Hago dos intervenciones en el blog sobre las elecciones catalanas para poder dar cabida al análisis electoral y a mi opinión personal en textos ni muy densos ni muy extensos para comodidad del lector. También para no empañar el análisis del primer texto de opiniones personales que pudieran alterarlo. Los datos son objetivos y las opiniones subjetivas. Estas elecciones han dado para ambas cosas, por ello mi decisión de no juntarlas, aunque partan de la misma realidad.
En las elecciones que se han celebrado desde que tengo conciencia política, más o menos desde las de 2003, no dejo de observar ciertas coletillas insulsas, sobre todo en aquellas citas electorales adversas para los partidos de izquierda. "Algo habremos hecho mal", "por qué el trabajo realizado no se traduce en votos".... frases de autocompasión más propios para llorar colectivamente y lamerse las heridas causadas. No se necesita autocompasión. La izquierda española, y la izquierda catalana, no necesitan autocompasión. Ni siquiera merecen lástima. El 23 de septiembre escribí en este mismo blog que la izquierda no merece ganar Cataluña, no mientras sea esta izquierda. Es desolador volver a tener que ver como sinónimos estabilidad con derecha e inestabilidad con izquierda. Peor aún, inestabilidad con coaliciones de gobierno de varios partidos. España no tiene aún una cultura política avanzada que vea como un bien el multipartidismo, la colaboración entre diversos sectores sociales y políticos y la lealtad institucional. Tendemos al exclusivismo a la vez que somos incapaces de construir agrupaciones de amplio espectro. Por ejemplo, ¿cuándo se debatirá con naturalidad que la mejor garantía de estabilidad y progreso con la izquierda pasa por su unión de fuerzas?
El tripartito ha caído con estruendo; el PSC, como dice Jordi Barbeta en La Vanguardia, ha implosionado. Todo ello no me causa lástima. Ni siquiera ya puedo tener una cierta afinidad ideológica a ese Partido de los Socialistas, con cada vez menos socialistas y menos votantes. Decía también Barbeta que "el PSC ha pasado de tener varias almas a quedarse sin ninguna". Más bien, los socialistas catalanes conservan todas sus almas pero ninguno de sus cuerpos (electorales): en siete años han perdido medio millón de votos, la mitad de su electorado en elecciones autonómicas.
La izquierda, repito, no tiene que ser autocompasiva. Tiene que ser ferozmente autocrítica. La cuestión no es baladí: la derrota en la batalla de las ideas es la antesala a la derrota en la batalla política. Izquierda social e izquierda política se han distanciado, han roto sus lazos. La regeneración ideológica no viene por un simple retroceso electoral: son muchos años de malos resultados y de mala imagen. La izquierda ha quedado como jaula de grillos y mala gestora (pese a los avances del tripartito, que no deben ser obviados). Esta regeneración ideológica no debe venir (al menos, únicamente) de los políticos. Son políticos más preocupados por sus cargos y su nivel de influencia que por la generación de ideas que sustenten sus propuestas e intereses. ¿Dónde están los intelectuales?
Los intelectuales, siendo gramscianos, son los que tienen que reconfigurar un nuevo mensaje para reconstruir la hegemonía social y política. Está claro que el divorcio entre intelectuales y política es notorio: menos políticos son intelectuales y menos intelectuales están comprometidos en la política. Es más, cada grupo desconfía del otro. Fue muy relevante la frase de la ministra González-Sinde (pese a su procedencia del mundo cultural), "los que no son expertos, que no opinen".
Con este planteamiento se niega la potencialidad de cada individuo de ser intelectual. Para los exclusivistas, la política, las decisiones y las opiniones deben ser puestas en mano de "los que saben", un concepto sumamente reduccionista y, por lo tanto, elitista, negación de la democracia. Una de las vías para ser libre es el conocimiento: la sociedad más democrática y libre será aquella donde todos sean "los que saben", al menos de forma colectiva, sin ninguna exclusión deliberada. ¿Acaso no es esto una de las reclamaciones del movimiento socialista desde sus inicios?
Artur Mas ha esperado siete años para lograr el objetivo por el que fue elegido candidato de CiU: suceder a Jordi Pujol. Y lo ha logrado no por una herencia directa, a la vieja usanza del PRI mexicano. Su partido perdió el poder, vivió en la oposición y ha ganado las elecciones con una mayoría incontestable. Con ello se ha dotado de una mayor legitimidad a su liderazgo. Mariano Rajoy no sólo se congratula por la derrota de la izquierda catalana y el castigo que ello supone al Gobierno y a Zapatero. Rajoy sueña con emular a Mas a nivel nacional, hacer olvidar que fue elegido directamente por Aznar, llevó al partido conservador de la mayoría a la minoría y espera que a la tercera va la vencida. Siendo malévolo, siempre quedarán esos hilillos...
Artur Mas lleva bajo el brazo la promesa de severos recortes para atajar la crisis económica en Cataluña. Me atrevo a decir que sus propuestas son las mismas que el PP espera llevar a cabo si, en 2012, gana las elecciones, pero que no se atreve a concretar. Sabemos que tanto CiU como PP admiran los recortes realizados por el gobierno conservador-liberal del tandem Cameron-Clegg. La cuestión, para Cataluña y para España, será cuándo se empezarán a aplicar por Mas. Es importante porque puede afectar de una u otra manera el comportamiento electoral para 2012. Si CiU comienza sus recortes antes de las elecciones municipales, se arriesga a que el avance electoral de noviembre se detenga en mayo, y de nuevas energías a los socialistas a mantener Barcelona y el cinturón rojo, así como las principales ciudades. Por ello, es arriesgado pensar que lo vayan a concretar inmediatamente. Sí es más importante, en cambio, si lo hacen antes o después de las elecciones generales. Si fuera antes, sería una gran baza para la izquierda, al manifestarse el calado de los recortes de la derecha y a qué clases sociales afecta.
La sociovergencia, una vez más, no se manifestará. Al menos, en la escena catalana. En la nacional, a CiU le conviene siempre colaborar con el gobierno central. Cuestiones como el concierto económico o intentar saltarse la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto son temas más complicados, ya sea con izquierda o derecha. Una nueva radicalización de las relaciones entre Cataluña y el resto de España no es beneficiosa para ninguna de las partes: CiU vuelve a tener la oportunidad de acaparar la mayoría del campo nacionalista catalán y los socialistas necesitan de la moderación para no verse comidos por populares y republicanos. Al Partido Popular también le vendría bien la moderación, puesto que la tensión de las relaciones le dio buenos resultados en Euskadi en 2001, pero a costa de estancar el bloque no nacionalista.
En las elecciones que se han celebrado desde que tengo conciencia política, más o menos desde las de 2003, no dejo de observar ciertas coletillas insulsas, sobre todo en aquellas citas electorales adversas para los partidos de izquierda. "Algo habremos hecho mal", "por qué el trabajo realizado no se traduce en votos".... frases de autocompasión más propios para llorar colectivamente y lamerse las heridas causadas. No se necesita autocompasión. La izquierda española, y la izquierda catalana, no necesitan autocompasión. Ni siquiera merecen lástima. El 23 de septiembre escribí en este mismo blog que la izquierda no merece ganar Cataluña, no mientras sea esta izquierda. Es desolador volver a tener que ver como sinónimos estabilidad con derecha e inestabilidad con izquierda. Peor aún, inestabilidad con coaliciones de gobierno de varios partidos. España no tiene aún una cultura política avanzada que vea como un bien el multipartidismo, la colaboración entre diversos sectores sociales y políticos y la lealtad institucional. Tendemos al exclusivismo a la vez que somos incapaces de construir agrupaciones de amplio espectro. Por ejemplo, ¿cuándo se debatirá con naturalidad que la mejor garantía de estabilidad y progreso con la izquierda pasa por su unión de fuerzas?
El tripartito ha caído con estruendo; el PSC, como dice Jordi Barbeta en La Vanguardia, ha implosionado. Todo ello no me causa lástima. Ni siquiera ya puedo tener una cierta afinidad ideológica a ese Partido de los Socialistas, con cada vez menos socialistas y menos votantes. Decía también Barbeta que "el PSC ha pasado de tener varias almas a quedarse sin ninguna". Más bien, los socialistas catalanes conservan todas sus almas pero ninguno de sus cuerpos (electorales): en siete años han perdido medio millón de votos, la mitad de su electorado en elecciones autonómicas.
La izquierda, repito, no tiene que ser autocompasiva. Tiene que ser ferozmente autocrítica. La cuestión no es baladí: la derrota en la batalla de las ideas es la antesala a la derrota en la batalla política. Izquierda social e izquierda política se han distanciado, han roto sus lazos. La regeneración ideológica no viene por un simple retroceso electoral: son muchos años de malos resultados y de mala imagen. La izquierda ha quedado como jaula de grillos y mala gestora (pese a los avances del tripartito, que no deben ser obviados). Esta regeneración ideológica no debe venir (al menos, únicamente) de los políticos. Son políticos más preocupados por sus cargos y su nivel de influencia que por la generación de ideas que sustenten sus propuestas e intereses. ¿Dónde están los intelectuales?
Los intelectuales, siendo gramscianos, son los que tienen que reconfigurar un nuevo mensaje para reconstruir la hegemonía social y política. Está claro que el divorcio entre intelectuales y política es notorio: menos políticos son intelectuales y menos intelectuales están comprometidos en la política. Es más, cada grupo desconfía del otro. Fue muy relevante la frase de la ministra González-Sinde (pese a su procedencia del mundo cultural), "los que no son expertos, que no opinen".
Con este planteamiento se niega la potencialidad de cada individuo de ser intelectual. Para los exclusivistas, la política, las decisiones y las opiniones deben ser puestas en mano de "los que saben", un concepto sumamente reduccionista y, por lo tanto, elitista, negación de la democracia. Una de las vías para ser libre es el conocimiento: la sociedad más democrática y libre será aquella donde todos sean "los que saben", al menos de forma colectiva, sin ninguna exclusión deliberada. ¿Acaso no es esto una de las reclamaciones del movimiento socialista desde sus inicios?
Artur Mas ha esperado siete años para lograr el objetivo por el que fue elegido candidato de CiU: suceder a Jordi Pujol. Y lo ha logrado no por una herencia directa, a la vieja usanza del PRI mexicano. Su partido perdió el poder, vivió en la oposición y ha ganado las elecciones con una mayoría incontestable. Con ello se ha dotado de una mayor legitimidad a su liderazgo. Mariano Rajoy no sólo se congratula por la derrota de la izquierda catalana y el castigo que ello supone al Gobierno y a Zapatero. Rajoy sueña con emular a Mas a nivel nacional, hacer olvidar que fue elegido directamente por Aznar, llevó al partido conservador de la mayoría a la minoría y espera que a la tercera va la vencida. Siendo malévolo, siempre quedarán esos hilillos...
Artur Mas lleva bajo el brazo la promesa de severos recortes para atajar la crisis económica en Cataluña. Me atrevo a decir que sus propuestas son las mismas que el PP espera llevar a cabo si, en 2012, gana las elecciones, pero que no se atreve a concretar. Sabemos que tanto CiU como PP admiran los recortes realizados por el gobierno conservador-liberal del tandem Cameron-Clegg. La cuestión, para Cataluña y para España, será cuándo se empezarán a aplicar por Mas. Es importante porque puede afectar de una u otra manera el comportamiento electoral para 2012. Si CiU comienza sus recortes antes de las elecciones municipales, se arriesga a que el avance electoral de noviembre se detenga en mayo, y de nuevas energías a los socialistas a mantener Barcelona y el cinturón rojo, así como las principales ciudades. Por ello, es arriesgado pensar que lo vayan a concretar inmediatamente. Sí es más importante, en cambio, si lo hacen antes o después de las elecciones generales. Si fuera antes, sería una gran baza para la izquierda, al manifestarse el calado de los recortes de la derecha y a qué clases sociales afecta.
La sociovergencia, una vez más, no se manifestará. Al menos, en la escena catalana. En la nacional, a CiU le conviene siempre colaborar con el gobierno central. Cuestiones como el concierto económico o intentar saltarse la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto son temas más complicados, ya sea con izquierda o derecha. Una nueva radicalización de las relaciones entre Cataluña y el resto de España no es beneficiosa para ninguna de las partes: CiU vuelve a tener la oportunidad de acaparar la mayoría del campo nacionalista catalán y los socialistas necesitan de la moderación para no verse comidos por populares y republicanos. Al Partido Popular también le vendría bien la moderación, puesto que la tensión de las relaciones le dio buenos resultados en Euskadi en 2001, pero a costa de estancar el bloque no nacionalista.
4 comentarios:
Me alegro de sobremanera de que alguien hable de otra cosa que no sea el partido de fútbol de ayer.
Siendo sincero, no he seguido demasiado las elecciones en Cataluña, por lo que no podría decir absolutamente nada en contra de lo escrito. Es más, creo que tiene mucha solidez y que, además, resulta muy coherente con lo expresado en tu posteo anterior.
Ahora bien, me gustaría, si puede ser, que me aclarases un punto concreto de tu entrada: el relativo a los intelectuales. Creo que no he comprendido bien lo que quieres decir, ya que comienzas hablando de que existen intelectuales que deberían crear ideas nuevas y reforzar la política española para después criticar a los denominados "expertos", y la negación a "la potencialidad de cada individuo de ser intelectual". ¿Estás dando un mensaje de que todos los votantes deberían ser esos intelectuales que reconstruyan "la hegemonía social y política?
Me gustaría saberlo con exactitud antes de errar en cualquier comentario al respecto.
Una buena entrada.
Un saludo.
Hola de nuevo, Eternal Pain.
(Un apunte antes de empezar: el "experto" podría ser el intelectual, pero deberíamos también decir quién es el intelectual, y entonces se abriría otra discusión y nos iríamos por las ramas, así que espero me perdones un intento de ser conciso). A este aspecto, en una definición malévola, el intelectual es "aquel que otros intelectuales reconocen como tal", por lo que yo no me atrevo a establecer categorías.
No critico al "experto" en sí, sino a la concepción que manifestó Sinde en su declaración. Prefiero pensar que fue el calor del momento y que su comentario no pasó del "desafortunado". Sin embargo, dicho ha quedado y como tal hay que criticarlo duramente. Es necesario que en un Estado contemporáneo todas sus ramas, desde la administración a la diplomacia y otros ámbitos estén dirigidos por expertos o asesorados por ellos.
Gramsci tuvo mucha razón en reconocer el importante papel del intelectual y a presuponer que éste puede venir de cualquier segmento social. Como dije, el movimiento socialista aspira (o aspiraba) a la liberación intelectual del pueblo (8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de instrucción).
Cada uno, en su medida, puede aportar para desarrollar nuevas propuestas políticas. La política en el siglo XXI tiene que pasar obligatoriamente por una mayor participación ciudadana en la elaboración de los programas políticos. La política tiene mucho de imagen. Una mayor participación tiene que traducirse en discursos más amplios, más diversificados, y también más serios, mirando al largo plazo. Los intelectuales pueden ser muchos, pero falta ese "intelectual orgánico" que tenga tras de sí un nuevo bloque histórico.
En Cataluña, podría ser que volviera una nueva hegemonía convergente. Pensar que en cuatro años puede ponerse en marcha una nueva mayoría es arriesgado, su fragilidad es inmensa. La experiencia de Artur Mas le ha demostrado que la paciencia puede dar a la larga sus frutos.
No quisiera terminar sin hacer incapié en ese "anti-intelectualismo" que existe en la sociedad. La frase de González-Sinde bien podría ser el ejemplo de ese anti-intelectualismo (contradictorio, por añadido, por ser ella también una potencial intelectual de la cultura). Un anti-intelectualismo que viene incluso de quienes podrían ser calificados como intelectuales. Hay vergüenza a ser visto como tal, y desconfianza por parte de los que no lo son.
Elitismo, excesiva abstracción... en un mundo que cada vez pide más hechos y menos palabras, es decir, menos reflexiones, más cesión en una toma de decisiones centralizada. Olvidamos muchas veces que las palabras tienen más fuerza que los hechos.
En fin, demasiadas divagaciones, producto de la madrugada. Espero que hayas podido resolver tus dudas y perdona si te he generado más, estos temas son como una patata caliente, crecen y crecen y acaban siendo incontrolables.
Un saludo.
Lo cierto es que no dije nada acerca de la definición de intelectual porque, como bien dices, sería otro debate, y en este caso no me interesaban las definiciones, aunque la que das me parece interesante (poco realista en cierto sentido, pero interesante).
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que en un Estado contemporáneo todos sus órganos deberían estar dirigidos por expertos. E incluso iría más allá, obligando a que, salvo los puestos más bajos, fuesen ocupados también por expertos (no quiero asimilar experto a intelectual, ya que, como has dicho, podría serlo, pero no tiene por qué serlo).
No estoy familiarizado con las ideas gramscianas, pero me parece poco realista el "aspirar a la liberación intelectual del pueblo". Al menos, me parece poco realista hoy en día, lo cuál va relacionado con lo que comentas un poco más adelante, ese "anti-intelectualismo" (aunque no estoy demasiado de acuerdo contigo en este punto). No se puede pretender formar intelectuales en un mundo como el de hoy, en el que todo es bienestar y conseguir beneficios a corto plazo (más que "anti-intelectualismo" veo "anti-ganas de pensar").
Tampoco veo el que la población tenga que participar más en los programas políticos, ya que, seguramente, conozcas a muy poca gente que alguna vez se haya leído los programas políticos (y si la conoces probablemente haya dejado de hacerlo después de darse cuenta de que lee siempre lo mismo). Si fomentas la participación de una ciudadanía "anti-intelectual" e "inexperta" (y "anti-experta") lo único que lograrás es una peor agenda política (seguro que es posible conseguir una peor, aunque no estoy seguro viendo el ambiente político actual de este país). En todo caso, como dices, debería ir primero una instrucción de los ciudadanos, pero si asumimos que tal instrucción debe de ser voluntaria todo esto se nos convierte en algo irreal e inalcanzable.
No te preocupes, has logrado saciar mis dudas iniciales, aunque he pensado otras cosas, como puedes ver.
Como último aporte, aunque este de tipo un tanto cómico, te dejo un link en el cuál aparece una tabla de discursos, que me parece muy representativa en tanto en cuanto cualquier político español podría utilizarla: http://elartedepresentar.com/2010/02/11/el-escandalo-sokal-o-como-hablar-durante-horas-sin-tener-nada-que-decir/
Un saludo.
Creo que esta es la razón por la que la izquierda ha perdido el debate político.
Yo estoy de acuerdo con Sartori cuando dice que democracia no significa que el pueblo toma las decisiones, sino que elige a quienes toman esas decisiones. Precisamente la complejidad y especialización del Estado actual supone que incluso la persona más formada no va a tener auténtico criterio a la hora de valorar un 90% de los aspectos de un programa electoral. No sé vosotros, pero ese es mi caso. Y tampoco me considero la persona más inculta de España.
Por eso, Javi, creo que no hay que confundir "politics" y "policy". Nuestro idioma es aún más equívoco que el inglés: "política" y "políticas". Como estáis diciendo con mucha razón, esas "políticas" serán cada vez más especializadas. No olvidemos que "política" es otra cosa: la lucha por el control y distribución del poder. Triunfar en eso es condición "sine qua non" para poder poner en práctica las políticas concretas.
Precisamente porque cada vez se requieren políticas más complejas, a la política del siglo XXI sólo le queda apelar a la cada vez más sofisticada psicología de masas. Nadie puede entenderlo todo. La política siempre será manipuladora, pero ser manipulador no significa ser necesariamente cínico. Puedes tratar de convencer a las masas de algo en lo que realmente crees.
Yo creo que una peor agenda política no es consecuencia de que el pueblo ignore sus detalles técnicos, sino la italianización generalizada, que es algo que se retroalimenta. Corrupción, cinismo, incompetencia, partidismo por encima de los intereses generales...cuando deja de creer en la posibilidad de un político bueno, el electorado se desinteresa de la elección. Y entonces surgen los Berlusconi, los Bush, los Putin o los Anglada.
Saludos.
Publicar un comentario