El movimiento de izquierda “alternativa”, autodenominado “anticapitalista” parece ser únicamente fuerte en Francia. Alemania tiene a Die Linke para canalizar ese voto de izquierda descontenta, pero es Francia la gran protagonista en esta cuestión.
En Francia el “fenómeno Besancenot” parece de moda. No sólo en la izquierda más descontenta, sino también en la derecha, pero con otra estrategia. Y es que esa izquierda alternativa puede ser la gran campeona para la eternidad “berlusconiana” de Sarkozy y todo aquel que le suceda. ¿El Sarkozysmo?
Besancenot no es culpable. Es un líder muy capaz, quizás el único de esa izquierda alternativa con capacidad de liderazgo, táctica y, hay que decirlo, mucha inteligencia y honradez. Es más, reúne los requisitos para ser líder pero entre iguales. A diferencia de esos políticos que se jubilan en los consejos de administración de grandes empresas, de los políticos que viven de las prebendas que reparte el partido, Besancenot sigue viviendo de su trabajo de cartero, sin permitirse lujos. La gran virtud que precisa todo líder de izquierda: honradez. Es por eso que es un líder de izquierda muy apreciado para mí, aunque no comparta muchos puntos de su programa político.
Sin embargo, no hay que ocultar que la derecha gobernante en Francia ejerce un despliegue mediático para que siempre esté presente. Su negativa a participar en la gestión política, si llegan a buenos resultados, pero sin dejar de participar en elecciones y conquistar votos y asientos, es el veneno en la izquierda. Aquí, en España, no podemos negar que Izquierda Unida es claramente comunista o poscomunista, republicana y no le gusta el sistema actual, pero no deja de participar activamente desde dentro del “sistema”. Ahí está Rivas-Vaciamadrid, el agonizante tripartito vasco o mejor aun, el municipio de Córdoba. Si IU dejase de participar, imposibilitaría tantas políticas que llevaría a la parálisis a muchas administraciones, o traicionaría a sus votantes, y por tanto se inclinaría a la total extinción.
Sarkozy y su derecha quieren acabar con la izquierda que existe entre él y Besancenot. Incluso pasando por encima de los centristas de Bayrou, de los radicales de izquierda, de los socialistas (que aún son el gran partido de la izquierda), y de los empequeñecidos comunistas. Añadido a su empeño de una reforma electoral cambiando, mayoritariamente, los distritos que se suponen de izquierda. Sí, sí, Berlusconi también hizo su cerdada electoral haciendo chanchullos parecidos. Esos actos son merecedores de una huelga general. Por cosas menores se han llegado a incendiar calles enteras.
Entonces, la negativa a toda colaboración (negativa si ellos no son los que lideran la izquierda, es su argumento) puede, o permitir décadas conservadoras, que no es lo que especialmente desearán por coherencia progresista, o negarles todo voto que, descontento del PS y del PCF, quiera darles una oportunidad de ser mejores. También hay estudios que muestran que no roba votos al resto de izquierda, sino atrae nuevos.
Quite o no, lo cierto es que el mapa progresista permanece fragmentado. El Partido Socialista se encuentra a un lado, atrapado entre la parálisis y el inmovilismo falto de ideas. Aubry salió elegida contra Sególène Royal, pero se ha aliado con parte de su sector y ha dejado a un lado a Benoît Hamon, otro de los socialistas del sector de la izquierda, y buena promesa. El agónico Partido Comunista ha formado un Frente de Izquierda con los socialistas descontentos (también puede leerse como los que querían algo, como algún cargo, enchufe o prebendas, y se quedan sin nada), del Partido de la Izquierda. Y por último el Nuevo Partido Anticapitalista de Besancenot. 20%, 6 y 9% se conceden a cada formación en los sondeos. Más el 2% del trotskista Lucha Obrera, son un 37% de apoyos a la izquierda. La izquierda dividida y sin visos de entenderse. Todos quieren mandar y todos quieren imponer sus programas al resto. Eso es poco menos que imposible, estéril y desesperanzador.
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