Hay teóricos (los estructural-funcionalistas) que sostienen que el fenómeno del populismo sólo puede darse en aquellos países con menor grado de desarrollo y débil consolidación democrática. Pero yo no creo que esto sea así. Esos parámetros son válidos para el populismo de izquierdas, aquel que incorpora a las masas empobrecidas al sistema. Pero, ¿acaso no hay un populismo de derechas, un populismo para ricos?
El populismo crea la idea de un “pueblo” como una totalidad de individuos enfrentados a los que no son el “pueblo”, en el caso del populismo de izquierdas el pueblo es la masa empobrecida, discriminada de la participación política, contra las viejas élites, celosas de sus privilegios. En el populismo de derechas la situación se invierte: el pueblo está formado por individuos dotados de un buen nivel de vida (gracias al desarrollo del Estado de bienestar socialdemócrata) pero que se niegan a abrirlo a las nuevas capas sociales, sobre todo inmigrantes, parados, incluso jóvenes, a los que se tilda de “vagos” para negarles las ayudas del bienestar. A los inmigrantes incluso se les cataloga como enemigos de la sociedad por el “peligro que suponen” sus costumbres y cultura.
El populismo de derechas no deja de ser un ideario de derecha, profundamente elitista, ya que las instituciones deben estar controladas por un número reducido de clientelas controladas. Pero, fiel al ideal liberal de que el individuo debe crearse su propio camino sobre el resto para ser ciudadano, crea la ilusión de hacer partícipes de la vida pública a esos mismos ciudadanos que han adquirido un buen nivel de vida. El populismo de derechas hace que quieran identificarse con la élite, situándose, como pueblo, por encima de esos “peligros” que he citado anteriormente. Para crear esta idea es muy importante la figura del líder.
El líder debe tener el carisma weberiano. Es él quien representa a la totalidad de ese “pueblo”, y el partido no es más que un instrumento para el dominio. El líder se identifica con el pueblo, adopta un aire campechano, lejos de cualquier ideal culto, pero sin dejar de tener un aire elitista. El “pueblo”, a su vez, ve en él su modelo, con el que quieren identificarse, cercano pero superior, y así crean esa motivación de formar parte de la élite, por encima de los elementos nefastos de la sociedad.
El control se asegura por la distribución de los cargos públicos como premios por la fidelidad, y no por las capacidades de los individuos. Así, se tenderá a apartar a los “disidentes” y a mantener coaliciones de personalidades por las prebendas del poder público, que no son sólo puestos bien retribuidos, sino la influencia que generan. La corrupción es inevitable, pero no es censurada, ya que se esgrime que los beneficios que genera esa administración son mayores que lo que han robado, aspectos circunstanciales inherentes al poder. La corrupción se presenta como un mal inevitable, pero justificado, y como modelo para la sociedad, que ve el éxito que han tenido y quieren emularlos.
¿Y la oposición? La oposición existe, pero es incapaz de tomar el poder. Primero, porque se halla dividida; segundo, porque su programa alternativo, casi siempre moralista y republicanista, no convence porque no presenta los “beneficios” del gobierno populista; tercero, sus líderes no gozan del carisma del líder populista, no son capaces de aunar voluntades; y cuarto y último, parte de la oposición está comprada por el poder o animada por éste a dividir las fuerzas opositoras. Si por casualidad consiguen llegar al poder, son desestabilizados de tal forma que no puedan o no se atrevan a llevar a cabo reformas tendentes a acabar con este populismo de derechas. Los recursos son amplios: compra de votos, disgregar la coalición gobernante, desprestigiarlos, ¡acusarlos de corrupción!...
Con estas premisas se entiende el populismo que han creado Berlusconi en Italia, Sarkozy en Francia (con menores resultados), y en España los caudillos regionales de Madrid y Valencia. Con esto se entiende el trágico papel que han asumido el PS francés, el PD italiano, el PSOE madrileño o valenciano, las “traiciones” de los centristas franceses, del italiano Mastella, de los Tamayo y Sáez, las triquiñuelas que se esconden en las leyes-escudo de Berlusconi, la caza de enemigos de Sarkozy como Villepin, las tejemanejes de Caja Madrid o los trajes de Camps… y, sobre todo, por qué por estos motivos la sociedad no ha acabado con su voto con los corruptos, con los ladrones, con los populistas que han asesinado a la democracia política y a la libertad.
3 comentarios:
Qué gran verdad, se habla del populismo y la gente solo piensa en el populismo de izquierdas. Lo de Italia es descaradísimo, Berlusconi usa la Presidencia para propio beneficio y luego compra el favor de los italianos, esa democracia está tan degradada que el favor de Berlusconi no aumenta por hacer buenas medidas políticas, sino porque le estrellan una catedral en toda la cara. El problema como bien dices es la falta de la oposición, ni en Italia ni en Madrid hay una alternativa, aunque no sea de izquierdas.
Un saludo.
Exactamente, y que esa oposición es incapaz de llegar a un análisis de la situación tan simple como este y poder crear una estrategia, no de corto sino a medio plazo, que erosione ese poder y construya un nuevo bloque hegemónico.
Saludos ;)
Pero es que en Madrid nos vemos sin oposición, un Tomas Gómez que no convence a nadie y una IU en franca retirada tras quitar a su mejor política en activo. Hay muchos problemas de la política neoliberal aguirrista que le están llegando al ciudadano de a pie y la oposición no es capaz de articular un discurso contra el gobierno de Aguirre...
La lista de espera en la atención de la sanidad primaria, la falta de financiación para la educación universitaria, la supresión de la construcción de colegios públicos, el intento de privatización del Canal de Isabel II...
4 años más de aguirrimo serían demasiado para la CAM, no digo más si algún día llega a gobernar España yo me exilio...
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