveraciones de que no se han seguido sus postulados, por eso ha ocurrido la revolución de 1848. Para él, la idea de que la igualdad no se ha conseguido, que se ha llevado a sus límites y que por eso surgen las ideas malévolas del socialismo.

El concepto democracia es amplio. Un estado social o manera de ser de una sociedad no se limita a ser la expresión de una forma política, porque la sociedad tiene otros valores que las que no son democracias. Las sociedades del Antiguo Régimen se basaban en la desigualdad de los estamentos y en la inmovilidad social, donde un sector no trabaja frente al resto, y donde cada estamento tiene sus derechos y obligaciones.

La desaparición de desigualdades leva a la igualdad de condiciones entre todos los individuos, y agrega Tocqueville que también lleva a la uniformidad. Es el mérito lo único que dirime quién alcanza el triunfo, y esto está abierto a todos.

Lo que caracteriza a la sociedad democrática es la exigencia del trabajo, todas las profesiones son honestas, y la carrera al triunfo (éxito económico) debe eliminar todos los obstáculos.

Existe lo que se llama el gobierno de la mayoría, todos deben tener iguales derechos e iguales obligaciones y derecho a participar en la cosa pública. La libertad, que en el Antiguo Régimen son privilegios estamentales, es como lo ve Edmund Burke: derechos adquiridos incuestionables. Hay libertad para elegir el propio destino, y como sostiene Constant, hay que disponer de una esfera privada.

La libertad debe estar en la sociedad democrática, donde no hay desigualdad. La soberanía es popular porque la soberanía nacional surge de cada individuo, de la unión de las voluntades de todos.

Había que observar los cambios de la sociedad: desigualdad feudal, poder de la minoría… la democracia debía ser igualdad de condiciones y elevación del nivel de vida, con exigencia del trabajo y obstáculos solucionados en la carrera a la riqueza.

Debe haber una esfera privada donde actuar libremente, como dueño de su destino, y por tanto la soberanía nacional es el sumatorio de la libertad de todos los individuos. Esto lo ve en Estados Unidos, pero no ocurre lo mismo en Francia.

Los factores que señala son los factores accidentales, los factores legislativos y los factores de religión.

Los accidentales, en los Estados Unidos, son los padres fundadores, con condiciones idóneas para la democracia: espíritu reflexivo, moderación, instrucción y creencia en la igualdad de los hombres en un lugar adecuado para su desarrollo por su gran extensión, su gran riqueza y sin enemigos exteriores.

Los legislativos se sitúan en una premisa: participación cotidiana de los ciudadanos en la marcha de la sociedad y en la gestión pública. Este modelo combina las ventajas de un Estado grande con las de una nación pequeña, tienen un poder central suficientemente fuerte como para evitar que la sociedad se disgregue, compensado por organizaciones locales que permiten la autonomía y que impiden que el poder central absorba la sociedad. Los cargos son electivos, numerosos, con organización comunal como autonomía para superar los problemas por sí mismos sin ayuda superior. La comuna es una escuela de desarrollo cívico, porque hay participación pública y gestión pública, que puede ocupar una persona de la comunidad durante un tiempo. Hace que el ciudadano sea menos radical y tenga atemperadas sus exigencias.

Destaca una línea fundamental: frente a Europa, que garantiza la libertad reduciendo el poder central, Tocqueville ve que no hay que reducir el poder sino distribuyendo el poder, por la descentralización y acercando el poder a los ciudadanos.

En Estados Unidos hay otras vías que integran a los individuos en el espacio público: libertad de prensa, que permite la transparencia, y la opinión pública para que el poder rinda cuentas, y la otra es el derecho a la asociación, un mecanismo de mediación entre intereses individuales, que integran a los ciudadanos en un ente que sintetice sus ideas y controle el poder, como un correctivo que permite contraponerse a la nivelación y permita la iniciativa individual.

Si en el Antiguo Régimen los intereses se consiguen por los privilegios, en las democracias es por pluralismo. Los ciudadanos se integran en asociaciones para la defensa de una serie de intereses, de ahí la asociación política: los partidos americanos no son de ideologías sino de intereses comunes de sus miembros.

Se señala el modelo constitucional como modelo equilibrado por los poderes que se contrapesan: la presidencia, el poder judicial y el legislativo, que a su vez se contrapesa a sí mismo, con la defensa de los intereses estatales e individuales en las dos cámaras. El poder judicial tiene además el papel de ser el garante de la constitucionalidad de las leyes.

Tocqueville señala que hay unas costumbres importantes que equilibran igualdad y libertad. La religión tiene un doble papel. Había acompañado a los padres fundadores. Tiene un papel de control social, para evitar la inestabilidad de las sociedades democráticas por exigencias de más igualdad, es conservadora y moderadora. También tiene una función moralizante, se enfrenta al materialismo que degrada la condición humana, es un imperativo ético o social. Lo cumple en la medida en que está separada del poder público, le corresponden las almas, no los ciudadanos. Por eso, hay una separación tajante entre la esfera política y la religiosa. En Europa esto no se da porque se hayan vinculados.

Para mantener a la sociedad democrática hay que tener hábitos, luces y experiencia práctica, para evitar propuestas revolucionarias, de renovación total o para hacer que los ciudadanos abandonen la esfera pública. Los americanos tienen una instrucción mínima para mantener el sistema.

Tocqueville idealiza a Estados Unidos, donde ve que se compatibiliza la igualdad y la libertad. Ve dos peligros: el excesivo individualismo, que puede derivar en despotismo; y un excesivo igualitarismo, que puede derivar en anarquía o en un constante sentimiento revolucionario.

Las sociedades democráticas igualan a los individuos, que se ven como semejantes e intercambiables. Los individuos luchas por mayores cuotas de bienestar individual. Hay individuos que quieren diferenciarse, apartarse de lo general y luchando por su interés personal: no quieren ser iguales. Eso es el individualismo, para no ser la masa se repliegan en lo privado y abandonan el espacio público. Eso hace que acabe en una mayor concentración del poder, ocupando el espacio que dejan, y hace que todos acaben dependientes del poder. Se distancia de Constant en esto. Tiene que haber una instrucción pública, una combinación de la libertad de los antiguos con la de los modernos y un equilibrio entre el interés individual y colectivo.

Con el igualitarismo, las sociedades democráticas tienden a la igualación de las distinciones sociales, acabando en un delirio abusivo. Los hombres toleran muy mal la preeminencia de los demás, más si cabe si se acompaña de privilegios. Los inferiores dan rienda suelta a sus sentimientos cuando los privilegiados son débiles. Se va a una revolución con la igualdad como forma obsesiva. Sería bueno si no fuera porque acaba con la libertad, acabando con las diferencias de mala manera, en conflicto y lucha, terminando con ella, junto a las diferencias. Al final esa pasión excesiva hace que la sociedad se gobierne con pulsos pasionales de la colectividad, en anarquía y en constante revolución.

Los hombres consideran que a más igualdad hay más libertad. La primera tiene ventajas a corto plazo y la segunda a largo plazo. Tocqueville se pregunta por qué los hombres tienden más a la igualdad que a la libertad. Llama a la revolución de 1848 “la pasión de la igualdad al extremo”.

En Estados Unidos no existió el Antiguo Régimen, nacieron como iguales y no necesitan, por tanto, llegar a serlo, como Europa, donde no se estaba libre.

Ve en la Francia prerrevolucionaria un Estado centralizado sin libertad. La nobleza había perdido poder antes de 1789. Las decisiones las tomaba la monarquía y sus intendentes, la nobleza mantenía una ficción de poder. Se afirma la centralización, la igualdad de los individuos ante el Estado y ante sí. Se desarrolla una negación de la libertad, los individuos no pueden desarrollarse entre sí, se hacen mutuamente independientes y aislados.

La nobleza se asimila al resto y sólo se diferencia en la pervivencia de sus privilegios. Es el error y pecado de la monarquía, al dejar la exención fiscal y la ficción de poderes. Esto deriva en un proceso explosivo. Las instituciones se alejan del poder real, vacías, y la igualación social tiene poco que ver con lo anterior, con el aislamiento y falta de acuerdo con las reformas.

Tocqueville cree que la revolución es poco innovadora, que sólo acelera un proceso que es la igualación. Se llega a regímenes que quieren llegar al fin de la desigualdad, se distancian del modelo norteamericano. Compara que en Europa se centraliza y amplían las esferas del poder, al revés que en Estados Unidos, que busca autonomía en todos los niveles. Los ciudadanos se vuelven apáticos, o se apartan o se integran con falta de experiencia. En Estados Unidos se invita a participar periódicamente en la esfera pública, en Europa esto no se hace, no hay cauces o se hace con movimientos no ordenador.

En Europa se vincula el poder con la religión, así, si el poder se ataca, se ataca a la religión. La masa europea es inculta, en Estados Unidos hay élites selectas pero una instrucción extensa que evita los peligros que hay en Europa.

En “Recuerdos sobre la revolución de 1848” ve la expresión máxima por la igualdad y la mezcla de sentimiento y doctrina que es el socialismo. Frente al liberalismo se juega el socialismo, que será un componente de los movimientos revolucionarios. El siguiente paso será el despotismo, el aislamiento, en un ejemplo como reconducción conservadora como es el II Imperio francés.
"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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