La Asamblea de Madrid ha dado punto y final a la Comisión fraude y ha aprobado el dictamen elaborado no ya por la Comisión, ni siquiera por la mayoría conservadora en dicha Comisión, sino por la propia dirección del PP y Gobierno regional, autoexculpándose. Así, la Asamblea rubrica su propia desvergüenza, y el legislativo abdica de cualquier poder en la satrapía de Madrid.
Como remache a este último acto legislativo, Alfredo Prada y María del Carmen Rodríguez Flores, los dos diputados conservadores espiados, han mostrado su sentido del honor y no acudieron a votar una conclusión que les tilda de mentirosos. ¿Existe o no el espionaje? ¿Sí o sí? Mucha desvergüenza tiene el grupo mayoritario de la Asamblea ex-legislativa para ofrecer como víctimas en sacrificio a dos diputados suyos para tapar las verdades y sus tejemanejes con el dinero público.
No hacen falta bolas de cristal para conocer de antemano los actos del Partido Popular, que se traducen siempre en no cargar con la verdad y la culpa, proclamar que su Gobierno es el mejor y el más honrado, y en ir socavando poco a poco todo poder contrario a la de su líder, Esperanza Aguirre. Un Berlusconi en miniatura, una Italia estrecha, pero una desvergüenza infinita.
Mientras el Partido Popular escupe a la inteligencia, no puede ocultar que ha dimitido un miembro del Gobierno, tres alcaldes, un cargo de la administración y ex-alcalde, que Ignacio González tiene negocios sospechosos, que bajo Granados se ha espiado y que todos los tentáculos de la corrupción se han dirigido a Valencia y Murcia, uniéndose Baleares con su corrupción pepera y de los minipartidos. Y Esperanza Aguirre está ahí, en el centro de Madrid, y a su alrededor se pudre todo. No se puede ocultar, y debe pagar por permitirlo. Es la exigida higiene democrática, antes de que Aguirre pretenda sumar a una Asamblea ex-legislativa un pueblo ex-madrileño, reconvertido a plebiscitario de su satrapía.
Un apunte más de este descaro a los madrileños: negar toda atención a los portavoces del resto de fuerzas madrileñas, hablando por el teléfono y bromeando con Granados y con González. En un aula les habrían, en otra época, dado con una regla, ahora, ni un ligero toque de atención. Así se pervierte la democracia, negando toda atención al resto de fuerzas que conforman el sistema democrático. ¿Se tiene un presidente autonómico para no escuchar? Se tiene a un sátrapa. Cuando alguien te está hablando, lo mínimo es escucharle.
Del vodevil del Madridgate tenemos que seguir con un réquiem por la Asamblea, cuya integridad ha muerto.
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