miércoles, 26 de diciembre de 2007

Reino Unido en la época victoriana


La reforma constitucional británica

Durante el reinado de Jorge IV (1820-1830) los sectores liberales del partido conservador llevaron a cabo la reducción de tarifas aduaneras y la liberalización de las Actas de Navegación, y en 1829 el Bill de emancipación de los católicos. La caída de Carlos X de Francia devolvió el interés por la reforma constitucional. La subida al trono de Guillermo IV parecía propiciar una política de cambios. La presión popular derribó el gobierno Wellington, reacio a las reformas, y subió al poder el whig conde de Grey y presentó a la Cámara de los Lores la reforma de los Comunes en 1831, que fue rechazada. Los incidentes populares y las promesas del rey de nombrar Lores suficientes para aprobar las reformas les hizo plegarse en 1832, constituyendo un “turning point” en la historia de Gran Bretaña. La reforma aumentó de 500.000 a 813.000 el número de votantes y cambió la distribución de escaños, eliminando 56 distritos electorales y reduciendo la representación de treinta burgos a un escaño cada uno en lugar de dos, dando los escaños disponibles a las nuevas ciudades industriales.

El Acta de 1832 fue una distensión momentánea en la presión social a la que Gran Bretaña estaba sometida, pero la cuestión renació con el movimiento cartista. La carta de 1838 pedía la democratización de la vida política: instauración del sufragio universal masculino, distritos electorales homogéneos y el pago de salarios a los miembros del Parlamento para que éstos pudieran ser desempeñados por gentes sin recursos. El momento álgido del cartismo fue en 1842 cuando más de tres millones de firmas avalaron la petición a los Comunes para que fuesen aprobadas sus peticiones. A pesar de suponer la mitad de los varones adultos de Inglaterra, la propuesta fue rechazada por los Comunes.

La Inglaterra victoriana

El progreso económico británico se vio afectado por la crisis de 1870 y afectó sobre todo a la agricultura. Unido a la libertad de comercio no se introdujo un proteccionismo frente al cereal ruso y norteamericano. Hasta 1914 la tierra cultivada en Inglaterra y Gales disminuyó en un 26%. Aumentó el absentismo campesino y la población urbana: en 1861 la urbana representaba el 62% de la población, y en 1891 un 72%, concentrada sobre todo en el norte y el área de Londres. La población aumentó hasta 40 millones en la última década del siglo XIX.

Todo esto influye en el desarrollo político: en el interior, el país está en plena transformación estructural y la población se multiplica por cuatro, y en el exterior la batalla comercial tiene un carácter de lucha por la existencia por el hundimiento agrícola.

La ampliación del derecho electoral de 1832 fue importante pero insuficiente. La reforma electoral de 1867 del gobierno conservador Derby es la primera que se puede calificar de “democrática”. Disraeli convenció a sus correligionarios conservadores de la necesidad de la reforma para no equiparar conservador y reaccionario. Su verdadero objetivo era conquistar a las masas para el Estado, el trono, las instituciones tradicionales y la política exterior. Tories y whigs se sentían abiertos a las reformas y lucharon entre sí por conseguirlas, en acuerdo a tres principios básicos que compartían: Constitución, monarquía y régimen parlamentario.

La lealtad de las masas al régimen fue posibilitada por el hecho de que no se excluyó a ningún sector de la población, sino abierto a todos. Por ello ningún sector discutió los principios fundamentales del Estado. La ley de 1867 fue acordada por ambos partidos. Disraeli tuvo la valentía de imponerse a su partido y dar el voto a un millón de ciudadanos más, fundamentalmente artesanos y obreros cualificados. El voto siguió limitado en las ciudades por la condición de tener una casa o pagar un alquiler y el pago de los impuestos locales. Pero gran número de familias obreras vivían en las ciudades en casas alquiladas. En los condados también se rebajó el censo electoral, pero los trabajadores del campo y campesinos siguieron siendo “clases políticamente incapaces”.

La reforma costó las elecciones a los tories (de ahí el valor político y estadista de Disraeli). 30 años antes se habían suprimido las corporaciones municipales oligárquicas por otras libremente elegidas. Sus competencias eran muy amplias y se convirtieron en “escuelas” de democracia y de socialismo municipal. Tanto la reina Victoria como su consorte Alberto supieron ocupar su lugar exacto, sin personalismos ni interferencias, influyendo en el respeto al trono y en la democratización del sistema.

El liberal Gladstone le correspondió las reformas democráticas posteriores a 1868. En 1869 se separó al Estado de la Iglesia Anglicana y del final de la obligación de pertenecer a la Iglesia estatal para el cuerpo docente de las universidades de Oxford y Cambridge. La ley escolar de 1870 creó una escuela estatal de enseñanza religiosa interconfesional. En 1876 se impuso la escuela primaria obligatoria, y en 1891 que ésta fuese gratuita. En el ejército se acabó con residuos aristocráticos y la rebaja del servicio militar, que era voluntario. En la administración se introdujeron las oposiciones para evitar que los cargos cayeran en el amiguismo y los partidos.

Los conservadores de Disreali prosiguieron las reformas en 1874: la ley sindical, ley de sanidad pública. Posteriormente los whigs continuaron con la política social con protección a mujeres y niños culminando con el seguro obligatorio para trabajadores en el gobierno de Chamberlain.

La reforma electoral de 1884 extendió el voto a arrendatarios y pequeños propietarios del campo, llegando a los 5 millones de electores y redistribuyendo los distritos electorales. El sistema electoral de un diputado por distrito favoreció el bipartidismo. Aplicado a Irlanda favoreció la victoria de los nacionalistas. La reforma democratizó aún más a los partidos, que cada vez más dependían de los electores: la Federación Liberal Nacional (Partido Liberal, whigs) y la Unión Nacional (Partido Conservador, tories).

La retirada de Gladstone permitió el liderazgo de una nueva generación liberal más inclinada a los problemas sociales, pero tardía para ganarse al proletariado, que apoyaba al laborismo, que le irá ganando terreno paulatinamente.

En 1901 fallecía la reina Victoria y subía Eduardo VII en un momento difícil, con el enrarecimiento de la atmósfera internacional y la descomposición de los partidos tradicionales: entre 1902 y 1905 los tories se escindieron con el gabinete Balfour por la ley escolar de 1902 (intento de que las escuelas anglicanas recuperaran sus privilegios perdidos), el intento de crear un Parlamento irlandés independiente, el abandono de la política social y las discusiones librecambismo-proteccionismo. La disidencia fue de Chamberlain y del sector joven del partido, como Churchill entre otros.

Los cambios se verán después de la I Guerra Mundial: la desaparición del Partido Liberal a tercer partido, la remodelación de los conservadores y el ascenso imparable del Partido Laborista, sustituyendo el antiguo bipartidismo Whigs-Tories por un bipartidismo Labour-Tories y los whigs como tercer partido minoritario.

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