Voy a empezar con la experiencia personal: cada vez que hablo de política pueden caerme mil rayos. Hablar de política entre jóvenes puede suponer un serio revés. Pero, ¡si la política es la que mueve el mundo! No podemos darle la espalda sin más.
Pero la juventud actual ha caído, en mi opinión, en lo que se podría llamar el “conformismo social”:
-El actual sistema en el que vivimos no adolece de ningún peligro serio interno u externo. El terrorismo o las ideologías antisistema son incapaces de suponer un riesgo para el orden existente, para la democracia. El sistema, libre de peligros, se ha anquilosado en una normalidad que es su éxito, pero de éxito también puede morir, si no integra en la participación a las masas sociales.
-La sensación del no riesgo implica también una menor preocupación por la vida política de la comunidad. A esto se une la desilusión por una clase política anquilosada, actora de una farsa de enfrentamientos dialécticos. Por otra parte los escándalos públicos, las malas formas, la ceguera frente a las exigencias ciudadanas arrastra a muchos a perder su ilusión por cambiar las cosas y a la frustración.
-La influencia negativa del entorno familiar, de personas también frustradas por la vida política y traspasan esas ideas a sus hijos, más el círculo de amistad donde la política no “mola” y quien hable de ella tampoco “mola”.
-El sistema capitalista, independientemente de lo mal o peor que nos parezca, tiene una cosa muy reconocible: la propensión que crea al consumismo. Nosotros, los jóvenes de Europa, podemos decir que vivimos de forma privilegiada. Poca gente denuncia este hecho y pone de manifiesto la pauperización de Asia y África; más gente, al contrario, vive de espaldas a esa realidad porque sus necesidades y caprichos se hallan satisfechos.
-La televisión ha producido un “atontamiento”. La juventud tiene sus propios espacios rellenados no por programas culturales o informativos sino por “shows”, series de éxito, espectáculos basura en la que la consigna es “afuera de estas cuatro paredes no pasa nada”.
-Otra de la causas es el fracaso escolar, derivada o unida a las anteriores. La frustración que genera unida a una incapacidad del sistema escolar de integrar al mal estudiante ayuda mucho a caer en malas compañías, volviendo a la influencia negativa del círculo de amistades.
Por eso, yo pienso que pueden darse unas alternativas para invertir este proceso, tales como:
-Educación para la ciudadanía. La derecha lo combate, pero porque sabe que tiene mucho de perder: no quiere conciencias libres. Pero la Educación para la Ciudadanía y una mayor inversión en educación pueden ayudar en la concienciación social, a evitar la influencia negativa y educar en valores cívicos y de democracia, inculcando lo importante que es mantener el sistema democrático.
-La reforma del sistema hacia la democracia directa local permite llevar la concienciación a un máximo grado de responsabilidad, a controlar mucho más detenidamente la gestión local. La incorporación de mecanismos de control (revocaciones e iniciativas populares) une más especialmente a la gente en la resolución de sus problemas directos y en el control de los políticos locales. La finalidad es no dejar ningún resquicio en el sistema para evitar su corrupción y la atonía política.
En fin, en una palabra, ilusión.
Pero la juventud actual ha caído, en mi opinión, en lo que se podría llamar el “conformismo social”:
-El actual sistema en el que vivimos no adolece de ningún peligro serio interno u externo. El terrorismo o las ideologías antisistema son incapaces de suponer un riesgo para el orden existente, para la democracia. El sistema, libre de peligros, se ha anquilosado en una normalidad que es su éxito, pero de éxito también puede morir, si no integra en la participación a las masas sociales.
-La sensación del no riesgo implica también una menor preocupación por la vida política de la comunidad. A esto se une la desilusión por una clase política anquilosada, actora de una farsa de enfrentamientos dialécticos. Por otra parte los escándalos públicos, las malas formas, la ceguera frente a las exigencias ciudadanas arrastra a muchos a perder su ilusión por cambiar las cosas y a la frustración.
-La influencia negativa del entorno familiar, de personas también frustradas por la vida política y traspasan esas ideas a sus hijos, más el círculo de amistad donde la política no “mola” y quien hable de ella tampoco “mola”.
-El sistema capitalista, independientemente de lo mal o peor que nos parezca, tiene una cosa muy reconocible: la propensión que crea al consumismo. Nosotros, los jóvenes de Europa, podemos decir que vivimos de forma privilegiada. Poca gente denuncia este hecho y pone de manifiesto la pauperización de Asia y África; más gente, al contrario, vive de espaldas a esa realidad porque sus necesidades y caprichos se hallan satisfechos.
-La televisión ha producido un “atontamiento”. La juventud tiene sus propios espacios rellenados no por programas culturales o informativos sino por “shows”, series de éxito, espectáculos basura en la que la consigna es “afuera de estas cuatro paredes no pasa nada”.
-Otra de la causas es el fracaso escolar, derivada o unida a las anteriores. La frustración que genera unida a una incapacidad del sistema escolar de integrar al mal estudiante ayuda mucho a caer en malas compañías, volviendo a la influencia negativa del círculo de amistades.
Por eso, yo pienso que pueden darse unas alternativas para invertir este proceso, tales como:
-Educación para la ciudadanía. La derecha lo combate, pero porque sabe que tiene mucho de perder: no quiere conciencias libres. Pero la Educación para la Ciudadanía y una mayor inversión en educación pueden ayudar en la concienciación social, a evitar la influencia negativa y educar en valores cívicos y de democracia, inculcando lo importante que es mantener el sistema democrático.
-La reforma del sistema hacia la democracia directa local permite llevar la concienciación a un máximo grado de responsabilidad, a controlar mucho más detenidamente la gestión local. La incorporación de mecanismos de control (revocaciones e iniciativas populares) une más especialmente a la gente en la resolución de sus problemas directos y en el control de los políticos locales. La finalidad es no dejar ningún resquicio en el sistema para evitar su corrupción y la atonía política.
En fin, en una palabra, ilusión.
1 comentario:
Habra que hablar de politica con los que ya no son jovenes... :(((
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