Apenas un mes ha transcurrido desde las elecciones generales y el partido derrotado ya ha anunciado su fractura. No solo el partido, sino todo lo que antes yo denominé Conglomerado Conservador, se ha disuelto, ha caído. La unión de la derecha política con la mediática se ha roto. La derecha social, los ciudadanos de pensamiento conservador, ni se han roto ni disuelto de nada, porque con ellos no se han aliado nadie, han sido la comparsa de la farsa conservadora.
Pasado un mes, teniendo ya desde hoy en efectivo al Presidente del Gobierno sin concesión a ninguna minoría, la veda se ha abierto en la derecha: es la guerra abierta.
Desde los medios de la derecha mediática, que antaño reñían por ver quién le daba más coba y halagos a Rajoy, han pasado a apuñalarle. Es un golpe de Estado de la derecha, pero algo que todos sabíamos: en la derecha no manda el partido conservador, mandan los mass media, y éstos se han lanzado al asalto por el control del partido.
Lo que la derecha mediática no acierta a comprender es que la derrota electoral no ha sido solo del Partido Popular: la derecha mediática ha sido derrotada. Sus mentiras no han conseguido dar la vuelta a la tortilla, porque ni Zapatero traiciona a España, ni se vende a los nacionalistas ni es un corrupto. Mentiras, odio, mentiras y odio. Es más, su política sectaria de odio hacia lo “diferente” (homosexuales, catalanes, vascos, izquierda, musulmanes…) ha causado un revulsivo general que ha ayudado a mantener la confianza de los ciudadanos de izquierda más críticos con un gobierno al que no consideran “suficientemente de izquierdas”.
El caballo de Troya de las ondas mediáticas es su esperanza madrileña. Esperanza Aguirre. Las ondas y los periódicos ya la preferían desde que saltó a escena una web diseñada desde colabores de Losantos.
Parecería lo más normal cuando la Constitución obliga a que los partidos se doten de un funcionamiento democrático interno, que existieran varias corrientes, diversos puntos de vista, diversos candidatos. No. En la derecha eso ya no puede ser así: son partidarios del caudillismo. Pero ese caudillo, desde Aznar, no existe, sino reyezuelos de cada autonomía por saltar a la arena nacional.
Resulta muy lógico el paso que emprendió Aguirre: sus ambiciones, como las de Gallardón, son archiconocidas. Y se le acaba el tiempo. Como dije, el año 2003 fue una oportunidad perdida para la izquierda para acabar con la figura política de Esperanza Aguirre, no muy significada anteriormente más que por sus “perlas” acerca de la “pintora Sara Mago”, entre otras (y continúan en el tiempo reciente). Aguirre se creció, arrinconó a Gallardón del liderazgo del PP de Madrid y ha hecho de Madrid una región de ultraliberalismo demagógico (¿es Telemadrid un ejemplo de no intervención liberal o de órgano al estilo nazi de Goebbels?) y desintegración masiva del sistema público. A los madrileños de derechas les da igual, se pagan sus problemas. A los otros los convence, tocándoles la fibra identitaria, como toda casi una nacionalista periférica. Para citar a George Lakoff y su “No pienses en un elefante”, Aguirre ha creado un marco donde los madrileños se sienten muy a gusto: les degrada el sistema público, les daña sus intereses pero se abandera como protectora de los madrileños frente al gobierno central, que es “malo”, y los nacionalistas periféricos, que son más malos y por añadidura terroristas, y por ende les “baja” los impuestos. Tomás Gómez ha caído en la trampa que Lakoff previene: girar a la derecha y copiar su discurso (supresión del impuesto de patrimonio). ¡Se cae en su discurso! Los madrileños de derechas ya tienen su partido con el que se identifican, el PP, y otro no les va a hacer cambiar de opinión. Es justamente al revés, invertir el proceso, llevar a la ciudadanía madrileña un discurso dinámico y con sentido de izquierdas para convencer a la gente de que ese programa es el mejor para su identidad como madrileños y españoles: los impuestos no son malos y son necesarios, el sistema público posibilita la igualdad de oportunidad para que todos generemos riqueza, la solidaridad territorial es lo más patriótico para ayudar a las regiones más pobres (Por cierto que el discurso del nacionalismo es exactamente igual que el de Aguirre, los votantes nacionalistas no votan por intereses, sino por lo que se identifican-> el nacionalismo frente a Madrid).
Pero, quizás, Aguirre haya cometido un error capital. Se ha lanzado al precipicio y no hay manos que se le unan a sostenerla. Teniendo en cuenta el sistema oligárquico de la derecha política, por mucho que haya militantes o diputados, por muy pocos que sean, que quieran apoyarla como sugirió Beteta, no pueden hacer nada frente a un partido controlado desde su cúspide de modo férreo. La elección de compromisarios se realiza bajo control de las cúpulas regionales y la nacional. Todas y cada una van apoyando a Rajoy: Galicia, Andalucía, Valencia, Cataluña, Murcia… Valencia que podía haber sido el otro puntal de Aguirre más Madrid se ha inclinado por Rajoy. Aguirre genera rechazo. No sólo en la sociedad más allá de Madrid, sino en su propio partido. Las guerras internas originadas por el conflicto Aguirre-Gallardón desmontaron el efecto Pizarro (si es que lo hubo, y lo dudo; como mucho sostenido artificialmente por las ondas mediáticas de la derecha), se tensó al partido cuando Aguirre quiso hacerse con la presidencia del PP madrileño, se producen obstrucciones continuas a los proyectos del Ayuntamiento y la Comunidad… eso desgasta mucho al partido, quizá no en Madrid, pero sí a nivel nacional.
Aguirre se ha suicidado. Si gana Rajoy, y acaba manteniendo el control del partido, no creo que pase por alto esta “rebelión” de Madrid y la derecha mediática. Pero el PP de Rajoy no es el PP de Aznar. Rajoy no ha ganado elecciones, Rajoy no se impone, Rajoy no decide, Rajoy no nada de nada… ahora cada uno habla con más libertad, y eso es bueno para el debate democrático.
Pero la derecha no se guía tanto por la ideología como la izquierda, sino por las personas. ¿Qué proyecto en común pueden tener liberales, democristianos y extrema derecha más que el poder? ¿Sigue el liberalismo estricto la doctrina social de la Iglesia? ¿Sigue el sector más tolerante la homofobia y retrofranquismo de los extremistas? No. El partido se fractura. O con el liberalismo de Aguirre o con el conservadurismo de Rajoy.
Si Aguirre no se presenta, se habrá suicidado. Si Aguirre se presenta y pierde, porque no la dejarán ganar, se habrá suicidado. Si ya la izquierda madrileña estuviera dirigida por un líder con convencimiento, reconocimiento y programa, ya podríamos tener puesto un pie en Sol y otro en Cibeles. Porque Gallardón también se ha suicidado por su ambición. Suicidado en su partido, porque Gallardón sabe que sus planteamientos pueden tener el visto bueno de una parte de la derecha. Al igual que Aguirre. ¿La fractura, por fin, de facto y de iure de esta derecha monolítica?
¿Cantará, por fin, victoria la izquierda durante muchos años para mejorar España?