Ayer fue el día de la Mujer. No debemos deleitarnos en los logros aparentes conseguidos en Europa. La igualdad real llegará cuando no haya que imponer cuotas para preservar la presencia de nadie, cuando desaparezca la aberración de que por un mismo trabajo hombre y mujer cobren distinto y cuando cambiemos nuestra apreciación del trabajo del hogar y del cuidado de los hijos, aspecto en el que el trabajo también influye, porque la legislación con la que sueña la derecha y la patronal son el verdadero peligro para las familias, y no los homosexuales o el aborto, como quieren hacernos creer.
No podemos olvidarnos del sufrimiento de las mujeres en multitud de países, allí donde permanecen concepciones patriarcales y machistas. En África, o en Asia y multitud de sitios la mujer se enfrenta a la discriminación legal, al SIDA y a la poca valoración que se le tiene, tratada del mismo modo que una mercancía y mutilada salvajemente en muchos países. Es loable las reivindicaciones que desde hace años tienen las asociaciones de mujeres en países musulmanes, inclusive las asociaciones islámicas, las que tienen mejor capacidad de influencia en sociedades donde la religión es muy importante, porque no es defender lo racional y lo universal, que son la igualdad de derechos, sino basarlos incluso en el Corán, con la importancia que ello tiene.
Es claro que sólo la voluntad firme de la sociedad puede mejorar la situación no sólo de la mujer, sino de la sociedad entera. Esto debe hacerse través de la acción directa o de los partidos o los sindicatos, a los que hay que presionar para que reconduzcan sus programas en el buen camino. La mujer está prácticamente integrada en el trabajo, pero los Gobiernos no han realizado las normativas apropiadas para que la vieja ocupación íntegra, el hogar, no sea descuidado. Esta marcha por la igualdad hace tambalear los cimientos de la futura sociedad, ya que mayores y pequeños no reciben la atención necesaria. Los mayores son recluidos en las residencias y cada vez hay menos niños. No se trata de abandonar el hogar, se trata de que los miembros de la familia puedan compaginar trabajo y hogar, por igual.
Cuando nos olvidemos de destruir derechos laborales duramente conquistados y nos centremos en conciliar de una vez por todas casa y trabajo mediante la legislación y la concienciación social se habrá conseguido la igualdad plena.
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