Marx sostenía que ningún sistema económico puede durar por siempre, que tiene un desarrollo, un auge y una caída. El primer gran sistema económico fue el de las Ciudades Estado del Creciente Fértil, basado en una agricultura dirigida por el Estado burocrático y trabajado por personas libres aunque no propietarias; después, vino el sistema esclavista del Imperio Romano, y con su crisis surgió el feudalismo, las tierras seguían en manos de los terratenientes y de la Iglesia, cultivado por hombres sujetos de por vida a la tierra por las deudas de sus antepasados. Y con su crisis vino el sistema industrial, la libertad de movimiento y de capitales, la potenciación de los sectores económicos no agrícolas (servicios e industria). Y su crisis no es constante, es periódica por su estructura particular. La alternativa a ello fue el modelo de planificación, pero se reveló más imperfecto que el capitalismo, puesto que una burocracia estatal no sabe satisfacer las demandas económicas con una oferta adecuada.
Aunque pareció que el capitalismo había sobrevivido, que bastaba con las reformas admitidas a la socialdemocracia y que este maná económico podía durar para siempre, esto no es así. La economía vuelve a estar en crisis. Además, no podemos quitar la vista de que este mundo está partido en dos: de que hay dos bloques aún, el bloque de países ricos y el bloque de países pobres. Y a su vez los países siguen conservando una separación entre ricos y pobres, en los países más ricos observamos una minoría muy rica frente a una mayoría de clase media y una minoría pobre, y en los países pobres tenemos una ínfima minoría riquísima, una clase media escuálida, inestable o inexistente, y una gran masa depauperada.
¿Cuál sería el ideal? El ideal sería ningún extremo, sería la solidaridad para con la riqueza de todos poder ofrecer una igualdad de oportunidades para desarrollar más riqueza, y que eso no beneficie a una minoría, ni tampoco a una mayoría: que beneficie a todos. La socialdemocracia plantea siempre que el que más tenga más dé. Pero hay que decir por qué, por qué quien más dinero gane más dinero dé, porque si no, a lo mejor, daría a que cualquiera trabajase menos para sortearlo. Es un deber, no un deber patrio, sino un deber para con toda la sociedad. Es una obligación ética hacer todo lo posible para ayudar a nuestra misma especie. El capitalismo es una lucha entre el gato y el ratón.
Hasta hace nada, el gran capitalismo quería eliminar al Estado de la vida económica, quitar regulaciones, quitar trabas, quitar derechos de los trabajadores... ¿libertad total para la economía? No, eso es permitir la dictadura de la economía, de la dominación de esa minoría extremadamente rica, que controla la mayor parte de la generación de la riqueza, sin que la gran mayoría podamos hacer algo.
La derecha había vuelto a enarbolar, desde Thatcher y Reagan, la bandera del liberalismo más puro, más destructivo para el Estado. Es decir, es volver a los postulados anteriores al Estado social de derecho: al Estado liberal, el Estado gendarme. La economía es cosa de los negocios, no del Estado. Al Estado le basta conservar el aparato policial.
Pero, hete aquí que quien antes hablaba de privatizar, de individualismo... pide socializar las pérdidas. Que todos paguemos el fracaso de unos. ¡Vaya, son socialistas! El socialismo de la ruina. No es socializar la economía, es socializar el pago para salir de la crisis. ¿No hablaban de la no intervención? Ese liberalismo era mentira. Tenemos que pagar a unos fracasados sus enormes agujeros, mientras ellos conservan aún todo su patrimonio y renta. El fracaso se debe pagar con irse a la calle. ¿Quién ha creado esto? Los grandes negocios ¿Quién lo paga? Los trabajadores. Los trabajadores no tienen la culpa de que unas empresas sean dirigidas por ineptos. Que se vayan los ineptos, que paguen ellos el desaguisado, y que vengan otros.
En suma, que el capitalismo pague su fracaso, que se vaya, y que venga otro.
Aunque pareció que el capitalismo había sobrevivido, que bastaba con las reformas admitidas a la socialdemocracia y que este maná económico podía durar para siempre, esto no es así. La economía vuelve a estar en crisis. Además, no podemos quitar la vista de que este mundo está partido en dos: de que hay dos bloques aún, el bloque de países ricos y el bloque de países pobres. Y a su vez los países siguen conservando una separación entre ricos y pobres, en los países más ricos observamos una minoría muy rica frente a una mayoría de clase media y una minoría pobre, y en los países pobres tenemos una ínfima minoría riquísima, una clase media escuálida, inestable o inexistente, y una gran masa depauperada.
¿Cuál sería el ideal? El ideal sería ningún extremo, sería la solidaridad para con la riqueza de todos poder ofrecer una igualdad de oportunidades para desarrollar más riqueza, y que eso no beneficie a una minoría, ni tampoco a una mayoría: que beneficie a todos. La socialdemocracia plantea siempre que el que más tenga más dé. Pero hay que decir por qué, por qué quien más dinero gane más dinero dé, porque si no, a lo mejor, daría a que cualquiera trabajase menos para sortearlo. Es un deber, no un deber patrio, sino un deber para con toda la sociedad. Es una obligación ética hacer todo lo posible para ayudar a nuestra misma especie. El capitalismo es una lucha entre el gato y el ratón.
Hasta hace nada, el gran capitalismo quería eliminar al Estado de la vida económica, quitar regulaciones, quitar trabas, quitar derechos de los trabajadores... ¿libertad total para la economía? No, eso es permitir la dictadura de la economía, de la dominación de esa minoría extremadamente rica, que controla la mayor parte de la generación de la riqueza, sin que la gran mayoría podamos hacer algo.
La derecha había vuelto a enarbolar, desde Thatcher y Reagan, la bandera del liberalismo más puro, más destructivo para el Estado. Es decir, es volver a los postulados anteriores al Estado social de derecho: al Estado liberal, el Estado gendarme. La economía es cosa de los negocios, no del Estado. Al Estado le basta conservar el aparato policial.
Pero, hete aquí que quien antes hablaba de privatizar, de individualismo... pide socializar las pérdidas. Que todos paguemos el fracaso de unos. ¡Vaya, son socialistas! El socialismo de la ruina. No es socializar la economía, es socializar el pago para salir de la crisis. ¿No hablaban de la no intervención? Ese liberalismo era mentira. Tenemos que pagar a unos fracasados sus enormes agujeros, mientras ellos conservan aún todo su patrimonio y renta. El fracaso se debe pagar con irse a la calle. ¿Quién ha creado esto? Los grandes negocios ¿Quién lo paga? Los trabajadores. Los trabajadores no tienen la culpa de que unas empresas sean dirigidas por ineptos. Que se vayan los ineptos, que paguen ellos el desaguisado, y que vengan otros.
En suma, que el capitalismo pague su fracaso, que se vaya, y que venga otro.
3 comentarios:
de acuerdo con tu artículo, pero en lo que verdaderamente se tendrían que fijar los gobiernos es en la protección de los trabajadores pertenecientes a las empresas en crisis, eso en las grandes, por que en las pequeñas y medianas empresas habría que ayudar al conjunto de las empresas.
pd: cuidado con los titulares que se ponen en las entradas del blog por que "arriba la ultraderecha" (se podría poner "sube la ultraderecha") se podría interpretar como enaltecimiento de la misma.
Efectivamente, estamos asistiendo a un momento histórico: los estertores del capitalismo neoliberal en toda su extensíón...y lo curioso es que la defunción efectiva de este modo (tan americano, por cierto) de entender la economía (y la vida...en EE.UU, claro) la va a firmar el Plan de salvamento de Bush...
Buen artículo compañero.
Un saludo!
Sólo expresa el auge electoral que ha tenido.
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