Hoy ha caído el supuesto nuevo jefe de ETA, Aitzol Iriondo, apenas tres semanas de la detención del anterior, Txeroki. Uno de los dos es el instigador primario del asesinato de Ignacio Uria.
Para aquellos que sigan creyendo en esa ETA "fortalecida", por un Gobierno que se rinde ante ella, que pacta con ella y que le dice que sí a todo. La realidad, con cada vez más detenciones, más rápidas y más perjudiciales para los terroristas, se encarga de quitarles la razón: ETA está contra la pared y sólo le queda, como los animales, morder para defenderse. Ahí está la razón de sus últimos atentados, no son atentados por fortaleza, son los coletazos de una organización que no puede más.
Como muchas veces escribí aquí, no es la vía policial la única medida para destruir a ETA. Aunque se la desarticule, aunque se meta cada vez más etarras en la cárcel, siempre le queda la cantera radical formada en la kale borroka, y aún conserva su base social, cada vez más menguante. Desarticular a ETA pasa por separarla de su base social, que cada día que pasa ve con mayor claridad que la realidad no juega a favor de los asesinos, y que su silencio ante sus crímenes está cada vez peor visto en Euskadi.
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