En 1934 gobernaba en España Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical. En las elecciones de 1933 la izquierda había perdido las elecciones frente a los acuerdos electorales de la derecha, la CEDA, y el centro, el Partido Radical. Temeroso de que la participación de la derecha, accidentalista respecto al régimen pero reaccionaria, el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, decide encargarle el gobierno al segundo partido del Parlamento, el Partido Radical de Lerroux. Demagogo reconvertido a hombre de orden, con la sombra de la corrupción cerniéndose sobre su partido, pero firmemente republicano, Lerroux gobernó en minoría con el apoyo parlamentario de la CEDA.
Sin embargo, en 1934 la CEDA le retiró su apoyo a menos que ésta pudiera entrar de una vez en el gobierno. Gil Robles exigía, por ser el líder del partido con más votos, la dirección del gobierno, algo que Alcalá Zamora nunca aceptó. Sin embargo, no veía mal que los radicales formaran un nuevo gabinete con ministros cedistas. Lerroux formó gobierno con ministros cedistas el 4 de octubre.
Frente a esos movimientos en la derecha española, la izquierda también se movía. Los partidos de izquierda burguesa se negaban a colaborar con Lerroux, al que acusaban de entregar la república a la derecha. Azaña, entre otros, defendió siempre que los gobiernos republicanos se apoyaran en un amplio espectro que incluyera a los socialistas, pilar fundamental sin el cual la república no podría llevar a cabo reformas sociales creíbles.
La izquierda obrera, con sus dos ramas principales, el socialismo del PSOE y UGT y el anarquismo de la CNT, veían con pavor la entrada de la derecha en el gobierno. Eran los de siempre, los terratenientes, la Iglesia. Los que no querían la reforma agraria ni el reparto de la tierra. En esos momentos, con la crisis económica de 1929 empezando a notarse muy seriamente en España, con el aumento del paro, la carestía de la vida y que ni con monarquía, dictadura o república su situación mejoraba, los obreros y campesinos estaban empezando a desesperarse. Que volvieran los de siempre fue recibido como un insulto.
El 5 de octubre de 1934, la UGT, sin apoyo cenetista, declaró la huelga general en Madrid e intentó asaltar el Palacio de Villamejor, sede del gobierno, saldándose en fracaso. En Vizcaya y Guipúzcoa la UGT, en solitario y sin apoyo de los nacionalistas, ocupa las zonas mineras e industriales del País Vasco. En el resto de España, menos Asturias, la huelga general no es secundada.
En Cataluña, la Alianza Obrera, también sin apoyo anarquista, declara la huelga general, pero el Gobierno de la Generalitat, dirigido por Lluís Companys, de ERC, impide que la cosa vaya a mayores. Sin embargo, el día 6 Companys, desde el balcón de la sede del gobierno en Plaza Sant Jaume proclama el Estado Catalán “dentro de la República Federal Española”, acusando a las “fuerzas monarquizantes y fascistas” haber ocupado el poder y traicionar a la república, a la vez que invitando a formarse un nuevo gobierno provisional republicano con sede en Barcelona. Se levantan barricadas y cada grupo (Generalitat, Estat Català y fuerzas obreras)ocupan y se hacen fuertes en diversos edificios de Barcelona. Sin embargo, la intervención del Ejército, con el asedio y bombardeo de los edificios donde las fuerzas rebeldes y revolucionarias se hallaban atrincheradas, provoca su rendición en la mañana del 7 de octubre.
En Asturias, la CNT sí que se suma a la UGT y al resto de fuerzas obreras. Los mineros estaban mejor armados que en el resto del país y el levantamiento mejor organizado. Así, en pocos días, los revolucionarios ocupan toda la provincia.
Ante los hechos de Asturias, más graves que en el resto del país, mejor controlado, el gobierno radical-cedista decide emplear las fuerzas regulares de Marruecos, formados por soldados marroquíes. El gobierno esperaba que surtiera efecto el miedo que inspiraban los regulares, que tenían fama de asesinar y saquear las zonas que atacaban. Para sofocar el levantamiento de Asturias participaron los generales Franco y Goded desde el Estado Mayor en Madrid y López Ochoa y Yagüe desde Asturias.
En los hechos de octubre, murieron en total entre 1.000 y 4.000 muertos, según diversos autores. Y en toda España fueron detenidos y sometidos a juicio entre 15.000 y 30.000 personas que participaron, en mayor o menor medida, en la revolución. También fueron detenido Manuel Azaña, Lluís Companys o Francisco Largo Caballero. Indalecio Prieto tuvo que irse al exilio. La autonomía catalana fue suspendida y su gobierno sustituido por una Generalitat nombrada por el gobierno central. La censura de prensa se cebó esta vez con los periódicos de izquierda.
1934 fue un punto de inflexión en la república. La izquierda obrera aprendió de sus errores y empezó a considerar la unión, el Frente Popular, para hacer frente a la amenaza de la derecha y de la CEDA, que consideraban prácticamente fascista. Algunos de sus mensajes y comportamientos alimentaban el miedo de que pasara lo mismo que en Alemania. Los republicanos de izquierda necesitaban la alianza con la clase obrera para mantener una república democrática y reformista que diera satisfacción a las masas, tanto para mantener a raya la revolución como la reacción. El Partido Radical pronto se hundió bajo la escalada de casos de corrupción. En la derecha sólo quedó la CEDA y la apelación a dar todo el poder a Gil Robles para mantener a raya a la revolución. Sin destruir la república, pero sí revisando muchos aspectos.
Unos y otros se autodesignaron depositarios de la república, sin posibilidad de consenso. La regla que podría sacarse era “creo en las elecciones y en la democracia en tanto en cuanto esté seguro de que no ganarán mis adversarios”.
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