miércoles, 4 de febrero de 2009

Capitalismo responsable

El Foro de Davos ha reconocido que el capitalismo, según el modelo salvaje de Estados Unidos, no sirve. Vamos, que ha muerto, aunque no lo digan claramente. Y en el Foro Social de Belém Oded Grajew perfila el capitalismo responsable. Grajew creó el Instituto Ethos, incentiva la gestión socialmente responsable de las empresas y de él depende el 35% del PIB brasileño. Las 1.367 compañías adscritas se rigen por criterios sostenibles, según Público.

Oded Grajew y Luiz Inácio "Lula" da Silva


La línea dura del Foro Social ha sido mayoritaria: fin del capitalismo y nacionalización de la banca y servicios básicos. Sin ser tan duros, de acuerdo. Pero no basta. ¿Cómo y con qué criterios? ¿Qué sustituye al capitalismo? ¿A qué se orienta la nacionalización? Será a criterios sociales y de solvencia, no de dar para no generar más, eso no saca a ninguna economía de la crisis.


En ese capitalismo responsable hay unas claras ideas de la socialdemocracia y de su modelo económico alternativo, un paso que se puede dar para ir al socialismo. Incluso eso sea socialismo. Una economía orientada a la sociedad, a los individuos y a generar riqueza. Es mejor la existencia de un mercado social libre, competencia, pero de una competencia responsable, de participación de los trabajadores en la gestión y decisiones. Eso permite involucrarlos en los problemas de la empresa y en ser comprensivos a la hora de las exigencias. ¿Capitalismo? ¿Socialismo? Socialdemocracia.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

La cosa es mas simple.

Ahora cuando se ganan, ganan muchos mas los poderosos y cuando se pierde, pierden mucho mas los que desprotegidos y asalariados.

La cuestion es realizar un ajuste de modo que cuando haya ganancias, las haya para todos.

Luego es necesario una sociedad mas participativa y hay que profundizar en una mayor representacion social.

Javier dijo...

Cosa que puede resumirse en democracia participativa y empresas de responsabilidad colectiva, participadas por todos sus trabajadores.

miguel dijo...

Este capitalismo salvaje del que hablas sencillamente ha aumentado las desigualdades tanto a nivel mundial como a nivel regional, creando países ricos con población pobre. No se trata sólo de "refundir" o no el capitalismo, es decir no sólo debe darse paso al Estado para que mediante su intervención evite o compense las desigualdades, sino que la globalización debe ser para todos, ricos y pobres, suprimiendo por tanto su carácter asimétrico. No es poco lo que se debe y tiene que hacer, pero los beneficios para la colectividad pueden ser muchos, sin embargo habrá que ver si el poder de los pocos interesados de que no cambie la situación no es lo suficientemente grande para impedirlo.
Un saludo y enorabuena al creador del blog.

Anónimo dijo...

Belem frente a Davos
Carlos Taibo - Diario Público
Los últimos días de enero son, desde un tiempo atrás, el momento en que se enfrentan dos visiones del mundo y de sus problemas: si la primera se revela en un cónclave paraoficial, en Davos, la segunda, el Foro Social Mundial, ha aterrizado este año en la ciudad brasileña de Belém. Era inevitable que, como van las cosas, las dos reuniones se hiciesen eco de una crisis que está en todos los labios.

En Davos, por lo pronto, hemos podido escuchar qué es lo que nos cuentan –luego de pagar los 40.000 euros por cabeza preceptivos para asistir a la reunión, una suma muy superior a la que ingresa a lo largo de toda su vida la mitad de la población del planeta– los adalides del capitalismo, repartidos, si así se quiere, en dos bandos. El primero bebe de la odre neoliberal y en los hechos se contenta con sugerir que hay que cancelar algunos abusos que han despuntado en los últimos tiempos. A estas alturas distinguir el neoliberalismo de los abusos acompañantes se antoja, sin embargo, tarea propia de necios, tanto más cuanto que el capitalismo realmente existente, incapaz de resolver sus problemas, promueve con descaro impresentables operaciones de reflotamiento de empresas realizadas con el dinero de todos.

Pese a las apariencias, a la segunda percepción, la keynesiana, no le va mucho mejor. Recuérdese que los socialdemócratas de estas horas, tras acatar durante decenios la vulgata neoliberal, están pagando los platos rotos de la mano de restricciones presupuestarias sin cuento. No es eso, con todo, lo importante: los keynesianos de las últimas hornadas ignoran palmariamente que el planeta arrastra inapelables límites medioambientales y de recursos. Cuando apuestan a la desesperada por tirar del consumo, cuando se inclinan por acometer la construcción de faraónicas infraestructuras que nadie sabe quién podrá emplear dentro de unos pocos años –tras la subida inevitable, antes o después, los precios de la energía–, retratan bien a las claras los vicios del cortoplacismo que nos inunda. Sólo los más ingenuos creen, entre tanto, que semejante huida hacia adelante encontrará su freno al amparo de un keynesianismo verde que, hablando en serio, no se vislumbra en lugar alguno.

Pero olvidemos el hastío que produce Davos y evaluemos lo que nos llega de Belém. El momento para los movimientos que contestan la globalización capitalista es, a la vez, estimulante y delicado. Si, por un lado, sus mensajes encuentran hoy un caldo de cultivo más amplio, por el otro, deben encarar una tramada estrategia de amedrentamiento que invita, desde las instancias oficiales, a renunciar a la protesta en provecho de la preservación de la relativa condición de privilegio de la que una parte de la población planetaria disfruta. Es verdad, por lo demás, que en los movimientos perviven diferencias importantes. Hay quienes piensan, por ejemplo, que la prioridad mayor sigue siendo engordar las redes de contestación y convertir estas en fermento de una sociedad distinta, como hay quienes estiman que lo que se impone es ejercer influencia sobre otros y, en particular, sobre gobiernos más o menos receptivos.

Más allá de esas disputas, los movimientos han asumido en los últimos meses una inequívoca radicalización que tiene su principal botón de muestra en el designio de trascender la contestación, a menudo demasiado cómoda, del neoliberalismo para acometer una crítica en toda regla de un capitalismo que se considera, por una parte, generador de explotación e injusticia y, por la otra, promotor de salvajes agresiones contra el medio. En relación con la primera de estas dimensiones, nada se aleja más de la verdad que la afirmación de que el universo antiglobalizador está desafortunadamente lejos del movimiento obrero. Mientras en muchos países del Sur el sindicalismo resistente se halla, claramente, del lado de ese universo, en el Norte tenemos que preguntarnos si no son muy a menudo las cúpulas sindicales tradicionales las que, en una deriva lamentable, y tras aceptar lo inaceptable, han obligado a las redes antiglobalización a asumir un creciente protagonismo en las luchas contra las privatizaciones, el desempleo o el trabajo precario.

Las cosas como fueren, la mayoría de las gentes que se han hecho presentes en Davos –por cierto que no hay motivos para concluir que entre ellas menudean los admiradores tontorrones de Obama– son conscientes de que, junto a la crisis que hemos etiquetado de financiera, se aprecian otras tres singularmente preocupantes: se llaman cambio climático, encarecimiento de los combustibles fósiles y, en fin, sobrepoblación. La urgencia de colocar en primer plano los problemas correspondientes ha estimulado, en los movimientos radicados en el Norte opulento, una activa discusión en lo que hace al crecimiento económico y sus presuntas bondades. La defensa de proyectos de franco decrecimiento va ganando terreno por momentos en un escenario en el que la propuesta en cuestión se hace acompañar de un puñado de aditamentos: la defensa de la vida social frente a la lógica de la propiedad y el consumo, la postulación del reparto del trabajo –una vieja práctica sindical que ha caído en el olvido–, la reducción del tamaño de muchas infraestructuras, la primacía de lo local sobre lo global y, en fin, la simplicidad y la sobriedad voluntarias.

Si las discusiones en torno al decrecimiento –un proyecto que acarrea una radical contestación de los catecismos neoliberal y keynesiano– parecen llamadas a ganar terreno, bueno es que dejemos constancia de una percepción que, en lo que respecta a las sociedades del Sur, despunta en muchos movimientos. Esa percepción sugiere, con inevitable cautela, que ha llegado el momento de sopesar si dejar a esas sociedades en paz, lejos de las aparentes bondades que procuramos endosarles, no será nuestra mejor contribución a su bienestar. Y es que sobran los datos que señalan que muchos de esos pueblos que calificamos de primitivos y atrasados guardan, como un arcano tesoro, algunas de las llaves que nos permitirán abandonar este triste edificio que habitamos, construido con materiales tan lamentables como el consumo desaforado, la explotación, la exclusión y, claro, el desprecio por lo que la naturaleza tuvo a bien regalarnos.

Anónimo dijo...

Buenas.
Yo más bien diría ECONOMÍA RESPONSABLE, PROGRESISTA y CONTROLADA de manera democrática, para un nuevo sistema, pero nada de reformas.
El Capitalismo ha desembocado en esta situación de crisis por sus excesos, pero no olvidemos que lleva siglos hundiendo al Ser Humano en la miseria y destruyendo Ecológicamente el Planeta.
No valen rostros humanos o responsables para el capitalism, ya que son "parches" que no solucionan la cuestión.
El "capitalismo + adjetivo" es lo que es, un sistema egoista e individualista, especulativo, que busca el máximo beneficio de unos pocos aprovechándose del resto.
Cuyos actores piden ayuda en tiempos de crisis, pero sin mover ni un solo dedo (mira los bancos y empresas en España, pidiendo ayudas y haciendo EREs día tras día).
Y discrepo en que el "capitalismo responsable" sea el paso previo al socialismo. Ya que la actual socialdemocracia ha bebido y bebe del capitalismo, de la economía de mercado, esa es la realidad y por tanto no espero que luchen por el socialismo.
Para que haya cambios verdaderos, la actual socialdemocracia debe de sustituir a sus líderes por una nueva generación de políticos e ideólogos que verdaderamente estén por cambiar este mundo y que no tengan como salvación a Obama (que menudo arranque). Y también les vendría bien pasarse por algún Foro Socil y escuchar a esos movimientos que venían denunciando la situación y proponiendo soluciones hace años; y dejarse de grandes comilonas en Davos.
Pero por mal camino vamos cuando ahora resulta que el gurú del cambio es Oded Grajew, que no deja de ser empresario. Este personaje me recuerda tanto al millonario Soros.
Un saludo, David

Javier dijo...

Coincido en parte contigo, David. Pero tanto la definición de capitalismo responsable, en tanto que sea encauzado a generar riqueza para el bienestar general, y tu planteamiento de economía responsable, progresista y controlada de manera democrática, llegan a confluir en un punto positivo: la alternativa dada es y sólo puede ser el socialismo.

La socialdemocracia, por propia ley de vida, deberá de cambiar de líderes, y muy cierto en lo que dices, en mucho sitios debe hacerlo ya y reelaborar la estrategia para aunar a toda la izquierda para el cambio verdadero. Pero eso no sólo debe venir de la propia socialdemocracia o de su cúpula dirigente, eso tiene que ir seguido de una presión de la militancia y de la ciudadanía de izquierda.

El Foro Social ha tenido mucha repercusión en la izquierda, con la asistencia de los líderes de la izquierda sudamericana, aunque no todos ellos, por desgracia pero por error de los propios movimientos del foro. Incluso por parte de España, en vez de Davos, se ha estado en Belém con la representación de Pedro Zerolo.

Soros tiene una faceta contradictoria, por una parte sus métodos de enriquecimiento especulativo, pero por otra ha defendido la democracia en Polonia, Checoslovaquia y Georgia con la revolución de las rosas. Pero sin embargo la biografía de Grajew, sobre todo con el crecimiento sostenible para Brasil, es encomiable, tanto con el banquero de los pobres Muhammad Yunus. Ser empresario no es lo negativo, ser un mal empresario sí. Al final, en la nueva economía que se de, sea el socialismo o lo que surja, tendrá que seguir habiendo, pero influidos por la ética de responsabilidad social, porque el beneficio para el dinero, y no por beneficio general, es lo que carcome el actual sistema. Se necesita iniciativa, ser emprendedor y tener conciencia social de cambiar el mundo a mejor.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Hola de nuevo Javi, coincido contigo en casi todo.
Pero no hablemos de Capitalismo, si quieres hablemos de otra cosa pero no de Capitalismo y menos responsable, que es como querer darle un rostro humano, como pasó con la URSS.
Y cierto, el final debe de ser una economía social o socialista. Y releyendo los post, veo que el tema participativo se reclama, algo necesario y del que adolece nuestras democracias.

Creo que hay teóricos altermundistas mucho mejores que Grajew; desde Chomsky a Susane George, pasando por los españoles Arcadi Oliveres y Daniel Raventós. Solo decirte que cuando Lula salió al escenario a defender sus reformas, en las que Grajew tiene que ver mucho, fue abucheado y silbado por el personal allí congregado (pero bueno, a gustos e interpretaciones, los colores).
Y Pedro Zerolo habrá estado en Belen, pero no en Madrid en el Foro que aquí se hizo no hace mucho. El protagonismo le puede, y su figura no es santo de mi devoción, porque mientras se manifestaba a favor de los inmigrantes no hace mucho en Madrid, esos mismos días su partido y por el cual estaba allí representado votaba en Europa la Política de Retorno. Y por cierto, también JSE estuvo en los primeros Foros Mundiales, pero nada de nada.

Y claro que no debemos de dejar a los partidos y políticos todo el cambio, es necesario que los votantes de izquierdas (PSOE, IU y demás) además de ser exigentes con sus líderes, que también se movilicen. Que parece que la sociedad está adormilada.
Pero también es cierto, y los vemos en nuestras organizaciones que el estatismo es tan grande que hay una falta de liderazgo e ideas que asi luego pasa.
Saludos.

Javier dijo...

De acuerdo.

La economía, y la gestión política, deben contar con una participación de la ciudadanía, esto es, la democracia participativa.

Incluso en las empresas, los trabajadores deben ser consultados y deben decidir los objetivos de su empresa, bien como dueños colectivos o bien como empleados, pero que su voz se tenga en cuenta obligatoriamente. Eso no es por hacerlo bonito de cara a la galería, es por ejercicio de responsabilidad. Si se les introduce en las decisiones del negocio se toma conciencia de los problemas económicos a los que haya que enfrentarse, y se podrán dar mejores respuestas y mejor consensuadas.

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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