El 28 de noviembre los catalanes están convocados a renovar su parlamento autonómico. Sin duda, serán unas elecciones tan importantes como las primeras de 1980, las primeras ganadas por el nacionalismo moderado de Jordi Pujol o las de 2003, cuando nació el primer gobierno tripartito de izquierda catalana. Las futuras claves serán la participación electoral, el reajuste de mayorías y la fuerza de nuevas formaciones políticas tan ideológicamente dispares como Ciudadanos, UPyD, la extrema derecha de Plataforma por Cataluña o el independentismo de Reagrupament o del partido de Laporta, en un momento en que las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España no son las mejores.
Son elecciones que huelen a fin de época del tripartito de izquierda. En su haber cuenta el nuevo Estatut, recibido con indiferencia por los catalanes, pero cuyo recorte por el Tribunal Constitucional ha servido para proclamar que hay que cortar lazos con el resto de España. En un aspecto más positivo, el tripartito cuenta con la extensión de las infraestructuras, como la extensión del metro de Barcelona (sin olvidar el desastre del Carmel) y, según el sociólogo Vicenç Navarro, el aumento del gasto social muy por encima de la gestión de anteriores gobierno de CiU.
Señala Navarro, por otra parte, que el autogobierno es una vía necesaria para aumentar el bienestar de los ciudadanos, aunque no la única: se necesita el compromiso por la política social, no por la identitaria. El hándicap del tripartito ha sido su excesiva preocupación por la cuestión nacional, que ha tapado su labor social.
No quiero olvidar la polémica del traspaso de competencias en la gestión del aeropuerto de El Prat y Rodalies (Cercanías en Cataluña). A mi juicio, la cesión de las Rodalies rompe la unidad en los ferrocarriles innecesariamente. Cataluña ya cuenta con un sistema propio de ferrocarriles (los Ferrocariles de la Generalitat, FGC) muy importante que debe desarrollar. Rodalies sólo supone un nuevo trozo de pastel a repartirse, para nada hay una preocupación en mejorar el servicio a los usuarios.
Los catalanes no se merecen sufrir la actual clase política. Nunca los catalanes, y el resto de españoles, nos hemos empachado tanto de nacionalismo como en la última década. Para frases sobre el nacionalismo, las de wikiquote. El PSC, desde Maragall a Montilla, ha arriesgado sus bases y su ideología jugándolo todo a la "defensa nacional" de Cataluña. Que Cataluña sea o no una nación es un asunto de debate, pero lo que me importa como progresista (y supongo que debería importar al resto de progresistas) es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La reacción al recorte del Estatuto ha sido una peligrosa cortina de humo que ha dañado, espero que momentáneamente, las relaciones entre Cataluña y el resto de España, y ha dado relevancia política a las propuestas soberanistas de ERC en su mejor momento, dado que las encuestas les pronostican un bajón electoral.
No serán, sin embargo, ni ERC, ni su secesión Reagrupament, ni siquiera el "berlusconiano" partido de Laporta, los beneficiados. Será CiU. ¿Eso significa la llegada al gobierno catalán de una CiU radicalizada? En absoluto. Como el PNV y el resto de las derechas españolas, su radicalismo es más verbal y ceñido a su presencia en los escaños de la oposición que a una convicción de que a Cataluña le conviene cortar sus lazos (no sólo históricos, sino culturales, sociales y económicos) con España. Lo que quiere el nacionalismo de CiU es muy sencillo: poder, dinero e influencia. Poder para acceder los contratos que adjudican los gobiernos, dinero para alimentar su clientela, e influencia para colocarla. Sería ingenuo decir que el tripartito no ha hecho lo mismo.
¿Sociovergencia, apoyo del PP o frente nacionalista? La sociovergencia ha sido muy cacareada desde 2003: ni está ni se la espera. Al menos con Pujol, CiU caminó muy bien entre PSOE y PP en los noventa, y sin duda volverá a hacerlo. Si de verdad Artur Mas piensa que Rajoy ocupará La Moncloa en 2012, un pacto con el PP beneficiaría a los dos partidos de derecha. El frente nacionalista no tiene la más mínima oportunidad sin un Aznar gobernando, ni CiU tiene bases en los círculos de negocios catalanes que le exijan un suicidio para sus carteras.
Al PSC le conviene perder estas elecciones. No me da placer la perspectiva de su derrota, pero mantengo la esperanza de que el socialismo catalán recupere la sensatez de antaño y no siga en un juego donde tiene todas las de perder: sus ayuntamientos, sus ideas y sus bases.
Como colofón, me quedo con una "espléndida" frase de Duran i Lleida: "cuantos menos partidos ocupen la Generalitat, mejor". Al margen de la nula cultura de coalición en España que revela, es perfecta. El mejor gobierno es que no lo ocupe ningún partido.
Son elecciones que huelen a fin de época del tripartito de izquierda. En su haber cuenta el nuevo Estatut, recibido con indiferencia por los catalanes, pero cuyo recorte por el Tribunal Constitucional ha servido para proclamar que hay que cortar lazos con el resto de España. En un aspecto más positivo, el tripartito cuenta con la extensión de las infraestructuras, como la extensión del metro de Barcelona (sin olvidar el desastre del Carmel) y, según el sociólogo Vicenç Navarro, el aumento del gasto social muy por encima de la gestión de anteriores gobierno de CiU.
Señala Navarro, por otra parte, que el autogobierno es una vía necesaria para aumentar el bienestar de los ciudadanos, aunque no la única: se necesita el compromiso por la política social, no por la identitaria. El hándicap del tripartito ha sido su excesiva preocupación por la cuestión nacional, que ha tapado su labor social.
No quiero olvidar la polémica del traspaso de competencias en la gestión del aeropuerto de El Prat y Rodalies (Cercanías en Cataluña). A mi juicio, la cesión de las Rodalies rompe la unidad en los ferrocarriles innecesariamente. Cataluña ya cuenta con un sistema propio de ferrocarriles (los Ferrocariles de la Generalitat, FGC) muy importante que debe desarrollar. Rodalies sólo supone un nuevo trozo de pastel a repartirse, para nada hay una preocupación en mejorar el servicio a los usuarios.
Los catalanes no se merecen sufrir la actual clase política. Nunca los catalanes, y el resto de españoles, nos hemos empachado tanto de nacionalismo como en la última década. Para frases sobre el nacionalismo, las de wikiquote. El PSC, desde Maragall a Montilla, ha arriesgado sus bases y su ideología jugándolo todo a la "defensa nacional" de Cataluña. Que Cataluña sea o no una nación es un asunto de debate, pero lo que me importa como progresista (y supongo que debería importar al resto de progresistas) es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La reacción al recorte del Estatuto ha sido una peligrosa cortina de humo que ha dañado, espero que momentáneamente, las relaciones entre Cataluña y el resto de España, y ha dado relevancia política a las propuestas soberanistas de ERC en su mejor momento, dado que las encuestas les pronostican un bajón electoral.
No serán, sin embargo, ni ERC, ni su secesión Reagrupament, ni siquiera el "berlusconiano" partido de Laporta, los beneficiados. Será CiU. ¿Eso significa la llegada al gobierno catalán de una CiU radicalizada? En absoluto. Como el PNV y el resto de las derechas españolas, su radicalismo es más verbal y ceñido a su presencia en los escaños de la oposición que a una convicción de que a Cataluña le conviene cortar sus lazos (no sólo históricos, sino culturales, sociales y económicos) con España. Lo que quiere el nacionalismo de CiU es muy sencillo: poder, dinero e influencia. Poder para acceder los contratos que adjudican los gobiernos, dinero para alimentar su clientela, e influencia para colocarla. Sería ingenuo decir que el tripartito no ha hecho lo mismo.
¿Sociovergencia, apoyo del PP o frente nacionalista? La sociovergencia ha sido muy cacareada desde 2003: ni está ni se la espera. Al menos con Pujol, CiU caminó muy bien entre PSOE y PP en los noventa, y sin duda volverá a hacerlo. Si de verdad Artur Mas piensa que Rajoy ocupará La Moncloa en 2012, un pacto con el PP beneficiaría a los dos partidos de derecha. El frente nacionalista no tiene la más mínima oportunidad sin un Aznar gobernando, ni CiU tiene bases en los círculos de negocios catalanes que le exijan un suicidio para sus carteras.
Al PSC le conviene perder estas elecciones. No me da placer la perspectiva de su derrota, pero mantengo la esperanza de que el socialismo catalán recupere la sensatez de antaño y no siga en un juego donde tiene todas las de perder: sus ayuntamientos, sus ideas y sus bases.
Como colofón, me quedo con una "espléndida" frase de Duran i Lleida: "cuantos menos partidos ocupen la Generalitat, mejor". Al margen de la nula cultura de coalición en España que revela, es perfecta. El mejor gobierno es que no lo ocupe ningún partido.
3 comentarios:
No lo tengo todo tan claro, pero me parece que no redundas en una idea fundamental: La sociovergencia sería una salida de estabilidad en Catalunya y una eficaz forma de aislar al PP. Un PP que confía aun en irse a los brazos de CIU esperando resultado positivos en las futuras elecciones generales. No sé parece imposible pero yo no descartaría ese escenario.
Un saludo.
Jorge.
No tengo mucho optimismo en una sociovergencia. Sin duda es una buena opción: gobierno estable y de fuerzas moderadas. Pero al PSC no le conviene eso, ni a Cataluña tampoco. Cataluña, como el países democráticos, necesitan que la oposición al gobierno esté encabezada por una fuerza que pueda ser alternativa a éste cuando los ciudadanos así lo quieran. Diluida su credibilidad progresista en un tripartido más nacionalista que de izquierdas, el PSC no podría aguantar que se diluya también su condición de alternativa de gobierno.
Un saludo Jorge ;)
Volvemos a lo mismo Javier....''tripartido más nacionalista que de izquierdas''. Marcando el redil no?...jajaja.
No te ofusques¡¡
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