Lo que los gobiernos europeos están haciendo con Grecia es deplorable. Me gustaría hablar siempre de las cosas buenas que se pueden obtener en la Unión, pero quedan eclipsadas por todas las tropelías de los grandes Estados. La voluntad de unión se difumina según qué dato económico y según quién.
No son lo mismo las hasta hace no mucho dificultades económicas de Alemania o Francia para controlar sus déficits que la actual situación griega. No sólo se persigue una Europa de, como la llaman, de dos velocidades, sino que tenga además con dos clases de países, unos a los que se les permita todo y otros a los que no.
La situación de Grecia no es sólo la prueba de lo que crea la crisis del capitalismo, sino que es también resultado de lo que una clase política corrupta puede hacer para arruinar a su país. Durante los anteriores gobiernos, sobre todo de la derecha de Nueva Democracia, se han estado falsificando datos económicos y robando a expensas de las arcas del Estado. La deuda del Estado griego amenaza con devorar toda su riqueza nacional.
Aunque pertenezca a los de siempre, a la misma clase política y a las mismas familias que controlan Grecia, Papandreu tiene la obligación de hacer todo lo posible para resolver la crisis griega. Ha habido pocos momentos tan precisos en la historia donde un gobierno haya tenido tanta responsabilidad y haya acaparado semejante atención nacional e internacional.
Las protestas frente a las reformas son compresibles, justificables, pero por encima de ello el gobierno socialista griego mantiene un gran respaldo para llevar a cabo las medidas necesarias, toda la austeridad posible y todas las reformas fiscales imprescindibles para reequilibrar la situación y evitar que, aunque puede parecer inevitable a medio plazo, declararse en bancarrota y en suspensión de pagos. Parece un cliché, pero una vez más un gobierno socialista debe renunciar a sus aspiraciones inmediatas para salvar a un país de los desastres de los neoliberales.
Mientras, los grandes de Europa, con Alemania a la cabeza, son los primeros en querer precipitar al hermano griego al abismo: fuera del euro y, si es preciso, fuera de la Unión. Todo con tal de que el problema no les manche sus actuaciones. Desgraciadamente, dudo que no puedan manchar sus conciencias.
La Unión fracasa una vez. Ya no es sólo la imposibilidad de hacer partícipe a la ciudadanía del proyecto europeo, sino que la solidaridad también es imposible, así como una mejor coordinación y control de las economías europeas. Sin duda, con un mayor control, limpieza y cesión de los intereses nacionales en pos de un proyecto unitario, Grecia, y otros países, no estarían así.
¿Centralización económica? Nada que vaya en camino de concentrar todas las decisiones en manos de unos pocos y los lobbies por la espalda. La solución es simplemente la transparencia y la racionalidad a la hora de orientar la economía. Mientras Soria se despuebla Valencia se llena de campos de golf y de hoteles.
El dinero sigue siendo, antes que los ciudadanos, el primero en salvar sus derechos. El dinero de unos pocos, está claro. Los derechos de los ciudadanos siguen estando en segundo lugar. Grecia podrá irse a pique, pero Polonia no recibirá sanción alguna por cercenar los derechos de aquellos ciudadanos que no tengan unas orientaciones sexuales “normales”.
Es triste. Así está Europa. ¿Nos quedamos quietos y callados o, al contrario, levantamos la voz?
1 comentario:
Levantemos la voz desde cualquier lugar, desde YA
Un saludo
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