Hoy, aprovechando un recado, me he hecho un hueco en mis tareas y he visitado por fin el monumento a las víctimas del 11-M de Atocha.
Pocas personas, un silencio de respeto, el sol entrando por el vidrio. Las frases bien visibles. Cuántos mensajes, cuántos nombres, cuántos idiomas. Todo un mundo desgarrado por tan salvaje carnicería, tantas vidas rotas. No pude evitar que mis lágrimas afloraran, pensando en tantos inocentes que murieron ahí, en el mismo andén que cojo el tren para la universidad, en las mismas líneas que yo cojo.
Cualquiera que defienda la violencia ciega, en cualquiera de sus formas -de género, homófona, guerra, terrorista…cualquiera-, es un inculto, sin la más mínima idea del sufrimiento ni empatía.
Con las víctimas, siempre.
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