Es muy cierto que todo poder tiende, lo quiera o no, a copar todos los aspectos de la vida pública, hasta la vida privada. Esto es así porque ningún poder establecido desea finalizar su dominio en algún momento. Mantenerse en el poder exige una combinación de persuasión, coacción e información sobre la comunidad civil. El poder corrompe, sea cual sea su naturaleza.
Es por eso que se necesita de una arquitectura constitucional de pesos y contrapesos del poder, que faciliten el ejercicio del mismo a la vez que lo controlan y fiscalizan para evitar el abuso al que, por naturaleza, tiende. Tribunales, parlamentos, elecciones… todo para evitar la tiranía. La existencia de la oposición, necesidad reconocida desde Edmund Burke o Benjamin Constant, va en este sentido. Independientemente de cual sea el sistema de partidos, menos en el de unipartidismo puro, existen dos bloques: bloque gubernamental y bloque opositor.
Citando unos apuntes de clase recogidos en este blog, «El sistema no es inmutable, participan en ella todos, (…) hay que “actualizar” respetando el pasado con nuevos elementos. La reforma, o conservar progresando, progresar conservando. Esto deriva en la existencia de dos fuerzas políticas para Burke; una que quiere conservar, y otra que quiere progresar, que son simbióticas». La existencia de la oposición en el régimen liberal democrático (o al régimen socialista en la mente de Kautsky) viene obligada por la necesidad de garantizar una alternativa al gobierno de turno y que a su vez fiscalice, desde los bancos de la oposición, los actos del gobierno, evitando que éste extienda un dominio tiránico o hegemónico sobre la sociedad.
Pero como siempre ocurre, la práctica dista mucho de la teoría. Menos los países anglosajones, Gran Bretaña y Estados Unidos, todos los países que imitaron el modelo liberal lo copiaron mal, pues el gobierno siempre ejercía un dominio nefasto, ahogando a la sociedad y persiguiendo a la oposición. No puede decirse que sobre ésta cayera un halo de víctima, pues cuando la oposición tornaba gobierno, se ejecutaba el mismo acto, pero con los papeles intercambiados.
¡Qué mejor ejemplo para nosotros que el régimen isabelino español! Cánovas supo muy bien que con sistemas así no iban a sobrevivir ni reyes ni sus cabezas, y su régimen de la Restauración copió la fachada liberal británica. Debe haber alternancia, hay alternancia. Debe dejar de perseguirse a la oposición, se crea una oposición leal a la dinastía y se persigue a las fuerzas obreras y democráticas. Gobierno y oposición dinásticos se reparten cargos, influencias y ejecutivos, y dejan de ser tanto gobierno como oposición. De este cóctel salen todos los regímenes liberales europeos que cayeron tras la Primera Guerra Mundial.
4 comentarios:
Y eso a donde nos lleva querido amigo?
espera a las dos próximas entregas :)
Que poco hemos aprendido de Hollywood... te gustan mas las series venezolanas :D
Nunca la teoría coincide con la práctica, es rarísimo. Pero algunas democracias por ejemplo se acercan más al ideal democrático y otras se alejan, un ejemplo perfecto de la corrupción de la idea de democracia actual, al estilo de corrupción de democracia liberal en la España Isabelina, es la actual Italia berlusconiana, un hito a la degeneración democrática.
Un saludo.
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