Pasada la euforia inicial por la victoria de Nicolas Sarkozy, por la ilusión de la derecha europea por la pretensión de reformas polémicas y el estilo omnipresente del Presidente de la República, el Jefe del Estado francés va de capa caída.
Porque su discurso es lo que muchos franceses querían oír. Pero su hacer no se corresponde con su afán reformista, no de reforma positiva, sino de reforma en negativo: reducir la sociedad y aumentar el Estado.
Sarkozy cargaba contra la inmigración, la “escoria” de las barriadas francesas, los delincuentes y los viejos políticos. Pero la realidad existente es que Francia está tocada desde el corazón mismo de la V República: la monarquía republicana.
Al igual que Italia, Francia posee una clase política muy monolítica y longeva, por no decir acaparadora de cargos. Un diputado de la Asamblea Nacional es muchas veces alcalde, u ocupa otros cargos institucionales. La Asamblea pierde su poder de control al Gobierno por depender éste del Presidente de la República, y no ser un órgano que debe su supervivencia al legislativo. Cierto es que sin una mayoría en la cámara no se puede gobernar, pero no es la Asamblea quien elige gobierno, es por el Presidente. Y así la cámara pierde la preeminencia y someter al Gobierno al control de los diputados, que son los representantes de la Nación. Así es la república presidencialista.
¿Cuál era por ejemplo la propuesta del Partido Socialista, de Ségolène Royal? La puesta en marcha de la reforma de la República, que desembocara o no en una VI República, pero una República más ágil, más dinámica, más participativa. Menos controlada por una oligarquía política acaparadora de cargos e ineficaz.
La propuesta de “plan Marshall” de Sarkozy para las barriadas francesas ha quedado en mucho menos dinero del que fue previsto y de que el Ministerio de Vivienda se enfrenten las dos mujeres que la dirigen: la conservadora Christine Boutin y la izquierdista Amara, por la gestión de lo poco que se queda el proyecto y quién se hace cargo, si el gobierno central o el local. Como muchas reformas: en nada, Sarkozy ha dejado su dinamismo inicial.
Por otra parte, la omnipresencia de Sarkozy ha sido más por su vida privada que por la labor institucional. Para nada me planteo criticar o elogiar lo que haga en su vida privada, si deja a su mujer y al poco se casa con una famosa modelo y cantante, no me interesa lo más mínimo. Sí que haya sido él precisamente quien se ha buscado esto y dar una notoriedad inmensa de su estilo de vida, creyendo seducir al ciudadano francés presentándose como “uno más”, con sus problemas familiares y sentimentales. No, el cargo que ocupa es muy importante y debe dar una imagen impecable: el Presidente de la República es el símbolo de Francia. Eso tampoco le ha impedido prohibir que se cuente de su vida privada lo que no le interesa, pero es algo inevitable al exponer al público su intimidad: la prensa del corazón vende mucho, y cuanto peor, mejor.
Porque su discurso es lo que muchos franceses querían oír. Pero su hacer no se corresponde con su afán reformista, no de reforma positiva, sino de reforma en negativo: reducir la sociedad y aumentar el Estado.
Sarkozy cargaba contra la inmigración, la “escoria” de las barriadas francesas, los delincuentes y los viejos políticos. Pero la realidad existente es que Francia está tocada desde el corazón mismo de la V República: la monarquía republicana.
Al igual que Italia, Francia posee una clase política muy monolítica y longeva, por no decir acaparadora de cargos. Un diputado de la Asamblea Nacional es muchas veces alcalde, u ocupa otros cargos institucionales. La Asamblea pierde su poder de control al Gobierno por depender éste del Presidente de la República, y no ser un órgano que debe su supervivencia al legislativo. Cierto es que sin una mayoría en la cámara no se puede gobernar, pero no es la Asamblea quien elige gobierno, es por el Presidente. Y así la cámara pierde la preeminencia y someter al Gobierno al control de los diputados, que son los representantes de la Nación. Así es la república presidencialista.
¿Cuál era por ejemplo la propuesta del Partido Socialista, de Ségolène Royal? La puesta en marcha de la reforma de la República, que desembocara o no en una VI República, pero una República más ágil, más dinámica, más participativa. Menos controlada por una oligarquía política acaparadora de cargos e ineficaz.
La propuesta de “plan Marshall” de Sarkozy para las barriadas francesas ha quedado en mucho menos dinero del que fue previsto y de que el Ministerio de Vivienda se enfrenten las dos mujeres que la dirigen: la conservadora Christine Boutin y la izquierdista Amara, por la gestión de lo poco que se queda el proyecto y quién se hace cargo, si el gobierno central o el local. Como muchas reformas: en nada, Sarkozy ha dejado su dinamismo inicial.
Por otra parte, la omnipresencia de Sarkozy ha sido más por su vida privada que por la labor institucional. Para nada me planteo criticar o elogiar lo que haga en su vida privada, si deja a su mujer y al poco se casa con una famosa modelo y cantante, no me interesa lo más mínimo. Sí que haya sido él precisamente quien se ha buscado esto y dar una notoriedad inmensa de su estilo de vida, creyendo seducir al ciudadano francés presentándose como “uno más”, con sus problemas familiares y sentimentales. No, el cargo que ocupa es muy importante y debe dar una imagen impecable: el Presidente de la República es el símbolo de Francia. Eso tampoco le ha impedido prohibir que se cuente de su vida privada lo que no le interesa, pero es algo inevitable al exponer al público su intimidad: la prensa del corazón vende mucho, y cuanto peor, mejor.
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