Frente a 311 votos a favor y 2 abstenciones, la moción de censura de la oposición a Berlusconi ha sido derrotada por los 314 diputados que han apoyado en contra, entre los que se encuentran dos miembros de Italia de los Valores de Di Pietro, uno del Partido Democrático y un ex finiano.
Silvio Berlusconi salva así su enémisa moción de censura. Para ello, no ha dudado en convertir el Parlamento italiano, si no lo era ya, en un mercado de compra de votos y venta de favores en una recreación grotesca y vergonzosa del Templo de Jerusalén invadido por los mercadores, profanando el que debería ser el lugar sagrado de la representación de la soberanía nacional. La compra de votos no es un fenómeno novedoso en el desacreditato sistema político italiano: ya venía de mucho antes de la llegada de Berlusconi y cuenta con buenos antecedentes históricos. Incluso en el Parlamento de Westminster, insigne modelo del parlamentarismo constitucional, se institucionalizó semejante práctica con la creación de una ventanilla donde los diputados recibían el precio acordado por su voto.
Hay que ser "compresivo" con la despreciable clase política italiana. No podemos ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Pedir un comportamiento noble y virtuoso a seiscientas treinta personas, aunque reciban el trato de "sus honorables señorías", es estéril cuando no cultivamos la propia virtud. Las seiscientas treinta honorables señorías de la Cámara de los Diputados de Italia, y las más de trescientas honorables señorías de la Cámara del Senado son seres de carne y hueso con los mismos vicios y virtudes que el resto de seres humanos. Cuentan, claro está, con mejores oportunidades que muchos de nosotros de obtener pingües beneficios, gracias a sus actas de diputado. Ante los cantos de sirena de un Berlusconi dispuesto a cancelar la hipoteca de un diputado, ¿quién puede resistirse? Y el que el susodicho diputado no es de piedra.
Igualmente hay que ser compresivo con los miles de estudiantes que han desencadenado una guerrilla contra los policías de Roma. Es normal que frente a un Berlusconi que impone sus leyes sin escucharles sea motivo de enfado. Aún más que les obligue a cumplir la ley mientras él y sus más estrechos acólitos disfruten de inmunidad ante la misma ley. Con ello, ¿quién no diría basta ya? Muchos italianos están hartos de que sus políticos no sean sus representantes públicos. No sirve de nada votar, ya que salga quien salga actuará conforme a sus propios intereses, y por si acaso dudara todos saben que Berlusconi acudiría raudo con la chequera en sus manos.
Hay que ser comprensivos con buena parte de los ciudadanos de Italia que votaron a Berlusconi. Sabían lo que hacían y lo que haría Berlusconi. No sólo en 2008, sino también en 2001 o en 1994. Ciertamente, la democracia queda vacía de contenido si los representantes políticos vulneran el interés general a favor del interés privado. Igualmente, la democracia es inservible cuando el electorado hace un mal uso de su voto.
Sí, ciertamente muchos millones de italianos votaron a Berlusconi libremente, lo mismo que muchos alemanes votaron libremente a Hitler, y no se puede reprochar en gran medida porque el voto pertenece a uno mismo y cada uno lo ejerce como cree más conveniente. ¿Qué otra opción tenían los alemanes y los italianos? Al mismo tiempo, parte del electorado italiano no ejerce un voto "libre". No es libre si operan los favores, las influencias, en definitiva, la misma corrupción que había antes de Tangentopoli.
Hay que ser comprensivo con la oposición a Berlusconi. No la forma una cohorte de personas virtuosas y de abnegado servicio por la cosa pública, pese a que muchos vienen de un Partido Comunista bastante ejemplar y de inteligente estrategia. Las ideas se difuminan con el tiempo, pero la ambición de poder siempre queda. No es extraño que las filas del centroizquierda se hallen casi tantos casos de corrupción como en las del centroderecha.
Aunque muchos italianos pudieran tener la oportunidad de no votar a un Berlusconi que ven viril y triunfador, o la inagotable fuente de favores personales, organizada de una forma piramidal enquistada dentro del Estado italiano, ¿qué harían con su voto? ¿Dárselo a una oposición desorganizada, sin ideas y potencialmente corrupta?
Hay que ser comprensibles con la clase política, no tienen la ciudadanía ejemplar que deberían tener. Hay que ser comprensibles con la ciudadanía, no tienen la fuerza que deberían tener para quitarse de enmedio un tumor tan despreciable. Hay que lamentarse por la filosofía política de la democracia: no tiene los tipos ideales que debería tener.
Silvio Berlusconi salva así su enémisa moción de censura. Para ello, no ha dudado en convertir el Parlamento italiano, si no lo era ya, en un mercado de compra de votos y venta de favores en una recreación grotesca y vergonzosa del Templo de Jerusalén invadido por los mercadores, profanando el que debería ser el lugar sagrado de la representación de la soberanía nacional. La compra de votos no es un fenómeno novedoso en el desacreditato sistema político italiano: ya venía de mucho antes de la llegada de Berlusconi y cuenta con buenos antecedentes históricos. Incluso en el Parlamento de Westminster, insigne modelo del parlamentarismo constitucional, se institucionalizó semejante práctica con la creación de una ventanilla donde los diputados recibían el precio acordado por su voto.
Hay que ser "compresivo" con la despreciable clase política italiana. No podemos ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Pedir un comportamiento noble y virtuoso a seiscientas treinta personas, aunque reciban el trato de "sus honorables señorías", es estéril cuando no cultivamos la propia virtud. Las seiscientas treinta honorables señorías de la Cámara de los Diputados de Italia, y las más de trescientas honorables señorías de la Cámara del Senado son seres de carne y hueso con los mismos vicios y virtudes que el resto de seres humanos. Cuentan, claro está, con mejores oportunidades que muchos de nosotros de obtener pingües beneficios, gracias a sus actas de diputado. Ante los cantos de sirena de un Berlusconi dispuesto a cancelar la hipoteca de un diputado, ¿quién puede resistirse? Y el que el susodicho diputado no es de piedra.
Igualmente hay que ser compresivo con los miles de estudiantes que han desencadenado una guerrilla contra los policías de Roma. Es normal que frente a un Berlusconi que impone sus leyes sin escucharles sea motivo de enfado. Aún más que les obligue a cumplir la ley mientras él y sus más estrechos acólitos disfruten de inmunidad ante la misma ley. Con ello, ¿quién no diría basta ya? Muchos italianos están hartos de que sus políticos no sean sus representantes públicos. No sirve de nada votar, ya que salga quien salga actuará conforme a sus propios intereses, y por si acaso dudara todos saben que Berlusconi acudiría raudo con la chequera en sus manos.
Hay que ser comprensivos con buena parte de los ciudadanos de Italia que votaron a Berlusconi. Sabían lo que hacían y lo que haría Berlusconi. No sólo en 2008, sino también en 2001 o en 1994. Ciertamente, la democracia queda vacía de contenido si los representantes políticos vulneran el interés general a favor del interés privado. Igualmente, la democracia es inservible cuando el electorado hace un mal uso de su voto.
Sí, ciertamente muchos millones de italianos votaron a Berlusconi libremente, lo mismo que muchos alemanes votaron libremente a Hitler, y no se puede reprochar en gran medida porque el voto pertenece a uno mismo y cada uno lo ejerce como cree más conveniente. ¿Qué otra opción tenían los alemanes y los italianos? Al mismo tiempo, parte del electorado italiano no ejerce un voto "libre". No es libre si operan los favores, las influencias, en definitiva, la misma corrupción que había antes de Tangentopoli.
Hay que ser comprensivo con la oposición a Berlusconi. No la forma una cohorte de personas virtuosas y de abnegado servicio por la cosa pública, pese a que muchos vienen de un Partido Comunista bastante ejemplar y de inteligente estrategia. Las ideas se difuminan con el tiempo, pero la ambición de poder siempre queda. No es extraño que las filas del centroizquierda se hallen casi tantos casos de corrupción como en las del centroderecha.
Aunque muchos italianos pudieran tener la oportunidad de no votar a un Berlusconi que ven viril y triunfador, o la inagotable fuente de favores personales, organizada de una forma piramidal enquistada dentro del Estado italiano, ¿qué harían con su voto? ¿Dárselo a una oposición desorganizada, sin ideas y potencialmente corrupta?
Hay que ser comprensibles con la clase política, no tienen la ciudadanía ejemplar que deberían tener. Hay que ser comprensibles con la ciudadanía, no tienen la fuerza que deberían tener para quitarse de enmedio un tumor tan despreciable. Hay que lamentarse por la filosofía política de la democracia: no tiene los tipos ideales que debería tener.
2 comentarios:
Muy buena reflexión. Por desgracia, ningún sistema político tiene los ideales que debería tener... o, al menos, ninguno que es aceptable moralmente para la mayoría de la población.
Un saludo.
Ya lo decía Eco: Berlusconi es un zombi.
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