España celebraba las primeras elecciones tras el fin de la dictadura de Primo de Rivera. Reinaba Alfonso XIII y el gobierno del almirante Aznar capitaneaba la vuelta al orden constitucional de 1876 con la convocatoria electoral en varias fases: municipales, provinciales y a cortes constituyentes. Que fuera este orden y no otro sería por un motivo: controlar el voto con los antiguos caciques, y a partir de ahí controlar las siguientes para frenar un avance republicano.
El artículo 29 de la ley electoral, introducido por Antonio Maura, establecía que en aquellos distritos electorales donde hubiere una única candidatura, no habría votación y la candidatura era proclamada al instante. Con este procedimiento no pasaron por las urnas aproximadamente 14.000 concejales monárquicos y unos 1.800 republicanos. Por esta cerdada, llamada en Galicia “o carallo vintenove”, pasaron ambos bloques.
Los resultados exactos son difíciles de precisar, ya que en el nuevo régimen muchos ayuntamientos monárquicos fueron disueltos y sus elecciones repetidas o en suspenso. Fueron los primeros resultados los que cambiaron el curso de la historia. Según el anuario estadístico de 1931, no muy fiable, se eligieron unos 26.000 concejales monárquicos y regionalistas conservadores por unos 24.000 republicanos y regionalistas progresistas, unos 5.000 socialistas… y 15 comunistas. Otros 52.000 entran como indefinidos, para algunos monárquicos también.
Javier Tusell, historiador democristiano, habla de los 40.324 monárquicos, 34.688 republicanos, 4.813 socialistas, 1.207 indefinidos y 67 comunistas. El historiador conservador Ricardo de la Cierva cuenta 40.275 concejales monárquicos y 26.563 republicano-socialistas. Algunos historiadores intentar defender la victoria republicana destacando ciertos aspectos, como que la mayoría de concejales monárquicos vino del campo, donde imperaban el cura y el cacique; o que en las capitales de provincia, ciudades y pueblos importantes, donde el caciquismo no podía manipular los votos, la victoria republicana fue contundente. El historiador Rodríguez Labandeira defiende la validez de todos los votos por igual, por lo que el 12 de abril de 1931 ganó la monarquía. Sea como fuere, las fuerzas republicanas y socialistas ganaron la partida.
Las ciudades y pueblos republicanos, comenzando por Éibar, el día 13, comenzaron a proclamar el nuevo régimen. Sin duda fue una operación hábilmente orquestada por los republicanos para forzar la situación, además de una notable rebelión pacífica urbana, una manifestación de esas muchas “dos Españas”: la ciudad contra el campo. La burguesía urbana radical y la clase obrera contra el terrateniente y el oligarca monárquico. Nunca una derrota fue la más grande de las victorias.
Fue una victoria porque la Corona y el Gobierno lo percibieron como una derrota propia. Ante un resultado inesperado, el régimen se colapsó. En el Gobierno unos, como De la Cierva y Bugallal, defendían el recurso al ejército. El conde de Romanones se olió que la monarquía no tenía las mejores cartas y el almirante Aznar dimitió. Por otro lado, la Guardia Civil de Sanjurjo, republicano convencido y futuro golpista contra el nuevo régimen, se puso del lado del recién autodenominado Gobierno provisional de la República, el viejo Comité revolucionario de las fuerzas republicano-socialistas.
Que Alcalá Zamora proclamara oficialmente el nuevo régimen en la Puerta del Sol y el nuevo Gobierno recibiera el traspaso de poderes, mientras las masas recibieran a la república al son de La Marsellesa, con total tranquilidad el 14 de abril, fue gracias a que las fuerzas del Estado abandonaron a la monarquía. Los monárquicos pronto empezaron a hacer mutis por el foro y Alfonso XII dejaba el mismo día España.
Así empezaba uno de los regímenes más interesantes de la historia de España, prolífica y no exento de tragedia. Dejando a un lado esta explicación histórica, que he querido realizar con el máximo celo y rigor, doy paso a mi opinión personal. Que aunque el impulso republicano no fuera mayoritario a inicios de 1931, pocos regímenes se han creado pacíficamente por el deseo de una mayoría social. No lo fue la república de los girondinos y jacobinos, ni siquiera la longeva III República francesa, no hablemos de las monarquías constitucionales del siglo XIX. No lo intento justificar con esto, pero sí marco cómo ha sido la Historia.
La experiencia de la II República marcó a toda una nación. ¿Una oportunidad perdida? Sí, sin duda, pero por desgracia no nacemos con la conciencia madura ni todos estuvieron o están inmersos en un sentido de la historia. Ése es nuestro pasado, algo que no podemos olvidar.
3 comentarios:
"Libertad, libertad...
sin ira libertad.
Guardate tu miedo y tu ira..."
"Habla pueblo, habla..."
¿Te parece poca mayoría social lo que movieron esas DOS simples canciones? Ni más ni menos el periodo democrático más largo de la historia de España en tranquilidad, con alternancia de opciones políticas y sin rebanchismos.
Esa mayoría social se va acallando cada vez más, porque el período que vivimos, del que tú y yo podemos estar orgullosos de vivir en él, también tiene problemas graves, que tú también reconoces, corrupción y dejación.
Digamos que la izquierda está consiguiendo la alienación política anunciada por Marx como herramienta burguesa; los ciudadanos ven como ajenos a ellos mismos los partidos, los políticos y, en general, sus representantes (sindicatos y demás organizaciones que subsisten del presupuesto); esperemos que no se empice a anhelar un dictador salvapatrias al estilo de la Argentina de los años 70'.
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