Recientemente los datos económicos mundiales parecen anunciar una próxima crisis a escala mundial. La escandalosa subida del precio del petróleo, la subida de los tipos de interés, el euribor, la inflación, el nulo crecimiento de la economía estadounidense o la entrada abrupta en el mercado mundial energético de India y China, son entre otros las señales de crisis.
Pero, ¿nos sorprende? La verdad es que mucho no. Es la naturaleza del capitalismo: bonanza y crisis.
El capitalismo es por su propia esencia y su pretensión de regulación anárquica sin control alguno mas que uno sólo, la ley de la oferta y la demanda; lleva de por sí a ciclos de crecimiento económico y de crisis periódicas cuando la oferta y la demandan sufren un desajuste importante: la crisis es el remedio capitalista para reajustar ambos baremos. No es culpa, como clama la derecha económica, política y mediática, del Gobierno de España. ¡Dios nos asista si un solo gobierno pudiera destruir toda la economía! Con el de Estados Unidos nos sobra.
¿Tenemos que continuar ya en pleno siglo XXI con un sistema económico que muestra una inoperancia crónica? Los estragos que causan estas crisis: paro, carestía, conflictos, es algo que como personas con conciencia y sentido de la solidaridad nos tienen que llevar las manos a la cabeza. África ya no es que sufra por una crisis: África sufre desde el colonialismo los estragos del capitalismo. En África el hambre, los conflictos y la carestía, por no decir ya añadidos tan terribles como el SIDA, es algo ya crónico. ¿Qué clase de personas somos que no nos plantamos todos, absolutamente todos, frente a las sedes de los gobiernos nacionales y las grandes empresas y exigimos sacar a África de su demente estado?
No sólo África sufre todo lo anteriormente mencionado: la mayoría de sus gobiernos son dictaduras corruptas, muchas sostenidas por Occidente, ese Occidente que se jacta de democracia. Los países africanos se asientan sobre fronteras realizadas por las potencias coloniales en el reparto de África: no son países a la occidental la mayoría de ellos, sino integrados por etnias que se odian a muerte, azuzados por sus caudillos para controlar el poder, y vuelta a los genocidios y a la corrupción, todo amparado por Occidente.
Está claro que el mundo necesita un cambio del sistema económico, y ese es sin duda el socialismo. Nunca jamás el inhibicionismo económico estatal, nunca más la planificación estatal despiadada de la Unión Soviética: libertad económica, libre iniciativa y regulación estatal. En una sencilla palabra: socialdemocracia.
Es la socialdemocracia y la política keynesiana de los años 60, junto a la ayuda americana del plan Marshall, la que salvó a Europa de la destrucción de la II Guerra Mundial y reflotó las economías, encarándolas a una vía social y progresista. Las socialdemocracias y los gobiernos que siguieron las políticas keynesianas, incluso gobiernos conservadores, pudieron llegar a ese desarrollo veloz. La socialdemocracia sueca, que se mantuvo ininterrumpidamente desde los años treinta hasta los años setenta en el poder, pudo desarrollar el Estado del bienestar nórdico. ¡Ése es el horizonte europeo, y mundial! Es el bienestar, no el Estado liberal ni el libertarianismo económico, la vía a seguir. Corresponde a Europa, de economía y gobiernos más sociales y desarrollados que del resto de continentes, liderar esos cambios que lleven a una economía mundial globalizada hacia el desarrollo social.
La iniciativa privada es un pilar básico de la economía socialista, demostrado el fracaso de la planificación para poder adecuarse a la demanda. La protección del pequeño comercio es esencial: el pequeño comercio ofrece una mayor relación dueño-trabajador y comercio-consumidor. El esfuerzo de todos debe dirigirse hacia unas relaciones laborales fluidas y amistosas y a ofrecer al consumidor un producto de buena calidad y justo precio. La existencia de la gran empresa, es, por desgracia, inevitable, para la industria que el pequeño comercio no puede satisfacer. Pero por ello debe tener siempre la vigilancia completa del Estado, que debe velar por el cumplimiento de la calidad y del justo precio para que los derechos del consumidor no se vean agredidos, amén de garantizar la existencia del sindicalismo y de los derechos del trabajador.
Cuestiones como la sanidad, la educación, los ferrocarriles y las pensiones son y deber seguir siempre bajo control estricto del Estado para garantizar su estatus público. Ello no es incompatible con la existencia de la alternativa libre privada, pero nunca sustituyendo al sector público.
Es pues, obvio, que la reforma económica no puede hacerse en un solo país, el “socialismo en un solo país” que propugnaba Stalin es inviable. Primero Europa, por su mayor concienciación social, y extendido al resto del mundo, junto con el ideal de la democracia y la libertad, es el futuro camino a la construcción del verdadero socialismo.
Pero, ¡no es un ideal excluyente! No es de sólo una ideología o de un sector de la sociedad, el ideal socialista es el ideal de la democracia y de la libertad. El afán por el crecimiento económico, el desarrollo sostenible y el enriquecimiento de toda la sociedad sin exclusión son valores que pueden ser sostenidos por un amplio abanico de ideologías.
Pero, ¿nos sorprende? La verdad es que mucho no. Es la naturaleza del capitalismo: bonanza y crisis.
El capitalismo es por su propia esencia y su pretensión de regulación anárquica sin control alguno mas que uno sólo, la ley de la oferta y la demanda; lleva de por sí a ciclos de crecimiento económico y de crisis periódicas cuando la oferta y la demandan sufren un desajuste importante: la crisis es el remedio capitalista para reajustar ambos baremos. No es culpa, como clama la derecha económica, política y mediática, del Gobierno de España. ¡Dios nos asista si un solo gobierno pudiera destruir toda la economía! Con el de Estados Unidos nos sobra.
¿Tenemos que continuar ya en pleno siglo XXI con un sistema económico que muestra una inoperancia crónica? Los estragos que causan estas crisis: paro, carestía, conflictos, es algo que como personas con conciencia y sentido de la solidaridad nos tienen que llevar las manos a la cabeza. África ya no es que sufra por una crisis: África sufre desde el colonialismo los estragos del capitalismo. En África el hambre, los conflictos y la carestía, por no decir ya añadidos tan terribles como el SIDA, es algo ya crónico. ¿Qué clase de personas somos que no nos plantamos todos, absolutamente todos, frente a las sedes de los gobiernos nacionales y las grandes empresas y exigimos sacar a África de su demente estado?
No sólo África sufre todo lo anteriormente mencionado: la mayoría de sus gobiernos son dictaduras corruptas, muchas sostenidas por Occidente, ese Occidente que se jacta de democracia. Los países africanos se asientan sobre fronteras realizadas por las potencias coloniales en el reparto de África: no son países a la occidental la mayoría de ellos, sino integrados por etnias que se odian a muerte, azuzados por sus caudillos para controlar el poder, y vuelta a los genocidios y a la corrupción, todo amparado por Occidente.
Está claro que el mundo necesita un cambio del sistema económico, y ese es sin duda el socialismo. Nunca jamás el inhibicionismo económico estatal, nunca más la planificación estatal despiadada de la Unión Soviética: libertad económica, libre iniciativa y regulación estatal. En una sencilla palabra: socialdemocracia.
Es la socialdemocracia y la política keynesiana de los años 60, junto a la ayuda americana del plan Marshall, la que salvó a Europa de la destrucción de la II Guerra Mundial y reflotó las economías, encarándolas a una vía social y progresista. Las socialdemocracias y los gobiernos que siguieron las políticas keynesianas, incluso gobiernos conservadores, pudieron llegar a ese desarrollo veloz. La socialdemocracia sueca, que se mantuvo ininterrumpidamente desde los años treinta hasta los años setenta en el poder, pudo desarrollar el Estado del bienestar nórdico. ¡Ése es el horizonte europeo, y mundial! Es el bienestar, no el Estado liberal ni el libertarianismo económico, la vía a seguir. Corresponde a Europa, de economía y gobiernos más sociales y desarrollados que del resto de continentes, liderar esos cambios que lleven a una economía mundial globalizada hacia el desarrollo social.
La iniciativa privada es un pilar básico de la economía socialista, demostrado el fracaso de la planificación para poder adecuarse a la demanda. La protección del pequeño comercio es esencial: el pequeño comercio ofrece una mayor relación dueño-trabajador y comercio-consumidor. El esfuerzo de todos debe dirigirse hacia unas relaciones laborales fluidas y amistosas y a ofrecer al consumidor un producto de buena calidad y justo precio. La existencia de la gran empresa, es, por desgracia, inevitable, para la industria que el pequeño comercio no puede satisfacer. Pero por ello debe tener siempre la vigilancia completa del Estado, que debe velar por el cumplimiento de la calidad y del justo precio para que los derechos del consumidor no se vean agredidos, amén de garantizar la existencia del sindicalismo y de los derechos del trabajador.
Cuestiones como la sanidad, la educación, los ferrocarriles y las pensiones son y deber seguir siempre bajo control estricto del Estado para garantizar su estatus público. Ello no es incompatible con la existencia de la alternativa libre privada, pero nunca sustituyendo al sector público.
Es pues, obvio, que la reforma económica no puede hacerse en un solo país, el “socialismo en un solo país” que propugnaba Stalin es inviable. Primero Europa, por su mayor concienciación social, y extendido al resto del mundo, junto con el ideal de la democracia y la libertad, es el futuro camino a la construcción del verdadero socialismo.
Pero, ¡no es un ideal excluyente! No es de sólo una ideología o de un sector de la sociedad, el ideal socialista es el ideal de la democracia y de la libertad. El afán por el crecimiento económico, el desarrollo sostenible y el enriquecimiento de toda la sociedad sin exclusión son valores que pueden ser sostenidos por un amplio abanico de ideologías.
1 comentario:
Hola:
A la gente le da exactamente igual la situación en África. Y a los gobiernos occidentales tampoco les interesa que África salga de la pobreza porque sería una competencia más. Interesa más un continente sumido en la pobreza. Imagina que muchos estados africanos comenzaran a ser fuertes y compitieran con nosotros. Probablemente habría nuevos conflictos. Es mucho mejor para Occidente que se mueran de hambre. Me temo que será siempre así... Saludos!
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