
Me causa una tremenda impresión la noticia que recoge el diario ultra Minuto Digital. Que un converso del Islam al cristianismo declare barbaridades sobre la religión musulmana puede resultar comprensible, máxime al haber estado relacionado con el mundo de Hamás. Pero en ningún modo se puede pretender caracterizar a una creencia y a sus millones de fieles por lo que una determinada persona diga en un contexto determinado. Si confundir el Islam con lo que dicen o hacen los terroristas es un argumento para condenar una fe, es igual de estúpido que condenar el cristianismo por lo que haga o diga la Iglesia.
Esta noticia, que deja a un lado a la objetividad y el contraste y no revela precisamente el buen juicio de los redactores, es un ejemplo de la ya extensa campaña de desprestigio contra todo un mundo. Una vez, el Occidente, cristiano por supuesto, es la luz y el Oriente, musulmán, es la barbarie. Es muy curioso que dos fes que hablan del mismo Dios presenten la visión contraria del Creador tan distinta. Dios es amor, Dios es un terrorista… no parecen que hayan leído nada acerca de las Cruzadas, ni siquiera haber entendido un libro de historia.
Se habla de que el conflicto que vivimos es una guerra entre dos dioses. ¿Dos dioses? Es una concepción errónea, porque no hay que olvidar que siempre, siempre, el motivo último de los conflictos es la economía. Lo que se juega en Oriente Próximo, y en muchas otras regiones (la salida al mar para Bolivia, los conflictos del Congo, el Cáucaso, el Mar del Norte o las regiones polares…) es siempre el control de los recursos, ya sean el petróleo, el agua o el gas natural, además de cobalto o minas de piedras preciosas. Dios, como siempre, es la excusa perfecta para legitimar todo mal, y eso nos lleva desde Bush hasta Al Qaeda, en la actualidad.
Hoy, que han pasado seis años desde el 11-M, debemos ser lo suficientemente inteligentes para comprender la naturaleza de los conflictos. Los enemigos de la libertad no están en las casas derruidas de Palestina, en las pateras que cruzan el Estrecho o en los indígenas americanos que exigen acabar con décadas de explotación. Los enemigos de la libertad son esos mismos poderosos que invocan su nombre para acometer la mayor hipocresía y salvajadas de la humanidad. Son los Bush, los Putin, los Castro, los reyes de Arabia… y los Aznar, las Esperanzas Aguirre, los Berlusconi…