jueves, 15 de abril de 2010

Manifiesto del Árbol Socialdemócrata por la III República


Los 14 de abril son días de la libertad. La historia de España ha estado plagada de demasiadas desgracias colectivas, demasiada sangre derramada, demasiada cabezonería en muchas partes. La sociedad española vive hoy en una democracia que goza ya de más de 30 años de existencia.


Pero no es suficiente, sus límites son sobrepasados por una sociedad dinámica que exige nuevas formas de relación entre política y ciudadanía. El sistema ha propiciado una partitocracia escandalosa que ahoga y sustituye a la sociedad civil. La corrupción, el favoritismo y el secretismo impiden el sano control de la política por la sociedad. Ningún sistema debe de ser eterno e inmutable, menos cuando ese sistema ha ido pervirtiéndose por el paso del tiempo.


Asimismo, España arrastra un problema secular, el problema de la nación. España no ha conseguido alcanzar un consenso unánime en la idea de nación. El antiguo Estado centralista y el nuevo Estado descentralizado no consiguieron resolverlo nunca. Mientras el antiguo sometió al país a los intereses del centro del poder, el nuevo provocó el surgimiento de poderes que no han mejorado la administración pública, sino que han provocado sentimientos de insolidaridad inaceptables en un país moderno y occidental y el surgimiento de fuertes clientelas regionales. Se les llama coloquialmente feudos. Pero en democracia no puede haber siervos, sólo ciudadanos. España es de los ciudadanos.


La nación moderna debe ser capaz de ir más allá de lo que nos separa, debemos luchar por los que nos une. Una nación positiva y no negativa. Somos una sociedad diversa: tenemos varios idiomas de larga y rica evolución, culturas dignas de admiración y regiones cuya visita cura cualquier ciego particularismo. La Costa da norte gallega es tan bella como el parque nacional de Timanfaya. Los caseríos vascos tan destacables como la arquitectura tradicional canaria o andaluza. España no es una cosa, España es nuestra identidad. No podemos sino sentirnos orgullosos de nuestro país, y por eso debemos cuidar su futuro.


La república deberá ser un nuevo contrato social, una democracia integral en todos los niveles. El afán no es persistir en una política decepcionante, sino en devolver a la “política” su significado completo. El hombre es un animal político porque vive en comunidad, y todos decidimos el rumbo de esa comunidad. Política lo abarca todo, influye en nuestras decisiones, actos y pensamientos. No hay que exigir sólo responsabilidad a la clase política, sino también a la ciudadanía. Nuestro objetivo es mantener la armonía basada en los derechos humanos y sin discriminar a nadie. La sociedad tiene que tomar conciencia de sí misma.


España necesita cada vez más una regeneración. Cada día comprobamos que, en las condiciones actuales, es imposible. La Constitución es irreformable en la práctica y los partidos imponen sus visiones a la sociedad. Sólo el acto creador de la república puede devolver definitivamente la soberanía a su legítimo propietario, el pueblo, y establecer nuevas bases que respeten esa premisa universal.

4 comentarios:

betulo dijo...

Curioso que a todos los males que le achacas al país propongas como solución el más de lo mismo: la partitocracia, que atomiza el territorio; haciendo incapié en la diferencia como separacion, en las particularidades como exclusividades, y lo propones como la solución a ello; la elevación a la representatividad del común: la Jefatura del Estado.

Por simple cuestión práctica le veo incluso ese beneficio al sistema monárquico: no entrando en la refriega de "partes" es una figura más aglutinadora y respetuosa con las distinciones locales; quizás recordar la anécdota de Felipe II al que el Prior del Monasterio de Poblet le negó al Aposentador de Su Majestad el que el Rey de España pudiera hacer noche en el mismo pues NO lo conocía; claro que Felipe II, pese a aprender a leer a los nueve años, gobernaba medio mundo con SÓLO 4 Secretarías (ministerios) y le rectificó diciendo que quién haría noche allí sería el Conde de Barcelona; a lo que se sintió muy honrrado el Prior de albergar a tan ilistre huesped.

La Presidencia de la República, por su función meramente representativa, a parte del coste adicional que supone, siempre contará con la etiqueta del partido, que proviene de parte, que le dió apoyo. La monarquía, haciendo depender su elección, más ecológica, del devenir del espermatozóide más audaz, aporta a esas funciones de representatividad una estabilidad y amplitud del común muy valorables.

De todos modos, hacer tanta alaraca en este tema me parecen maniobras de distracción, la estructura del estado NO dificulta el bienestar de los ciudadanos, sino la ejecución de los medios en esas estructuras. El engrosamiento de la maquinaria de los partidos, sindicatos, y demás órganos de representatividad de los ciudadanos con los que cda vez se sienten más ajenos. El común acepta quién es su Jefe del Estado, mientras no se reconoce en el Presidente del Gobierno de los españoles, sino del partido en cuestión.

Javier dijo...

La república no se ciñe a cambiar la naturaleza del Jefe del Estado. La monarquía en España sólo ha estado por encima de las partes en el sistema en que vivimos, pero ese rasgo no puede legitimar el hecho de que una institución de una democracia conserve rasgos hereditarios. En monarquía o república, en Historia, puede haber grandes figuras. Felipe II o Carlos III fueron grandes monarcas, pero a uno le sucedieron los Austrias menores y al otro Carlos IV, y luego otro mucho peor, Fernando VII. Si la capacidad de liderazgo y las dotes para el gobierno fuesen hereditarios no habría nunca repúblicas. Ni democracias. Tampoco el carisma o la capacidad de simbolizar la unidad nacional se heredan hoy, en un tiempo donde las monarquías son antiguallas históricas con un papel decorativo o secundario. Felipe VI, si llega a serlo, no tiene por qué conciliar tanto respeto como Juan Carlos I. Tampoco lo conseguirá el príncipe Carlos cuando suceda a Isabel II de Gran Bretaña. No, hay que elegir, no por gusto a elegirlo todo, sino porque hay que controlar. ¿Y por qué también hay que cambiar? Dices que la estructura del Estado no dificulta el bienestar de los ciudadanos. Sí y no. La estructura del Estado es proclive al enquistamiento de la partitocracia. Abramos un proceso constituyente, que es el momento donde la soberanía se ejerce de forma más intensa en manos de su dueño, veamos los problemas que tiene este sistema y los superemos. Pero levantando el edificio desde abajo y de cabo a rabo. Si no vale la actual estructura constitucional, porque es irreformable, cambiémosla antes de que la contradicción entre sociedad y Estado sea tan grande que acabe estallando por los aires.

betulo dijo...

¿Eres consciente de que ese cambio radical que expones: de cabo a rabo, es una revolución? la cosa está mal, pero no tanto como para destruir todo y construirlo de nuevo; una revolución es muy costoso para la mayoría de los más desfavorecidos, aunque en algunos casos las consecuencias sean positivas, el transito puede ser muy doloroso.

Una evolución del sistema, abriendo un proceso constituyente, siempre conservará bases, nunca será TAN redical como pides; entonces, para seguir con los mismos perros y distintos collares ¿qué falta hace?

Mejor dedicar los esfuerzos en mejorar las infraestructuras productivas, en igualar la renta percápita con los ciudanos motores de Europa, optimizar los recursos del estado eliminando burrrrrrocracias retardantes, etc.

Javier dijo...

Sí, pero me centro en los aspectos positivos de una hipotética revolución. ¿Por qué ha de ser doloroso y costoso? No tiene por qué serlo para los más desfavorecidos, sino que puede serlo para los más favorecidos. Pero la cuestión no es que sea perjudicial para nadie, sólo debemos reflexionar muy seriamente si queremos, de una vez por todas, hacer algo bien en este país sin que a corto plazo tengamos que tirarnos los trastos a la cabeza. Ni los mismos perros ni distintos collares, eso se debe acabar. Si para algo somos seres racionales, y vemos cómo han ocurrido las cosas en la Historia, sabemos qué ocurre cuando algo se hace muy pronto o muy tarde. Hay que hacer las cosas bien antes de que sea demasiado tarde. Eso no quita todo lo que dices al final, al contrario, hay que hacerlo posible. Es difícil, pero la ciudadanía tiene que tomar conciencia de lo que es.

"Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organí­cense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza".

Antonio Gramsci, Fundador del Partido Comunista Italiano

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