En el desarrollo de la UE es inevitable tomar parte de una de estas tres posiciones: europeísmo, antieuropeísmo e indiferencia. A estas habría que añadir dos "inter-posiciones", a las que habría de calificar de "oportunistas", no en sentido peyorativo, sino en la medida en que basculan entre las tres anteriores. Son el funcionalismo y el euroescepticismo. En estas posturas basculan los grupos según convenga a sus intereses y al influjo de la opinión pública, o también a la capacidad que tengan que atraérsela a sus postulados. Estos grupos son los Gobiernos de los Estados y los "lobbies" establecidos en Bruselas.
Los situados en el campo del europeísmo no pueden, no podemos, pasar por alto la apatía que domina las estructuras de la Unión como la indiferencia que experimentan los ciudadanos frente a ella. La Unión se ha construido todos estos años como una estructura supranacional de la cual los ciudadanos sólo han sido llamados para consultas electorales y referenda a modo de "sanción sin opinión". Las negativas ciudadanas, por ejemplo los casos de Francia o de Irlanda, han sido suplidas por subterfugios basados en Tratados más "light" o acuerdos particulares que desdibujan una Unión que aspira a ser federal para trazar una débil confederación.
La cuestión no es baladí, ya que no es lo mismo tratar con una institución superior, como podrían llegar a ser el Parlamento y la Comisión, a negocios entre Estados soberanos que condicionan las políticas comunitarias. En los recientes nombramientos de los dos altos cargos que crea el Tratado de Lisboa, lo que primaron fueron los intereses de los Gobiernos nacionales por mantener su primacía que por dotar a la Unión de cargos representativos de carácter superior.
La mayoría de Gobiernos europeos han oscilado hacia un euroescepticismo, desde el menos sincero hasta el más militante, que si bien no es contrario a la Unión ni mucho menos pretenden separarse de ella, sí que pretenden vaciarla de contenido y no ceder ni un ápice de soberanía ni, mucho menos, de más fondos para el desarrollo de la Unión. Tomando las críticas de Trotsky al partido leninista, el Estado sustituye a la sociedad civil, el Gobierno al Estado, y finalmente, los intereses político-económicos al Gobierno. La ciudadanía, depositaria teórica de la soberanía nacional, desaparece de los ámbitos de decisión.
¿Una participación ciudadana más activa devolvería las fuerzas a las tesis europeístas y renovaría el vigor federalizante de la Unión? En un principio no, pero pondría las cosas más fáciles al europeísmo y devolvería a los ciudadanos una conciencia más cívica y responsable para tomar las decisiones que nos afectan a todos. En una época donde los Gobiernos, con su acción o su dejadez, defraudan las expectativas de los ciudadanos, éstos han de valerse por sí mismos, pero no por separado, para replantearse muchas cuestiones.
Una Unión más perfecta, como la que ansiaban los Founding Fathers de los Estados Unidos, en Europa sólo es posible con la extinción de los Estados y naciones en tanto que constituyen obstáculos a los ciudadanos y su sustitución por una administración general de las cosas, casi como Engels, pero estructurada en el supraestado de la Unión, sometida al control y la consulta vinculante ciudadana, donde ningún europeo tenga más privilegios o restricciones que otro, y así pueda hacerse efectiva la libertad.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho su exposición. Yo soy del parecer que la UE, de momento, es más una unión de mercaderes que de ciudadanos.
Hasta llegar a la libre circulación de ciudadanos, se tuvo que pasar antes por la libre circulación de mercancías, trabajadores y de capitales; pero aún no hay una política fiscal común.
Los países ricos del norte defienden el liberalismo antimonopolios pero en dirección norte sur, al revés se choca con un ferreo muro protecionista bien disimulado con ampliaciones de capital de empresas en que el Estado es el accionista mayoritario, etc.
Si Francia y Alemania no cumplen los criterios de Maastrich respecto al déficit, se hace vista gorda, y de ello se beneficia Portugal; pero cuando sólo le acompaña Grecia y España, a los tres se les mete en el saco de las posibles restricciones.
En fin, matizo, más que discrepar, con: "¿Una participación ciudadana más activa devolvería las fuerzas a las tesis europeístas y renovaría el vigor federalizante de la Unión? En un principio no, pero pondría las cosas más fáciles al europeísmo y devolvería a los ciudadanos una conciencia más cívica y responsable para tomar las decisiones que nos afectan a todos" el divorcio de la ciudadanía con las estructuras europeas cabría buscarla en por qué la ciudadanía se inhibe de la democracia representativa; NO SE SIENTEN REPRESENTADOS REALMENTE por los encargados de hacerlo, sino, ¡traicionados! con esos "encages de bolillos" de la política europeísta.
Hay que reconocer que estamos lejos del objetivo que marca el ideal de la UE...
Yo, Javi, que sabes que me considero defensor de una Union Europea fuerte y común (creo que esta es la palabra que mejor la define), no puedo sino sentirme extrañado ante el espectaculo que cada dia se nos ofrece: ¿común? poco: se antepone el beneficio propio al del grupo de paises que la componen, algunos de los paises parecen manejar la situacion sin tener en cuenta las opiniones de otros, otros paises se hunden ¿no se veia venir o es que todos decidieron mirar hacia otro lado?.
La Union Europea solo está unida cuando las cosas van bien, cuando las cosas van mal cada uno se esconde en su madriguera.
Y ante este espectaculo, ¿que postura tomarán los ciudadanos de esta? pues facil: que no son ciudadanos de Europa, sino de Alemania, Inglaterra, Francia etc.
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