El Senado italiano ha aprobado una enmienda de la democristiana Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro (UDC), que supone que la declaración firmada por los pacientes para afirmar que no se alargue su vida de forma artificial no será vinculante para el médico. El llamado testamento vital se desvirtúa y el propio individuo es incapaz de decidir su vida por encima de la opinión de los médicos. La Constitución italiana establece en su artículo 32: “Nadie podrá ser obligado a sufrir un tratamiento sanitario determinado, a no ser por disposición de una ley. La ley no podrá en ningún caso violar los limites impuestos por el respeto a la persona humana”. Existe un breve resquicio tanto para torcer la libre voluntad del paciente como para respetarla. Puede haber una ley que obligue, pero también hay que respetar a la persona. ¿No es el mayor respeto dejar que decida sobre su vida, si no quiere alargar su agonía? No es la única tropelía del agonizante legislativo italiano, pues ya votaron otra enmienda para que los médicos denuncien a los inmigrantes ilegales. Y los médicos, obviamente, ya han dicho que ellos no son espías del racismo gobernante.
También el Senado ha aprobado otra enmienda que impide a los pacientes renunciar a la hidratación y la alimentación artificial, para evitar casos como el de Eluana Englaro. En la Italia de Berlusconi nadie puede escaparse tan fácilmente de su poder, ni siquiera en el lecho de muerte.
La oposición, pese a su división por los católicos progresistas, exige apelar a la Corte Constitucional y la convocatoria de un referéndum. A los católicos progresistas hay que hacerles ver que el cristianismo es compatible con la libertad del individuo; lo que no es compatible es la injerencia vaticana. En el referéndum hay que preguntar a los italianos si eligen la posibilidad de la libertad, que no daña a nadie; o la de que Berlusconi se la apropie, que ata a todo el mundo.
La bandera de oposición del centro izquierda es, irremediablemente, la bandera de la libertad. Ese centro izquierda, insuflado de ánimos por Debora Serracchiani, tiene que demostrar la fuerza de la que sólo la izquierda política y social es capaz. La victoria en las urnas ya vendrá, si se la merecen, pero lo que ahora está en juego es la libertad de toda una nación democrática.
También el Senado ha aprobado otra enmienda que impide a los pacientes renunciar a la hidratación y la alimentación artificial, para evitar casos como el de Eluana Englaro. En la Italia de Berlusconi nadie puede escaparse tan fácilmente de su poder, ni siquiera en el lecho de muerte.
La oposición, pese a su división por los católicos progresistas, exige apelar a la Corte Constitucional y la convocatoria de un referéndum. A los católicos progresistas hay que hacerles ver que el cristianismo es compatible con la libertad del individuo; lo que no es compatible es la injerencia vaticana. En el referéndum hay que preguntar a los italianos si eligen la posibilidad de la libertad, que no daña a nadie; o la de que Berlusconi se la apropie, que ata a todo el mundo.
La bandera de oposición del centro izquierda es, irremediablemente, la bandera de la libertad. Ese centro izquierda, insuflado de ánimos por Debora Serracchiani, tiene que demostrar la fuerza de la que sólo la izquierda política y social es capaz. La victoria en las urnas ya vendrá, si se la merecen, pero lo que ahora está en juego es la libertad de toda una nación democrática.
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