En la Universidad de Columbia de Nueva York, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, acabó dando la imagen de tirano teocrático. El presidente de la Universidad, Lee Bollinger, le dijo: "Usted tiene todos los signos de un dictador cruel y mezquino, y cuando viene a un sitio como éste se le ve simplemente más ridículo". Le increpó por sus declaraciones que niegan el Holocausto, que causó seis millones de judíos asesinados por el nazismo, un hecho documentado. Le retó a permitir en Irán la libertad de expresión y que una delegación de la universidad vaya a Irán a explicar el modelo democrático occidental.
El presidente iraní se defendió de las acusaciones de que su país fabrica armas nucleares y condenó la presión de los Estados Unidos sobre sus propios ciudadanos. En lo que más sorprendió el presidente iraní fue que en su país no existen homosexuales, como en los países occidentales, y referente al Holocausto pidió una investigación más profunda y diferentes perspectivas. Tampoco negó que quiera destruir el Estado de Israel. Su intervención tuvo protestas pero también aplausos y apoyo de quienes condenan la política americana en lo referente a la guerra de Irak.
Tenemos ya otra demostración de como los extremos se tocan. El neoconservadurismo americano, reaccionario en lo social, ultraliberal en lo económico; frente a la teocracia de los ayatolás, la falta de libertades en Irán y su política social retrógrada, su homofobia declarada y su bajo nivel cultural. Su coincidencia se basa en el pensamiento único: o estás conmigo o estás contra mí, fuera de mis planteamientos no hay nada.
Frente al conservadurismo del partido republicano y frente a las dictaduras teocráticas o de otra índole, está el sistema democrático que el socialismo defiende con pasión y lealtad, están los valores basados en el pluralismo político, en la diversidad cultural e ideológica, el respeto a las minorías, los valores de la vida y del bienestar común.
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