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martes, 29 de marzo de 2011

Las otras guerras y conflictos existentes (I)


Una de las muchas críticas a la intervención internacional en la guerra civil libia es la constatación de que este conflicto no es ni el único ni el más sangriento que sufre la humanidad. ¿Por qué no se interviene en el resto de conflictos?, se preguntan con ironía muchos de los contrarios a la intervención en Libia. La comunidad internacional en general, y las potencias occidentales en particular, quedan en evidencia ante el mutismo por otros conflictos que dejan millones de muertos. Los casos, por supuesto, difícilmente pueden ser comparables con el caso libio. En muchos casos, los conflictos existentes suelen ser el reflejo de graves problemas internos que sus países no han sabido, no han querido o no les han dejado resolver. Sus características son variadas: pueden durar desde décadas a pocos meses o años, o su intensidad, de mayor a menor intermitencia.

Voy a hacer una breve síntesis de los actuales conflictos. No debemos caer en el simplismo al que nos acostumbran los medios informativos, ni siquiera la de los partidos que reclaman con orgullo el patrimonio del pacifismo o la defensa de "los pueblos", puesto que tanto manipulan uno como otro desvirtuando la realidad de esos conflictos como manteniendo un silencio absoluto, en ocasiones incómodo para ellos y los intereses que tienen detrás.

- Insurgencia naxalita-maoísta (India): surgida alrededor de 1967 por la guerrilla del Partido Comunista de la India (marxista-leninista)-guerra popular. La situación se ha quedado estancada: la guerrilla se refugia en zonas boscosas, atacando a la policía y reclamando cambios sociopolíticos para acabar con el sistema de castas, reparto de la tierra y emancipación femenina. Han muerto alrededor de 10.000 personas en el conflicto, y según la BBC, el año pasado la guerrilla pidió un alto el fuego para iniciar negociaciones.

- Guerra civil afgana: empezó en 1978 con la toma del poder por parte de su partido comunista, comenzando un largo proceso bélico donde han participado los soviéticos en su famosa invasión de 1979, creando su Vietnam, las insurgencias muyahidin y talibán y finalmente la intervención de la OTAN en 2001. A día de hoy, el Estado afgano es muy débil, apenas controla poco más de la región de la capital, Kabul, estando el resto controlado por señores de la guerra y las distintas divisiones militares de la OTAN, con un balance de muertos muy variados según las fuentes, que van desde 600.000 a los 2 millones de muertos.

-Guerra civil somalí: la situación de Somalia se deterioró a mediados de los 80, con insurrecciones contra la dictadura de entonces y la posterior reacción para reinstalar en el poder al tirano derrocado. Desde entonces, el poder político somalí se resquebrajó, configurando a Somalia como Estado fallido según las listas de Fund for Peace y Foreign Policy. De la desintegración del poder central han quedado varios poderes locales: el gobierno reconocido por la comunidad internacional, que controla poco más de la capital y algunas regiones dispersas, la guerrilla islamista y las regiones independientes de facto de Somalilandia y Puntlandia. El balance de muertos también es variable, de 300.000 a 400.000.

-Guerra en Waziristán (noroeste de Pakistán): las derivaciones de la guerra civil afgana se trasladaron a esta región pakistaní, con una importante presencia de la etnia pastún, base de los talibanes. Parte de los combatientes talibán de Afganistán cruzaron la frontera, los Tehrik-i-Taliban Pakistan, y junto a células de Al-Qaeda, a otros movimientos islamistas como Thereek-e-Nafaz-e-Shariat-e-Mohammadi y los talibanes pakistaníes de Lashkar-e-Islam han llevado a cabo diversos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y el ejército de Pakistán. También han realizado diversos atentados contra la minoría cristiana, mezquitas sufíes y a cualquiera que realice críticas en contra de la Ley contra la blasfemia, como el asesinato acaecido hace un mes del ministro de minorías pakistaní, el cristiano Shahbaz Bhatti. Los enfrentamientos, iniciados desde 2004, han supuesto unos 30.000 muertos, la pérdida del control estatal de la zona tribal y el peligro de desestabilización del régimen pakistaní, con la caída de Musharraf en 2008, el asesinato de Benazir Butto el año anterior y las luchas políticas entre el Partido Popular de los Butto y la Liga Musulmana de Nawaz Sharif.

-Insurgencias chíi y del sur de Yemen: estas son dos insurgencias muy distintas. Primero, tenemos que tener en cuenta el contexto de Yemen, un país suní reunificado en 1990 con Saleh como presidente, con ambición de hacer vitalicio su mandato presidencial (las actuales revueltas parecen haber truncado su plan), provocando la desafección de parte de las tribus yemeníes y de las antiguas élites del sur, marginadas del país unificado, además de la minoría chií zaidí del norte. El conflicto con los chiíes comenzó en 2004, con varias campañas de guerrilla y tierra quemada por parte de los rebeldes a lo largo de estos años, incluidas incursiones dentro de Arabia Saudí, a la que acusan de connivencia con el régimen de Saleh; a su vez, el presidente yemení acusó a Irán de estar detrás de los rebeldes chiíes. La insurgencia del sur comenzó en 2009, con intención de volver a separar el sur del resto del país, pero esta vez la rebelión está capitaneada por islamistas, acusados de colaborar con Al-Qaeda. En ambos casos, el gobierno de Saleh recibió ayuda de Estados Unidos para bombardear las zonas rebeldes, según los cables filtrados por Wikileaks. La cifra de muertos se eleva a entre 12.000 y 16.000 muertos, según las fuentes, aunque la cifra de desplazados es de unas 175.000 personas.

-Guerra contra el narcotráfico en México: tras ser elegido presidente de México en 2006, Felipe Calderón inició una serie de operaciones federales contra los cárteles de la droga. En amplias zonas del país los cárteles se habían convertido en la única autoridad y monopolizaban el tráfico de drogas a los Estados Unidos. Para luchar contra ellos, Calderón ha militarizado parte del territorio federal y ha usado al ejército y a la policía, levantando bastantes críticas: falta de preparación de los cuerpos de seguridad para estas operaciones, no atacar las redes de financiación de la droga y no llevar a cabo campañas de concienciación sobre el consumo de drogas. En ello sin duda se revela la corrupción que afecta al Estado mexicano, y al miedo generalizado por los cárteles: las mafias han realizado diversos ataques para amedrentar a la población civil, así como el asesinato de periodistas, políticos y policías. Las cifras de muertos, también variables, van desde 28.000 a 300.000 muertos.

-Conflicto nómada de Sudán: este conflicto, iniciado en 2009, tiene su origen en la guerra de Darfur. Se enfrentan los clanes nómadas de los Messiria y los Rizeigat por el control de los recursos -escasos- de zonas de pastoreo, ganado y agua, en la región de Kordofan del Sur. El número de muertos -de 2.500 a 3.500- no es nada comparado con el de desplazados, 350.000.

-Segunda guerra civil de Costa de Marfil: el conflicto estalló al no reconocer el presidente saliente, Laurent Gbagbo, su derrota en las elecciones presidenciales de octubre/noviembre de 2010. Gbagbo se negó a traspasar el poder al presidente electo, Alassane Ouattara, pese a las presiones internacionales. A los pocos días de finalizar la segunda vuelta electoral, comenzaron enfrentamientos entre partidarios de Ouattara y fuerzas militares y paramilitares de Gbagbo. Hay que entender la situación de la que partía Costa de Marfil: entre 2002 y 2004 se libró la primera guerra civil entre los musulmanes del norte y los cristianos del sur, con intervención de la ONU con tropas de la antigua metrópoli colonial, Francia. Los resultados electorales de 2010 reflejan la división de la guerra civil: Ouattara recibe el apoyo de los musulmanes y Gbagbo de los cristianos. Las milicias musulmanas volvieron a tomar las armas para poner en el poder al presidente electo y comenzaron a tomar ciudades desde febrero de 2011, denunciando la existencia de matanzas y fosas comunes en las ciudades tomadas, culpando a las fuerzas de Gbagbo, aunque la ONU acusa a las fuerzas de Ouattara de estar detrás de muchas de las muertes. Francia decidió intervenir de nuevo en el país, exigiendo al presidente derrotado la entrega del poder y la celebración de negociaciones entre los dos bandos, que a día de hoy resultan infructuosas. 100.000 se han visto obligadas a desplazarse para huir de los conflictos y alrededor de 1.500 personas han muerto, aunque las cifras podrían ser mayores.

-Conflicto interno de Birmania: los problemas internos de Birmania comienzan desde su independencia en 1948. Los comunistas se rebelaron contra el nuevo gobierno, buscando el apoyo de la amplia capa campesina del país. Los cristianos de Karen (hoy Kayin), se alzaron en armas por la autonomía de la región. La situación empeoró para las de minorías (religiosas, como cristianos o musulmanes; o nacionales, como chinos, , kayin, tailandeses...) al imponerse el budismo como religión oficial. El levantamiento de 1988 y las elecciones libres de 1990 fueron acalladas por la Junta militar birmana, convirtiendo al Estado socialista en una simple dictadura militar, negándose los militares a ceder el poder a la oposición civil de Aung San Suu Kyi. En 2007 ocurrió otro levantamiento, que en muchos aspecto reproducía el de 1988: monjes y estudiantes comenzaron a manifestarse en Rangún, protestando por el aumento de los precios, trasladándose las protestas a más de veinte ciudades del país. Los militares arrestaron a los monjes manifestantes y dispersarón a los civiles con gases lacrimógenos, pese a que algunos soldados se negaron a disparar contra la población. La comunidad internacional no pudo dar una respuesta conjunta: los requerimientos de la ONU de proteger a la población no surtieron efecto por el apoyo público de Rusia y China a la junta birmana.

-Conflito israelo-palestino: desde los años 20 y 30 del siglo XX existían pequeños conflictos entre la comunidad judía y la árabe de Palestina, cada vez más violentos a medida de que surgía la posibilidad de la creación de Israel. Con su creación en 1948, entró en guerra con sus países árabes vecinos en 1948, en 1956 (guerra de Suez), 1967 (guerra de los seís días), 1973 (guerra de Yom Kippur), 1982 (I guerra del Líbano) y 2006 (II guerra del Líbano), además de las dos intifadas con los palestinos. Aparte de los conflictos bélicos clásicos, Israel mantiene a la franja de Gaza bajo bloqueo económico y militar, con bombardeos y acciones bélicas con las milicias de Hamás de Gaza, y ocupa Cisjordania y la zona este de Jerusalén, expulsando a palestinos de sus casas y estableciendo colonias israelíes, además de mantener el muro de Cisjordania, aislando a las ciudades palestina y controlando todos los movimientos de la población. Las diversas negociaciones han fracaso, incapaces de llegar a un acuerdo sobre el reconocimiento de Israel, la existencia de dos Estados o qué fronteras considerar. Las cifras de muertos, diversas, pueden llegar a más de 120.000.

-Conflicto armado de Colombia: el conflicto surgió a mediados de la década de 1960 como plasmación de la política del Frente Nacional y de la imposibilidad de participación política de otros sectores sociales. Las guerrillas de las FARC, ELN, M-19 y EPL y otros pequeños grupos iniciaron acciones contra el Estado, llegando a controlar regiones enteras, sobre todo del interior del país. El Estado colombiano reaccionó, primero, en los años 70, como otros países de su entorno respecto a la guerrilla y el terrorismo, con la guerra sucia, detenciones y torturas, y posteriormente, desde los años 80, con de negociaciones para reinsertar a los grupos en la vida política del país, que tuvo éxito con el M-19. Al conflicto político se le unió el problema de la droga, con enfrentamientos con las mafias de la droga primero, (y la formación de la organización paramilitar AUC) y con el uso del narcotráfico para la financiación de la guerrilla, después. La violencia ha convertido a Colombia en uno de los países más inseguros, aunque se han hecho verdaderos progresos en ese aspecto; sin embargo, alrededor de 200.000 personas han perdido la vida y siguen cometiéndose secuestros y asesinatos tanto de ciudadanos anónimos como de personalidades del país, además de evidenciarse lazos entre el gobierno, el narcotráfico y las bandas paramilitares.

viernes, 18 de marzo de 2011

Libia: ¿demasiado tarde?


Por fin, ayer por la noche (hora española) el Consejo de Seguridad de la ONU votó por establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia, con las significativas abstenciones de China y Rusia, con derecho a veto, y de los miembros no permanentes Alemania, India y Brasil. De momento, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Qatar son los países dispuestos a intervenir decididamente para evitar los ataques de Gadafi al poder rebelde de Bengasi. Egipto podría contribuir igualmente con tropas.

La decidida intervención militar, en principio, rompe la doctrina Bush de la guerra de Irak: el ataque contra el sanguinario régimen de Gadafi viene avalado por las peticiones de la resistencia de Bengasi, el apoyo de la Liga Árabe y la autoridad de las Naciones Unidas. La otra cara de la moneda es la desesperante tardanza de la comunidad internacional por tomar una decisión al respecto y la persistente división de la Unión Europea sobre las revoluciones y revueltas en el mundo árabe. Ahora, cuando la resistencia agoniza en unas pocas ciudades, esperando el sangriento golpe de Gadafi, quizás sea todo demasiado tarde. A lo mejor se podrá hacer retroceder o destruir el tiránico régimen de la Yamahiriya de Gadafi, pero el daño se ha hecho: la sinrazón humana ha ocasionado ya demasiados muertos. Las dudas del mundo y el contraataque de Gadafi hacen peligrar la "primavera árabe": Los regímenes de Bahrein y Yemen han empezado a reprimir sin piedad a los manifestantes.

¿Qué significa esta posible o inminente intervención? ¿Es un acto más por preservar los intereses occidentales o por evitar la prometida masacre de Gadafi? En una visión perversa, no es la resolución de la crisis libia lo que hará bajar el precio del petroleo, sino la degradación de la crisis nuclear de Japón. Sin duda alguna, está en el acervo de todo país soberano determinados intereses: es intrínseco a toda institución humana. La humanidad, aparte del afán de competencia por la supervivencia, propio de todo organismo vivo, también posee el altruismo, la cooperación y la solidaridad, en simbiosis con lo anterior. Sin duda, ambas facetas están presentes en este caso: habrá quienes consideren o quieran ver con mayor fuerza la existencia de intereses económicos y geopolíticos en la intervención en la guerra civil libia. También habrá los que consideren que la intervención es necesaria para poner freno a las violaciones de los derechos humanos, evitar las amenazas de más muertes o de olas de refugiados, etcétera, reconociendo que ambos bandos pueden cometer esas barbaridades.

La única postura defendible es reconocer que los libios poseen, como todos, derechos inherentes, entre los que se cuentan el derecho a la vida, a la libertad y a gobernarse a sí mismos como decidan. El mundo ha guardado un incómodo silencio a este respecto: Gadafi era, paradójicamente, el "fiel aliado" de las potencias occidentales contra el islamismo, a la vez que uno de los modelos de la extrema izquierda por su "revolución verde". Los mejores ejemplos a estas dos paradojas son las peligrosas amistades de Gadafi con Berlusconi y con Hugo Chávez, así como la financiación de la campaña electoral de Sarkozy, si damos crédito a las palabras de Saif al Islam, el hijo del tirano libio. Igualmente, la apreciación sobre los rebeldes es variopinta: se les llama libertadores, se les reconoce como los legítimos portavoces de Libia por algunos países y también se les acusa de cercenar los derechos de las mujeres.

Es decir, se agita el miedo al islamismo. Pero, una vez más, ¿ese miedo al islamismo radical es justificación suficiente para mantener el represivo poder de Gadafi sobre sus compatriotas? Las medidas palabras de diversos personajes públicos, desde los más "gubernamentales" a los más "anticapitalistas", les unen por primera vez en vagas defensas de la permanencia de Gadafi.

Pese a que estamos viviendo meses movidos por las revoluciones árabes, no nos despegamos de considerar la "minoría de edad" de la nación árabe, a la que muchos aún ven incapaz, propensa a entregar el poder a los que hablan en nombre de Dios y reprimir a sus minorías nacionales, religiosas, a los homosexuales o a las mujeres. Esa visión, la más pura herencia colonialista, es la que justifica la permanencia de tiranos considerados occidentalizados, laicos o revolucionarios. Pero, ¿hemos olvidados la lucha de Europa por la Ilustración, por sacudirnos el yugo de los estamentos y de la Iglesia? ¿Hemos olvidado que hasta hace pocos años aún se justificaba la violencia doméstica, la marginación de los homosexuales, o se prohibía el aborto, el divorcio y no se observaban las mínimas garantías de los derechos civiles? ¿Es que los europeos somos una raza superior, dotada de mayor conciencia propia que el resto de humanos del orbe? No hace mucho que Europa ha vivido los peores crímenes de la Historia, que existieron unos campos de exterminio donde murieron millones de judíos y otras minorías, o que en Yugoslavia también se intentó una limpieza étnica.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Mesa redonda "¿Hacia dónde va el mundo árabe? en UAM-Filosofía y Letras


Las revoluciones de Túnez y Egipto -creo que ya podemos calificarlas de tal modo- siguen generando charlas y conferencias de los expertos en el mundo árabe. A día de hoy, sin contar la conferencia de ayer en la Universidad Autónoma de Madrid, he podido asistir a la charla de Casa Árabe del 1 de febrero y al debate del Círculo de Bellas Artes del día después, ambos sobre Túnez. No obvio que se habrán desarrollado muchos otros actos por nuestro país, y también por otros países, que sirven, a todos los que tienen el honor de escuchar las palabras de los entendidos en ese mundo, de conocer un poquito más un mundo cuya impresión está contaminada por los estereotipos, los prejuicios y el sesgo de los medios de comunicación, amén de los intereses de nuestros gobiernos. Estas charlas son una gran oportunidad para intentar superar esos muros con los que habitualmente nos enfrentamos en el día a día. Desde esta modesta posición, y el escaso conocimiento propio, os intentaré sintetizar el acto de ayer, día 15 de febrero, realizado en la facultad de Filosofía y Letras de la UAM.

Organizado por el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y moderado por Ana Planet, profesora de dicho departamento, contó con las intervenciones de dignos expertos en el mundo árabe en nuestro país, muchos agrupados en el Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM), cada uno intentándonos acercar qué ocurre en cada uno de los países árabe-islámicos.

Miguel Hernando de Larramendi, profesor de la UCLM, nos acercó a la realidad de los regímenes autoritarios árabes y a la serie de revueltas, hoy olvidadas en Occidente. Esas revueltas, que afloraron en los países árabes a finales de los 80, llevaron al derrocamiento de Burguiba por Ben Ali, en Túnez, y al intento de apertura en Argelia, abortado al querer evitar la victoria electoral de los islamistas y la consiguiente guerra civil. Los regímenes autoritarios, en los últimos veinte años, intentaron una serie de reformas de arriba abajo, muy lentas: apertura al exterior, pluralismo limitado y liberalización y privatización de la economía, con la connivencia de su principal aliado, Estados Unidos, unidos a él en un objetivo común tras el 11-S: luchar contra el islamismo y utilizar el miedo a éste en Occidente para resistir a las presiones de democratización.

Luz Gómez García, profesora de la UAM, a través de unos extractos del libro del libanés Samir Kassir (1960-2005), De la desgracia de ser árabe, nos acercó la visión de este autor, asesinado en Beirut. La mentalidad de Kassir era muy pesimista: veía en las causas del subdesarrollo árabe en el analfabetismo, la gran desigualdad social, la superpoblación de las ciudades, la desertización de las provincias, percepción de no existir un futuro... con ello, Gómez García replicaba ese pesimismo a que ahora el espacio público árabe ha cambiado de manos y deja a esa desgracia de ser árabe en paréntesis.

Daniel Marx nos devolvió la atención en Túnez, diluida tras la importancia que ha cobrado la revolución egipcia en los últimos días, hablándonos de las condiciones del régimen de Ben Ali, las causas de su caída y los interrogantes para el futuro. El régimen benalista tenía dos caras, una liberal, por su herencia del régimen de Burguiba y el éxito económico posterior, y otra autoritaria, con un auténtico estado policial donde había 200.000 policías en un país de poco más de diez millones de habitantes. Era un régimen de "consumir y callar", con un potencial acceso a la clase media pero sin derechos políticos. Este régimen cayó desgastado por cuatro factores: un clima de represión y miedo constante sin la excusa real de peligro islamista, la corrupción de los Trabelsi (la familia de la mujer de Ben Ali), la censura a los medios de comunicación y redes sociales y la crisis económica, con la subida del paro joven, hasta un 44,5% entre los jóvenes diplomados. Marx elevó dos interrogantes: ¿Ben Ali se fue empujado por el ejército o pensaba volver para "salvar al país" del caos que pudiera producirse? Como interrogantes para el futuro, planteó el miedo de que el nuevo gobierno provisional, ya sin benalistas, pudiera controlar el caos y la violencia que pueden desatarse en Túnez; también quién pilotará la transición, cómo se depurarán los crímenes de la dictadura, quién ganará las elecciones o quién reformará la constitución.

Para Bárbara Azaola, profesora de la UAM experta en Egipto, la revolución tunecina abrió un momento de esperanza e ilusión en los egipcios, que sentían la desgracia de que no podrían hacer lo mismo que sus hermanos tunecinos. Pero las revueltas han tenido éxito y acabaron con Mubarak. Gracias a ello, los egipcios han perdido el miedo a manifestarse y a soportar las presiones agónicas de Mubarak para desgastar y desacraditar al movimiento ciudadano. A su vez, dentro del régimen se dio lugar a una serie de tensiones entre la nueva y la vieja guardia del partido pero también dentro del ejército, imponiéndose la vieja guardia y tomando el poder tras la salida de Mubarak. Aún está por ver que esto suponga la verdadera entrega del poder a civiles o, por el contrario, los generales sigan controlando el poder. La nueva junta militar va dando pequeños pasos, como la suspensión de la constitución y del parlamento, pero aún no se han liberado los presos políticos, ni se ha reformado la ley de partidos o tomado medidas respecto a la sempiterna ley de emergencia.

Bernabé López García, experto de la UAM en Marruecos, fue un poco pesimista respecto a posibles cambios en nuestro inmediato vecino árabe. Existe, dijo, una sensación de que el "enemigo exterior" quiere que se agite el cambio y eso provoca una cierta contencion pese a que el nivel de insatisfacción es el mismo que en otros países árabes. Hay convocada una manifestación para el día 20 de febrero, pero sin saber dónde y el motivo para manifestarse. El principal escollo es la figura del rey: muchos están cansados de la monarquía y del lastre que supone para la economía del país, pero otros más están acordes con el principio de "viva el rey y muera el mal gobierno": no es el rey el culpable, sino todos los que están directamente por debajo de él, desde sus amigos hasta los políticos que mantienen el sistema corrupto e inoperante. Izquierda y derecha están unidas en un mismo gobierno que es débil e incapaz de desarrollar ninguna política, sólo se reparten el poder y sus prebendas. Las débiles reformas propiciadas por el rey, tales como el estatuto de la mujer, algo avanzado, y el código de familia, se han detenido y aún permanece la incógnita de si la monarquía se parlamentarizará y seguirá el ejemplo de la transición española.

En una línea general, Bernabé López habló de las revoluciones ocurridas como revoluciones de individuos, algo que seria revolucionario en el mundo árabe: el nacimiento del individuo, rebelado frente al clan, la familia y al "papá Estado/rey/presidente". Sería además una "mutación laica", que no daña las religiones existentes.

Desde Yemen vía Skype, Leyla Hamad nos acercó la realidad de un país olvidado, del largo proceso que ha seguido el presidente Saleh desde su inicial mandato como presidente del tradicionalista Yemen del Norte a presidente del Yemen unificado, con la incorporación del sur marxista y la colaboración con la oposición, primero socialista, luego islamista, a la posterior marginación de ambas. El intento de democratización del país, iniciado a mitad de los años 90, se detuvo, derivando al semipresidencialismo y a un cada vez más al presidencialismo autoritario, con la ampliación de los mandados del presidente y de los diputados y el vacíado de competencias del legislativo. A ello se suma la frustración de la oposición y de la ciudadanía por el proamericanismo de Saleh y su eternización en el poder que, pese a prometer en 2006 que no se presentaría a la reelección, se desdijo de sus palabras y ganó unas elecciones claramente falsificadas.

Amaia Goenaga, también vía Skype pero desde Líbano, nos explicó el significado de las últimas manifestaciones en el país de cedro, no relacionadas con las revoluciones del norte de África, sino con asuntos internos. La situación política se degradó más con el nerviosismo de Hezbolá al estar cercano el anuncio de la acusación del tribunal de justicia por el asesinato del primer ministro Rafik Hariri. Hezbolá, temiendo ser acusado, ha mantenido presiones para hacer caer al gobierno y para desacreditar al tribunal. El primer punto ya lo ha conseguido, con la caída del gobierno de Saad Hariri y el nombramiento de un gobierno dirigido por Najib Mikati, con apoyo de Hezbolá y del bloque prosirio. El sistema libanés, pese a garantizar cierta libertad, es sectario, al dividir el poder por cuotas confesionales y estar sometido al control de las élites de cada comunidad religiosa, impidiendo la existencia de un movimiento nacional único.

Rafael Bustos, profesor de la UCM y colaborador del TEIM, habló del caso argelino. Argelia es un caso distinto al de Túnez o Egipto: el régimen no tiene fisuras internas frente a un movimiento de la calle muy dividido, con el recuerdo de la guerra civil de los años 90, que mantiene una sociedad dividida. El gobierno argelino contribuyó a la poca asistencia de la manifestación del 12 de febrero con el bloqueo de los transportes, y el islamismo, en un bloque de oposición diferente, criticó a los convocantes laicos y estudiantiles.

Waleed Saleh, profesor de la UAM, cree que las revoluciones actuales han derrumbado varios mitos: que los árabes sean sumisos a sus gobiernos o que no estaban preparados para la democracia. También habló de la actual situación de su país natal, Irak. Saleh no cree que sea una democracia real: la guerra destruyó un país que, pese a la dictadura de Sadam, funcionaba y contaba con un gran potencial humano. La democracia ha caído en manos de grupos sectarios que no creen en ella: han destruido a la élite cultural y el poder lo pasan a controlar ignorantes que no saben manejar un país. Por ello, ha crecido la sensación de inseguridad, faltan servicios básicos, el petróleo se vende sin control del gobierno central y todas las regiones están controladas por milicias, ya sean suníes, chíies o kurdas. El gobierno central ha perdido su poder y el país se ha dividido en tres zonas: los kurdos, con afán expansionista a Kirkuk por el petróleo de su región; los suníes, y los chíies del sur, que han establecido de facto una república islámica, bajo control e influencia iraní.

Marta Saldaña, becaria del TEIM, hizo un rápido repaso a los países del golfo pérsico, con revueltas en cada país por el paro joven, la corrupción y la violación de derechos humanos, unido a la discriminación de la población chií en países de regímenes suníes. En Kuwait las protestas consiguieron la dimisión del ministro de Información y el mantenimiento de las protestas para pedir democracia. En Bahrein el lunes 14 de febrero hubo manifestaciones masivas en la capital, Manama, con el resultado de un muerto. Protestaban por el fin de la discriminación a los chíies y por los intentos de equilibrio demográfico con la nacionalización de suníes saudíes. En Arabia Saudí hay movimientos reformistas que elevan peticiones al rey, protestas de mujeres por el amejoramiento del abastecimiento de agua, aprovechado para pedir trabajo y criticar la corrupción existente. En Omán las revueltas son por los precios. En Qatar existe una oposición más débil y las reformas se producen, aunque de forma lenta. En los Emiratos existen presiones para convocar nuevas elecciones, las segundas de su historia.

Luciano Zaccara, profesor en la UAM, habló de las reacciones en Irán a las revoluciones árabes. La revolución egipcia, que coincidió con las fiestas de la revolución iraní, fue aprovechado por el ayatolá Jamenei para manifestar que son las reminiscencias de la revolución islámica de Jomeini. Pero, al mismo tiempo, el régimen prohibía manifestaciones de apoyo al pueblo egipcio de los opositores Musavi y Karrubi. En su lugar, se dio lugar a una manifestación oficialista, de menor asistencia, con difusión de imágenes manipuladas de las manifestaciones de 2009 contra Ahmanineyad, más concurridas.

Por último, Carmen Rodríguez, investigadora de estudios turcos en la UAM, habló de la influencia que puede tener o recibir Turquía de las revoluciones del norte de África. Habló de un "invierno democrático", regresión democrática, opuesto al proceso de reformas democratizadoras iniciado en 1999, el "verano democrático", por la oposición de países de la UE a su ingreso, por las medidas ambivalentes del islamista AKP y la debilidad de la oposición laica, configurándose dos bloques, religioso y laico, muy conservadores e inmóviles. A favor de Turquía, posee una sociedad civil consolidada y experiencias democráticas, descontenta con el modelo actual por la falta de laicización, en su opinión, aunque la "primavera árabe" puede dar un nuevo impulso al proceso democratizador.

Y para finalizar esta extensa síntesis, os añado el vídeo que visionaron al principio de la charla, "Sout al horeya", "la voz de la libertad", de la revolución egipcia.



miércoles, 9 de febrero de 2011

Debate "Túnez, la revolución de un pueblo" en el Círculo de Bellas Artes


El pasado 2 de febrero en el Círculo de Bellas Artes se celebró un debate con motivo de la revolución tunecina, "Túnez, la revolución de un pueblo", moderado por Teresa Aranguren, escritora y periodista, con la intervención de Kamel Jendoubi (que ya participó el día anterior en el coloquio "¿Hacia adónde va Túnez?", en Casa Árabe), presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos; Miguel Hernando de Larramendi, profesor de Historia en la UCLM y experto en el mundo árabe contemporáneo; y Jesús Núñez, director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria.

Debido a que Kamel Jendoubi participó en el coloquio del día anterior, que recogí aquí la semana pasada, y que hizo una intervención similar, comentaré la invertención de los otros dos invitados.

El profesor Hernando de Larramendi comentó que las revoluciones del norte de África eran la manifestación de un proceso que nadie quería ver. Nadie pensaba que Ben Ali, el derrocado presidente tunecino, fuera a caer tan rápidamente o que la inmolación de Mohamed Bouaziz llevaría a la situación actual. Dado el tiempo que ha transcurrido, la respuesta que se puede esperar no es si va a haber oportunidad para la democracia, sino si esta perdurará y qué alcance va a tener, tanto para la región del Magreb y del mundo árabe musulmán como para las relaciones internacionales.

Nadie pensaba que esta ola de protestas empezara por Túnez, siguió Larramendi, "fue una sorpresa". Lo ocurrido es, para él, un "efecto demostración" que responde a la sociología del mundo árabe: la juventud ha sido el motor de la revolución. Lo que Túnez está transmitiendo al resto de regímenes "cleptócratas y represores feroces" árabes es que la movilización permite hacerles caer, dado que encierran una gran vulnerabilidad.

Se ha tendido a olvidar por la mediatización entre los regímenes autoritarios y el islamismo que en medio existe una sociedad civil, con formación elevada pero nulas perspectivas laborales. Esas tensiones sociales existen en Túnez y en otros países árabes. Por diferentes motivos y ámbitos había un caldo de cultivo presente que no se ha traducido en movilización política hasta ahora, al unirse las causas políticas con las demandas económicas.

Ya nada será igual. Son revueltas tradicionales frente a la corrupción y a la represión, pero el miedo que había se ha perdido al ver que es posible la confrontación con un Estado incapaz de responder a las demandas expresadas. La revolución en Egipto ayuda a consolidar esta ola de cambios y a que lleguen a otros países (Jordania, Yemen, Palestina, Marruecos...).

Son necesarias las reformas y la democratización. La cumbre de la Liga Árabe celebrada en Túnez en 2004 recurría a argumentos de seguridad para mantener los regímenes autoritarios y negar posibles avances: las reformas nunca pueden venir de fuera sino de dentro, decían.

La capacidad de respuesta en distinta en cada régimen. Túnez no es un ejemplo aislado, proyecta que las demandas económicas buscan atajar el problema de raíz: los regímenes. Nos encontramos, dijo Larramendi, con que, caigan o no, introducir la cuestión de cambio político lleva a que los regímenes tienen que adaptarse: el miedo que existe es que esos cambios sean cosméticos y no reformas profundas.

La respuesta de Mubarak a las protestas es de no aprender del caso tunecino. Como Ben Ali, Mubarak mira al exterior; el tunecino no tuvo quien le apoyase pero Mubarak sabe que su supervivencia depende del apoyo exterior.

Por desgracia, como bien apuntó Larramendi, Túnez ha desaparecido de la actualidad. Su proceso de esperanza hay que seguirlo con atención. Para el resto del mundo árabe, todos los cambios fracasarán si no integran la lección de Túnez de integrar a la juventud como motor de cambio y de la historia.


Jesús Núñez, mucho más crítico con la postura de la Unión Europea y de Estados Unidos, dijo que "no estábamos dormidos". "0jalá", proseguía, porque "sabíamos lo que pasaba". La explicación de Núñez a la postura occidental es que se tomó la opción de asegurar la estabilidad a toda costa de los regímenes existentes, al considerarles como los únicos interlocutores válidos que garantizaban la seguridad de los intereses occidentales en la región. La dialéctica occidental fue la de distinguir a los regímenes entre radicales (ejemplo: Libia) y moderados, añadiendo: "¿por qué hablamos de países moderados, qué vemos a los saudíes?

Esta posición ha funcionado hasta ahora: la estabilidad ha redundado en beneficio de los intereses económicos occidentales. Este juego ya no sirve, en opinión de Núñez: no vale agitar el espanto del islamismo porque antes de los regímenes autoritarios árabes no existía.

Lo que ocurre ahora en el Magreb es un cambio estructural: las cosas no serán igual. No hay que confundir cambio con democracia, porque el primero puede no llevar al segundo. Queda la resistencia de actores locales y externos que apoyaron y apoyan a los regímenes autoritarios; también hay que ver si se consolida la democracia en Túnez: el islamismo no puede destruir la democracia porque aún no existe.

Anteriormente, Obama apoyó a Ben Ali. Ahora dice lo que tiene que decir en el momento de las revueltas. Francia dijo que podía colaborar en la represión policial para mantener el control de la calle. "¿Qué es peor -dijo-, decir o no decir nada como muchos países?", en abierta crítica a muchos países, como España, que no han dicho nada relevante o han esperado hasta ver acontecimientos.

Pesan más los intereses, arrinconando a los valores y principios que defendemos: la UE daba una buena calificación a Túnez para darle el estatuto avanzado a cambio de nada, pese a las denuncias de vulneración de derechos humanos y falta de libertades. Si ahora los regímenes árabes consiguen aguantar la presión un par de semanas y que garantizan la estabilidad a la UE le basta. El interés de la Unión no es que las demandas de la calle se vean satisfechas, sino que haya estabilidad, pues los intereses no han cambiado. Si no se satisfacen las demandas, los futuros estallidos serán más violentos. El protagonismo debe ser local pero la UE tiene que apoyar los cambios o nuevos gobiernos, no atraparlos por la idea europea de estabilidad y dejar que cualquier gobierno lo digo o lo asegure: deben hacerse leyes de amnistía, investigar los crímenes y reformas de las leyes electorales para garantizar la integración de la sociedad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Conferencia "¿Hacia dónde va Túnez?" en Casa Árabe

La caída de la dictadura de Ben Ali en Túnez es, como vamos comprobando y reflejando desde multitud de foros y medios, la chispa de la oleada democratizadora que protagonizan los ciudadanos árabes. Ayer, en Casa Árabe de Madrid, con Gema Martín Muñoz (directora de Casa Árabe y experta en procesos políticos del norte de África) como moderadora, pudimos conocer las opiniones de Souhayr Belhassen, activista tunecina y presidenta de la Federación Internacional de los Derechos Humanos, y de Kamel Jendoubi, hasta hace poco exiliado tunecino y presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos y portavoz del Comité por el Respeto de las Libertades y los Derechos Humanos en Túnez. Asimismo, la conferencia fue de las más concurridas de todas las que organiza Casa Árabe, con una presencia destacada de tunecinos entre el público y de expertos en el mundo árabe-musulmán.

Souhayr Belhassen explicó que el proceso político que está viviendo Túnez es un fenómeno tunecino y que ha servido de catalizador para el resto de los países de su entorno: "está trastocando el mundo árabe", dijo. Por fin, las reuniones de los activistas de los derechos humanos, como cualquier reunión de asociaciones civiles, se pueden celebrar sin el control del "partido-estado".

Para ella, esto ha sido posible por la tradición reformista de Túnez, precursora en el mundo árabe del primer sindicato, de la liga de derechos humanos, el código de las personas más laico y medidas avanzadas en derechos de la mujer, anticoncepción y aborto. ¿Cómo pudieron mantenerse las dictaduras de Habib Burguiba primero y la de Ben Ali después? Burguiba fue un "dictador ilustrado" y Ben Ali prometió desarrollo económico a cambio de "infantilismo político". Pero, a la larga, un régimen no puede perdurar cuando sus valores son el ostracismo, la corrupción y el nepotismo. Ello, unido a la marginación de la población del centro del país del desarrollo económico de la costa, la desesperación de la generación más joven, usuaria de Internet y sin empleo y el empobrecimiento de las clases medias, base del régimen de Ben Ali, fue una frustración contenida, que estalló con la inmolación de Mohamed Bouazizi en la ciudad de Sidi Bouzid.

Los sucesos de Túnez son, para Belhassen, una revolución moderna, mixta, laica, democratizadora y responsable. De momento, no ha experimentado ninguna deriva en la lucha social por la dignidad, la democracia y la libertad.

Más extensa fue la intervención de Kamel Jendoubi. Explicó su alegría y su orgullo de ser tunecino, sin que los represente Ben Ali, como estar "en una nube". Más polémico que Belhassen, Jendoubi recordó que el dictador Ben Ali huyó del país sólo hace unos pocos días, y que el régimen, con toda la tecnocracia y aparatos represivos de los que se sirvió para controlar al pueblo aún existen, sin tampoco olvidar que Ben Ali no contó únicamente con apoyos internos, sino también externos, como todos los gobiernos occidentales. Ahora, dijo, "todos dicen ser revolucionarios", en referencia a todos aquellos que apoyaron a Ben Ali: los medios de comunicación, y los intelectuales e ideólogos afectos al dictador derrocado.

No es, en opinión de Jendoubi, una revolución social -"aún"-, sí una revolución política, iniciada por la fractura del espacio público, causada por el intento del régimen por controlar Internet y, sobre todo, Facebook, usada por miles de jóvenes tunecinos. Es una revolución de los actores de la sociedad civil: los parados universitarios con conciencia, en contacto con los sindicalistas y con los abogados, que han nutrido a las protestas de eslóganes, de conciencia. A la existencia de Internet y Facebook, fundamentales para la difusión de noticias y concentraciones, se ha unido la labor de Al Yazeera al ser un espacio donde "la gente normal ha podido hablar".

El sistema de la dictadura aún permanece. El partido dusturiano, mezclado con el Estado, permanece intacto y los aparatos represivos también: siguen existiendo doce mil miembros de la policía política y toda la red de informadores, la guardia presidencial y las fichas de "nombres negros", los considerados enemigos políticos del régimen, como Jendoubi. Es necesario, añadió, cambiar a los responsables políticos, todos nombrados por el clan de los Trabelsi, la familia de la mujer de Ben Ali.

Existen problemas: el riesgo de que la revolución sea confiscada por cualquiera de las fuerzas políticas, o que por la inexistencia de líderes opositores fuertes los ideólogos del régimen aprovechen la situación, así como el desencadenamiento del caos por la liberación de pequeños criminales para crear inseguridad y así justificar una intervención del ejército o de los aparatos del régimen. A estos problemas le añade el gobierno, que no considera de unidad nacional, o las tres comisiones que se han creado sobre la reforma política, la de investigación de los crímenes y la de anticorrupción. Son comisiones formadas por técnicos nombrados por el gobierno, sin responder a las demandas políticas de la población. Jendoubi se preguntó por las limitaciones de las comisiones, ya que consideró inaceptable que pretendan investigar sólo los crímenes del último mes, cuando son años y décadas las de violaciones de derechos humanos.

Europa debe dejar su papel de "fuerza hipócrita" y ayudar al desarrollo económico de Túnez para ayudar al gobierno a satisfacer las demandas de empleo de los tunecinos, en este impasse de seis meses de transición hasta la celebración de elecciones legislativas y presidenciales.

Con la caída del dictador, el mapa político tunecino se está recomponiendo. El sindicalismo de la UGTT, puntal junto con el partido dusturiano de Burguiba y Ben Ali para la cultura política de la independencia, también está afectado por la corrupción. Pero el sindicalismo y el resto de actores de la sociedad civil deben estar integrados en el nuevo régimen, incluyendo a los islamistas de En Nahda para evitar volver a los viejos tiempos de enfrentamiento entre islamistas y no islamistas, y también a los restos del viejo partido-estado, que reconstituido o con un nuevo partido, sus integrantes también tienen derecho a existir.

Sobre un tema crucial -el papel del islamista En Nahda- Jendoubi recordó que no se quieren presentar a las presidenciales, pero habrá que ver a quién apoyarán, ni intentar dominar el futuro legislativo. Tampoco se sabe cuántos votos recibirán, sólo la capacidad que tengan para llegar a acuerdos con el resto de fuerzas sociales determinará su peso. En Nahda, explicó, "quieren existir políticamente y conciliar Islam y modernidad", en línea con el reformismo tunecino, inspirándose en el modelo turco del AKP. Asimismo, los laicos deben de ser capaces de hacer frente dialécticamente al debate ideológico con los islamistas.

En Nahda no cuestiona el estatuto de las personas, defiende la democracia, la soberanía popular, la libertad de opinión y de conciencia. Todo ello, no obstante, no evita que puedan tener una "agenda oculta", pero eso lo demostrarán los hechos. Por último, Jendoubi explicó que el movimiento islamista está dividido, entre los que querían unirse a Ben Ali y los que se oponían a él, entre la vieja generación de líderes (exiliada) y la nueva (en el interior), que no quiere verse controlada por estos. Y, cuestión muy importante, En Nahda nunca ha recurrido al terrorismo ni llamado a la violencia, excluyendo de sus filas públicamente a los violentos. En pocas palabras, para que el proceso político sea un éxito según Jendoubi, "tiene que prevalecer la inteligencia".

Enlaces destacados:
Vídeos de Casa Árabe
Noticia de la conferencia en El País

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La democracia en el mundo árabe


Ayer tuve el honor de asistir a la conferencia "Expectativas para la democracia en el mundo árabe" en la Casa Árabe de Madrid, pronunciada por Khair El Din Hasib. Hasib es doctor en Economía por Cambridge, máster en Economía por la London School of Economics, ex gobernador del Banco Central de Irak y actualmente director del Centro de Estudios para la Unidad Árabe.

La conferencia versaba en torno a las preguntas de qué significa la democracia en el mundo árabe, por qué el mundo árabe no ha seguido el camino de democratización de otras regiones como América Latina o Asia y cuáles son sus factores internos y externos. Lo que voy a pasar a relatar es un resumen de las notas que tomé.

Para el doctor Hasib, la democracia es el mejor modelo de gobierno posible, que no deja de poseer defectos, pero también está abierta a mejoras en su funcionamiento. Así, la democracia se convierte en patrimonio de la humanidad. Tras la I Guerra Mundial, los aliados no cumplieron sus promesas de mantener unido e independiente el mundo árabe liberado del dominio del Imperio Otomano, y por el contrario se lo repartieron entre las grandes potencias vencedoras (Gran Bretaña, Francia e Italia). Con ello, el mundo árabe pasó del dominio otomano a la del imperialismo occidental.

Los países árabes, fragmentados, llegado el momento de su independencia, no tuvieron oportunidad de evolución a la democracia. Hasib lo atribuye a la existencia de élites formadas en la época otomana, que fueron las que gobernaron los países tras su independencia entre los años 20 y 60 del siglo XX. Los tímidos intentos que se hicieron para celebrar elecciones no son comparables a un modelo democrático.

Sobre qué quiere decir democracia en el mundo árabe, el Centro de Estudios para la Unidad Árabe plantea hacer una "Hoja de ruta" sobre la disposición de estos países para la democracia. El proyecto de renacimiento del mundo árabe consiste para Hasib en varios elementos: unidad, democracia, justicia social, desarrollo económico independiente, independencia nacional y civilización, uniendo en un mismo proyecto las corrientes políticas del panarabismo, socialismo, nacionalismo e islamismo.

La democracia árabe debe contemplar un modelo de gobierno que reconozca la libertad (de expresión, reunión, asociación...), pluralidad política, representatividad local y nacional, libertad de elegir y ser elegido, votar y supervisar a los gobiernos, soberanía popular, separación de poderes, independencia judicial, alternancia política, un sistema socioeconómico justo e igualdad de derechos y oportunidades, plasmados en una constitución.

Mientras que en la última década del siglo XX países de América Latina, Europa Oriental, Asia o África han pasado de dictaduras a democracias, en el mundo árabe no ha ocurrido lo mismo, sino que se han mantenido la existencia de golpes militares y dictaduras. Sólo el régimen de Náser en su momento, según Hasib, consiguió incluir ciertos elementos de democracia, pero el resto de regímenes sólo querían mantenerse en el poder, impidiendo cualquier evolución a la democracia. Aunque fue a partir de la década de 1970 cuando empezaron a celebrarse elecciones parlamentarias, el poder aprendió cómo engañar mediante la falsificación electoral, vacíando de contenido y resultados las elecciones legislativas. Estas elecciones en el mundo árabe no tienen por qué llevar a reformas, según revistas árabes como "Contemporary Arab Affairs".

Lo que ocurrió, a juicio de Hasib, es que mientras que en América Latina el gobierno y la oposición reconocieron que eran incapaces de vencer a la otra parte, llegaron a acuerdos de transición a la democracia y de integración de ambas partes en un nuevo sistema político. En cambio, en el mundo árabe ninguna de las dos partes, gobierno y oposición, quieren negociar nada. No existe mentalidad pactista, reflejando el subdesarrollo político, social y cultural de las élites políticas e intelectuales árabes en gobierno y oposición. Mientras, estallan focos de desesperación popular, revueltas del pan y desconfianza a soluciones pacíficas.

La democracia sólo se aprende ejerciendo, en palabras de Hasib. Hay que excluir el recurso a la violencia, hay que empezar ejerciendo democracia interna en el seno de los partidos árabes, renuncias por ambas partes y la concreción de un "bloque histórico" que concerte unos objetivos de cara a la fase de transición a la democracia. Hace falta una cultura de democracia y de derechos humanos, que los niños árabes aprendan esos valores en las escuelas, además de que lo aprendan las autoridades y la sociedad. Hay que dinamizar y apoyar a los movimientos de derechos humanos y crear una opinión pública democrática.

En Occidente se confunde Islam con terrorismo, pero el Islam no es incompatible con la democracia y los derechos humanos. Existen paises como Túnez, Líbano, Marruecos, Egipto o Yemen donde los partidos islamistas han aceptado el juego político. Para Hasib, que los islamistas vayan a aprovecharlo para conquistar el poder y excluir a los demás es falso. Lo que hay que juzgar es su comportamiento y no las intenciones.


En la ronda de preguntas, el doctor Hasib defendió un modelo de democracia social, no un sistema capitalista, pero determinando que es al pueblo árabe a quien le incumbe escoger su sistema de gobierno. En Palestina, por ejemplo, las últimas elecciones fueron un proceso limpio que dio como resultado la victoria de Hamás. Occidente no quiso reconocer su victoria y practicó un doble criterio de reprochar la falta de democracia en el mundo árabe pero no aceptándola cuando no le interesa.

Sobre el conflicto del Sáhara Occidental, no se atrevió a pronunciarse claramente, argumentando que los países de pequeña población son económicamente inviables en la época de la globalización y por eso deben darse uniones políticas y económicas supraestatales, a semejanza de la Unión Europea. La desgracia de los árabes es situarse en una zona estratégica para la economía mundial. A las potencias occidentales les interesa que se mantengan disgregados y no se democraticen para que el precio del petróleo no cambie. El temor de Occidente es que el pueblo árabe exija un precio justo por el crudo para poder desarrollarse económicamente.

Sobre los islamistas, el doctor Hasib argumenta que éstos reconocieron que no existía un paradigma de Estado islámico, al existir tan pocos fragmentos sobre éste en los textos islámicos, por lo que el pueblo está capacitado para elegir lo que le conviene en cada momento. Lo mismo ocurriría con la Sharia, la ley islámica, al no poder darse una aplicación literal sino una interpretación de los principios que la inspiran.


En una opinión más personal, yo juzgo una visión demasiado optimista y tímida de la realidad árabe. Se quieren evitar unas críticas más concretas de las élites árabes en pos de la búsqueda de consensos panárabes, pero no es lo mismo la situación de la monarquía saudí que el régimen sirio o la monarquía marroquí. Asismismo, no se juzga con el mismo prisma la situación del Sáhara Occidental, ocupado ilegalmente por Marruecos, que el de Palestina, con un conflicto con una potencia no árabe como es Israel. Incluso la misma crítica a las élites dirigentes adolece de objetividad: el doctor Hasib ve en las élites educadas en la época otomana el primer obstáculo a la democratización en el mundo árabe, pero no hay que olvidar que las élites posteriores de los años 60 para adelante se han educado, como él mismo, en universidades occidentales.

La relación con Occidente siempre es difícil. Por un lado se achaca a su hegemonía política y económica los problemas que adolece el mundo árabe, por otro es fuente de inspiración para llegar a un modelo político democrático y al Estado de derecho que posibilite un "renacimiento" árabe. Sin obviar que en Occidente se educan los hijos de la élite. El "bloque histórico" que preconiza Hasib es un concepto típicamente gramsciano (y occidental), cuya filosofía política fue muy influyente en el socialismo árabe. Pero el bloque histórico debe ser verdaderamente ambicioso.

En un hándicap, realmente, que esas pretensiones tan loables como es conseguir la democracia en el mundo árabe deban moderarse en la búsqueda de consenso con las élites gobernantes para llegar a una transición, a la vez de buscar el máximo de apoyos posibles con la incorporación de los islamistas. No sólo hay que juzgar el comportamiento, sino saber cuáles son las intenciones de cada grupo. Para que la democracia sea efectiva, todos tienen que reconocer al adversario, a la vez que construir un modelo de pesos y contrapesos que evite la conquista del poder por un grupo en exclusiva. A pesar de la necesaria crítica, deseo con todo corazón que el mundo árabe alcance la libertad y la democracia.

jueves, 11 de marzo de 2010

El Dios de los terroristas


Me causa una tremenda impresión la noticia que recoge el diario ultra Minuto Digital. Que un converso del Islam al cristianismo declare barbaridades sobre la religión musulmana puede resultar comprensible, máxime al haber estado relacionado con el mundo de Hamás. Pero en ningún modo se puede pretender caracterizar a una creencia y a sus millones de fieles por lo que una determinada persona diga en un contexto determinado. Si confundir el Islam con lo que dicen o hacen los terroristas es un argumento para condenar una fe, es igual de estúpido que condenar el cristianismo por lo que haga o diga la Iglesia.


Esta noticia, que deja a un lado a la objetividad y el contraste y no revela precisamente el buen juicio de los redactores, es un ejemplo de la ya extensa campaña de desprestigio contra todo un mundo. Una vez, el Occidente, cristiano por supuesto, es la luz y el Oriente, musulmán, es la barbarie. Es muy curioso que dos fes que hablan del mismo Dios presenten la visión contraria del Creador tan distinta. Dios es amor, Dios es un terrorista… no parecen que hayan leído nada acerca de las Cruzadas, ni siquiera haber entendido un libro de historia.


Se habla de que el conflicto que vivimos es una guerra entre dos dioses. ¿Dos dioses? Es una concepción errónea, porque no hay que olvidar que siempre, siempre, el motivo último de los conflictos es la economía. Lo que se juega en Oriente Próximo, y en muchas otras regiones (la salida al mar para Bolivia, los conflictos del Congo, el Cáucaso, el Mar del Norte o las regiones polares…) es siempre el control de los recursos, ya sean el petróleo, el agua o el gas natural, además de cobalto o minas de piedras preciosas. Dios, como siempre, es la excusa perfecta para legitimar todo mal, y eso nos lleva desde Bush hasta Al Qaeda, en la actualidad.


Hoy, que han pasado seis años desde el 11-M, debemos ser lo suficientemente inteligentes para comprender la naturaleza de los conflictos. Los enemigos de la libertad no están en las casas derruidas de Palestina, en las pateras que cruzan el Estrecho o en los indígenas americanos que exigen acabar con décadas de explotación. Los enemigos de la libertad son esos mismos poderosos que invocan su nombre para acometer la mayor hipocresía y salvajadas de la humanidad. Son los Bush, los Putin, los Castro, los reyes de Arabia… y los Aznar, las Esperanzas Aguirre, los Berlusconi…

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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Bienvenidos al Árbol Socialdemócrata, un sencillo blog que pretende dar su pequeña aportación a los ideales del socialismo democrático y de la libertad.

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