La Iglesia Católica se opone en la ONU al proyecto de Francia, de pedir la despenalización universal de la homosexualidad, en base a que los Estados que no reconozcan las uniones homosexuales serán "sometidos a presiones".
En esto se está quedando muy sola, lejos de las posiciones de los países democráticos. No es cuestión de reconocer o no las uniones, es cuestión de que nadie puede ser condenado por amar o tener relaciones sexuales con alguien de su mismo sexo, es cuestión de cumplir y hacer cumplir los Derechos Humanos.
La Iglesia se equivoca, si su mensaje es de amor. Será difícil que cambie sus posturas anquilosadas sobre la sexualidad; pero, por lo menos, habría sido mejor que defendiera la vida, todas las vidas. Y la de los homosexuales también.
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